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Mijaíl Bakunin: Revolución para la libertad

Fuentes: Rebelión

El pasado 30 de mayo se cumplieron dos siglos del nacimiento de Mijaíl Aleksándrovich Bakunin, uno de los personajes esenciales en los comienzos del anarquismo. Las ideas colectivistas y federalistas que defendió en su madurez son bien conocidas, como lo es su largo cautiverio en Rusia y su fuga, o su polémica posterior con Karl […]


El pasado 30 de mayo se cumplieron dos siglos del nacimiento de Mijaíl Aleksándrovich Bakunin, uno de los personajes esenciales en los comienzos del anarquismo. Las ideas colectivistas y federalistas que defendió en su madurez son bien conocidas, como lo es su largo cautiverio en Rusia y su fuga, o su polémica posterior con Karl Marx. Sin embargo, otros aspectos de su vida lo son mucho menos. Mijaíl Bakunin, que vive entre 1814 y 1876, en el fervor del romanticismo, reúne en él un cúmulo de contradicciones que parece imposible encajar. Es un aristócrata revolucionario, un filósofo idealista que evoluciona hasta acabar encontrando el sentido de su existencia en las luchas obreras, un apóstol de la libertad que no duda en organizar cuando lo cree necesario sociedades secretas donde imperaba la más estricta obediencia, un profeta de la religión de la humanidad capaz de caer en ocasiones en clichés racistas.

Bakunin se nutre al principio de metafísica alemana, pero descubre luego la revolución y le entrega su vida; recorre entonces Europa en todas direcciones, olfateándola como hace un sabueso con su presa. Fue un pensador profundo y llegó a concebir un nuevo orden social basado en la libre federación de asociaciones de trabajadores, pero su reflexión estuvo siempre volcada en la praxis del momento. Eso explica su larga evolución del eslavismo al anarquismo, del nacionalismo burgués al internacionalismo proletario. Y fue de los pocos que vieron claramente que un socialismo autoritario podría fácilmente transformarse en una atroz forma de explotación. En este sentido, hay varios textos suyos que resultan estremecedores por lo que hay en ellos de profético.

Enamorado de la revolución, al ver en ella la única vía posible para la liberación del ser humano, no cree sin embargo Bakunin que esta tenga que ser necesariamente violenta, y considera la posibilidad de una «evolución gradual» en el caso poco probable de clases dirigentes dispuestas a admitir reformas democráticas que socaven sus privilegios. Y llegada la gran hora, tiene claro que son las instituciones las que han de ser destruidas y que ello ha de hacerse con el mínimo derramamiento de sangre. Encontramos en él también al pionero de un sindicalismo horizontal y adaptado a las circunstancias de cada lugar. Su énfasis en un socialismo basado en la libertad, la solidaridad y la autogestión dota de una enorme actualidad a su pensamiento.

Humanamente, fue un personaje extraordinario, como comprobará el que lea los datos biográficos que siguen. Con un carácter noble y franco, ajeno a cualquier doblez, nunca tuvo un enemigo que pensara que lo era para siempre, si descontamos el Imperio austriaco. Sobre su vida amorosa se ha discutido mucho, pero es probable que jamás mantuviera lo que se suele llamar relaciones sexuales completas. Era un ángel de 1,90 m de estatura y 120 kg, en sus últimos años, con ojos claros de un azul grisáceo y barba y melena enmarañadas, un visionario con una mente privilegiada, al que podemos contar entre los que mejor intuyeron en aquella época cómo era posible transformar el mundo en un lugar habitable, y al mismo tiempo un niño dispuesto a confundir continuamente, en los trajines de la vida cotidiana, sus deseos con la realidad.

Rusia 1814-1840

Mijaíl Aleksándrovich Bakunin nace en 1814 en una familia de propietarios rurales. Su abuelo había comprado en 1779 la finca de 500 almas de Pryamújino, a orillas del Osuga, en la provincia de Tver. En ella, su hijo Aleksandr, que en su juventud viajó por Europa y vivió bastantes años en Italia, y su esposa Varvara criaron diez vástagos que recibieron en la pila bautismal los nombres de Liubov, Varvara, Mijaíl, Tatiana, Aleksandra, Nikolái, Iliá, Pável, Aleksandr y Alekséi. Mijaíl, el mayor de los chicos y un líder natural idolatrado por todos, es enviado en 1828 con catorce años a San Petersburgo, la capital, para preparar el ingreso en la escuela de cadetes de artillería. A pesar de los conflictos y desencuentros que aquí se relatarán, Mijaíl siempre guardará un gran recuerdo de su padre, culto y afable, que despertó en él «el amor por la naturaleza y el sentimiento de lo bueno y lo bello», como reconoce en una de sus cartas.

En San Petersburgo, Mijaíl vive en casa de una hermana de su padre, progresa adecuadamente y consigue el nombramiento de alférez de artillería en enero de 1833. Inteligente y tímido entre extraños, su único defecto es la innata capacidad para acumular deudas que lo acompañará toda su vida y entonces se manifiesta por primera vez. Tiene amores con una prima lejana y cuando estos son desaprobados por sus tíos se distancia de ellos. En agosto de 1833 regresa a la casa paterna tras casi cinco años de ausencia que lo han convertido en un hombre. Su felicidad entre los suyos es completa, aunque pronto se desata un conflicto. Cuando se entera de que Liubov, la mayor de las hermanas se ha prometido por imposición paterna con un ricachón al que no ama, lidera la revuelta contra la vieja generación. Se consigue que la boda no se realice, pero las relaciones entre padres e hijos quedan dañadas.

De regreso en la capital, Mijaíl deja de lado los estudios y se dedica intensamente a la vida social, con lo que a primeros de 1834 es expulsado de la academia y enviado a un regimiento en la frontera polaca. En él se siente como encerrado en una ratonera, pero aprovecha las largas horas ociosas para leer. En enero de 1835, durante un viaje de servicio a Tver visita Pryamújino y decide abandonar el ejército con un vago pretexto de enfermedad y el consiguiente disgusto de su padre. Las influencias familiares logran que sea «dado de baja del servicio a petición propia y por falta de salud.»

En marzo viaja a Moscú con dos de sus hermanos y allí comienza a relacionarse con Nikolái Stankévich (1813-1840), padre del romanticismo ruso. Se manifiesta ya por entonces una aversión al amor sexual que será una característica de su personalidad toda su vida, al tiempo que madura la idea de sentirse llamado para alguna misión extraordinaria aún sin concretar. En una visita de Nikolái a Pryamújino, este convence a Mijaíl de la necesidad de profundizar en el conocimiento de la metafísica alemana, con lo que la emprenden con Kant y su Crítica de la razón pura, mientras Nikolái no pierde el tiempo con Liubov, la mayor de las Bakunin. Al comienzo de 1836, Aleksandr Bakunin, anciano y casi ciego, pide a su hijo mayor que siente la cabeza e ingrese en el servicio civil, pero este no desea de ninguna manera un gris destino de funcionario. Escapa a Moscú y ante el ultimátum de su padre, rompe con él. Se ganará la vida como profesor de matemáticas y seguirá sus estudios filosóficos.

