Una colosal marea inundó ayer el centro de Bilbo para exigir a los ejecutivos de Madrid y París que respeten los «derechos más elementales» de las personas presas y exiliadas a consecuencia del conflicto político que vive Euskal Herria. Todas las previsiones de Egin Dezagun Bidea se desbordaron convirtiendo la movilización -al menos 110.000 participantes según los cálculos de GARA- en la más numerosa de las que se recuerdan en más de una década.
Una colosal marea inundó ayer el centro de Bilbo para exigir a los ejecutivos de Madrid y París que respeten los «derechos más elementales» de las personas presas y exiliadas a consecuencia del conflicto político que vive Euskal Herria. Todas las previsiones de Egin Dezagun Bidea se desbordaron convirtiendo la movilización -al menos 110.000 participantes según los cálculos de GARA- en la más numerosa de las que se recuerdan en más de una década.
Tardará mucho tiempo en olvidarse la estampa vista y vivida ayer a la tarde en las calles de Bilbo, desbordadas por una colosal marea de ciudadanos vascos y personas venidas de otros lugares del mundo dispuestas a reivindicar el respeto de los derechos más elementales de los represaliados políticos.
En la intervención final, Jon Garai -en nombre de las 15.000 personas y centenares de agentes que impulsaron la iniciativa Egin Dezagun Bidea- fue meridianamente claro: «Ya no hay excusas. No caben más demoras. A partir de mañana, la sociedad vasca no espera otro escenario que no sea aquel en el que desaparezcan las crueles medidas de excepción que se aplican a los presos vascos, cerrando así una etapa gris, para abrir la puerta a un nuevo tiempo que nos lleve a una situación de libertad y de derechos para todas y todos, a una situación de paz definitiva sin presos ni exiliados».
Era uno de los mensajes transmitidos al final de la multitudinaria marcha desde la balconada de la Casa Consistorial bilbaína, a las decenas de miles de personas que se agolpaban en su entorno y a las otras decenas de miles que ocupaban el trayecto desde La Casilla y las calles adyacentes, inundando el centro del Botxo al grito de «Euskal presoak etxera».
Hora y media antes de la hora fijada para el inicio de la marcha, todo aventuraba a que la movilización de ayer iba a ser colosal, tal y como los propios organizadores habían ido anunciando en los días previos. A Bilbo habían llegado desde la mañana miles de personas dispuestas a participar en la manifestación y con el paso del tiempo esa previsión se materializó e incluso se desbordó aunque controlada por una eficiente organización de Egin Dezagun Bidea.
Los miles y miles de mujeres y hombres dispuestos a sumarse a la marcha se vieron sorprendidos por el imponente despliegue de la Ertzaintza, con decenas de furgonetas y agentes pertrechados con material antidisturbios. No sucedió nada, a pesar de que en algunos instantes los policías a las órdenes de Rodolfo Ares llevaron a cabo algunas maniobras provocadoras.
Cinco hileras interminables
El objetivo de los reunidos era otro y así quedó demostrado. Los primeros, los familiares de los cientos de represaliados políticos que dejaron sus visitas por la geografía carcelaria española y francesa para estar al frente de la manifestación en cinco interminables hileras que hacían estremecer a muchos de quienes les vieron pasar, mientras otros aplaudían y comenzaban a corear el repetido «Euskal presoak etxera».
Al comenzar a enfilar la calle Autonomía desde su confluencia con Gordoniz, tan solo se percibía entre la marea humana el ulular de los furgones de la Brigada Móvil de la Ertzaintza y unos metros detrás siete vehículos de la iniciativa Miretxin Gidariak, que se encargan semana tras semana de acercar a los familiares y amigos de los presos a las visitas.
Las cinco hileras de familiares, con igual número de quinqués a la cabeza, comenzaban la tortuosa marcha por una de las principales arterias de la capital vizcaína atestada. A los pocos minutos, cuando aún no se veía la pancarta de cabeza, miles de personas organizaron instintivamente columnas de manifestantes evitando la saturación. Cámaras y fotógrafos de prensa trasladaban la sensación de que no había elemento óptico capaz de captar a la muchedumbre.
Quienes también optaron por la huida del recorrido a la altura de Alameda Rekalde fueron los vehículos policiales, lo que fue saludado por muchos al dejar un poco más de espacio vital que ocupar.
