La frontera sur de Europa es el escenario de todo tipo de violaciones de los Derechos Humanos de las personas migrantes. Melilla es un falso oasis donde se dan toda clase de vulneraciones que se ven incrementadas en el caso de las mujeres, quienes viven en primera persona diferentes tipos de violencia de género.
En este especial se recogen los relatos de mujeres supervivientes y luchadoras: mujeres que han escapado del matrimonio forzado y la trata, niñas y adolescentes que migran solas, refugiadas que huyen de la guerra, porteadoras que cargan con la injusticia, y también mujeres melillenses sin papeles.
Mujeres que asumen la condena de verse expuestas a todo tipo de abusos tanto antes, como durante y después de sus procesos migratorios. Solo por ser mujeres. Y ahora, tras cruzar la frontera, son muchos los casos en los que se sienten atrapadas. Porque la estancia en la ciudad, en el centro de inmigrantes suele alargarse más de lo estimado. Pasan las semanas, los meses y no saben cuándo serán trasladadas a la península o si, en el peor de los casos, serán expulsadas del territorio español. Temor que comparten las melillenses que arrastran problemas documentales.
El Defensor del Pueblo y otras entidades sociales llevan años denunciando la falta de recursos para poner remedio al colapso de las solicitudes de protección internacional y asilo. La consecuencia es una espera que, para muchas, conlleva saberse expuestas a situaciones de mayor vulnerabilidad. Estas mujeres, sin pretenderlo, llevan a cuestas la bandera de la supervivencia. Algunas no se conocen, pero duermen bajo el mismo techo tras sortear un camino de obstáculos. Mujeres con vidas marcadas por su condición de mujer, migrante, racializada y humilde.
Supervivientes del matrimonio forzado y la trata
Jóvenes y adolescentes huyen de un pasado que les niega un futuro. La mayoría de ellas procede de la región de África subsahariana. Su llegada a Melilla supone un punto de inflexión y la entrada a un programa de protección para romper con la red.
Acogidas para ser expulsadas. La Ciudad Autónoma de Melilla acoge a decenas de menores extranjeras no acompañadas que cruzaron la frontera solas o fueron abandonadas por un adulto. La violencia en sus hogares y la que viven en la ciudad, así como la violencia documental, está impresa en su ADN.
Refugiadas y solicitantes de asilo
Lucha por la protección internacional. El Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla se ha convertido en una cárcel a cielo abierto para las mujeres que solicitan protección internacional, pero que quedan varadas tiempo indeterminado por una burocracia que pasa por alto su huida de países en conflicto o persecuciones por ideología política, orientación sexual, raza, etnia o confesión religiosa.
Porteadoras: cargar con el peso de la desigualdad
Conocidas como ‘mujeres mula’, cargan bultos de más de 80 Kilos sobre sus espaldas a cambio de diez euros la jornada. Mujeres procedentes de diferentes puntos de Marruecos que cruzaban diariamente la frontera, no se conocen, pero su historia de vida confluye alrededor de fardos de ropa usada y entre empujones y agentes de policía. Ahora, con el cierre de frontera debido al coronavirus, ven peligrar su único modo de subsistencia, como el de otras trabajadoras transfronterizas.
Rechazadas por el Estado, nacieron y crecieron en la ciudad autónoma. Se sienten melillenses, aunque no tengan papeles. Son descendientes de familias que se establecieron en Melilla tras cruzar la frontera y que nunca consiguieron solucionar su situación documental, a pesar de llevar toda una vida de arraigo.