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Mario Bunge, la ciencia, los sustos y la izquierda

Fuentes: Rebelión

Para Amanda Aguilera Amate, por su hermosísimo nombre, por Víctor Jara, por sus maravillosos y solidarios progenitores… y por las científicas comprometidas con causas nobles y justas. Da gusto leer las entrevistas a Mario Bunge, Premio Príncipe de Asturias de Humanidades y Comunicación en 1982 (un honor nada relevante para él aunque sí para el […]

Para Amanda Aguilera Amate, por su hermosísimo nombre, por Víctor Jara, por sus maravillosos y solidarios progenitores… y por las científicas comprometidas con causas nobles y justas.

Da gusto leer las entrevistas a Mario Bunge, Premio Príncipe de Asturias de Humanidades y Comunicación en 1982 (un honor nada relevante para él aunque sí para el propio premio. ¡Pura inversión hegeliano-marxiana aunque al doctor Bunge no le guste la metáfora ni un leptón!). Es muy difícil no aprender nada tras la lectura de una conversación con el gran físico y filósofo argentino. Por mucho que le hayamos leído. La de Antonio Calvo Roy del pasado 2 de mayo publicada en El País es una magnífica ilustración de ello [1].

Eso sí, éste es uno de los puntos de esta nota, con algún brochazo innecesario muy marca de la casa Bunge (quien por cierto, para nuestra inmensa alegría e interés, ¡está escribiendo (o revisando) sus memorias!)

Los grandes aciertos de la conversación:

Los golpes no enseñan nada, señala Mario Bunge, «no creo que aprendamos de esta crisis, sobre todo si los gobiernos siguen pidiendo consejo a los economistas que contribuyeron a crearla, a los partidarios de políticas sin regulación.» No es ésta la arista central que explica el eterno ciclo de crisis del capitalismo realmente existente pero digamos que bien, que es también razonable lo que comenta el doctor Bunge.

Cuando habla de la genomización que lleva al determinismo genético se supera. «Los biólogos auténticos no son deterministas genéticos». Hoy, recuerda, se habla de epigenética (la Biblioteca Buridán del Topo ha publicado recientemente un excelente libro sobre esta revolución científica), es decir, del «estudio de las transformaciones que va sufriendo el genoma por la acción del ambiente. Se creía o se ha creído en ocasiones que el genoma estaba blindado contra el ambiente pero hoy sabemos, una sospecha o intuición clásica casi milenaria corroborada, «que puede combinarse químicamente y que esas mutaciones pueden heredarse». Una rata separada de su madre «tendrá una progenie socialmente inadaptada… No, no es determinismo». Hay dos determinantes: los genes y la experiencia. «Es como preguntar qué longitud tiene una cancha de fútbol [¡Bunge es argentino!]. Lo que importa no es solo la longitud, es también la anchura, el área, lo mismo pasa con lo heredado y lo aprendido. Es inútil nacer con una gran carga genética si se nace en un desierto, un desierto cultural o político que haga imposible la búsqueda de ideas nuevas».

Sobre el auge de las falsas ciencias, apunta una magnífica paradoja no formulada con frecuencia. Cuanto mayor es la educación de una persona, reconoce por primera vez Bunge si no ando muy errado, «tanto más dispuesta esta a creer en seudociencias, porque se entera de su existencia». La paradoja que enuncia y denuncia: tal y como está organizada, la educación en vez de hacer que la gente piense en forma científica hace que se vuelva más supersticiosa.

La punta pseudocrítica y sin el matiz necesario e innecesaria a todas luces: «es muy común encontrar especialistas científicos que se hacen tratar por psicoanalistas o por homeópatas…» ¿Es lo mismo A que Z, la psi que el homo? No, no es lo mismo. Pero algo había que decir contra el psicoanálisis. Si no, Bunge no sería Bunge y no se quedaría tranquilo del todo. Sin importancia nuclear.

Hay que cualificar la manera de enseñar, prosigue el gran filósofo argentino-canadiense, «que sigue siendo muy dogmática. Se enseñan ideas pero no se enseña a discutirlas. La finalidad de la educación es educar, no evaluar». Claro que es necesito saber si el trabajo ha sido eficaz o no, admite Bunge, «hace falta alguna manera de evaluar, pero no con los exámenes», que solo -¡lo dice un profesor emérito de más de 90 años!, ¡viva Mario Bunge!- «valoran la memoria y hacen que el proceso de aprendizaje sea aterrador en vez de ser agradable y hasta excitante.» ¡Mejor imposible! ¡Cuando Bunge se pone magnífico, se pone excelente!

