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Miguel Hernández y la República, 80 aniversario, dos fuerzas transformadoras

Fuentes: Rebelión

Cuántos grandes personajes de la cultura o han sido del pueblo trabajador o hecho el viaje hasta la conciencia del pueblo trabajador. Han cuestionado la norma tradicional. La realidad les ha cambiado y ellos o ellas han podido cambiar algo en la cultura de su tiempo y añadir al saber de las mayorías sociales. La […]

Cuántos grandes personajes de la cultura o han sido del pueblo trabajador o hecho el viaje hasta la conciencia del pueblo trabajador. Han cuestionado la norma tradicional. La realidad les ha cambiado y ellos o ellas han podido cambiar algo en la cultura de su tiempo y añadir al saber de las mayorías sociales. La cultura mentecata, la de gomina, pata negra y exclusividad, no modifica nada, repite, distrae y se encoge en la minoría que rechaza la señal de las clases oprimidas que buscan nuevas metas. Centenarios y más centenarios ¿pero cuál es la palabra de las personas celebradas? El tiempo de las personas celebradas que empleaban el lenguaje de la burguesía revolucionaria ya pasó, no es nuestro tiempo, no es esa la cultura que nos pertenece. La cultura de los tiempos que vivimos solo será nuestra, solo estará viva si ésta se plantea la vida de la sociedad en que vivimos en toda la magnitud de su contradicción principal, y en todas sus contradicciones colaterales provocadas por la ola del grupo burgués y aristocrático que conforma el núcleo real de poder, y protege sus intereses, poniendo al pueblo trabajador precio a la baja en el vaivén financiero que le sostiene. A cada sistema de producción le corresponde un sistema, un modelo cultural. La cultura que se nos vende, he dicho que se nos vende, es mercantilización de las ideas conservadoras, que enferma a quien la sigue puesto que le deja inerme para acercarse a un arte que le modifique y que le impulse, que modifique el entorno y genere un espíritu crítico, consciente de aspirar a la conciencia del pueblo trabajador. Hoy por hoy esa alternativa se encuentra combatida muy eficazmente por la burguesía, aunque se ve obligada en ciertas ocasiones ha comerse algún sapo e intentar, después, quitarle el fondo para dar la impresión de que no hay nada más allá de su norma. Centenarios y más centenarios ¿pero cuál es la palabra de las personas celebradas? Ha pasado el centenario del nacimiento de Miguel Hernández. Quienes le han buscado, quienes han batallado por él han puesto a Miguel en toda su extensión y han mostrado su vida en continuo crecimiento en pos del objetivo transformador personal y social: defender la causa republicana, acabar con el atraso y la corrupción monárquica, impulsar al pueblo a construir una sociedad justa, y por tanto una sociedad en la que el capitalismo y la cultura capitalista, el mercantilismo del trabajo y las ideas no sean más que un residuo de la sociedad anterior. Miguel Hernández era republicano y comunista, lo que quiere decir antimonárquico y anticapitalista. Su historia, desarrollo social y personal, lucha política, actividad poética y militar, derrota y asesinato, la recorremos en «Miguel Hernández. La voz de la herida», nos metemos en Miguel Hernández entero. En unos días conmemoramos el 80 aniversario de la República, y Miguel es su emblema irrefutable.

