Son artesanos de la memoria. Escritores aficionados, investigadores ocasionales o familiares de víctimas que sobreviven al margen de la industria editorial para pelear con sus propios ahorros para que sus recuerdos no caigan en el olvido que el franquismo siempre buscó para la historia negra de España. Centenares de estos luchadores se han apoyado en […]
Son artesanos de la memoria. Escritores aficionados, investigadores ocasionales o familiares de víctimas que sobreviven al margen de la industria editorial para pelear con sus propios ahorros para que sus recuerdos no caigan en el olvido que el franquismo siempre buscó para la historia negra de España. Centenares de estos luchadores se han apoyado en los últimos años en pequeñas imprentas, editoriales de asociaciones e incluso en internet para evitar el olvido de la barbarie franquista.
«Quiero que dentro de mil años todo el mundo sepa quiénes fueron los asesinos de mi padre en Uncastillo (Zaragoza)». Ese es el motivo por el que Jesús Pueyo, de 93 años, escribió en 2004 Del infierno al paraíso. En una pequeña imprenta de un amigo de Irún, lanzó unos pocos ejemplares para enviarlos al rey, al presidente del Gobierno y demás autoridades pidiendo ayuda para encontrar a su padre, desaparecido desde aquel día de agosto de 1936 cuando, con 13 años, fue a buscarlo al campo «porque le llamaba la Guardia Civil». «Los falangistas mataron a siete familiares», recuerda vía telefónica desde su casa de Hendaya (Francia).
Desde 1978 no ha parado de buscar la verdad con los valores que le enseñó su padre. «En los pocos años que gocé de la dicha de tenerlo a mi lado, me inculcó su nobleza y valentía con la que defendió su derecho a poseer un pedazo de tierra para trabajarlo, sin saber que esa reivindicación le costaría la vida. Su recuerdo ha sido la brújula que me ha guiado durante toda mi vida», dice en la cuarta página de su libro, imprescindible para conocer de primera mano la represión en Uncastillo.
La dedicatoria del libro de Pueyo se repite en cada uno de los ejemplares de estos libros publicados al calor del movimiento de la memoria histórica en la última década. «A la memoria de los mártires por la República y la libertad. A sus viudas, hijos y demás familiares, por el miedo y el hambre padecidos». Así dedica el jubilado Antonio Ontañón, de 77 años, Rescatados del Olvido, editado por él mismo con 13.000 euros que todavía paga «a plazos».
Este ex empleado del Banco Bilbao decidió dedicar su jubilación a investigar las muertes del cementerio de Ciriego, en Santander. «No tengo ningún familiar fusilado allí. Aunque para mí es como si todos los que están enterrados allí fueran mis padres, porque murieron por sus ideas republicanas, que son las mías», explica. Ontañón recorrió los juzgados de toda Cantabria para poner nombre a cada una de las 850 personas asesinadas entre 1937 y 1948 en las tapias de Ciriego, que yacen en las zanjas del cementerio.
Un camión de muertos
«Investigando descubrí que cada día mataban a 16 personas porque era la capacidad del camión», recuerda. Una de las mayores recompensas que Ontañón ha recibido por el libro fue la carta de respuesta que José Saramago le envió desde Lanzarote, fechada el 1 de julio de 2003: «Gracias por el estremecedor libro que me enviaste. La justicia siempre llega tarde y esta ha tardado demasiado. Personas como tú hacen creer todavía en la posibilidad de un mundo justo».
Tengan familiares o no, los autores de estos humildes estudios están unidos por la búsqueda de la verdad de su tierra. «Siempre me ha interesado la Guerra Civil, aunque mi familia era de derechas. En 2002, tras visitar a 600 familias y después de cinco años de trabajo, me decidí a publicar el libro de la represión en La Rioja Aquí nunca pasó nadae_SDRq, explica el funcionario municipal y cantautor Jesús Vicente Aguirre que, en la década de los setenta, formó parte del conocido grupo folk Carmen, Jesús e Iñaki, que compuso La Barranca en homenaje a las 400 víctimas del fascismo enterradas en aquella dehesa riojana.
5.800 ejemplares
«Recogí el guante que habían lanzado algunos historiadores y utilicé más de 1.500 fotos», explica Aguirre. En su caso, sí consiguió una editorial que publicara su estudio. «En Ochoa me dijeron que me cubrían el coste, pero en ningún momento pensé que podría ganar dinero con el libro», reconoce tras haber vendido 5.800 ejemplares a 35 euros, gracias a las presentaciones en ateneos republicanos de toda España.
Aquí nunca pasó nada recoge investigaciones de historiadores locales junto con la experiencia de campo de Aguirre. En el capítulo de La Barranca recoge los testimonios de los centenares de viudas que «cada 2 de noviembre, día de los Difuntos, y después el 1 de noviembre, día de Todos los Santos», se reunieron desde 1976 para proteger la tierra donde estaban sus familiares de las inminentes obras de un aparcamiento.
«Mi madre me dijo que debíamos contarlo siempre. Mientras te reluzca el brillo en los ojos tienes que venir aquí todos los años’. Y aquí estaré hasta que ya no vea», explica en el libro Jacoba Escalona Díez, nieta de una de las víctimas, que, como las madres y abuelas de la Plaza de Mayo en Argentina, simboliza la resistencia contra el olvido.
Un valioso archivo fotográfico
Los autores de los libros autoeditados han recuperado un valioso archivo de fotografías familiares. La imagen superior corresponde a los afiliados de las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas) de Uncastillo (Zaragoza) el 25 de Mayo de 1935. Jesús Pueyo la expone en su libro ‘Del infierno al paraíso’, que puede descargarse de manera gratuita en http://jesus.pueyo.pagesperso-orange.fr/. En la imagen inferior derecha, Darío Rivas, que publicó en Buenos Aires su autobiografía, observa la fosa común donde fue enterrado su padre. Al lado, Félix Herrán abraza los restos de su padre y su hermano enterrados en Sajazarra (La Rioja).
Fuente: http://www.publico.es/culturas/355369/memoria-autoeditada