Sobre la historia, la sociología o la psicología y su cientificidad: la historia es mucho más científica que la cosmología. ¡En los morros del cientificismo! Añade un poco desmelenado: «El buen historiador busca y da evidencia de prueba, a diferencia de los cosmólogos fantasistas, como Hawking». Le perdonamos el azote La historia es, pues, «la más científica de las ciencias sociales». En cambio, la economía, toda ella, incluida la que practicaban o practican don Andreu Mas-Colell y don Xavier Sala chaquetas-chillonas i Martí «es una semiciencia». Se les dan de sabios y exquisitos por el aparato matemático que encubre presupuestos centrales sin base ni fundamentación.

En cuanto a las características del mundo en el 2050. señala prudentemente «No soy profeta. Puede que siga degradándose, puede ser que encuentre un camino más razonable». Empero, admite, en estos momentos «la situación mundial está muy mal, el mundo está dominado por un imperio, como lo estaba el mundo mediterráneo a final del imperio romano, y ese imperio se está expandiendo». Imperio, aunque don Mario no lo señale explícitamente por obviedad, es Estados Unidos. No hay aquí duda alguna.

Será más rápida la ciencia resolviendo problemas, se le pregunta, como la degradación ambiental, por ejemplo, o la degradación correrá más. Su respuesta: «El mito moderno es que las tecnologías de la información nos van a salvar, que mejorarán la sociedad y salvarán la naturaleza, pero es un mito completo». Con un ordenador, añade, «no se cultiva el trigo, aunque conviene que el tractor tenga reguladores electrónicos, pero los grandes avances en la agricultura se deben a la genética y a la ingeniería, que ha construido máquinas mejores.» Dejemos lo de la genética porque ignoro si don Mario se refiere a los OMG y su elogio del maquinismo acaso exija más de un matiz, pero la denuncia del mito (completo y creciente) moderno de las TIC es más que pertinente.

  Dudas ahora en algunas de sus respuestas: 

La mayor parte de los filósofos, sostiene MB, «no saben nada de ciencia, pero están varios milenios atrasados y no pueden profundizar en cuestiones importantes, que han sido ya respondidas por la ciencia, como por ejemplo qué es la vida, la psique, la justicia.». ¿Está al día don Mario en el asunto de los saberes de las comunidades filosóficas? ¿No saben nada de ciencia? ¿Ni Putnam ni Mosterín ni Antoni Doménech? ¿Ni Candel ni Bouveresse saben nada de nada?

Ha dicho usted, se le recuerda, que la técnica, a diferencia de la ciencia básica pero a semejanza de la ideología, «no siempre es moralmente neutral ni por lo tanto socialmente imparcial. ¿Cuál es su juicio global sobre la actual expansión de las tecnologías de la información y sus aplicaciones?» Todo avance técnico, señala, «tiene aspectos positivos y negativos, desde el teléfono celular al iPad, que han facilitado la adquisición de información pero están destruyendo la sociedad, que se está aislando cada vez más». Están teniendo, afirma, «un efecto desolador, por ejemplo se leen menos libros cada vez. Antes los estudiantes dedicaban 25 horas semanales a estudiar, pero ahora ya son 15 y dentro de unos años serán 10 o 5. Las bibliotecas están vacías.» No apunta Bunge a una mala diana pero hay un poco de exageración: ni antes eran 25 horas salvo en algunos casos ni dentro de poco serán 5. ¡No está nada mal por cierto si ahora son 15! En cuanto a las bibliotecas, ¡como se nota que don Mario no acostumbra a ir a la Biblioteca de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona o a la de la Complutense de Madrid, tan hermanadas en estos y en mil cosas más!

La búsqueda de información, apunta también, hace que todo sea más rápido pero obstaculiza la creatividad y la imaginación. «Antes, cuando uno no encontraba algo en la biblioteca tenía que inventarlo o reinventarlo, exigía más esfuerzo». Ahora se exige menos y eso, en bungiana opinión, no es bueno. Aquí, el pensamiento que mira el pasado con añoranza hace estragos incluso en alguien como él. ¿Qué se hace ahora cuando uno no encuentra algo en la biblioteca? ¿Consulta en Intennet? ¿Y si no encuentra? ¿Habla con amigos¿ ¿Y si no? Pues lo mismo que antes o muy parecido.