En aquella época, con Nicolás I (Nicolas Garrote) en el trono y tras la represión de la revuelta decembrista de 1825, el espíritu liberal de Rusia se había refugiado en Moscú, donde destacaban dos círculos intelectuales: el capitaneado por Aleksandr Herzen (1812-1870) y Nikolái Ogariov (1813-1877), más comprometido políticamente, y el que lideraba Nikolái Stankévich, más filosófico-literario. Al segundo es al que se aproxima nuestro Mijaíl, y trama en seguida amistad con Visarión Belinski (1811-1848), llamado a ser el gran crítico literario de su generación, al tiempo que estudia (Fichte es su mayor influencia por entonces), hace vida social y acumula deudas que no se preocupa mucho en pagar.

Decepcionado de sus relaciones femeninas, Mijaíl regresa a Pryamújino en mayo de 1836 buscando la compañía de sus queridas hermanas. Él es en estos momentos un perfecto romántico, habitante de un mundo ideal que su propio yo llena a rebosar y dispuesto siempre a afrontar empresas sublimes o que tal se lo parecen. En el verano, Belinski visita Pryamújino y es convertido rápidamente por Mijaíl al sistema fichteano, que adopta con entusiasmo. Se gana, sin embargo, la animadversión del viejo Bakunin con sus alabanzas a la Revolución francesa y al enamorarse Tatiana de él, los celos de Mijaíl son tan feroces que le hace la vida imposible. Mijaíl permanece en Pryamújino hasta noviembre, cuando no soporta los reproches que su padre le dirige (con razón) como instigador de un intento de fuga a Moscú de los tres hermanos menores, colegiales en Tver.

En 1837 se rompe el noviazgo de Liubov y Nikolái Stankévich, debido a la indecisión de él y también a su enfermedad. Ese mismo año, Mijaíl comienza un estudio intensivo de la filosofía hegeliana, en la que halla una «racionalidad» que piensa que podrá liberarlo del «sentimentalismo estéril» de Fichte. Este es el año también en que bajo su influencia, su hermana Varvara se distancia de su marido y emprende un viaje a Alemania. Acompañarla era el sueño de Mijaíl, pero la carencia de presupuesto le obliga a renunciar a ello. La amistad con Belinski, deteriorada en Pryamújino, se reanuda cuando en un alarde de sinceridad, Mijaíl reconoce haber actuado movido por los celos.

En 1838 Mijaíl tiene algunos escarceos sentimentales que no cristalizan en nada serio, y firma su primer trabajo filosófico, que aparece en la nueva revista de Belinski, El observador de Moscú. Es sobre Hegel, naturalmente, y en él este es presentado como el instrumento para abandonar los mundos abstractos e irreales y redescubrir «la bella realidad rusa». Evidentemente, este Bakunin no es todavía el definitivo. En poco tiempo rompe con Belinski y deja de colaborar en su revista. Visarión analiza certeramente en sus cartas la personalidad de Mijaíl en esta época: fuerza, brillantez, idealismo y, al mismo tiempo, fanfarronería, soberbia, falta de escrúpulos y necesidad de influir en los que le rodean, lo que con sus hermanas resultaba a veces penoso.

Los meses que siguen son de dudas y desaliento para Mijaíl. Reside largas temporadas en Pryamújino y busca un entendimiento con sus padres, a los que ayuda en la gestión de la propiedad. Sus lecturas son voraces y variadas. Viaja a Petersburgo para tratar de conseguir el divorcio de Varvara, y hace de intermediario en el frustrado noviazgo entre Aleksandra, la menor, y su amigo y mecenas, Botkin. A finales de 1939, trata en Moscú a Herzen y Ogariov, aunque no se aprecia que sus ideas sean influenciadas por ellos en aquel momento. Hace vida social y su prepotencia y su arraigada capacidad para gastar el dinero ajeno le granjean enemistades. Sufre solitario, se autocritica severamente y ve en el conocimiento filosófico la única redención posible, lo que lo empuja cada vez más a Alemania, la patria del espíritu que lo nutre.

Con financiación de su padre, al que promete que regresará hecho una lumbrera, y Herzen, consigue al fin dinero para realizar su sueño, aunque sus últimos días en la capital, donde embarca con destino a Lübeck el 30 de junio de 1840, están oscurecidos por un episodio desagradable. El caso es que meses antes en Moscú, Mijaíl había presenciado una escena comprometida entre María, la mujer de Ogariov y un tal Katkov. Cuando comentó su descubrimiento a sus amigos, provocando el consiguiente escándalo, Katkov había jurado vengarse, y aprovechó para hacerlo al encontrarse en San Petersburgo esos días y saber que Mijaíl visitaría a Belinski. Así, lo espera en casa de este y lo insulta llamándole canalla y eunuco. Sigue una pelea y un conato de duelo que Mijaíl esquiva proponiendo que se realice en Alemania «debido a la severidad de las leyes rusas sobre el particular.»

Europa occidental 1840-1847

En Berlín aguarda a Mijaíl la noticia de la muerte de Stankévich en Italia en los brazos de su hermana Varvara. A los pocos días conoce a Iván Turguénev (1818-1883), jovencísimo pero peregrino ya por Europa desde hace años. Los dos congenian enseguida, asumiendo Mijaíl el papel de mentor que hasta entonces había desarrollado Stankévich, y convirtiéndose Iván, en justa correspondencia, en fuente de fondos para Mijaíl. La silueta de los dos muchachotes rusos enzarzados en su charla se hace pronto habitual por Unter den Linden y vías aledañas. Varvara viaja a Berlín para reunirse con su hermano.

Ese invierno, Iván y Mijaíl estudian intensamente con Werder, discípulo-sucesor de Hegel, fallecido nueve años antes, y Schelling, pero sin olvidar la vida social: veladas literario-filosóficas y conciertos del idolatrado Beethoven con la amplia colonia rusa en la que pronto aparece Katkov (aparentemente nadie recuerda nada) y los alemanes que se les unen. En agosto de 1841, Pável, el más afín a Mijaíl de todos los hermanos, llega a Berlín para estudiar allí filosofía junto a él.

Varvara regresa a Rusia en junio de 1842 para reconciliarse con su marido, no sin una oposición de Mijaíl que provoca el distanciamiento entre los dos hermanos, y Pável, que no había demostrado ningún interés por los estudios, hace lo propio en noviembre. Turguénev está también en Rusia y es además atado corto por su madre en lo que a dinero se refiere, con lo que ha dejado de prestar su apoyo financiero a Mijaíl. Este está solo por primera vez en su vida y comprende sin embargo que su destino no está ya ligado a su patria y su familia.

