De pronto un estallido sin precedentes pone en el tapete de la discusión política temas de los que solo unos pocos hablaban y que para los gobiernos sordos e indolentes, parecían no existir: la desigualdad, las deudas sociales, la marginación y el abuso. Para algunos resulta increíble constatar que estas cosas de verdad pasan en […]
De pronto un estallido sin precedentes pone en el tapete de la discusión política temas de los que solo unos pocos hablaban y que para los gobiernos sordos e indolentes, parecían no existir: la desigualdad, las deudas sociales, la marginación y el abuso.
Para algunos resulta increíble constatar que estas cosas de verdad pasan en Chile.
Más de setenta días de protestas. Decenas de muertos. Centenares de mutilados. Miles de presos y un presidente que hace el ridículo mundial. Nunca el sistema ha estado tan en riesgo como en estos días calientes.
Como era de esperar, casi todo el sistema político presiente el peligro y se apresta a reaccionar de la mejor manera: se trata de no perderlo todo.
Como ha ido siempre en la historia de Chile, los poderosos han azuzado a las tropas en contra de la gente y de manera simultánea comienzan a cocinar acuerdos traidores bajo cuerda, para lo cual cuentan y han contado siempre con el entusiasta apoyo de quienes formaron alguna vez la Concertación.
Lo que sucede es algo casi increíble.
La más desprestigiada de las instituciones políticas, el Congreso Nacional, en el cual se cuentan por decenas los honorables involucrados en diversos delitos de sobornos, coimas y otras linduras relacionadas con dineros, encabeza una operación que propone una nueva Constitución.
Peor aún. El gobierno dirigido por el presidente más rechazado y desprestigiado en la historia del país, cuyo respaldo no es capaz de llegar a los dos dígitos, se hace parte de esa operación.
Y todo eso sucede mientras tanto en las calles, los responsables de controlar el alzamiento furioso de la gente es el increíblemente brutal Cuerpo de Carabineros, que ha sido mundialmente rechazado como los más agresivos y crueles agentes del orden del orbe. Quizás solo superados por la DINA -CNI.
Todo esto aderezado con la tibia y retrasada acción de la llamada Mesa de Unidad Social que ha acordado trabajar en conjunto con los partidos de oposición con miras al plebiscito propuesto para abril del 2020, el que en opinión de la gente que de verdad lucha en las calles, no es sino la consumación de la operación que va a dejar las cosas tal como están o más atrás.
¿No han entendido nada?
Lo que se expresa en esas andanzas a espaldas de la gente no es sino el miedo a que el pueblo no necesite ni quiera que iluminados la representen o hablen en su nombre. Y eso les va a traer consecuencias.
La Mesa de Unidad Social hace intentos para ponerse en la mira de la bronca de la gente. Parece que sus líderes no han entendido que sumarse a la farsa constitucional del sistema es una inconsecuencia que la gente no olvidará.
El lugar natural de la Mesa de Unidad Social, de entender lo que pasa en el país, sería en la Plaza de la Dignidad y no en el Congreso o entre los partidos que son, han sido y serán la representación misma de todo lo que la gente rechaza.
¿En el Congreso o en la Plaza de la Dignidad?
Si bien la crisis estalla a partir de octubre, en pleno gobierno del inepto presidente Piñera, las causas que le dan origen están precisamente en manos de quienes pudiendo hacer algo positivo por el pueblo, se propusieron castigar más aún a la eternamente castigada gente. Y ahora, se presentan buenamente para ofrecer una solución para superar lo que ellos mismos construyeron.
¿Habrá razones para confiar en los partidos de la Concertación si durante todos sus gobiernos, incluido el que encabezaron como Nueva Mayoría, no hicieron sino agudizar aún más el castigo a la gente castigada?
Ninguna.
Lo que pulsa en cada expresión de rabia que se expresa en el país es un rechazo a todo lo que huela a sistema.
Y resulta altamente sospechoso que los que debieran, no lo entienda así.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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