Finalmente, también hay algún brochazo en la conversación. Estos por ejemplo:

Ha dicho, se le recuerda, que la ciencia y la técnica son los motores del desarrollo. ¿Cómo está afectando la crisis a la producción de conocimiento? De una doble manera responde. «Primero se han reducido en casi todas partes los fondos para la investigación y, segundo, hay una crisis ideológica y hoy la ciencia asusta tanto a la izquierda como a la derecha. Antes los únicos enemigos de la ciencia estaban en la derecha; hoy hay muchos izquierdistas que confunden la ciencia con la técnica y creen que es ante todo una herramienta en manos de las grandes empresas».

A ver, a ver, con un poco de calma: 1. No se trata, de nuevo, de apoyar sin más matices la inversión en I+D+i como si se tratara de que un programa de política de la ciencia razonable pudiera resumirse en el lema «ciencia, ciencia y más ciencia». ¿No habría que seleccionar líneas de investigación y financiaciones? ¿Qué es más importante en estos momentos: descubrir si los perfectos pueden ser impares o si su cardinalidad es infinita (temas apasionantes desde luego) o dedicar más esfuerzos científicos y sociales al cambio climático y las energías realmente alternativas? 2. ¿No es prudente una selectiva e informada política de la ciencia, de orientación ecosocialista, que no bloquee pero sí oriente en dirección social y ecológicamente adecuada. 3. ¿De qué crisis ideológica habla don Mario cuando habla de «crisis ideológica».

Más aún: ¿qué es eso de que la ciencia asusta a la izquierda? ¿Qué ciencia asusta? ¿Las técnicas científicas, que ya sabemos que no son ciencia básica, asociadas al fracking por ejemplo? ¿Y no es bueno que no asustemos por ello e incluso que nos opongamos? ¿No es legítimo acaso el principio de precaución? ¿Qué izquierdistas (es decir, personas de izquierda en terminología bungiana nunca revisada) confunden la ciencia con la técnica? ¿Dónde ha visto esa confusión? Por lo demás, ¿no hay vínculos entre una y otra? ¿Siempre están alejadas años-luz y separadas por una potente y granítica línea de demarcación? ¿Qué izquierdistas creen que la ciencia es solo un instrumento de las grandes empresas? ¿Joan Benach cree eso? ¿Lo cree Carles Muntaner? ¿Lo creen Eduard Rodríguez Farré, Manuel Martínez Llaneza, Manuel Monleón Prades, Manel Pau, Alicia Durán o 1917+1931 científicos más? ¿No simplifica don Mario en exceso las posiciones de la izquierda? ¿Por qué lanza brochazos siempre o generalmente cuando habla de izquierda (izquierdismo para él) y ciencia? ¿Piensa que los izquierdistas son genética o meméticamente mente tontos sin remisión, sobre todo los «izquierdistas» con simpatías y cultura marxistas?

Se le pregunta también a don Mario por el rechazo actual de la sociedad hacia la ciencia, en cuestiones como las vacunas. Su respuesta: «Es parte de la rebelión de los ineducados. Hay dos clases de rebeldes, los que saben algo y los que no saben nada y se rebelan contra todo y creen que todos los organismos del Estado, incluso las escuelas, son parte de una conspiración para dominar a la gente». Es la noción del saber, remarca, «entendido solo como un arma política. Se puede utilizar como arma política, pero la ciencia tiene una finalidad, estimular y satisfacer la curiosidad.»

Sin duda esto último es cierto. En la menor tradición de las tradiciones emancipatorias. Pero como no es imposible que en este punto don Mario apunte de nuevo a la izquierda (izquierdismo para él) cuando habla de rebeldes sin causa, rebeldes contra todo, ineducados y algo estúpidos, le remito al libro de Eduard Rodríguez Farré, Ciencia en el ágora (El Viejo Topo, Barcelona, 2012) y le aconsejo, si se me permite el atrevimiento, que observe con atención la composición de los sectores sociales que se oponen a las vacunas y que, además, no vacunan a sus hijos e hijas, cuanto menos en España, amparándose -política del gorrón- en la vacunación masiva del resto de la sociedad. La izquierda nunca ha apostado, exceptuando ciertamente alguna excepción muy dolorosa, por este gran disparate, por el disparate social y de saluda pública de la no-vacunación..