1842 es el año de la conversión de Mijaíl Bakunin al credo revolucionario. Llega a él por la influencia de hegelianos como Arnold Ruge o Ludwig Feuerbach, que están reinterpretando el sistema del maestro en el sentido de que la dialéctica de lo real no favorece el conservadurismo, sino la revolución, que queda así armonizada con la razón. En el verano de ese año, Mijaíl se establece en Dresde y allí publica con un seudónimo francés, en el Deutsche Jahrbücher, el periódico de Ruge «La reacción en Alemania», que contiene una lectura revolucionaria de Hegel. Este trabajo le gana la admiración de Herzen y lo reconcilia con Belinski. Ya en esta época, Mijaíl comienza a leer a los socialistas franceses, como Saint Simon, Fourier o Proudhon, cuyas utopías se le antojan más reales y prácticas que toda la metafísica alemana de la que hasta ahora se ha nutrido.

En 1842, Mijaíl se hace amigo, en una visita de este a Dresde, de Georg Herwegh, que el año anterior había publicado sus Poemas de un hombre vivo. Estos lo habían convertido en uno de los escritores más conocidos, junto a Heinrich Heine exiliado en París, de los «jóvenes alemanes» que defienden los ideales democráticos. Georg va a pasar a ocupar en el corazón de Mijaíl el hueco que dejó la partida de Turguénev, y cuando es expulsado de Alemania, lo seguirá a su exilio, estableciéndose los dos jóvenes en Zúrich a principios de 1943. Allí mientras Herwegh prepara su boda con una rica heredera, Mijaíl lee con devoción a George Sand, pero pronto se abaten sobre él graves problemas económicos cuando sus deudas se hacen excesivas y lo reclamado por Ruge desde Dresde lo amenaza ya con la cárcel. Se ve obligado a recurrir in extremis a Turguénev y a Pryamújino, que salvan a duras penas la situación.

Ese año conoce también Mijaíl a Wilhelm Weitling, un sastre alemán que llevaba una vida errante de revolucionario y acababa de publicar Garantías de la armonía y de la libertad, un furibundo alegato contra el estado y en defensa de una nueva sociedad que prefiguraba los ideales anárquicos. La influencia de estas opiniones sobre Mijaíl fue enorme, pues por primera vez en su vida percibió la revolución no como un objetivo filosófico, sino como una realidad práctica que es necesario construir aquí y ahora. Weitling es perseguido, y al aparecer el nombre de Mijaíl Bakunin en sus papeles, informada la embajada rusa, se incoa contra él un proceso criminal que lo condena en rebeldía a trabajos forzados en Siberia.

Mijaíl huye al ser requerido por la embajada rusa para volver a su patria y se establece en Bruselas con Adolf Reichel, un buen amigo de Dresde, músico de profesión. En marzo de 1844 pasará unos días en París y en el verano se muda allí en compañía de Reichel. La ciudad era entonces la Meca de la revolución y en ella conoce a todo tipo de socialistas y se afilia a la masonería. Trata a Karl Marx (1818-1883), cuyo talento de economista admira profundamente, así como su entrega a la causa del proletariado, pero desde el principio la diferencia de caracteres hace difícil la amistad entre los dos hombres: «Él me tildaba de idealista sentimental y tenía razón. Yo le llamaba arisco, vanidoso y falso, y yo también tenía razón.»

Conoce además a Pierre Joseph Proudhon (1809-1865), al que considerará siempre uno de sus maestros. De él tomará el federalismo que está en los cimientos de su pensamiento político, y en este caso la influencia fue mutua, pues Mijaíl instruyó a su amigo francés en las posibilidades revolucionarias de la filosofía de Hegel. En esta estancia en París, Bakunin trata también a Ogariov, que abandonado por su mujer llevaba una vida errante, y a Herzen, Belinski, Turguénev, absorbido ya por Paulina Viardot, y Herwegh, olvidado de sus ideas radicales y alternando con la mejor sociedad. Tras su proscripción en Rusia, ya no tiene Mijaíl noticias de Pryamújino, lo que le duele enormemente, e intenta hacer llegar misivas a Tatiana y Pável.

A finales de 1847, sus actividades a favor de la liberación de Polonia del yugo ruso, que él explicaba como una lucha paralela a la del propio pueblo ruso contra la autocracia zarista, le acarrean la expulsión de Francia y se establece en Bruselas otra vez. Circulaba por entonces el calumnioso rumor de que Bakunin era en realidad un agente del gobierno ruso. En Bélgica, trata de nuevo a Marx y su círculo, a los que describe «abstraídos en una teorización intolerante y ajena a la realidad». En febrero de 1848, con el estallido de la revolución en París, le falta tiempo a Mijaíl para regresar a Francia.

El año revolucionario 1848

Los del comienzo de la revolución de 1848 fueron, en palabras de Herzen, los días más felices de la vida de Bakunin. El sueño de una Europa convertida toda ella en una república federal parecía entonces al alcance de la mano. Mijaíl vive y trabaja vertiginosamente mientras la subversión se extiende por Europa (Italia, Austria, Alemania…). Viendo que sólo en Rusia no prende la llama, el 31 de marzo parte para Poznan, con la misión de levantar Polonia contra el zar. En Berlín es detenido y se le autoriza sólo a ir a Breslau, donde pasa el mes de mayo recibiendo malas noticias de estancamiento de la revolución en Francia y Alemania. Los planes de los patriotas polacos tampoco avanzan y las buenas nuevas sólo vienen del sur. En Viena hay otro alzamiento popular el 15 de mayo y el emperador huye a Innsbruck. Hungría y Chequia son virtualmente independientes y en Praga se convoca un congreso eslavo. Allí está ya Bakunin el 3 de junio.

Los trescientos cuarenta delegados reunidos plantean una compleja red de intereses nacionalistas y democráticos en conflicto en un contexto de dominio imperial de Austria y Rusia. Bakunin se propone como objetivo fundir los nacionalismos eslavos en un ideal paneslavo al que luego inyectar savia y espíritu revolucionarios. Certeramente ve, contra lo que algunos opinaban, que los grandes enemigos de esta libre federación de pueblos eslavos son los susodichos imperios. Bakunin queda en minoría con sus ideas ante el predominio de visiones mucho más moderadas y tras participar en la revuelta de obreros y estudiantes checos que estalla en el mes de junio, al ser aplastada esta, huye a Berlín, donde pasa el verano de 1848.