La pancarta de la convocatoria con el lema «Eskubide guztiekin euskal presoak Euskal Herrira. Repatriate all Basque Prisoners» seguía a los cientos de familiares, portada por los cantantes Fermin Muguruza e Ines Osinaga, la bertsolari Alaia Martín, el actor Gotzon Sánchez, la exjugadora del Athletic Eba Ferreira, Idoia Muruaga, compañera de Igor Angulo, preso muerto en la cárcel de Cuenca, los exprisioneros vascos Joxe Mari Sagardui, Sotero Etxandi y Manu Ugartemendia, y el irlandés y diputado de Sinn Féin Pat Sheehan, y los miembros de Egin Dezagun Bidea Nagore García y Jon Garai.
Detrás, una amplia representación política, sindical e institucional con Maribi Ugarteburu, Txelui Moreno, Pernando Barrena, Rufi Etxeberria y Tasio Erkizia, de la izquierda abertzale; Pello Urizar, Unai Ziarreta y Maiorga Ramírez, de EA; Patxi Zabaleta, Rebeka Ubera y Dani Maeztu, de Aralar; Oskar Matute, de Alternatiba; Mertxe Colina, de AB; Joxe Iriarte Bikila, de Gorripidea; carlistas de EKA… No faltaron diputados y senadores de Amaiur como Xabier Mikel Errekondo, Iñaki Antigüedad, Sabino Cuadra, Urko Aiartza y Alberto Unamunzaga, junto al diputado general de Gipuzkoa, Martin Garitano.
Desde Catalunya llegaron delegaciones de ERC, con su diputado en Madrid Joan Tardà y la responsable de Relaciones Internacionales, Elisabet Nebreda; y de SI, con su presidente, Toni Strubell, y su secretario general, Uriel Bertran, al frente. Además, comités de solidaridad con la causa vasca desde Madrid, Aragón, Asturias, Castilla, Galicia y el Estado francés acudieron a la capital vizcaína, siendo saludada su llegada en comitiva.
También estaban Txiki Muñoz, secretario general de ELA, encabezando la delegación de esta central, mientras Ainhoa Etxaide lo hacía en la de LAB, departiendo con representantes de otros sindicatos como STEE-EILAS, Hiru, ESK y EHNE, o el integrante de CCOO Jesús Uzkudun, con la amplísima nómina de personas de la cultura, la educación o el deporte que apoyaban la convocatoria de ayer.
A lo largo de la marcha no dejaron de corearse consignas como «Presoak kalera amnistia osoa», «Errefuxiatuek Euskadin bizi behar dute», «Independentzia» o «Euskal presoak etxera», siendo visibles las pancartas en las que se recordaba la situación de los prisioneros enfermos.
La dimensión de la manifestación fue aún más nítida al llegar la cabeza a Zabalburu y encontrarse con que la plaza y las calles aledañas estaban colapsadas, situación que se mantuvo hasta que la comitiva de familiares alcanzó el Ayuntamiento. No cabía un alfiler y Beñat Zarrabeitia, emocionado, pidió a los asistentes que tratasen de ocupar el mayor espacio posible para que las decenas de miles que venían por detrás pudiesen moverse.
Dos estremecedores irrintzis dieron paso a la bertsolari Alaia Martín y a la intervención de Jon Garai e Inés Osinaga, en nombre de Egin Dezagun Bidea, que pidieron en principio un aplauso para el sacrificio de los familiares de los represaliados, al no haber acudido a las cárceles a visitarles para estar en Bilbo, y a todos los que hicieron realidad el lema de «colosal».
«Mayoría abrumadora»
Garai subrayó que quedaba de manifiesto que hay una «mayoría abrumadora de un pueblo que reclama el respeto a los derechos más elementales de las personas vascas que a consecuencia del conflicto político que a día de hoy sigue sin resolverse se encuentran presas o exiliadas». También, añadió Osinaga, que piden a los gobiernos español y francés que den pasos en la resolución del conflicto, primero respetando los derechos más elementales de los represaliados políticos.
«Que pongan fin a esta política penitenciaria anclada en criterios de venganza y represión» y que se aborde «de manera positiva el proceso para una solución definitiva al conflicto, abriendo las puertas al regreso de todas y todos los presos y exiliados vascos».