PS: Para facilitar la tarea de Mario Bunge, copio algunos momentos del capítulo V del libro anteriormente referenciado: » VACUNAS, VACUNACIÓN Y SALUD PÚBLICA.» Es el científico franco-barcelonés internacionalista, nacido en 1940 en el campo de concentración de Argelès, quien habla

SLA: Empecemos por algunas nociones básicas si te parece. ¿Para qué son efectivas las vacunas?

ERF: Las vacunas son efectivas para prevenir las enfermedades infecciosas aunque no todas las enfermedades infecciosas pueden tener vacunas.

¿De qué depende que una enfermedad infecciosa tenga vacunas?

Que se obtengan vacunas depende enormemente del tipo de microorganismos de que se trate. Hay que señalar, lo hago ya de entrada pensando en sus detractores que no son pocos y no suelen permanecer en silencio, que fundamentalmente gracias a las vacunas se han eliminado un conjunto de enfermedades infecciosas que eran gravísimas hasta hace pocos años.

Por ejemplo.

Un médico joven, un médico actual, no ha visto morir a la gente de difteria, ni de tos ferina, ni de fiebres de Malta, ni de toda una serie de afecciones que era muy corrientes en los años cincuenta o sesenta del siglo pasado. Además, tengo que insistir en un punto que suelo comentar, el único procedimiento que ha permitido eliminar totalmente una enfermedad que causaba alta mortalidad en el planeta entre los seres humanos, estoy hablando de la viruela, ha sido la vacunación.

Hablamos de la viruela un poco más adelante si te parece. ¿Quién y cómo se obtuvo la primera vacuna?

La primera vacuna la obtuvo Edward Jenner en Inglaterra, a finales del XVIII, principios del XIX, a partir de la viruela que padecen las vacas, la viruela vacuna. Observando las pústulas que había en las ubres de estos animales, Jenner constató que los vaqueros que las ordeñaban no tenían nunca viruela mientras que la población estaba sufriendo graves epidemias. Conviene decir y recordar que estas epidemias mataban cada año a millones de personas en todo el mundo y hasta no hace tanto tiempo, hasta los años cuarenta o cincuenta del siglo XX, todavía había brotes de viruela en lugares donde la gente no estaba vacunada como sucedía en numerosos países de África y Asia.

¿Qué tipo de teoría estaba detrás de esta hipótesis de Jenner?

Lo de Jenner fue una observación empírica, no había concepto de virus ni de bacteria en su época. Fue una observación clínica: vio que las personas, los campesinos y ganaderos que ordeñaban las vacas, presentaban pústulas parecidas a las de la viruela -por eso, como te decía, se llama vacuna, de vacuno- y que nunca padecían la enfermedad. Entonces se le ocurrió, sin un gran fundamento teórico detrás, que acaso inoculando líquido de las póstulas de las vacas a las personas podría llegarse a protegerlas como pasaba con los vaqueros. Y fue así, tal como él pensaba.

Existe también de todas formas, me lo has comentando en algún ocasión, un precedente anterior.

Sí, sí. Siempre nos fijamos en nuestra medicina, en la medicina occidental por decirlo rápido y mal, pero en la medicina china era también conocido, probablemente desde hace más de mil quinientos años…

Hablas del siglo V o VI.

Efectivamente, hablo de esa época. Era ya entonces conocido, decía, que las costras de las póstulas de la viruela de las personas que la padecían o morían de ella, si se inoculaban en la nariz de los niños, en ellos fundamentalmente, protegían de la viruela. Era uno de los sistemas clásicos. Pero, desgraciadamente como sabemos, el conocimiento de la historia china sigue siendo muy débil entre nosotros. Los sinólogos no son muy abundantes en estos lares, no son legión los sinólogos hispánicos. La afirmación inversa, en cambio, no es cierta; ellos sí que están muy informados en estos momentos de lo que nosotros hacemos actualmente o de lo que en su momento conseguimos.

Tienes razón: todo apunta a que el interés de la ciudadanía y los científicos chinos por nuestras aportaciones científicas es mayor, incomparablemente mayor. Vuelvo al tema: ése, el que antes has explicado, sería el concepto originario.

Efectivamente. Lo increíble es que la primera arma eficaz contra una enfermedad, un procedimiento científico que ha permitido eliminarla, haya tardado unos dos siglos en conseguirlo.

¿Por qué te pregunto?

