Pastor y aprendiz de poeta, es el primer periodo en que el profesor de Literatura Española, Agustín Sánchez Vidal, dividió la biografía de Miguel Hernández (Miguel Hernández, desamordazado y regresado, Planeta, 1992); comienza con el nacimiento del poeta, dramaturgo y futuro militante del PCE en el municipio de Orihuela (Alicante), y se extiende hasta 1931, cuando realiza su primer viaje a Madrid (había llevado ya el ganado de cabras familiar y publicado en la prensa su primer poema, Pastoril).
Sánchez Vidal destaca la relación estrecha –desde la infancia- de Miguel Hernández con su madre, Concepción Gilabert Giner, que aparece en poemas como Sonreídme, de 1935: “La cólera me nubla todas las cosas dentro del corazón/sintiendo el martillazo del hambre en el ombligo,/viendo a mi hermana helarse mientras lava la ropa,/viendo a mi madre siempre en ayuno forzoso…”; en este poema suelto se posiciona junto a las personas humildes.
El escritor y director de la Cátedra Miguel Hernández, José Luis Ferris, dedica un capítulo de Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta (Fundación José Manuel Lara, 2022) al Poeta en la guerra (1936-1939).
Así, el campesino autodidacta se enroló en el Quinto Regimiento republicano comandado por Enrique Líster, participó en la Alianza de Intelectuales Antifascistas; se desempeñó, durante la guerra, en un “anónimo” puesto de zapador, en las filas de una brigada de choque y ejerció de comisario político; en el verano de 1937 asistió -en Valencia- al II Congreso de Escritores en Defensa de la Cultura y viajó a la Unión Soviética; es la época del poemario El hombre acecha.
De 1937 data el libro de poemas Viento del pueblo: “Vientos del pueblo me llevan,/vientos del pueblo me arrastran,/me esparcen el corazón/y me avientan la garganta.//Los bueyes doblan la frente,/impotentemente mansa,/delante de los castigos:/los leones la levantan/y al mismo tiempo castigan/con su clamorosa zarpa”.
La exposición titulada Miguel Hernández, el poeta necessari puede visitarse hasta el 30 de junio en las Atarazanas del Grau de Valencia; incluye documentación escrita, libros, textos, carteles, obras artísticas, música y vídeos sobre las diferentes etapas vitales del autor (las tres referencias citadas aparecen en la muestra).
El autor dramático Antonio Buero Vallejo, que dibujó un retrato de Miguel Hernández cuando compartían pena de prisión en Madrid (cárcel Conde de Toreno, 1940), caracterizó al poeta como “necesario, eso que muy pocos poetas, incluso grandes poetas, logran ser”.
La nota informativa del Ayuntamiento de Valencia destacó que la exposición se inauguraba con motivo del 81 aniversario de la muerte del militante comunista (28 de marzo de 1942 en Alicante), cuando tenía 31 años; así, fue encarcelado al concluir la guerra española: “Trasladado de penal en penal, finalmente acabó en la prisión de Alicante, donde murió de tuberculosis por falta de las asistencias médicas necesarias”.
El comunicado seleccionaba el poema Nanas de la cebolla, escrito por Miguel Hernández cuando se hallaba preso –en 1939- en la cárcel de la calle Torrijos de Madrid: “En la cuna del hambre/mi niño estaba./Con sangre de cebolla/se amamantaba./Pero tu sangre,/escarchada de azúcar,/cebolla y hambre”. Los versos acompañaban una carta dirigida a su esposa, Josefina Manresa.
José María Azkárraga y Amadeu Sanchis ejercen de comisarios de la exposición y coordinan el catálogo; en el acto de inauguración, el alcalde de Valencia, Joan Ribó (Compromís), recordó la llegada –en el verano de 1937- de Miguel Hernández a la capital valenciana; en concreto a la Estación del Norte, “muchas veces bombardeada”.
Miguel Hernández se disponía a participar en el II Congreso Internacional de Escritores, que también celebró sesiones en Madrid, Barcelona y París. “El fotógrafo Walter Reuter nos documenta su estancia en la ciudad”, ha subrayado el primer edil; Miguel Hernández ya había publicado libros de poemas como Perito en lunas (1933), prologado por su amigo Ramón Sijé, o El rayo que no cesa (1936).
Ribó remarca que el Ayuntamiento de Valencia instaló –en abril de 2021-, en el Cementerio General de la Ciudad, un monolito dedicado a las personas asesinadas en los primeros años del franquismo, y que se hallan en una fosa común del camposanto; en la escultura puede leerse un fragmento del poema El herido: “Para la libertad me desprendo a balazos/de los que han revolcado su estatua por el lodo./Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,/de mi casa, de todo”.
La hoja informativa de la exposición señala el contraste entre un poeta que –según diferentes interpretaciones- “no murió, (sino) que le fallecieron”, por la demora en su traslado al sanatorio penitenciario de Porta Coeli, en el municipio de Serra (Valencia); a lo que siguió los “esfuerzos” de la dictadura por “borrar” su legado; y por el contrario, las posibilidades actuales de leer su poesía –entre otros idiomas- en chino, rumano, turco o hindi.
Los paneles de la muestra reproducen el Manifiesto de la Alianza de Intelectuales Antifascistas (noviembre de 1936, en el periódico El Sol), que Miguel Hernández firmó junto a otros escritores, músicos o historiadores, como José Bergamín; Manuel Altolaguirre; Luis Cernuda; Vicente Aleixandre; María Teresa de León; Rafael Alberti; Antonio Machado; Emilio Prados; Ramón Menéndez Pidal o Rodolfo Halffter.
Otro aspecto destacado en los paneles es que, pese a la censura y represión de la dictadura, en los años 40 y 50 del siglo XX, por iniciativa de exiliados españoles y en el extranjero, se produjeron homenajes al poeta y publicaron ediciones de su obra; por ejemplo, la difusión a cargo de músicos y cantautores como Paco Ibáñez (1967), Enrique Morente, en 1971; o Joan Manuel Serrat, en 1972.
Además se informa de que los poetas Rafael Alberti y Miguel Hernández se conocieron en Madrid (“le enseñó -a Alberti- dos poemas que había escrito contra la guardia civil”); Miguel Hernández residía entonces en la capital española (segundo viaje, en 1934); también trabó amistad con Pablo Neruda y se relacionó con Vicente Aleixandre y Federico García Lorca.
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