La República, cercada y sin oportunidades, y su hijo Miguel Hernández, el pueblo trabajador, evolucionaron juntos. La República se hundía con la derecha y se superaba con la izquierda. Y Miguel tenía sus crisis y la realidad social le hacía más consciente. Un punto de inflexión le vendrá dado el 6 de Enero de 1936 como consecuencia de la detención que sufrió por la guardia civil en San Fernando de Henares (Madrid) y el maltrato que le propinaron en el cuartel. Enterado Pablo Neruda emprende una protesta colectiva de los intelectuales, la protesta alcanza la calle y los represores se ven obligados a dejarle libre. La enseñanza completa le lleva a afiliarse al PCE diciendo a Alberti y a María Teresa León: «Estoy con vosotros. Lo he comprendido todo». De ahí al golpe militar los compañeros de la monarquía destronada salieron a asesinar para subir por la escala del terror hasta lo que harían el 17-18 de Julio: Jiménez de Asua, vicepresidente de las Cortes, socialista: asesinado. Manuel Pedregal, magistrado que había condenado a José Antonio Primo de Ribera: asesinado. Faraudo, capitán de la Guardia de Asalto: asesinado. Capitán Castillo: asesinado. Juanita Rico, de las Juventudes Socialistas: asesinada. Joaquín de Grado, Secretario de la Juventud Comunista Madrileña: asesinado. Atentado a la Casa del Pueblo. Atentado a Largo Caballero en su domicilio. Atentado contra la tribuna presidencial en la celebración del 14 de Abril. Atentado contra el abogado republicano Eduardo Ortega y Gasset. … Los corruptos que habían sido defenestrados, los explotadores del pueblo trabajador, los antirrepublicanos, querían volver para continuar poseyéndolo todo, negando al pueblo y enriqueciéndose a su costa. El golpe militar pondrá al pueblo en la defensa de la República, y Miguel Hernández, con pala, fusil y versos, la defiende. Tras su viaje a la URSS en Septiembre de 1937, acompañando a la representación española en el V festival de Teatro Soviético declara a la Gaceta de Moscu: «He venido al la URSS directamente desde el frente y al regresar a España volveré a las trincheras. Allí está mi puesto, allí está el lugar de cada español honrado, que no de palabra, sino de hechos, que se esfuerza por ver a su patria y a todo el mundo libre del fascismo».

Perdida la guerra y pasando de cárcel en cárcel conocerá en la de Palencia a Melquesidez, dirigente comunista que estuvo 24 años encarcelado, de quien pronto saldrá su libro «Una odisea en Alemania». En las cárceles se ocupó de enseñar a sus compañeros, los animaba, repartía todo lo que le llegaba; Melque cuenta que Neruda le enviaba por mediación de otras personas 50 pesetas, y Miguel, conforme le eran entregadas en vales de la cárcel, las daba para la caja común; Melque añade que Miguel nunca tuvo nada suyo. Su compromiso político en la cárcel queda recogido en el libro «Miguel Hernández. La voz herida» cuando José María de Cossio, Dionisio Ridruejo y Ernesto Giménez Caballero van a verle a la cárcel de Ocaña para plantearle que si reniega de su ideología y se cambia de chaqueta, si se pasa al fascismo, será indultado. Los anteriormente amigos le empujan a la traición, entonces «… Miguel cogió del brazo a Giménez Caballero, le llevó hasta la ventana que daba al patio de la prisión -coincidiendo con la hora de paseo de los presos- y le dijo: «Mira, Ernesto, estos son mis camaradas, con ellos he luchado, con ellos sufro la derrota, y con ellos me quedo, porque sin ellos no soy nada». El franquismo quería tener de su parte una pieza de la cultura tan importante como Miguel Hernández, el poeta revolucionario, el poeta del pueblo, pero al no conseguir su objetivo y no poderle fusilar por la imagen internacional que ya tenía optó por dejarle morir de tuberculosis.

En el libro le vemos cambiar, construirse, vemos su amor, el hijo muerto, el que sobrevivió, sus estancias en Madrid y Orihuela, la sociedad en marcha en la que se hizo. Toda la ayuda de Josefina, comida, medicamentos, atenciones, no pudieron romper el camino que sus asesinos le habían trazado: «Miguel morirá a no ser que le internen en el sanatorio de Porta Coeli de Valencia, reservado a los pacientes que proceden del bando fascista». Le trasladan a Port-Coeli cuando ya no hay solución posible. Una semana más tarde, el 28 de Marzo de 1942, murió Miguel Hernández. Ha pasado el Centenario sigamos homenajeando a Miguel y tomando su palabra como la fuerza que sintetiza experiencias.

Título: Miguel Hernández. La voz herida.

Autores: David Becerra Mayor y Antonio J. Antón Fernández.

Editorial: El Páramo.

Ramón Pedregal Casanova es autor de «Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios», editado por Fundación Domingo Malagón y Asociación Foro por la Memoria (asociacion.foroporlamemoria@yahoo.es)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.