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Mareas -y cantos de sirenas-

Fuentes: Rebelión

A José Sarrión Andaluz. Sabéis perfectamente que nacen muertas. Lo sabéis. Pero no: hay que seguir con la performance. Hay que convencer a propios y extraños de que existe una unidad de destino recíprocamente deseada, de que existe programa y objetivos en ese preacuerdo político entre Anova-IU-Podemos. Hay que seguir haciéndose daño. Hay que seguir […]

A José Sarrión Andaluz.

Sabéis perfectamente que nacen muertas. Lo sabéis. Pero no: hay que seguir con la performance. Hay que convencer a propios y extraños de que existe una unidad de destino recíprocamente deseada, de que existe programa y objetivos en ese preacuerdo político entre Anova-IU-Podemos. Hay que seguir haciéndose daño. Hay que seguir auto-engañándose. Alargar el dolor de la herida hasta exclamar basta, ya no puedo más.

Hay que ocultar el hecho de que las candidaturas han llegado precocinadas en petit comité de arriba abajo, sin analítica previa a la elaboración programática a posteriori, sin debate social en las bases, sin debate entre las bases de los acrónimos supuestamente comprometidos en el nuevo invento. Ahora hay que llenar el discurso de alcanfort sobre madera podrida porque no hay un proyecto de sociedad y sí la presentación de caras nuevas con discursos huecos. La vaciedad, la nada, la cansina retórica de la saudade esperanzadísima llena de metáforas y versos libres que lo único que ocultan es, precisamente, la nada. La nada de nada de nada. La sensación de que a uno le están tomando el pelo es tan intensa que el mero intento de articular una palabra parece estéril.

De repente, un día, el que aquí escribe llega en su coche a una asamblea comarcal de EU en Lugo. De repente, le ponen en sus manos un vademécum político de futuribles sin concreción programática ni ideológica y con gotitas de ciudadanismo en abstracto. Eso sí, con retórica saudosista y esperanzadísima. La cuestión es que al invento le llaman ahora pre-acuerdo. Del acuerdo aún no sé demasiado porque ni siquiera en el pre me han invitado a una cerveza, que es como se suele hacer política en este país de binonos. Pero de los contenidos del preacuerdo ya sé algo: que ha sido anunciado a las bases con tres papeles y que, en breve, la condesa Yolanda Díaz llegará con él contenta, rauda y veloz desde la capital del pirulí.

La verticalidad del preacuerdo, por supuesto, se dejó pasar por alto, no vaya a ser que las bases de izquierda unida se tomen en serio las dos últimas líneas del artículo 5 contenidas en ese trapo viejo llamado constitución española en referencia a lo que debería ser la estructura y funcionamiento de los partidos y sindicatos: democrática. En esencia, lo que ya hace tiempo que ha dejado de ser izquierda unida, tanto en Galicia como en buena parte del estado español. Por eso, el que aquí escribe, propuso ya desde hace meses una rifondazzione interna de IU que, desde luego, no es invento suyo, sino eco de otras voces cansadas de la hipertrofia de izquierda unida como movimiento social y político anti-sistémico, desde el que anida, aún a dúa de hoy, la vieja retórica del miedo al coco comunista.

Porque, al fin y al cabo, aquí de lo que se trata es de convertir la política, a golpe de ovario o pene super-empoderado, en el postmoderno arte de las relaciones públicas. De lo que se trata es de correr hacia adelante como pollo sin cabeza pregonando confluencias sin diálogo previo, base programática, estructura institucional u orientación ideológica. De lo que aquí se trata es de seguir corriendo hacia adelante a trote napoleónico y hegeliano, con las formas y los ritmos con los que la condesa Yolanda Díaz y la fábrica de porquería político-informativo de la capital marcan.

¿Qué hacer – y cómo – con la deuda soberana del estado? Silencio. ¿Qué modelo productivo? Silencio. ¿Qué y cómo implementar la renta básica de ciudadanía? Silencio. ¿Contratos, salarios, convenios? Silencio. ¿Estado de la cuestión del pluralismo informativo en el estado español? Silencio. ¿Modelo de estado? Silencio. ¿República parlamentaria o monarquía parlamentaria? Silencio. ¿Qué modelo de laicidad? Silencio. ¿Otan sí o no? Silencio. ¿UE realmente existente sí o no? Si sí, porqué, para qué y cómo. Si no, porqué, para qué y cómo. Silencio. ¿Política exterior? Silencio. ¿Política de I-D-I social? Silencio. ¿Política cultural? Silencio. ¿Sobregasto armamentístico y securitario? Silencio.

