Aseguran la mayoría de los historiadores y especialistas en el tema, que el primer gran momento del Noticiero ICAIC Latinoamericano, que ahora celebra 50 años y acaba de ser instaurado como parte de la Memoria del Mundo, ocurrió cuando varios cineastas del ICAIC filmaron como corresponsales de guerra algunos episodios vinculados con la invasión de Playa Girón. Por su importancia política y emotiva, el reportaje se convirtió en el documental Muerte al invasor, y se constituyó en el primer recurso audiovisual cuando se estudia o se rememora la batalla de Playa Girón.
Precisamente Tomás Gutiérrez Alea, el director de Muerte al invasor, se había vinculado a varios trabajos de periodismo cinematográfico más o menos intermitente, que salían al aire antes de 1959, como Cineperiódico, Cine-Revista, NotiCuba, y otros. Algunos de los técnicos y creadores de estos noticiarios republicanos se convirtieron de inmediato en fundadores del ICAIC y en creadores activos dentro del Noticiero ICAIC Latinoamericano. Entre estos técnicos y creadores, tal vez los únicos que consiguieron establecer un puente de continuidad entre el cine de antes y después de la Revolución, se encontraban el ya mencionado Tomás Gutiérrez Alea, y también los excelentes fotógrafos Jorge Herrera, Jorge Haydú e Iván Nápoles, entre otros. No es difícil descubrir la tendencia a la cámara en mano de Jorge Herrera, el fotógrafo de La primera carga al machete, en las primeras ediciones del Noticiero.
La voluntad didáctica que imperaba en un país que se empañaba en emanciparse, y desarrollarse en todos los sentidos, se vio reflejada en la ampliación del conocimiento, la cultura y la información que abunda en las primeras 50 ó 100 ediciones. El Noticiero debía coincidir con la voluntad transformadora de la Revolución, a todos los niveles. Así, no fueron excepcionales las ediciones que por su valor visual y artístico, su trascendencia política o cultural, sobrepasaron la categoría de la información coyuntural y se transformaban en excelentes cortometrajes documentales, amén de que incluso los meramente informativos han devenido testimonios cruciales de toda una época emancipadora, utópica, apenas documentada por los medios en poder de la derecha y permeados de conservadurismo. Por ejemplo, Hanoi, martes 13 (1966) era un reportaje, un testimonio de Santiago Álvarez y el camarógrafo Iván Nápoles sobre un ataque aéreo a la ciudad vietnamita homónima, y su emotividad, carácter generalizador y simbólico, lo convirtieron en uno de los documentales más elocuentes en contra de la guerra. O Despegue a las 18 (1969) un documental perneado de las técnicas del montaje soviético y de la propaganda política, en función de una fuerte crítica a ciertas ineficiencias del socialismo, desde el compromiso con la esencia de este sistema político.
Ejemplo de periodismo cabal, comprometido con su tiempo y con su público, responsable e incisivo, crítico y solidario, el Noticiero ICAIC Latinoamericano, en sus muchas ediciones de los años 60, 70 y 80 lo mismo empleaba el tono emotivo de la crónica, que la ironía y el sarcasmo para burlarse de agujeros oscuros, que la entrevista en contrapunto de puntos de vistas contrapuestos. Hubo muchas ediciones célebres, que hicieron llorar o reír a miles de cubanos. Los hacedores del Noticiero, sobre todo en las postrimerías de los años setenta, y hacia finales de los ochenta, se buscaron mil problemas con funcionarios holgazanes, corruptos, indolentes. Son memorables algunos números realizados por directores que luego integrarían la llamada generación intermedia de directores, los que debutaron en los años ochenta. Me refiero a los luego famosos Fernando Pérez (Clandestinos, Hello Hemingway), Rolando Díaz (Los pájaros tirándole a la escopeta, En tres y dos) y Daniel Díaz Torres (Jíbaro, Alicia en el pueblo de Maravillas), quienes evidenciaron en sus primeras películas de ficción un acercamiento complejo, crítico, a la realidad y la historia de Cuba que mucho le debía conceptualmente a sus respectivos aprendizajes en el Noticiero ICAIC Latinoamericano, de la mano de Santiago Álvarez, quien los dejaba trabajar, indagar, cuestionar, siempre y cuando las críticas estuvieran de parte de la objetividad y la responsabilidad.
