Las recientes elecciones de Galicia, ponen de manifiesto que el proceso está en marcha. Al igual que en otros lugares, en España el proceso de cambio y regeneración política que empezó a finales de la primera década del siglo XXI sigue su curso. Pero es un proceso lento y por ello será fuerte y duradero […]
Las recientes elecciones de Galicia, ponen de manifiesto que el proceso está en marcha. Al igual que en otros lugares, en España el proceso de cambio y regeneración política que empezó a finales de la primera década del siglo XXI sigue su curso. Pero es un proceso lento y por ello será fuerte y duradero como los puentes romanos.
El fenómeno de la globalización sirvió para muchas cosas. Entre ellas sirvió para divulgar ideas, personas teorías y sistemas procedentes de distintos espacios geográficos y tiempos históricos. Colectivos de personas jóvenes sin apenas prejuicios políticos han asimilado ese collage multidisciplinar, y ahora su formación universitaria rigurosa y sus lecturas, compañías, vivencias y experiencias diversas, están empezando a dar sus frutos. Que la derecha gane por mayoría absoluta, al contrario de lo que pueda parecer para los nostálgicos de la izquierdas, es un buen augurio. Es el mejor de los pronósticos para la izquierda real, la izquierda nueva, vital y regeneradora. En Galicia se ha producido la continuidad de lo que se produjo en España en las elecciones de 2011. Durante la primera década de este siglo, los jóvenes han visto como se iban perdiendo derechos, como el sistema ponía cada vez más complicada su supervivencia. El desprestigio y el paro que acusó el mundo universitario en este período, al contrario de lo que se planificó, ha servido para crear conciencia entre esta población y para crear redes y sistemas que posibiliten lo que ahora está sucediendo: la caída táctica del sistema político vigente. Los políticos ensimismados no ven lo que pasa. Ninguno se está percatando, pero está pasando. Los logros del PP en los últimos dos años en no es más que el canto del cisne de una derecha caduca, fanática y estéril. También es la constatación de que los partidos satélites de esa misma derecha pero que se presentaban como de izquierdas ya no tienen nada que hacer por sí mismo y sólo pueden apenas respirar con el oxígeno de grupos más afines, de momento, a esa nueva izquierda que se está gestando.
Este proceso es lento y utiliza estrategias del pasado con mecanismos del presente. Los jóvenes y no tan jóvenes con sus fórmulas pacíficas, solidarias y reivindicativas harán caer el sistema, ese que ahora parece estar representado por la mayoría absoluta.
Las elecciones de Galicia de 2012 junto con las elecciones españolas de 2011 lo que están demostrando es que la derecha española defensora de valores rancios y sistemas económicos opresivos está mayoritaria y absolutamente sola. La población la está arrinconando, desposeyéndola incluso de una alternancia en qué apoyarse.
Mientras, fuera de las grandes sedes, está el bullicio, el debate, las idas y venidas, los eslóganes, los panfletos, los programas, los proyectos, las sentadas, las quedadas… En definitiva, la nueva vida política en proceso de formación.
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