El 6 de julio, la Neue Rheinische Zeitung, el periódico de Marx, publica la información calumniosa de que Mijaíl Bakunin es un espía ruso, citando como fuente George Sand, que envía después un desmentido al mismo periódico. Expulsado sucesivamente de Prusia y Sajonia, Mijaíl pasa los últimos meses del año revolucionario en la pequeña localidad de Koethen y en diciembre aparece su Llamamiento a los eslavos, que contiene su filosofía política en ese momento. Esta puede resumirse en tres puntos:

1) La burguesía, que en los primeros meses de ese año había coqueteado con la revolución, había acabado después masacrando al proletariado, con lo que quedaba caracterizada como una clase esencialmente reaccionaria. Sigue Bakunin fielmente a Marx en este punto.

2) La condición fundamental de la revolución en Europa oriental es la destrucción del Imperio austriaco, que puede permitir la instauración de una federación de pueblos eslavos libres. Prefigura esto de alguna forma lo ocurrido en 1918, aunque la idea fue recibida con protestas por Engels en la Neue Rheinische Zeitung.

3) El campesinado estaba llamado a ser (específicamente el ruso) un elemento clave de la revolución. Este es un sueño que fructificaría en 1917. Bakunin señala en este sentido los gloriosos antecedentes de Stenka Razin y Pugachov.

En los primeros meses de 1849, Mijaíl vive sucesivamente en Leipzig, Praga y Dresde, desde donde trata de organizar pequeñas sociedades secretas bajo su control que aceleren la revolución, sobre todo en Chequia. En Dresde conoce a Richard Wagner (1813-1883), cuyo arte impresiona al melómano Bakunin. Wagner lo describe así en sus treinta y cinco años de edad: «Todo en él era colosal y lleno de exuberancia primitiva y de fuerza (…) Era sencillamente imposible contrarrestar sus ideas y opiniones, expuestas siempre con la máxima convicción y traspasando, en todas las direcciones, los límites, incluso los más extremos, del radicalismo.»

A primeros de mayo de 1849 estalla una insurrección popular en Dresde, al oponerse el rey de Sajonia a la constitución federal que había propuesto para Alemania la Asamblea Nacional de Fráncfort y la Dieta sajona había aprobado. Hay muertos en las calles, aunque es una revolución en la que dominan los elementos burgueses y ello provoca el desdén de Bakunin en un principio. No obstante, cuando comprueba la impericia revolucionaria de los sublevados, no resiste la tentación de ofrecer su ayuda a la que no deja de ser una revuelta contra el orden establecido.

Lo que sigue es simplemente trágico. Se organiza una resistencia desesperada contra las tropas prusianas que se acercan para «restablecer el orden», pero a la hora de la verdad casi todos huyen. Entre los que se quedan está Heubner, uno de los miembros del gobierno provisional establecido, un pangermanista que por coherencia personal decide asumir su compromiso constitucional hasta el fin, y Bakunin, este sólo por no dejar a Heubner en la estacada. Se retrata aquí el Quijote que era en el fondo de su alma Mijaíl Aleksándrovich. Cuando la resistencia es vencida, los dos son detenidos.

En la boca del lobo 1849-1861

Bakunin es encarcelado en Dresde y después en Königstein. Es tratado con consideración, lee, estudia inglés y matemáticas y asiste a las sesiones del juicio. En enero de 1850 es condenado a muerte junto a Heubner. No obstante, al existir demandas de extradición de Austria y Rusia, es entregado primero a las autoridades austriacas y el 14 de junio está ya en la ciudadela de Praga, donde es recluido en el monasterio de S. Jorge. En marzo de 1851 es trasladado a la fortaleza de Olmütz. Allí la comida mejora, pero es encadenado a la pared de la celda.

Tras un breve proceso, el 15 de mayo es condenado a morir en la horca, y la pena es inmediatamente conmutada a cadena perpetua. Sin embargo, esa misma noche parte para Rusia. Seis gendarmes y veinte cosacos se hacen cargo de él en la frontera y cambien los grilletes austriacos por otros sólidamente rusos. Luego afirmó haberles dicho en cuanto les vio: «Bien muchachos. Me alegro de haber regresado a mi tierra…, aunque sólo sea para morir en ella.» La respuesta del oficial fue comunicarle que no le estaba permitido hablar.

El 11 de mayo de 1851 (pasamos a la cronología rusa), es recluido en la fortaleza de Pedro y Pablo. En toda la Europa que anhelaba la libertad se sigue con interés su suerte, aunque el paso del tiempo va haciendo que sólo unos pocos amigos fieles lo recuerden. Hasta julio, nadie comenta a Mijaíl las intenciones que hay para con él y es por entonces cuando el conde Orlov, primer ayudante de campo del zar, se presenta en su celda y le propone que escriba una «completa confesión de todas sus culpas» al emperador, no como la haría a un juez, sino a un padre espiritual.

La Confesión, que está terminada en dos meses y no será dada a conocer hasta 1921 por Víctor Serge, narra los detalles de la vida de Bakunin desde su salida de Rusia hasta su detención, y expresa el más profundo arrepentimiento por sus pensamientos y actos «ridículos, insensatos, presuntuosos y delictivos.» Aparte de esto, el leitmotiv del texto es un vehemente odio a todo lo alemán y un paralelo amor a todo lo eslavo. La motivación obvia es un intento de ganarse la benevolencia del zar en cuyas manos estaba, aunque también es cierto que introduce conceptos «peligrosos», como su admiración por el proletariado francés de febrero de 1848 o la necesidad de libre opinión en Rusia. Termina pidiendo que se le envíe a Siberia, pues el encierro inactivo se le hace intolerable y que se le permita ver por una única y última vez a su familia.

Nicolas I leyó y anotó la Confesión. Se conservan sus comentarios al margen, que revelan complacencia por cómo el famoso revolucionario que había zarandeado los tronos de Europa se prostraba ante él tan humildemente. Decidió atender su segunda petición y como el viejo Aleksandr Bakunin de 83 años y ciego, no podía hacer el viaje, Nikolái y Tatiana visitaron a Mijaíl a finales de 1851. Ver a los que amaba tiernamente «devolvió la paz y el calor a su corazón.» Tatiana, marcada por un idilio frustrado con Turguénev, estaba algo enferma y había vivido en Crimea tratando de restablecerse. Ahora cuidaba a sus padres. De los otros hermanos, Varvara estaba con su marido y Aleksandra, la más guapilla de las Bakunin, casada con un oficial, era una ejemplar madre de familia numerosa. Los chicos habían seguido cada uno su camino, dominando funcionarios y terratenientes, aunque con el estallido de la guerra de Crimea, muchos de ellos ingresarían en el ejército. Nikolái y Alekséi pasaron sendas temporadas en Pedro y Pablo por proponer medidas que se juzgaron liberales en exceso.