El movimiento documental fue la verdadera base del séptimo arte en la Isla, y por supuesto, el Noticiero ICAIC Latinoamericano fue la forja de graduación para la mayor parte de los cineastas cubanos, quienes nos legaron importantes obras de ese género antes de incursionar en la ficción. Aparte de los fundadores Tomás Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa (formados en el periodo prerrevolucionario), Manuel Octavio Gómez firmó la excepcional y emotiva Historia de una batalla antes de entregarnos esa clásica entremezcla de ficción y documental que fuera La primera carga al machete; Humberto Solás realizó un paréntesis con Simparelé y Wifredo Lam entre largometrajes de ficción tan memorables como Lucía o Cecilia, Fernando Pérez presentó credenciales con Camilo y Omara previamente a los mayores opus que significaron Clandestinos o Madagascar; Orlando Rojas se le recuerda casi tanto por A veces miro mi vida como gracias a Una novia para David y Papeles secundarios; Octavio Cortázar hizo Por primera vez antes de El brigadista, Pastor Vega solo igualó el éxito artístico de Viva la República con Retrato de Teresa; Manuel Herrera es el autor de Girón y Enrique Pineda Barnet de David aunque después se dedicaran con éxito a la puesta en escena de películas históricas y espectaculares.
De la anterior enumeración puede inferirse que en Cuba (salvo brillantes excepciones como Santiago Álvarez y Nicolás Guillén Landrián, documentalistas paradigmáticos) apenas existen realizadores de ficción que antes no hayan cultivado el documental, con éxito, en las primeras fases de sus carreras. Y abundan no solo los realizadores, sino los editores, fotógrafos y sonidistas y productores que trabajaron durante un tiempo más o menos largo con el Noticiero ICAIC Latinoamericano, cuyo deseo de retratar la contemporaneidad social -o analizarla en perspectiva histórica, y exaltar la identidad y la cultura nacionales- fue trasvasado desde la impronta de Santiago Álvarez hasta el cine documental de numerosos realizadores quienes tuvieron ocasión de ensayar un modo crítico de aproximarse a la realidad.
También se recuerdan ediciones problemáticas de la segunda mitad de los años 80, hechos con muy alta temperatura crítica y dirigidos por José Padrón, al calor del proceso de rectificación de errores, consagrados a la situación nefasta del Río Almendares, de los albergados o del transporte público. Y en cuanto al pálpito internacional, o al papel de Cuba en las guerras de independencia del Tercer Mundo, el Noticiero posee imágenes excepcionales del Comandante en Jefe en sus viajes por todo el mundo durante tres décadas; numerosas secuencias consagradas a Che Guevara, Ho Chi Minh, Salvador Allende, la guerra de Angola, terremotos y acontecimientos políticos en treinta años de historia latinoamericana, la Revolución de los Claveles… todo lo cual le ha valido la incorporación por parte de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) a su lista Memoria del Mundo.
En una reciente entrevista con Cubahora, la vicedirectora de la Cinemateca, Dolores Calvino reconoció que «este es un noticiero de América Latina, pues Santiago Álvarez filmó en varios países del continente. Así como el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos se dedicó no solo a la producción de un cine nacional, sino a la preservación de la memoria histórica de Nuestra América, también el Noticiero la atesoró en sus imágenes. Mientras en el resto del mundo los noticieros pasaron a la televisión, nosotros filmamos en cine y conservamos los negativos. El nuestro fue prácticamente el único preservado, con mil 493 números en formato de 35 milímetros y sus copias en 16, para diferentes salas del país. Este trabajo repercutió en proyectos similares en Nicaragua y Panamá, e influyó notablemente en el nuevo cine latinoamericano», sostiene Dolores Calviño.
Sobre la manera en que nació el Noticiero ICAIC Latinoamericano, y su carácter de escuela donde debían probar su talento quienes aspiraran a convertirse en realizadores de documentales o de ficción, declaró Alfredo Guevara, en ese entonces presidente del ICAIC, e incluso director del Noticiero:
«Probé a Santiago Álvarez en el Noticiero sin separarme de él, pero cuando le crecieron las alas a volar dije, y ahí está su obra plena de audacia renovadora. Y lo fue del noticiero y del documental. Y en el Noticiero trabajaron no pocos de nuestros documentalistas y algunos que llegaron a la ficción. El Noticiero fue una escuela; Santiago Álvarez, un maestro. Raúl Pérez Ureta, uno de nuestros más destacados y sofisticados directores de fotografía, allí se formó. (…)
«Santiago fue ese imán que la envoltura deshace con su genio y se apodera de la más dura almendra, del diamante que solo liberado de maleza su brillantez puede entregarnos transparencia. Porque ese gran artista ciudadano, ejemplar por su amor al semejante, socialista no porque ideología cristalizara en lupa, socialista de veras porque daba lo mejor de su ser para los otros; a los otros vivientes, carne y hueso, esa carne y ese hueso que hoy nos deja, pero que en vida exige se le entregue, más allá de la frase, la ternura. En su cine esa ternura emerge, de cada fotograma, de secuencias, de cada reflexión que la trascienda, de cada esencia que su andar revele».
http://www.lajiribilla.cu/2010/n475_06/475_18.html
|