A finales de la década de los sesenta, el gran poeta y novelista Charles Bukowski escribió un artículo en su columna Escritos de un viejo indecente para la revista contracultural Open City, en el que aludía a los dos principales candidatos que concurrían a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de 1968: Richard Nixon, […]
A finales de la década de los sesenta, el gran poeta y novelista Charles Bukowski escribió un artículo en su columna Escritos de un viejo indecente para la revista contracultural Open City, en el que aludía a los dos principales candidatos que concurrían a las elecciones presidenciales de los Estados Unidos de 1968: Richard Nixon, aspirante por el Partido Republicano, y Hubert H. Humphrey, el candidato del Partido Demócrata. Entre otras muchas cosas, el viejo Bukowski decía: «Que te den la oportunidad de elegir entre Nixon y Humphrey es como que te den la oportunidad de elegir entre comer mierda caliente y mierda fría.»
Si cambiamos el escenario americano de los últimos años de la década de los sesenta por la España de nuestros días, y los nombres de Richard Nixon y Hurbert H. Humphrey por los de José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, o lo que es lo mismo, el proyecto político del Partido Socialista y el del Partido Popular, resulta que tenemos el mismo menú que anunciaba Bukowski para aquellos Estados Unidos de 1968: plato único. Sólo varía la temperatura: uno se servirá caliente; el otro frío. El problema es, además, que no sabemos muy bien quién es el caliente y quién el frío.
Porque, a día de hoy, ¿quién es capaz de establecer diferencias reales entre los proyectos económicos, políticos y sociales de ambos partidos? La sociedad española está viviendo, durante estas últimas semanas, en un estado de confusión que bordea la paranoia. El partido en el gobierno, el PSOE, de corte socialdemócrata, está llevando a cabo las políticas más reaccionarias y antisociales de todo el continente europeo. A saber: congelación de las pagas de los jubilados, fuertes recortes en los sueldos de los empleados públicos, reducción drástica de las ayudas para los países subdesarrollados, anulación del cheque-bebé, recortes en las ayudas a la aplicación de la Ley de Dependencia y un recorte drástico en las inversiones públicas en obras e infraestructuras. Por otro lado, hemos asistido durante los últimos años de mandato socialista a una serie de medidas surrealistas e, incluso, injustas. Pongamos un par de ejemplos esclarecedores. El famoso cheque-bebé que se suprime a partir del uno de enero del próximo año: durante el tiempo que ha estado vigente, cualquier mujer ha recibido dos mil quinientos euros por el nacimiento de un bebé, independientemente de su nivel de renta. Es decir, si eres multimillonaria y tienes un bebé, el Estado te premia con dos mil quinientos euros. Exactamente lo mismo que si no tienes donde caerte muerta. Lo mismo ha ocurrido con la gratuidad de los libros de texto, o con los famosos ordenadores para los niños de quinto y sexto de primaria y con otras muchas cosas. Se trata de la política del «café para todos», o mejor dicho, de derroche generalizado, al que son tan aficionados los socialistas, que nos ha llevado al punto en el que nos encontramos ahora.
¿Y qué ocurre con el principal partido de la oposición? A pesar de que el pasado 27 de mayo votaron en contra del decreto del Gobierno que atenta contra la misma base del Estado del Bienestar de nuestro país, todos sabemos que en su fuero interno se alegran enormemente de estas medidas, ya que son las disposiciones de la derecha, neoliberales y reaccionarias. Exactamente lo mismo que ocurrió en los años ochenta con Felipe González y su reconversión industrial, con la permanencia de España en la OTAN, etc., etc. Y es que la derecha española ya está acostumbrada a que el PSOE le haga el trabajo sucio cuando gobierna. Hace unos días el diario británico Financial Times entrevistaba al ex presidente Aznar, reconvertido ahora en el cerebro en la sombra del sector más duro de la derecha española. Entre sus principales recetas para atajar la crisis económica, a la que, por cierto, él tanto contribuyó con su política de apoyo al ladrillo, están: Privatizar los servicios públicos de empleo y reducir las prestaciones por desempleo, bajar los impuestos, potenciar la energía nuclear y suprimir las ayudas a las energías renovables, bancarizar las cajas, recortar las pensiones y aumentar la edad de jubilación, privatizar todas las empresa públicas dignas de ser privatizadas y reformar la negociación colectiva. Como se puede ver, en la mayoría de estas medidas coinciden tanto la socialdemocracia como la derecha pura y dura. En nuestras manos está darle un giro a esta Europa de los mercaderes, del capitalismo salvaje y caníbal que tratan de imponernos. Así que ya sabes, cuando te den a elegir entre la mierda caliente y la mierda fría, no te dejes embaucar: que se la coman ellos.
Fuente: http://mimargenizquierda.
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