Porque de entrada la cuestión fue controvertida y, precisamente, en el lugar donde nace el concepto en el XIX es el lugar donde nace la oposición a la vacunación. Las revistas generales inglesas de la época, Punch por ejemplo, estaban llenas de dibujos satíricos contra la «teoría» de la vacunación de Jenner. En algunos de esos dibujos, se ve a personas a las que les salen los cuernos de las vacas.

Sin embargo, curiosamente, y el tema es poco conocido, uno de los grupos que vieron rápidamente su efectividad, que fueron grandes difusores de la vacunación, fueron los científicos españoles de aquella época.

 

[…] ¿Quiénes desarrollaron las siguientes vacunas?

Una vez adquirido el concepto, las siguientes vacunas fueron desarrolladas por alemanes y franceses. En Inglaterra siempre hubo ese punto que he señalado antes, esa reacción; eran muy reacios a la novedad. Y no sólo en Inglaterra, en el mundo anglosajón en general, en Estados Unidos, en el siglo XX, también lo han sido. Muchos de estos grupos críticos -lo expreso muy generosamente- que aparecen en España tienen sus orígenes en movimientos anglosajones, en grupos afines de Estados Unidos e Inglaterra.

Siempre han existido.

Sí, va por épocas. En los años ochenta, quizá lo recuerdes, también hubo una gran oleada de personas partidarias de no vacunarse.

Como en la actualidad .

También, desgraciadamente. El siguiente paso, como decía, fue la consolidación del concepto, de la idea de que inoculando los «productos» -en aquella época no se sabía su definición- a una persona se podía prevenir la aparición de una enfermedad. Luego se vio que realmente las bacterias o los virus se podían modificar de tal forma que se convirtieran en inocuos pero, en cambio, el organismo produce anticuerpos que previenen de la infección. Todo esto fue desarrollado a fines del XIX y primera mitad del XX, una vez se conoció la existencia de microorganismos por Pasteur, Koch, Menshikov, por inmunólogos de la época. Pasteur no era propiamente un inmunólogo pero desarrolló el suero contra la rabia, una serie de vacunas. Fue el gran momento creativo de vacunaciones.

¿Cuál es actualmente nuestro concepto de vacuna?

Tener un organismo, sea una bacteria, sea un virus, y modificarlo. Prácticamente, en muchas ocasiones, no son organismos vivos, están muertos; lo que importa es que queden las proteínas propias del organismo que hacen que, en muchas ocasiones, una vez inoculadas en nuestro organismo produzcan, con un mecanismo totalmente natural, anticuerpos que las destruyan. Si tú tienes una infección por una bacteria, la difteria por ejemplo, el garrotillo que se llamaba antes, del que morían los niños por insuficiencia respiratoria, si estas vacunado matas realmente a esa bacteria. Si tú, en tu organismo, tienes un anticuerpo que es capaz de destruir las proteínas de la bacteria, ya la has matado.

Es un mecanismo de defensa natural .

Exacto, es un mecanismo natural. Cuando tenemos una enfermedad infecciosa, y no estamos vacunados, producimos anticuerpos. Es bastante complejo el mecanismo, pero en seguida, ante un organismo extraño, sea un virus o una bacteria -con los parásitos la cosa es más complicada-, se están produciendo anticuerpos.

¿Anticuerpos?

Son también proteínas que destruyen, que intentan destruir las proteínas de los virus o de las bacterias que nos han infectado. Con la vacunación lo que sencillamente se hace no es dar el organismo vivo sino parte de esas proteínas, o el organismo atenuado o muerto incluso, para conseguir que tu propio organismo reaccione produciendo anticuerpos frente a aquel agente patógeno que ya es completamente inocuo porque, como decía, básicamente ya está muerto.

Eso ocurre con todas las vacunas .

Con todas ellas. El problema es que existen enfermedades de las que no hay manera de obtener vacunas. Las vacunas contra los virus es uno de los prototipos. Hay vacunas antivirales altamente eficaces, contra la fiebre amarilla por ejemplo. Yo me vacuno cada diez años contra ella porque viajo a zonas tropicales. La fiebre amarilla es gravísima, es mortal en gran parte de las ocasiones. Pero el virus de la fiebre amarilla es lo que llamamos un virus constante, un virus que lo mires ahora o lo mires dentro de diez años sigue teniendo la misma estructura. Quien dice la fiebre amarilla dice la viruela. Con ella, o contra ella mejor, se ha conseguido un gran éxito científico y de salud pública.

