Pancartas y carteles con las consignas “No passaran”, “Feixistes fora del barri” o “Fora nazis”; gritos de “Que visca la lluita de la classe obrera”, “València será la tomba del feixisme” y “Guillem Agulló la lluita continua”.
Cerca de mil personas se concentraron el 12 de octubre –en medio de un notable dispositivo policial-, contra una marcha fascista que tuvo lugar el mismo día en las calles de este barrio de Valencia. La movilización de rechazo se saldó con tres antifascistas detenidos, que tras pasar la noche en la comisaría de Zapadores fueron puestos en libertad con cargos, informó la organización antirrepresiva Alerta Solidària. Los vecinos se sumaron a la protesta frente a la ultraderecha con una cacerolada en los balcones.
La concentración fue convocada por asambleas y organizaciones del barrio, unidas en la campaña Benimaclet Lliure d’odi, 12-O res a celebrar. Cuatro días antes, portavoces de Benimaclet lliure odi leyeron –en rueda de prensa- un manifiesto que destacaba cómo en la barriada “no se celebrará ningún genocidio colonialista, sino todo lo contrario” y denunciaba la presencia de “fanáticos totalitarios residuales y violentos” con banderas españolas; el auge de estos grupos, añade el documento, se produce en un contexto de crisis múltiple y con la complicidad de los mass media.
En el manifiesto, al que se adhirieron más de 125 entidades y asociaciones del País Valenciano, también se reivindicaba la memoria antifascista y en defensa de la vida; ejemplo de estos principios fue Guillem Agulló, joven antirracista asesinado en 1993 por un grupo de neonazis en el municipio de Montanejos (Castelló); otra víctima del odio, recuerda la campaña, fue Lucrecia Pérez Martos, migrante dominicana asesinada en 1992 por cuatro ultraderechistas en el distrito de Aravaca (Madrid). Benimaclet lliure d’odi subraya la impunidad con la que actúan los grupos fascistas y neonazis; por ejemplo el 9 de octubre de 2017 (oficialmente Día de la Comunitat Valenciana), estos grupúsculos atacaron en Valencia –en medio de la inacción policial- a ciudadanos que participaban en la manifestación de las organizaciones nacionalistas, independentistas y de izquierda, que días después exigieron la dimisión del delegado del Gobierno, Juan Carlos Moragues, del PP.
El pasado 12 de octubre fue España 2000 el partido de ultraderecha que convocó una marcha por Benimaclet; según anunciaron, para “exigir la dimisión del actual gobierno social-comunista” del estado español. Así, unas 50 personas desfilaron por las calles del barrio con antorchas, al son de tamboriles e indumentarias negras; durante el recorrido, con la protección de la Policía Nacional, se exhibieron las banderas de la España franquista, el Reino de Valencia, La Falange y Juventud Nacional, además de la cruz celta, simbología nazi y alguna camiseta con el logotipo White Lives Matter. También increparon y amenazaron a vecinos que –a pie de calle, en balcones o azoteas- protestaban contra la marcha fascista.
Se da la circunstancia que la Ley de Memoria Democrática del País Valenciano, de 2017, establece en el Artículo 40 que las administraciones públicas “prevendrán y evitarán la realización de actos efectuados en público que entrañen descrédito, menosprecio o humillación de las víctimas o de sus familiares, exaltación de la sublevación militar o del franquismo”.
Días después de la escenificación ultra, Benimaclet lliure d’odi hizo público un comunicado sobre los hechos, titulado “Crònica d’una impunitat anunciada”. Denunciaron que la delegada del Gobierno en el País Valenciano, Gloria Calero, del PSOE, autorizara la llamada marcha de las antorchas, en la que, de manera impune, “se hizo apología del nazismo con gritos de Sieg Heil, alzando el brazo y glorificando el asesinato de Guillem Agulló”. Criticaron, asimismo, que el tripartito gobernante en el País Valenciano –PSPV-PSOE, Compromís y Podemos- se posicionara a posteriori a favor de las protestas antifascistas, pero no reaccionaron cuando los vecinos pidieron la prohibición de la marcha.
