La vicepresidenta del gobierno del PSOE, María Teresa Fernández de la Vega, se ha interesado estas últimas semanas por el destino y los dineros de algunos ejecutivos de Repsol-YPF, empresa española que, como saben los lectores informados (o sea los que no leen sólo cualquier diario de Falsimedia o visitan sus webs), se halla bajo […]
La vicepresidenta del gobierno del PSOE, María Teresa Fernández de la Vega, se ha interesado estas últimas semanas por el destino y los dineros de algunos ejecutivos de Repsol-YPF, empresa española que, como saben los lectores informados (o sea los que no leen sólo cualquier diario de Falsimedia o visitan sus webs), se halla bajo sospecha por sus actividades presuntamente delictivas en Bolivia, país cuyo vicepresidente no ha tenido que viajar a España, ni lo haría probablemente, en el supuesto de que unos empresarios bolivianos que desarrollaran labores en Madrid o Barcelona, Bilbao o Coruña, estuviesen siendo investigados por presunto delito de estafa, abuso y ocultación de bienes.
Hay que decir, en honor a la verdad, que esa zozobra por las penalidades que actualmente sufren los responsables de la petrolera, es también compartida por ciudadanos de espíritu tan democrático como Juan Carlos de Borbón o el propio jefe del ejecutivo español. Y no digamos Rajoy o Aznar, que sin duda, de estar hoy al frente del gobierno, habrían optado por enviar a Bolivia a la Legión Española y a su cabra, para preparar la invasión de aquel territorio. Al menos. hay que agradecerle a Maria Teresa que haya demostrado un talante menos agresivo. Ella, tan sensible, tan caritativa ella, y su jefe José Luis, tan riguroso, tan pacifista él, demuestran bien a las claras que en las naciones llamadas democráticas , quienes se ocupan de explotar la miseria ajena a niveles espectaculares, están siempre protegidos por el paraguas gubernamental, y no al revés, que es lo que uno, en su ingenuidad, creía que era lo correcto, lo verdaderamente democrático.
Desde hace lustros, y más desde que en las cloacas de la Casa Blanca se decidiera acabar con las Torres Gemelas, azuzando convenientemente a varios alumnos de Ben Laden entrenados en USA, el término democracia ha sufrido agresiones de tal envergadura, que los pilotos suicidas que asesinaron a tanto inocente (por órdenes de la CIA y el FBI), pasarían por querubines al lado de los verdaderos criminales, George W. Bush, José Maria Aznar, Silvio Berlusconi o Tony Blair, cuyas órdenes en Irak, Afganistán, Palestina o Líbano, llevan el sello más siniestro: el del exterminio porque sí. La democracia a la norteamericana, en el siglo XXI, espantaría al General Custer más que la existencia de dos mil Toros Sentados, haría que Robespierre se decidiera por el suicidio, o el mismísimo Winston Churchill (ladino hasta el delirio) tendría que encerrarse en su despacho, avergonzado ante el espectáculo de la Cámara de los Comunes.
Para estos políticos tan patriotas, que señalan a Evo con el dedo acusador porque éste ha dejado sentado que en Bolivia no se roba impunemente, español es todo aquel empresario que se arriesga a que le vigilen, allá donde quiera asentar sus fábricas, industrias o negocios diversos. ¿Por qué? Sencillo.
Porque sólo ellos son los garantes de SU democracia actual, los verdaderos patriotas. ¿Verdad, Polanco?