 

¿Por qué?

Porque es la primera enfermedad que se ha erradicado en este planeta. Desgraciadamente siguen teniendo depósitos de ella los Estados Unidos y los rusos; los británicos y los franceses se lo callan pero seguramente también deben tenerlos a pesar de que la OMS había pedido para el año 2000 que se destruyesen todos los depósitos de viruela. No lo han hecho.

 

[…] ¿Son obligatorias las vacunas?

Actualmente, las vacunaciones son obligatorias en algunos países y en otros, como el nuestro, no te exigen haberte vacunado. Hay países en los que no puedes ir al colegio si no te has vacunado.

¿En qué países es obligatorio?

En Alemania, en Francia, por ejemplo. También en Gran Bretaña. En muchos países no se va, no se puede ir al colegio sin el certificado de vacunación. En España se dice que la vacunación es obligatoria pero no lo es; si no te vacunas, no pasa nada.

Hay que destacar en todo caso, insisto de nuevo, que las personas que no se vacunan están viviendo a expensas de los que sí se han vacunado. Es un oportunismo total, de manual, socialmente muy discutible. Es evidente que, si bien es pequeño, toda vacunación tiene un riesgo.

Esta es una de las críticas que suelen formularse. ¿Qué riesgo es ese?

Depende de la vacunación. Puede, en algunos casos, haber una reacción adversa grave por cada millón de vacunaciones

Una por cada millón dices.

Para cierto tipo de vacunas, eso es lo que estoy afirmando; también se producen reacciones leves con cierta frecuencia desde luego. La mayor parte de estas reacciones adversas irrumpen en el sitio de la inoculación: te sale un eritema, una inflamación, puedes tener fiebre, dolores articulares.

 

Pero como acabas de señalar puede haber casos mortales, alguna persona puede morir como consecuencia de ser vacunada.

Puede haber algún caso, no se puede negar la verdad de ese dato. Si vacunas a 40 millones de personas, puedes tener una probabilidad bajísima de que se produzca alguna muerte. Fíjate, Salvador, vale la pena destacarlo, que de haber casos mortales en la prensa habría un amplio eco, y no es el caso desde hace muchísimos años. Ya cuando hay alguna reacción adversa importante, que no mortal, es noticia destacada.

[…] Vuelvo al punto anterior. En tu opinión, ¿con qué criterios debería pensarse este tema?

Aquí el tema es clarísimo, es una cuestión de riesgo-beneficio. Si, pongamos por caso, nos enfrentamos a una epidemia de viruela -que no existe actualmente, antes hablábamos de ello-, en la que si se vacuna vamos a tener un fallecido por cada millón de personas vacunadas -que es una suposición muy exagerada- mientras que si la gente no se vacuna vamos a tener 10.000 muertos por millón, diez mil veces más, me parece que el camino a tomar, desde el punto de vista de la salud pública, es obvio. ¿No te parece?

Me parece. Pero entonces, siendo tan clara la situación, las personas que no se vacunan y que viven a expensas de las personas que sí nos hemos vacunado, ¿cómo defienden su posición?

Nunca lo he entendido, soy incapaz de entenderlo. Nunca he logrado comprender bien cuáles son los argumentos centrales de los opositores.

Inténtalo, no te pido que expliques con detalle ninguno de sus argumentos.

Los razones son muy variadas, no son unánimes. En el mundo anglosajón, en frecuentes ocasiones, el pensamiento antivacunas se alimenta de la creencia -que en absoluto es correcta- de que la vacunación no es natural y que hay que dejar que las enfermedades infecciosas sigan su curso espontáneo.

¿Hay más razones aparte de la que acabas de señalar?

He oído muchas a lo largo de los años pero, sinceramente, como te decía hace un momento, nunca las he entendido del todo. O sea, la vacunación es un proceso artificial y hay que defenderse de las infecciones de forma natural siempre. De acuerdo, admitámoslo por un momento, pero con ello pondríamos en peligro -morirían de hecho- a millones de personas.

De este modo, vacunando, dicen algunos sectores, otro argumento supuestamente «crítico», no seleccionamos y estamos haciendo más débil a la población. Esta consideración es errónea, además de merecer otros calificativos más directos y contundentes. Por más epidemias que haya sufrido la población humana nunca se ha hecho resistente a la peste, a la viruela o a la gripe de forma natural. En toda epidemia siempre hay gente que muere y hay gente que no; cualquiera que lea literatura médica lo podrá saber.

