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Más Médicos

Fuentes: Cuba L Análisis

Después de un futbol político con sus opositores, y de un proceso de tira y encoge, el gobierno de Dilma Rousseff acaba de anunciar la incorporación de cuatro mil médicos cubanos –mediante la Organización Panamericana de la Salud (OPS)– al programa Más Médicos, dirigido a prestar servicios de salud a las comunidades menos favorecidas de […]

Después de un futbol político con sus opositores, y de un proceso de tira y encoge, el gobierno de Dilma Rousseff acaba de anunciar la incorporación de cuatro mil médicos cubanos –mediante la Organización Panamericana de la Salud (OPS)– al programa Más Médicos, dirigido a prestar servicios de salud a las comunidades menos favorecidas de Brasil.

Para tratar de evitarlo, la oposición desplegó en vano un abanico de argumentos que iban de ideológicos a técnicos. Empezando por estos últimos, pusieron como requisito el dominio del portugués, olvidando aparentemente que no se trata ni del serbo-croata ni del mandarín, sino de la lengua romance de mayor cercanía con el español –Don Miguel de Unamuno una vez la calificó como «español sin huesos»– y sobre todo de lo mismo que se habla en Angola y Cabo Verde, por donde han pasado millares de médicos y personal de salud cubanos desde los años setenta a la fecha. Y también colocaron cuatro semanas de orientación sobre el sistema de salud brasileño y un examen de conocimientos básicos que, para los cubanos, debe funcionar más o menos como lo que en inglés se designa con la frase «un pedazo de cake».

En cuanto a los primeros, para varias asociaciones médicas brasileñas, en especial para el Consejo Federal de Medicina (CFM) –entidad que congrega a los galenos de clase media alta que ejercen sus modestos oficios en ciertos barrios de Río, Brasilia u otras grandes ciudades–, la presencia de los cubanos, además de «electorera, irresponsable e irrespetuosa», «viola los derechos humanos y pone en riesgo la salud de los brasileños, especialmente los que viven en áreas pobres y distantes». Una formulación que ubica a los habitantes de las favelas y del Brasil profundo viviendo en un cantón suizo y sin padecer los problemas de salud estructurales que de hecho padecen, razón por la cual el gobierno decidió acelerar el programa después de las protestas populares del verano exigiendo cambios fundamentales en las políticas sociales. Para asociaciones de su tipo, descalificar profesionalmente a los cubanos ha constituido una verdadera recurrencia, lo cual carece de base factual a partir de su probada formación profesional-académica y de un acumulado histórico que los ha llevado a ejercer en lugares como Gambia o Haití, con resultados enfáticos en la reducción de los índices de mortalidad infantil o de cólera, reconocidos por instituciones como la Organización Mundial de la Salud e incluso por marcadores de la prensa liberal norteamericana como el New York Times.

Pero detrás de esos ideologemas hay ciertas verdades. A la convocatoria inicial del gobierno brasileño solo respondieron 1 618 galenos locales y de otras latitudes del globo, es decir, apenas el 10,5% de los más de quince mil necesarios. Y desde luego declinaron ir a las comunidades y lugares más aislados y difíciles del país (en el norte y el noreste), en los que sin embargo los cubanos son verdaderos expertos, curtidos tanto por las planicies de África como por las montañas de Pakistán o los cerros venezolanos. Y ya se sabe que una vez allí no solo hacen su trabajo técnico, sino también social, de acuerdo con el tipo de medicina que suelen practicar. Una manera de empoderamiento popular, pero sin discursos políticos ni cartillas ideológicas, como bien lo destaca un colega y compañero residente en Nuevo México.

Desde otro ángulo, el quid sin embargo es si la movida afectaría más la cobertura interna y la calidad de los servicios a la población cubana, ya gravados por los más de treinta y ocho mil profesionales de la salud –de ellos, unos quince mil médicos– que prestan sus servicios en el exterior, y por problemas como la falta de recursos y el trato inadecuado a las personas, lamentablemente vivencias hoy no poco comunes en instituciones hospitalarias y centros de salud.

La prensa cubana, que acaba de celebrar otro de sus congresos, hasta ahora ha guardado mutismo sobre Más Médicos, programa que sin embargo figura en los primeros planos en los medios internacionales, incluyendo los de Estados Unidos. Otra raya más para el tigre, a pesar de que se trata de una noticia que concierne a los cubanos, quienes como siempre acceden a ella mediante el clásico boca-a-boca o las nuevas tecnologías de la información, en unos despertando sentimientos de empatía hacia los cooperantes y su sentido internacionalista; en otros alegría por la elevación del nivel de vida que el viaje supone, pero en ambos con preocupaciones que, en definitiva, integran la complejidad del cuadro.

Por otra parte, la nueva vía brasileña reafirma la tendencia principal de la economía cubana: prácticamente desde su nacimiento este país parece predestinado a exportar algo. El azúcar fue la gran protagonista desde mediados del siglo XVIII hasta fines del XX –sin ella, se llegó a decir, no había país–, cuando más de un centenar de centrales fueron guillotinados por viejos, ineficientes e improductivos, y desplazados por joint ventures y hoteles; luego, desde los albores del nuevo milenio, la voz cantante la viene llevando la exportación de servicios profesionales, sobre todo en el área de la salud, pero también en la educación y los deportes. Ya no se trata solo de «capital simbólico», como lo discutía Julie Feinsilver en un estudio clásico (Healing the Masses, University of California Press, 1993) sino de una realidad de la economía mundial que, en el caso cubano, significa un ingreso de unos seis mil millones de dólares anuales en las arcas del Estado.