Nada, olvídense, nada de nada: palabrería hueca pautada por silencios y metáforas saudosistas a las cuales es imposible responderles algo por la sencilla razón de que la nada atrae a la nada con la misma fuerza con la que repele algo que tenga poso reflexivo, debate cultural de base, diseño, estructura formalizada, programa y horizonte ideológico.

Sé que es mucho pedir a un latino colonizado hasta los sesos por los ritos de paso de la TV-Política euroamericana que tenga algo más de pausa y saque más tiempo a su vida para darle forma y método a las cosas antes de convertirlas en una marca apta para consumo, desde luego, y por eso vivo sin vivir en mí en este país, y por eso sueño con coger de nuevo la maleta algún día y volver nevermore. Sé que es demasiado pedir un mínimo de orden, coordinación y disciplina de abajo a arriba a quienes tienen ansia de hacer amigos viajando por toda la península ibérica, y que pedir demasiado es, también, que el trabajo político proyectado en una institución sea el resultado de una analítica social localizada y de un programa resolutivo adecuado a esa realidad local; sé, desde luego, que izquierda unida es un partido al que aún le faltan décadas, quizás, para enraizar en las comarcas y villas del interior gallego más industrial, agraria y demográficamente destrozado por el impacto del modelo euro-americano post-Maastricht, sé que no debería exigir tanto y tan básico si no fuese porque debe acabarse el buenrrollismo globalizado, si no fuese porque el que aquí firma, Diego Taboada, considera a las susodichas mareas como un ser que nace muerto, de génesis totalmente antidemocrática, hueco de contenido y estéril de volición política y horizonte ideológico.

Izquierda Unida y Podemos no pueden ni deben trabajar juntos. Es más, no deben hacerlo por el bien de ambos. Los auto-engaños se pagan a corto-medio plazo. El proyecto laico, republicano, federal y anti-sistémico de IU, con nervio en los movimientos sociales, es incompatible de forma y fondo con el proyecto de Podemos. El horizonte de IU es un horizonte de ruptura, el de Podemos es un horizonte de acomodación gradual a las viejas estructuras político-mediáticas de la transición. Por eso, yo, Diego Taboada, exhorto a la sociedad civil gallega a no dar consentimiento ético, político, cultural o estético a las susodichas mareas:

1 – Por la verticalidad y opacidad de sus procedimientos en la conformación de las candidaturas.

2 – Por la ausencia de contenidos programáticos emanados de un diálogo entre bases.

3 – Por la necesidad de debatir más y mejor posturas tales como la cuantía y forma de impago de la mal llamada deuda soberana Española.

4 – Por la necesidad de materializar un modelo productivo alternativo con visión de país, desde coordenadas ecológicas y decrecentistas.

5 – Porque incluso la obtención de una mayoría cualificada en el parlamento no es ni sería suficiente para llevar a cabo un proceso de transformación social o de mínima vertebración económica y demográfica.

6 – Por la incompatibilidad del proyecto laico, federal, republicano y socialista de IU con el gradualismo social-liberal de Podemos y su sumisión a los marcos discursivos y de negociación institucional impuestos tanto por la UE realmente existente como por la OTAN en materia de soberanía económica, financiera, política y militar respectivamente.

7 – Por la desvergonzada hipocresía de quienes escupen la palabra democracia en público al tiempo que callan ante la exclusión mediática del debate pre-electoral a mi compañero Alberto Garzón Espinosa, vulnerando así ni más ni menos que uno de los derechos fundamentales de la constitución española, en concreto el artículo 20 referido a la libertad de expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. En concreto, también, la ley 7/2010 llamada LGCA – ley general de comunicación audiovisual -, que incorpora un capítulo en el que se fijan unos principios básicos sobre los derechos del público, entre los que se encuentra el derecho a recibir una comunicación audiovisual plural.

Por estos hechos, por estos motivos y por estas razones, yo, Diego Taboada, sin rencores y sin acritud, en lealtad a los valores laicos, republicanos, ilustrados y obreros, no asumo el horizonte marcado por las mareas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.