De 1852 a 1854, Mijaíl recibe visitas de Tatiana y Pável. Las notas que consigue entregarle a ella indican su auténtico estado de ánimo en estos momentos, pues su correspondencia era censurada. Se sentía desesperado, «enterrado vivo», condenado a la impotencia y a la vez consciente de que se acercaban tiempos decisivos para la humanidad en los que daría lo que fuera por participar. En 1854, con la guerra inminente y el temor a bombardeos ingleses, Bakunin es trasladado a la fortaleza de Schlüsselburg, a orillas del lago Ladoga. En diciembre de ese año muere su padre y su madre lo visita poco después. El estado deplorable de su hijo, que había padecido escorbuto y perdido los dientes estimula su instinto maternal y dedicará todos sus esfuerzos a tratar de mejorar su suerte con gestiones ante el nuevo zar, Alejandro II, en las que hizo valer sus influencias.

En febrero de 1857, cuando ya acariciaba la idea del suicidio, se le permite a Mijaíl ir desterrado a Siberia. En el camino, visita Pryamújino, donde se han reunido su madre y hermanos para recibirlo. Menos Aleksandr y Pável, todos lo verán allí por última vez. Fue una experiencia dolorosa. El joven apasionado y pletórico de vida e ideas regresaba ahora como un hombre envejecido de cuarenta y tres años, vigilado por gendarmes que lo llevaban al destierro.

Tras dieciocho días de viaje, sus acompañantes lo dejan libre en Omsk y vuelven a la capital. Mijaíl se establece en Tomsk y allí conoce a los Kwiatkowski, una familia de comerciantes polacos afincados en Siberia, a algunos de cuyos miembros da clases de francés. Con la mayor de las hijas, Antonia, contraerá matrimonio a finales del verano de 1858. Antonia Kwiatkowski era una hermosa muchacha de dieciocho primaveras, de carácter apacible y sin excesivas inquietudes intelectuales.

Entra ahora en acción también un importante personaje, Nikolái Muraviov, primo segundo de Bakunin y gobernador general de Siberia oriental. Este funcionario, altamente estimado pues acababa de conseguir la anexión a Rusia de amplios territorios al norte y oeste del río Amur, era además un liberal comprometido sinceramente con las reformas del comienzo del reinado de Alejandro II. Los dos primos se conocen a finales de 1858 y la simpatía es mutua y profunda. Muraviov será el protector de Bakunin y este verá en él el líder capaz de derrotar a Austria y reunir a los eslavos oprimidos por su yugo. Mijaíl llegó a publicar tres largas cartas en defensa de Muraviov en La campana, la revista que Herzen editaba en Londres, en respuesta a una campaña contra su amigo y bienhechor.

Cuando Muraviov es sustituido en 1861 por Aleksandr Dondukov-Kórsakov, con una de cuyas primas acababa de casarse Pável Bakunin, Mijaíl ya lleva desde 1859 en Irkutsk, donde trabaja de viajante de comercio. La libertad de movimientos de que goza le hace concebir un arriesgado plan y el 5 de junio de 1861, parte de Irkutsk y baja a Nikolaievsk, en la desembocadura del Amur, desde donde con escala en Japón, consigue llegar a San Francisco el 14 de octubre. Tras viajar a Nueva York vía Panamá, allí se embarca y el 27 de diciembre lo tenemos en Liverpool.

Como solía ser habitual en sus actividades, la huida de Bakunin fue subvencionada por desinteresados préstamos de sus amigos: los viejos, como Herzen, y los nuevos, como un clérigo inglés que conoció en el barco que lo llevaba a California, o el comerciante ruso que financió su viaje de «negocios» por el Amur. Respecto a las responsabilidades penales por su fuga, el hecho de que las más altas instancias estuvieran de alguna forma implicadas, hizo que apenas fueran depuradas.

Resurrexit 1862-1863

En la tarde del 27 de diciembre de 1861, Bakunin irrumpe en la residencia londinense de Herzen cuando este y Ogariov se disponen a cenar. Natalia, segunda esposa del segundo y amante del primero, que acababa de dar a luz gemelos, reposaba en un diván. El saludo de Mijaíl fue: «¡Así que tenemos ostras para cenar, eh…!» La situación en Europa que sus amigos le describen no es como para inspirar ánimos al viejo revolucionario; en trece años, las ascuas prendidas se han enfriado completamente. En Austria, Francisco José reina tranquilo en su trono y hasta en Rusia, Alejandro II ha promovido reformas que le han ganado fama de liberal.

Bakunin colabora en La campana, aunque el distanciamiento llega en seguida cuando queda claro que su ideario rebasa el del moderado Herzen. Hay que decir que este había sufrido un gran trauma personal por las relaciones de su esposa, Natalia (1814-1852), con Georg Herwegh. El enfrentamiento de Herzen y Herwegh había incluido notas a la prensa y la constitución de un «tribunal de honor» y había acabado involucrando a toda la intelectualidad liberal europea. Mijaíl siempre fue un niño grande y eso hizo que pronto fuera apodado entre los Herzen Big Liza, por sus afinidades psicológicas con la pequeña Liza, la hija de tres años de Ogariov (Herzen).

La fuga de Bakunin se había hecho famosa en todo el mundo y recibe ofertas para escribir libros que podían haber aliviado su situación económica, pero siempre tiene cosas más importantes que hacer y la financiación de sus actividades estará como es habitual a cargo de sus amigos. De Rusia llega la triste noticia de la muerte de Varvara y Mijaíl desarrolla una intensa relación epistolar con Natalia, la esposa de Pável. Trata también de conseguir que Antonia se reúna con él y al fin lo logra. En febrero de 1863 ella sale de Rusia, comprometiéndose por escrito a no regresar nunca más.

En 1862 y 1863, Bakunin realiza diversos intentos de predicar la revolución en Rusia, y así obtiene el apoyo de La campana para el grupo «Tierra y libertad», que dirigía Serno-Soloviévich y había conseguido extenderse por varias ciudades rusas. No obstante, el acontecimiento más señalado de estos años es la participación de Bakunin en la sublevación polaca que estalla en enero de 1863 y en cuya preparación había tenido cierto papel. En febrero parte para ayudar sobre el terreno y termina sumándose a la expedición del vapor inglés Ward Jackson, liderada por el coronel Lapinski, que transportaba más de doscientos hombres, aunque la traición del capitán del barco hizo que no alcanzara su destino.

El 8 de abril está en Estocolmo y allí se le une Antonia, que había llegado a Londres unos días antes y había recibido de Herzen una fría acogida que Mijaíl, tan dado a olvidar las ofensas a él dirigidas, no le perdonará nunca. Esta revuelta, en la que los objetivos democráticos y emancipadores iban demasiado unidos a reivindicaciones sobre territorios con poblaciones mayoritarias de otras nacionalidades, hizo que Bakunin se distanciara de los patriotas polacos. La gran sublevación eslava se veía cada vez más lejana, pero había otros campos de acción en los que su instinto revolucionario le haría centrarse enseguida.