Los activistas calificaron el operativo policial de “desmesurado” (un vecino entrevistado por este redactor contabilizó un helicóptero, al menos 30 vehículos policiales y 120 agentes antidisturbios, “que bloquearon el barrio y rodearon en actitud intimidatoria” la protesta popular). El comunicado de las asociaciones informó de registros, identificaciones y retenciones de los agentes a los vecinos, mientras que, por otro lado, “el grupo de fascistas marchó por el barrio escoltado y con la ayuda activa de la policía”.
En la concentración vecinal y las asambleas previas participó Emilio, agricultor de 26 años que cultiva una parcela de 100 metros cuadrados en el Centre Social Okupat i Anarquista (CSOA) L’Horta de Benimaclet. Destaca la “respuesta contundente” del barrio (“a la provocación ultra”), impulsada por el movimiento popular “sin que ninguna organización concentrara el protagonismo”. Asimismo “se decidió no dar el nombre del partido fascista convocante, para no darle publicidad”. Emilio destaca la presencia en la protesta antifascista de Liliana Cordova, hija de supervivientes y luchadores judíos contra el nazismo, activista a favor de Palestina y contra el sionismo.
El barrio de Benimaclet cuenta con 23.300 habitantes, la mitad tiene menos de 45 años y, según el Padrón Municipal, el 17% ha nacido fuera del estado español. El segmento mayor de las viviendas (3.921) data de los años 60 del siglo pasado y el 66% de la actividad económica procede, hoy, del comercio y los servicios. Municipio independiente de la capital hasta 1882, la actual barriada conserva en buena parte su identidad, con un núcleo histórico –incluida la tipología de vivienda agrícola- catalogado como Bien de Relevancia Local (BRL).
Benimaclet “es un barrio de convivencia y diverso, en el que la población migrante se ha integrado”, resalta el joven labrador. También subraya la importancia del tejido asociativo; de hecho, a la jornada Benimaclet lliure d’odi, 12-O res a celebrar se sumaron desde locales de negocio y asociaciones como el Cau Muixeranguer hasta el CSOA l’Horta y Acció Antifeixista. Como ejemplo de este potencial colectivo, Emilio apunta las movilizaciones contra el proyecto urbanístico de la inmobiliaria Metrovacesa, que plantea la construcción de 1.345 viviendas nuevas y torres de hasta 30 alturas en Benimaclet.
“La concentración antifascista fue más tensa por el despliegue policial, pero la jornada tuvo un carácter lúdico e inclusivo; participaron las familias y convivió gente de diferentes generaciones”, afirma Marta, estudiante de 21 años, vecina del barrio y miembro del colectivo Arada de memoria feminista. Además de la concentración antifascista y la cacerolada, Benimaclet lliure d’odi organizó, el 12 de octubre por la mañana, un mural en la Plaça de Benimaclet con las niñas y niños del barrio y la actividad apthapi “res a celebrar”; por la tarde, un taller de serigrafía.
Marta estuvo en el trivial feminista, con 60 personas distribuidas en siete grupos. “Todas aprendimos mucho, incluso la gente militante no conocía a mujeres de países que, en el Sur global, se enfrentaron a la represión de Occidente”; como Ochy Curiel, activista dominicana y teórica del feminismo decolonial; Micaela Bastidas Puyucahua, que luchó en el siglo XVIII por la independencia peruana contra el imperio español; la escritora y feminista negra estadounidense bell hooks, que en su obra aborda la relación entre raza, clase y género; o Silvia Rivera Cusicanqui, socióloga y activista aymara que desde 1983 promueve en Bolivia los talleres de Historia Oral Andina.
La jornada tuvo precedentes. El 10 de diciembre de 2010 cerca de 500 personas se concentraron en la Plaça de Benimaclet con la consigna “Tots els colors, totes les cultures. Benimaclet diu no al racisme”. Respaldaron la convocatoria una veintena de colectivos y asambleas del barrio. Fue la respuesta a la manifestación de España 2000, que tuvo lugar el 19 de noviembre en el barrio, encabezada por una pancarta con el lema “Limpiemos Valencia. No a la droga. No a la delincuencia. No a la inmigración ilegal”. Tres días después, unos 15 miembros de grupos ultraderechistas insultaron y amenazaron (en algunos casos de muerte) a personas que se hallaban dentro del Centre Social Terra de Benimaclet.