A los reyes, su gobierno, les sube casi a 9 millones de euros el sueldo; el vicepresidente de la patronal cobra por jubilarse 1,8 millones de euros; el alcalde de Madrid, Gallardón, y su corte de ciento y tantos consejeros se suben el sueldo el 11,3 %; a los banqueros, su gobierno les da 150.000 […]
A los reyes, su gobierno, les sube casi a 9 millones de euros el sueldo; el vicepresidente de la patronal cobra por jubilarse 1,8 millones de euros; el alcalde de Madrid, Gallardón, y su corte de ciento y tantos consejeros se suben el sueldo el 11,3 %; a los banqueros, su gobierno les da 150.000 millones de euros del dinero público; ¿más casos? los hay, usted los conoce, por favor no los eche al olvido, añádalos:
De Quevedo, ese autor del llamado Siglo de Oro al que se le recuerda más allá de los 300 años, extraigo de sus «Sátiras políticas» algunos versos dedicados a Felipe IV; en unos habla Quevedo de los ladrones sociales de su tiempo, en otros habla de aquellos que escriben, «plumas compradas», alabando al rey y justificando, ha llegado el día, el apaleamiento de quienes protestaban contra Felipe IV:
«Si aquí viene el oro, y todo no vale, / ¿qué será en los pueblos de donde ello sale?/
A cien reyes juntos nunca ha tributado / España las sumas que a vuestro reinado. /
Familias sin pan y viudas sin tocas/ esperan hambrientas y mudas sus bocas. /
Más de mil nos cuesta el daros quinientos/ lo demás nos hurtan para los asientos. /
Los ricos repiten por mayores modos: / «Ya todo se acaba, pues hurtemos todos.»
Perpetuos se venden oficios, gobiernos, / que es dar a los pueblos verdugos eternos. /
Las plumas compradas a Dios jurarán / que el palo es regalo y las piedras pan. /
Quien más quita al hoyo, más grande le hace / mirad quien lo ordena, veréis a quién place.»
¿Qué tiene que ver lo que dice Quevedo con lo mencionado al principio? ¿Quién te quita el trabajo, la casa, la comida? ¿Por qué no cotiza tu inquietud, el dolor que te causan, tus necesidades de protección social, de educación, de sanidad? ¿Es que no valen nada? ¿Quién se queda con el fruto de tu esfuerzo? ¿Quién es tan cruel que dicta, firma y mantiene leyes con las que se fortalece al que se lleva lo de todos?
En estos días los ricos vacían las arcas del Estado mismo, sus delegados les entregan los ahorros y las propiedades sociales: «privatización» es incautación de los bienes públicos. En la invitación entregada a los empresarios para un acto de la presidenta de la Comunidad de Madrid en el que iba a hablar sobre la Sanidad Pública, se hacía costar «las grandes posibilidades de negocio».
Mi amigo Adul-Manuel viene a pedirme ayuda, desbordado por la vergüenza. Ha llegado al último extremo, no dispone de lo más mínimo, hasta la habitación que alquilaba para dormir con otros tantos, se la han quitado, ha agotado sus pobres recursos a la espera de que mejorase su situación; lleva, me dice, dos días rebuscando en las basuras para comer; ha ido, durante estos últimos meses, de obra en obra, de casa en casa por si le dan un trabajo, es albañil y de los buenos; si tienen un trabajo para él … En Madrid, en la plaza de Atocha, en la Plaza Elíptica, en la esquina de la calle Hermanos de Pablo con Alcalá,…, antes de las 6 de la mañana hasta las 7 de la mañana se juntan cientos de obreros, Abdules-Manueles, y como en un mercado de esclavos los empresarios escogen a los más fuertes, a los yeseros, a los fontaneros, a los peones,…y esto sucede desde hace mucho tiempo algún año ya en Atocha, y otros sitios, diariamente.
Yoel, que trabaja en una panadería, me dice que venden más pan que nunca, sobre todo a partir del día 15 del mes doblan la producción. En el mercado los puestos de carne, pescado y verduras tienen poca gente; pregunto al de las verduras y contesta que es un desastre.
Hay mucha gente que está despertando de la resaca consumista y ahora les duele la cabeza y no pueden llevar nada al estómago. Póngase usted al día.
Volvamos a los clásicos, de ellos se aprende, les refiero aquí una parte del diálogo entre Crates y Diógenes -Diálogo de los muertos, de Luciano- en el, Crates y Diógenes habiendo muerto y estando ya al otro lado de la laguna Estigia hacen referencia a dos ricos que entre sí querían quedarse la herencia del otro y se murieron el mismo día y en el mismo momento. Toda una vida empeñada en la avaricia material más primitiva y menos productiva, entonces Diógenes responde a lo contado por su amigo y correligionario en modo de vida sin necesidades materiales:
«Diógenes.- ¡ Pues sí que les fue bien! Nosotros cuando estábamos en la vida no andábamos jamás pensando ese tipo de cosas unos de otros; nunca supliqué yo que Antístenes muriera para poder heredar su bastón -que tenía uno bien consistente, por cierto, hecho de acebuche- ni creo que tú tampoco, Crates, ansiarás heredar a mi muerte mis bienes, a saber, el tonel y una alforja con dos quénices de altramuces.
Crates- A mí, Diógenes, no me hacía falta nada de eso, a ti tampoco; pues lo que de verdad nos era útil tener lo recibimos en herencia, tú de Antístenes y yo de ti, herencia más cuantiosa y de más envergadura y de más categoría que el Imperio de los persas.
Diógenes.- ¿A qué te refieres?
Crates.- A la sabiduría, la independencia, la verdad, la sinceridad, la libertad.
Diógenes.- Sí, por Zeus, me acuerdo de haber recibido ese tesoro de manos de Antístenes y de habértelo dejado a ti, bien aumentado por cierto.
Crates.- Pero el resto de la gente no se preocupa en absoluto de ese tipo de bienes, y nadie se deshacía en atenciones con nosotros al acecho de nuestra herencia, pues todos ponían sus ojos en el dinero.
Diógenes.- Evidente, pues no tenían dónde recibir de manos nuestras ese tipo de legado, destrozados por el lujo como bolsas roídas, de modo que si uno echaba dentro de ellos o sabiduría o sinceridad o verdad, al punto se salía y se derramaba, siendo su fondo incapaz de albergar cosas semejantes; algo parecido a lo que les sucedía a las hijas de Dánao, que intentaban llenar de agua un tonel agujereado. En cambio el oro lo defendían con uñas, dientes y todo tipo de procedimientos. Así que nosotros retendremos aquí incluso nuestra riqueza, en tanto que ellos vendrán con un óbolo por todo equipaje y eso hasta que lleguen a la jurisdicción del barquero.»
Recordemos quienes somos, en qué lado estamos, recordemos a Abdul-Manuel, y pensemos qué vamos a hacer.