En Estocolmo, Bakunin disfruta de una enorme popularidad en los ambientes liberales, y se entrevista con el rey Carlos XV, aunque la llegada del hijo mayor de Herzen, Sasha, dio lugar a conflictos de liderazgo y escenas tensas. En octubre de 1863, los Bakunin abandonan Suecia y poco después se produce una difícil reunión en París con Herzen. Las diferencias de estrategia y objetivos políticos, e incluso personales, tras lo ocurrido con Sasha, auguraban una tormenta, pero no se llegó a la ruptura entre ellos.

La Francia bonapartista no era un lugar idóneo para las actividades de Bakunin, mientras que en Italia existía un activo partido radical. Era este el único sitio de Europa donde se habían logrado victorias en la lucha contra Austria, su particular bête noire; y era además un país barato. Allí se establecen Mijaíl y Antonia en enero de 1864.

Italia 1864-1867

Tras visitar en la isla de Caprera a Garibaldi, que siempre fue un ídolo para Bakunin, este jura a su esposa que antes de un mes hablará italiano. La pareja se establece en Florencia, donde lleva una existencia tranquila. En un viaje a Londres, el 3 de noviembre de 1864, Mijaíl tiene su última entrevista personal con Karl Marx, que acababa de jugar un papel esencial en el lanzamiento de la I Internacional. Luego, este comenta por carta a Engels la grata impresión que le ha producido el amigo ruso y buscará epistolarmente su apoyo para la expansión de la Internacional en Italia.

En Florencia, Bakunin trabaja en la constitución de una Hermandad Revolucionaria, una sociedad secreta que trata de reclutar voluntarios para la difusión de sus ideas. De esta época es también la ruptura de Mijaíl con cualquier forma de religión y su conversión a un culto a la humanidad que será desde entonces una de las bases de su filosofía. En mayo de 1865, los Bakunin dejan Florencia para pasar unos días en Sorrento con Pável y su esposa Natalia, que viajaban por Italia. Tras este encuentro, se establecen en Nápoles.

En la ciudad del Vesubio, Bakunin prosigue la búsqueda de miembros para su Hermandad, llamada ahora Hermandad Internacional, en la que consigue enrolar a dos personajes que serán importantes en nuestra historia y la del anarquismo: el ingeniero y arquitecto Giuseppe Fanelli (1827-1877), destinado a ser el introductor de estas ideas en España, y el abogado Carlo Gambuzzi (1837-1902). La vida de Bakunin era generosamente financiada en esta época por Zoé Obelinski, princesa rusa de simpatías liberales e inmensa fortuna.

El Catecismo revolucionario (1865) que Mijaíl escribió como programa de su hermandad es un valioso documento que refleja su evolución ideológica, caracterizada por un alejamiento del nacionalismo como factor revolucionario y la reivindicación de «una sociedad basada en la libertad, la razón, la justicia y el trabajo.», y construida con una estructura federal y democrática, con igualdad económica entre los individuos y desaparición de la herencia. Las vendas iban cayendo de sus ojos y si en 1849 cayó la de la «burguesía revolucionaria», ahora lo hacía la del «nacionalismo revolucionario».

En agosto de 1867, los Bakunin se transladan a Suiza, donde ya se había instalado la princesa Obolenski; Herzen y Ogariov también estaban allí. Influyó además el hostigamiento policial sobre Mijaíl. Hay que decir que en esta época, Antonia y Carlo Gambuzzi habían comenzado una relación amorosa que fue asumida con «naturalidad» por todos, y de la que a Mijaíl aparentemente nunca se le ocurrió sentir celos.

Suiza 1867-1876

En septiembre de 1867 se inaugura en Ginebra un congreso que aspiraba a ser el «Tribunal de la Democracia Europea» con una nutrida representación de la burguesía liberal de todo el continente. A él asisten Bakunin y Ogariov, que por aquella época ya vivía con Mary Sutherland, la exprostituta inglesa que traerá paz a los últimos años de su vida. Herzen estaba en Niza con Natalia Ogariov. Bakunin elegido para el Bureau ejecutivo sube a la tribuna y es abrazado calurosamente por Garibaldi, provocando un aplauso emocionado de todos los reunidos.

En su discurso, Bakunin se declara enemigo de todos los estados centralistas y sostiene que la constitución de unos estados unidos de Europa, que se perfilaba como el objetivo del congreso sólo podría lograrse a través de la libre federación de las unidades sociales, a partir del municipio. El congreso consigue poner en marcha una institución denominada «Liga de la Paz y la Libertad» que se reunirá anualmente, pero las discrepancias ideológicas entre los asistentes hacen que de la resolución final aprobada fueran excluidos todos los aspectos polémicos, quedando sólo una vaga declaración de intenciones.

En los meses siguientes, Bakunin se establece en Berna y regresa al círculo de los íntimos de la princesa Obolenski, al que se habían incorporado buen número de revolucionarios rusos exiliados. Trabaja en la conversión de la Liga a los principios federativos socialistas y ateos que él propugna, pero aunque se marca un éxito en la primavera de 1868, con la publicación de un programa que recoge estas ideas, el segundo congreso de la Liga, celebrado puntualmente en septiembre, se niega a adherirse a ellos. Bakunin y los miembros más radicales se ven obligados a abandonarla. A mediados de octubre de 1868, Mijaíl y Antonia se instalan otra vez en Ginebra.

Tras este traspiés, Bakunin organizó la denominada «Alianza Internacional de la Democracia Socialista», en la que se congregaron sus partidarios y que consiguió crear secciones en Lyon, Marsella, París, Nápoles, Madrid y Barcelona, las dos últimas merced a un viaje de Fanelli a España en el que encontró terreno abonado para las ideas que predicaba. El objetivo era que estas secciones se integraran en la Internacional conservando cierta independencia, pero al negarse esta posibilidad desde Londres, en la primavera de 1869, la sección ginebrina de la Alianza se reorganizó como sección de la Internacional, mientras las demás secciones se disolvían.

La I Internacional, liderada por Marx, había alcanzado un buen desarrollo y gran influencia en los ambientes obreros en este tiempo, y ahora se convertía en el escenario natural para Bakunin y los que compartían sus ideas. De hecho él ya había solicitado el ingreso en la sección ginebrina de la internacional el verano pasado. En otro orden de cosas, en el otoño de 1868, Antonia había dado a luz una niña que los próximos a la familia pensaban que era hija de Gambuzzi. A principios de 1869, Bakunin traba amistad con James Guillaume (1844-1916), un profesor y sindicalista de las montañas del Jura, en la Suiza francesa, que en poco tiempo será el más eficaz de sus colaboradores.

