Son muchos los ayuntamientos que en todo el Estado español se encuentran salpicados por diferentes casos de corrupción de sus gobernantes, pero son muchos más los que están temblando por la fiebre que les produce la posibilidad de que a ellos también se les diagnostique esa enfermedad que inflama rápidamente y sin control los bolsillos […]
Son muchos los ayuntamientos que en todo el Estado español se encuentran salpicados por diferentes casos de corrupción de sus gobernantes, pero son muchos más los que están temblando por la fiebre que les produce la posibilidad de que a ellos también se les diagnostique esa enfermedad que inflama rápidamente y sin control los bolsillos de políticos y empresarios, Marbellitis se llama ahora, que como ocurre con la gripe aviar, carece de vacuna efectiva para detener la infección especulativa que produce el virus que la provoca, el suelo.
Estamos hablando de una enfermedad antigua, que aparece ya con los primeros vestigios conocidos de existencia de un poder político que es drogodependiente del dinero. Los efectos de esta potente droga mezclada sin control también son conocidos. Así, cuanto más pura es su combinación, más letal puede resultar para el político o empresario que la consume, aunque bien es cierto que la mayor parte de sus consumidores suelen hacerlo sin padecer ningún efecto secundario penitenciario ni fiscal, motivo por el cual suelen hacer ostentación pública de su adicción sin mayores problemas.
Lo que varía de un lugar a otro es la forma y la cantidad en que se consume, es decir, el fin al que se destina el suelo y la cantidad de materia prima de que dispone el político proveedor para el trapicheo. Mientras que en zonas costeras turísticas se emplea para urbanizar, literalmente, el litoral; en zonas con menos atractivo para los macrohoteles y las urbanizaciones, lo que se hace es destinar el enorme potosí que encierra el suelo público para jugosos negocios industriales.
En principio, en este segundo caso, las posibilidades de que los habitantes de los municipios afectados, legítimos dueños de ese suelo público, puedan obtener beneficios con ello parece factible. Pero no suele ocurrir así porque industrializar una determinada zona o municipio puede ser tan rentable o más que urbanizar en el Levante español, sobre todo si el que tiene la mercancía con la que atraer a los clientes sabe que el que más contamina más está dispuesto a pagar para poder seguir haciéndolo.
Ejemplo de esto último es lo que viene ocurriendo desde hace algún tiempo en la Ribera del Ebro, que tiene en Castejón a su alumno más aventajado ya que cuenta, y por duplicado, con las industrias más contaminantes de toda Navarra y donde se pretende ahora duplicar lo duplicado. En este municipio en el año 2000 se empezaron a construir dos centrales térmicas a gas de ciclo combinado de 400MW, una propiedad de Hidrocantábrico y la otra de Iberdrola. En 2002 cuando todavía no habían llegado a entrar en funcionamiento, las empresas ya estaban iniciando los trámites para ampliarlas con 2 nuevas centrales de 400 MW.
Para enmascarar los nocivos efectos que sobre la salud y el medioambiente causa la droga de la especulación sin medida del suelo industrial, quienes la venden nos la presentan envuelta en la lluvia de millones que esas empresas dejan allí donde se instalan; provocando en la población el lógico, pero benigno mareo, de unos cerebros que intentan sin éxito asimilar unas cifras desorbitadas para las que no están preparados, lo que genera una sensación narcótica de bienestar y de optimismo irracional similar, parece ser, a la de los cigarritos de la risa.
Se intenta sedar a la población con la gran inversión empresarial que se hace por cada central, que ronda los 200 millones €, (unos 30.000 millones de pesetas). Se la anestesia con los 600 puestos de trabajo que puede haber en algún momento de los 2 años en que tarda en construirse, evitando en lo posible decir que después sólo hay trabajo para unos 30, básicamente personal especializado, no vaya a ser que pierdan ese punto de alienación colectiva que tanto les ha conseguido lograr. Poco o nada se dice de los ingresos que por vía de impuestos reciben los gobiernos autonómicos y los ayuntamientos de turno y que van en consonancia con la inversión. Sólo por la última licencia de obras concedida a Hidrocantábrico, el ayuntamiento de Castejón ha ingresado 900.000 € (150 millones de pesetas).
Pero hay otros muchos efectos que este vicio especulativo tiene y de los que no se dice nunca nada, porque si son conocidos por la sociedad, ésta puede llegar a ser consciente de la grave amenaza que para la salud y el medioambiente provocan las centrales, y reaccionar de manera muy negativa para el interés político general del capital. Por eso no es bueno que se sepa que las 2 centrales actualmente en funcionamiento en Castejón han emitido alrededor de 2 millones de toneladas de CO2 en 2005, el equivalente a lo que emiten en un año 500.000 coches; ni que emiten cada una 120 kg/hora de óxidos de nitrógeno, que son precursores del ozono troposférico, uno de los contaminantes más peligrosos para la salud de las personas y para la vegetación; ni que desde que funcionan las 2 centrales los niveles de contaminación por ozono en la Ribera son los más altos de toda Navarra, superándose ampliamente los valores objetivo de protección a la salud y de protección de la vegetación; ni que cada central capta 300 litros/segundo del Ebro, superior al consumo doméstico de todos los habitantes de la Ribera. Saber todo esto, puede hacer que tanto las 2 actuales centrales como las 2 nuevas previstas no puedan ser presentadas ya como los proyectos que traerán un futuro más próspero a la Ribera.
Ese futuro más próspero lo será sólo para las cuentas de las empresas eléctricas, para el bolsillo de más de un político, no conviene olvidar que el Gobierno de Navarra tiene el 1 % de acciones de Iberdrola, que el embajador del navarrismo ultraconservador en Madrid tiene intereses económicos directos en una de las centrales ya que es fundador y secretario del Consejo de Administración de Elerebro, S.A. empresa promotora de la primera central de Hidrocantábrico y de la ampliación que tiene proyectada, ni tampoco se debe olvidar el acto oficial que organizó Hidrocantábrico para celebrar que ya disponía de licencia municipal de obras para construir su nueva central, al que asistió la plana mayor autonómica y local del PSN, puesto que algún sacrificio público debían hacer por sus anfitriones, y para eso no hay nada mejor que la clásica y ridícula foto de político con traje y casco.
Todas estas razones son más que suficientes para decir no a este tráfico especulativo industrial que atenta contra nuestra salud y nuestro entorno, y el sábado 6 de mayo en Castejón a las 19’30 horas es un buen momento para manifestarse y decirlo bien claro: Más Centrales No.
* Jesús María Tomás Jiménez. Miembro de la Plataforma de la Ribera + Centrales No