Tras esta última movilización sin precedentes, desde Egin Dezagun Bidea insistieron en que los responsables de Madrid y París deben dar pasos. Los primeros, enumeró la cantante de Gose, terminar con la política de dispersión y traer a Euskal Herria «a los presos vascos con todos sus derechos».
Asimismo, reiteraron la exigencia mayoritaria de que se derogue la doctrina 197/2006 y con ella desaparezca la cadena perpetúa con la que se castiga a decenas de prisioneros.
Además, exigieron la inmediata puesta en libertad de los presos que padecen enfermedades graves o incurables y la excarcelación de quienes han cumplido las dos terceras partes o las tres cuartas partes de la condena, y en el caso del Estado francés que se aplique la libertad condicional.
«Sabemos que el camino será fructífero, pero también será largo y requerirá de grandes esfuerzos y amplios compromisos», confesaron. «Hoy aquí hemos marcado un hito -resaltaron-, que sin duda nos refuerza y nos da un fuerte impulso para seguir recorriendo esta senda. Es por ello que debemos seguir trabajando a partir de mañana en pueblos, barrios y ciudades, generando nuevas situaciones que hagan cambiar las cosas».
Una jornada festiva y reivindicativa entristecida por la muerte repentina de un manifestante de Orereta
Bilbo vivió ayer una jornada festiva y reivindicativa en defensa de los derechos de los represaliados políticos vascos, que supuso el colofón a meses de trabajo en pueblos y ciudades de Euskal Herria. Un bonito broche final a una campaña repleta de compromiso que se vio empañada por la muerte repentina a primera hora de la noche de un vecino de Errenteria, Fausto Ansa, que había acudido a la marcha de Egin Dezagun Bidea y que se sintió indispuesto cuando se dirigía a coger el autobús en el parque Etxebarria para retornar a su domicilio. Desde la organización se solidarizaron con la familia y sus allegados.
La aglomeración en los accesos a Bilbo era patente ya desde media mañana. Así, a las 11.30 se registraban potentes colas en el peaje de la A-8 de Iurreta, donde confluían quienes acudían a la manifestación y quienes regresaban a casa tras las vacaciones navideñas. Además, justo a la salida la Ertzaintza tenía instalado un control y aparentemente apuntaba las matrículas de todos los vehículos que pasaban, además de hacer parar a algunos de ellos. Más cerca de la capital, en el túnel de Malmasín también se registraban fuertes retenciones.
Por lo demás, no hacía falta llegar hasta Bilbo para constatar las muestras de apoyo a los presos. Así, en todos los túneles de la parte vizcaína de esta A-8 había pancartas con un mismo lema: «Amnistia, askatasuna».
El ambiente en el Casco Viejo para el mediodía aventuraba una gran movilización social y los establecimientos hosteleros estaban a rebosar, creándose colas en muchos restaurantes del Casco Viejo, Indautxu, Bilbao la Vieja y San Francisco para comer un menú. Algunos se vieron obligados a comer un bocadillo o unos pintxos.
Desde Zazpi Katu Gaztetxea trataron de poner su granito de arena, organizando una kalejira y una posterior marcha hasta La Casilla. También lo hicieron los numerosos ciudadanos de Aragón, Països Catalans, Andalucía, Galicia, Madrid y Asturias, que fueron recibidos con aplausos en la misma calle Autonomía, como el apoyo que recabaron los solidarios con los presos que realizaron un gran mural en la pared de la estación de Abando y los que encendieron bengalas en el puente del Ayuntamiento.
Tampoco faltó espacio para la reivindicación a la altura de la sede del BBVA, en la Plaza Circular, donde se reivindicó la readmisión de un trabajador despedido por motivos políticos en esa entidad, la solidaridad con el joven gasteiztarra Ekaitz Samaniego o la vuelta de los presos navarros a su tierra.
Fue una jornada y una movilización en la que el mundo de la música, de la cultura en general, aportó lo suyo con las dos canciones interpretadas por el incombustible Fermin Muguruza -«Gora Herria» y «Hator, hator»-, acompañado de Iñigo Muruguza, Xabi Solano, DZ (Zigor) y Jon Tron, con las que hicieron bailar a las decenas de miles de personas que marchaban aún por las calles de Bilbo o presenciaban el acto final en la Plaza Ernesto Erkoreka, a la vez que reivindicaban la vuelta de presos y exiliados, de hombres y mujeres represaliados por motivos del conflicto político que vive el país, a Euskal Herria, a sus casas, junto a los suyos.