El cuarto congreso de la Internacional, que se celebró en Basilea en septiembre de 1869, fue el único al que asistió Mijaíl. Uno de los asuntos discutidos fue el Derecho de herencia y el hecho de que la propuesta de abolición patrocinada por él alcanzara más votos que la de simple regulación, avalada por Marx y el Consejo general, fue un toque de atención para los que hasta entonces habían dirigido sin contratiempos mayores la Internacional. A finales de octubre de 1869, un nuevo embarazo de Antonia invita a buscar un lugar discreto para pasar el invierno y la familia se establece en Locarno, en un alojamiento con una hermosa vista sobre el lago.

1869 es también el año en que Mijaíl conoce a Serguéi Necháev (1847-1882), un revolucionario que acababa de huir de Rusia. Este se presenta como delegado de un comité revolucionario ruso inexistente y consigue la colaboración de Bakunin para una serie de folletos de propaganda. Además, logra su apoyo para hacerse con los fondos Bajmétiev, una donación que era custodiada por Ogariov y Herzen. En el verano de 1870, cuando sus mentiras comienzan a hacerse evidentes y acosado por la policía, Necháev se establece en Londres. Mijaíl, engañado y estafado, envía cartas a todos sus conocidos poniéndoles en guardia contra él. Necháev pensaba que todo estaba permitido a un revolucionario en su lucha y sirvió de inspiración para Piotr Verjovenski, el protagonista de Demonios de Dostoievski.

En 1870 fallece Aleksandr Herzen (enero) y estalla la guerra franco-prusiana (julio). La derrota francesa en Sedán (septiembre) dio lugar a una situación revolucionaria en Lyon, donde los partidarios de Bakunin tenían cierta fuerza. Allí llega él el 15 de septiembre y se pone al frente de un proceso en el que la buena disposición de las masas y algunos de sus líderes no contó con el apoyo militar necesario para imponerse a la reacción. La revuelta fracasó, aunque fue el toque de clarín para muchas otras que culminaron en la Comuna de París del año siguiente. Mijaíl huye a Marsella, y a finales de octubre está de regreso en Locarno, profundamente abatido y sin dinero para satisfacer las necesidades más apremiantes. En agosto de 1871, cuando Giuseppe Mazzini (1805-1872), eterno enemigo del socialismo, ataca la Comuna de París, se lanza en su defensa con un brillante panfleto que aparece en italiano y francés.

En el verano de 1872, Antonia, con sus dos hijas, parte para Rusia a ver a su familia tras el fallecimiento del único hermano que le quedaba. Mijaíl en ese tiempo se relaciona con jóvenes exiliados rusos y de otras nacionalidades eslavas y se establece en Zúrich, donde un día sobresalta a todos la noticia de la detención de Necháev en esa misma ciudad. Considerado como un delincuente común, en breve es extraditado a Rusia, donde fallecerá, heroicamente, todo hay que decirlo, en la fortaleza de Pedro y Pablo en 1882.

Por lo que respecta a la Internacional, el campo estaba fragmentado entre Inglaterra y Alemania por un lado, que apoyaban a Marx, y los países latinos, partidarios de Bakunin, por otro, con Suiza dividida: el Jura con Bakunin y Ginebra con Marx. Los dos bandos van a verse las caras en el congreso de la Haya, en septiembre de 1872, único al que asistieron Marx y Engels. En él, se utilizan actos deshonrosos de Necháev, en los que la implicación de Bakunin era muy dudosa, para lograr su expulsión y la de Guillaume. Se decide también trasladar el Consejo general a Nueva York, lo que suponía dar el tiro de gracia a la institución. Esta se disolverá en julio de 1876.

La noticia de las expulsiones llega pronto a Zúrich, y allí van recalando bakuninistas de diversas nacionalidades, optándose por convocar un congreso anti-autoritario en Saint-Imier en el Jura para el 15 de septiembre. Se celebra este con asistencia de representantes de federaciones suizas, francesas, italianas, españolas y norteamericanas, y deciden rechazar las decisiones de la Haya y constituirse en unión libre de federaciones de la Internacional. En octubre, Bakunin regresa a Locarno y en poco tiempo las disensiones entre sus seguidores eslavos de Zúrich acaban aburriéndolo y alejándolo de ellos.

Se concentra en sus escritos y 1873 es el año en el que aparece Estatismo y anarquía, que contiene una síntesis de su pensamiento político y fue publicado en ruso e introducido clandestinamente en su patria. En este tiempo, su salud se había deteriorado bastante. Su enorme apetito no había disminuido, ni su afición al beefsteak, su plato favorito, que combinaba en Italia con maccheroni o risotto cocinados, eso sí, con una generosa capa de grasa, pero su corazón estaba enfermo, retenía líquidos, padecía asma, que le impedía dormir, y jadeaba al menor esfuerzo.

Lo angustiaba además a veces a la idea de ser detenido y extraditado a Rusia, y se propone por ello como objetivo conseguir la ciudadanía helvética. En octubre de 1873 publica su Carta a mis camaradas de la Federación Jurásica, en la que proclama a los cuatro vientos su abandono de toda actividad política. Tiene entonces la suerte de que por esas fechas Carlo Cafiero, uno de sus discípulos, que acababa de heredar una cuantiosa fortuna, ponga esta a su disposición para que compre una propiedad. Esta le dará el aire de respetabilidad necesario para lograr su objetivo y servirá de refugio para revolucionarios de todo el mundo prófugos por sus ideas.

La propiedad elegida resulta ser una hermosa finca denominada la Baronata, cerca de Locarno, y con la despreocupación habitual de nuestro Mijaíl en temas pecuniarios, en ella irá a enterrarse en breve la fortuna de Cafiero para desesperación de este. No obstante, la situación se complica aún más cuando Bakunin propone a Cafiero que Antonia venga con sus tres niños (el tercero había nacido al poco de llegar a Siberia), sus ancianos padres y su hermana a establecerse en «el paraíso» de la Baronata, diciéndole además a ella que este paraíso se había comprado con la parte de la herencia familiar que los hermanos de Mijaíl le habían al fin entregado. Cafiero dice que sí a todo, de momento.

En julio de 1874 están ya los viajeros en Locarno, pero la situación es explosiva; Antonia no era muy apreciada por la mayor parte de los discípulos de Bakunin. Cuando Cafiero por fin se enfada, Mijaíl le hace entrega de la propiedad e incapaz de decir la verdad a Antonia, emprende un penoso viaje a Bolonia, donde está a punto de estallar una sublevación, con la esperanza de lograr allí una muerte honrosa. Fracasado el intento revolucionario, Bakunin regresa a Suiza y sufre al comprobar que todos le reprochan su conducta irresponsable, incluido Guillaume. Son días muy dolorosos, pero al fin llega una carta de Antonia que lo invita a reunirse con ella en Lugano. El 7 de octubre de 1874 están juntos.