Pero en otros casos no han sido las vacunas las que han permitido erradicar ciertas enfermedades. Por ejemplo, como tú mismo me has comentado en alguna ocasión, ha sido con insecticidas cómo se han eliminado algunas enfermedades.

Sí, efectivamente. Esto es cierto en el caso de que el agente infeccioso sea transmitido por vectores biológicos. Por ejemplo, la pulga como vector de la peste bubónica clásica, sobre la que hemos leído en la literatura. En el Decameron de Boccaccio, como recordarás, los protagonistas se retiran a una finca a contar cuentos porque hay una devastación enorme en Roma por la peste negra. Esta pulga se elimina con insecticidas y, el reservorio, la rata, con raticidas. Otro ejemplo es la eliminación del piojo corporal (pediculus corporis), transmisor del tifus exantemático. O el mosquito del género Anopheles, vector y reservorio del paludismo.

Por si hubiera alguna duda: decías que un agente infeccioso podía ser transmitido por vectores biológicos. Si no es el caso, ¿cómo puede transmitirse?

De múltiples formas. A través del contacto persona a persona; a través del agua, de los alimentos, del aire, etc. Cualquier medio que pueda vehicular a un agente infeccioso concreto. Hablé antes de ello.

[…] ¿Por qué se oponen entonces a las vacunas?

En mi opinión, por cuestiones que están mucho más allá de las razones lógicas y la información contrastada. Desde un punto de vista estrictamente científico, desde el marco conceptual en el que se mueve la ciencia médica, no hay ninguna razón admisible contra la vacunación.

¿Ninguna? ¿No eres demasiado contundente?

Ninguna, me reafirmo. Podemos analizar con más detalle el tema riesgo-beneficio al que antes aludíamos. Es evidente: todo tiene un riesgo y todo tiene un beneficio. Aquí el balance sobre riesgos y beneficios no ofrece discusión. Son indudables los beneficios de la vacunación. El ejemplo que antes comentaba. Cuando hacía medicina en urgencias, el niño se te moría de ahogo y había que hacerle una traqueotomía porque tenía una difteria; los niños que tenían tos ferina se pasaban meses sufriendo enormemente. Estaban las epidemias de tifus, los tifus eran muy corrientes. Todo esto, en la medicina actual, ha desaparecido. La vacunación ha sido, y esto creo que pocos médicos podrían negarlo, el arma más potente que ha habido para prevenir enfermedades. Sin ninguna duda, no tengo ninguna incertidumbre sobre este asunto.

¿La más potente? ¿No te olvidas de los medicamentos?

Más que los medicamentos. Desde que existen los antibióticos, una difteria, una tos ferina, son tratables con ellos pero es mucho más efectivo tener a la población vacunada. Se consigue así que no haya en la actualidad ningún caso de esas enfermedades. Esto que digo sirve igualmente para el caso de la viruela -que no tenía ni tendría ningún tratamiento- u otras enfermedades.

Entonces las personas, los grupos, las organizaciones que se oponen, que se mantienen en posiciones críticas, ¿no se basan en nada? ¿Son humo sus argumentos?

La argumentación -con muchas comillas a derecha e izquierda- que esgrimen los grupos que están en contra de la vacunación no tiene nada que ver con una explicación que tenga fundamento científico o que parta de o acepte la lógica científica. Responderá, acaso, a motivaciones emocionales, religiosas, etc. Hay grupos religiosos, como sabes, que se oponen a la vacunación. Los testigos de Jehová, por ejemplo, no se vacunan, no se dejan vacunar; sostienen que las vacunas son una abominación, una práctica diabólica. Con este tipo de argumentaciones no vamos a ninguna parte Todo esto está fuera y muy alejado de cualquier marco científico documentado.

La comunidad científica en este punto no presenta opiniones divergentes. Hay un acuerdo generalizado en tu opinión.

Puedes encontrarte algún médico, puede haber algún médico que no razone científicamente en este asunto pero yo, personalmente, no conozco a ninguno. Es evidente que, frente a cualquier tema, cuando tenemos delante a millares de personas, alguna de ellas puede tener una opinión contraria. Pero éste es un asunto que está aceptado desde hace un siglo y es que además, déjame insistir, es lo más eficaz que hemos tenido hasta la fecha en medicina.

Notas:

[1] http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/01/actualidad/1398972625_636895.html

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