Le quedan a Mijaíl menos de dos años de vida que pasará con estrecheces económicas como siempre, entretenido en lecturas y estudios, y con la irritación que le produce el triunfo de la reacción por toda Europa. Fiel a sí mismo hasta el fin, cuando hay indicios de que sus hermanos le abonarán su parte de la herencia, se lanza a comprar una finca cerca de Lugano, Villa Bresso, que bautiza Villa Bakunin. Allí se trasladan en diciembre de 1875, pero se acumulan las deudas y ante un desahucio inminente, la única alternativa es la instalación de todos en Nápoles con Gambuzzi. Como es necesario un visado que permita establecerse en Italia al viejo revolucionario, con el fin de conseguirlo, Antonia parte para allí en junio de 1876.

Tras la marcha de su esposa, Mijaíl acude a Berna a despedirse del músico Adolf Reichel y su mujer, María, y el médico Adolf Vogt, que lo trataba de sus múltiples males. Ante la gravedad de su estado, Vogt lo lleva al hospital y allí fallece Mijaíl Bakunin el 1 de julio de 1876. El día 3 fue enterrado. Era un hermoso día de verano y sus compañeros y amigos hablaron ante la tumba, aunque Guillaume estalló en sollozos en medio de su discurso. Antonia, informada por un telegrama, llegó a Berna unos días más tarde.

Los resortes del alma

La biografía Mijaíl Bakunin invita a algunas reflexiones. Nada sabemos sobre las causas de su abstención del amor físico, pero tal vez podamos intuir algo sobre sus consecuencias. Fuera cual fuese el desencadenante: un trastorno orgánico o una experiencia infantil traumática, el resultado podría haber sido una neurosis grave de la que la vida de Bakunin no aporta evidencias. Esto no fue así porque desde muy joven desarrolla una poderosa capacidad de sublimar estos impulsos. ¿En qué dirección?

Sorprende desde la juventud de Bakunin su obsesión por «liberar» a las personas que están sometidas a una imposición sexual contra sus deseos (incluso dentro del matrimonio). Es esta una «manía» que se repite con sus hermanas Liubov (recordemos la primera trifulca familiar) y Varvara, y luego con Johanna Pescantini por ejemplo. En una carta a Pável fechada en París el 29 de marzo de 1845, le dice: «Amar es querer la libertad, la completa independencia de otro. No se puede amar verdaderamente más que a un ser perfectamente libre. (…) Querer, al amar, la dependencia de aquel a quien se ama, es amar una cosa y no un ser humano, porque no se distingue el ser humano de la cosa más que por la libertad; y si el amor implicase también la dependencia, sería la cosa más peligrosa y la más infame del mundo, porque sería entonces una fuente inagotable de esclavitud y de embrutecimiento para la humanidad.»

Esta obsesión por la libertad es en él poderosa porque se nutre de su libido más profunda. A lo largo de su vida, su inteligencia no hace más que desarrollar este impulso, extendiéndolo al conjunto de los seres humanos y desentrañando lúcidamente los obstáculos que se oponen a esta libertad. Después de su entrevista de noviembre de 1864, Marx escribe a Engels sorprendido en este sentido: «Debo confesarte que me gustó mucho, mucho más que anteriormente. Es una de aquellas pocas personas que durante estos dieciocho años han caminado hacia delante, no hacia atrás.» Su trayectoria vital consiste en ir quitando espantajos que enmascaran este anhelo profundo de libertad y acabar perfilando el sueño de una sociedad de hombres federados capaces de desarrollar al máximo sus potencialidades.

Nota sobre la bibliografía consultada

Para este artículo he usado sobre todo la biografía de E. H. Carr: Mikhael Bakunin (1937; versión castellana de 1970 en Ediciones Grijalbo, trad. de G. Gayá Nicolau), que contiene una aproximación detallada al hombre y sus ideas. Tan detallada, que cuando el autor se ensaña con el protagonista, los datos aportados son tan claros que permiten al lector formarse su propia opinión. Si se quiere más información sobre Herzen, Ogariov y otros personajes notables de la trama, Los exiliados románticos del mismo autor es una lectura muy recomendable, por su caudal de información y por la lectura absorbente que regala. Son estos probablemente los mejores libros de Carr, que vivió entre 1892 y 1982 y fue uno de los historiadores más influyentes del siglo XX, y también uno de los de prestigio más discutible. Liberal en su juventud, con una biografía muy crítica sobre Marx: Karl Marx: A Study in Fanaticism de 1934, se convierte luego en quasi-marxista y en un defensor extremado y acrítico de la Unión Soviética en libros como The Russian Revolution: From Lenin to Stalin (1917-1929) de 1979. Propagandista en los años 30 de la política de apaciguamiento con Hitler, viaja en 1937 por la Unión Soviética y la Alemania nazi, y luego defiende ambos regímenes en una conferencia en Chatham House, definiendo Alemania como «…almost a free country». La seducción del poder era en su caso extrema, aunque en sus trabajos se muestra muchas veces un riguroso y amante coleccionista de datos.

De la monumental biografía en tres volúmenes que Max Nettlau dedicó a Bakunin existen sólo cincuenta copias manuscritas que él envió a las principales bibliotecas del mundo y esperan su difusión en la era de internet. Nettlau es autor también de diversos esbozos biográficos sobre Bakunin. Este artículo se ha enriquecido con la lectura del incluido en The political philosophy of Bakunin, (1953; versión castellana de 1990 en Alianza Editorial, traducción de Antonio Escohotado). Este libro tiene la virtud además de presentar una colección de escritos de Bakunin hábilmente escogidos e hilvanados por Grigori P. Maksímov y que constituyen un magnífico compendio de sus ideas políticas y filosóficas. Trae además otro estudio sobre Bakunin debido a Rudolf Rocker.

Anarchist portraits de Paul Avrich (Princeton University Press, 1988), contiene tres capítulos sobre Mijaíl Bakunin que resultan imprescindibles para comprender su pensamiento político y su relación con Serguéi Necháev. El análisis de una carta de Bakunin a Necháev de junio de 1870, en la que desaprueba sus métodos, es importante para desmontar la insidiosa y funesta maraña de mentiras tejida en torno a la relación entre los dos personajes.

Biografía de Miguel Bakunin de James Guillaume nos regala la impresión y el sentimiento de uno de sus principales colaboradores (Ediciones Halcón, 1968).

Eslavismo y anarquía , editado por Antonio Elorza (Espasa Calpe, 1998), tiene la principal virtud de reunir textos de diversas épocas, incluida su Confesión, que muestran la evolución del pensamiento de Bakunin.

Conversaciones con Bakunin de Arthur Lehning (Anagrama, 1999) contiene una recopilación de documentos, cartas e informes de distintos autores que ayudan a perfilar el carácter y el pensamiento de Bakunin.

Otras biografías de Bakunin que han sido consultadas son las incluidas en los siguientes libros:

Carlos Díaz.- Las teorías anarquistas (Zero, 1976).

Heleno Saña.- El anarquismo, de Proudhon a Cohn-Bendit (Índice, 1976).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.