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300 organizaciones apoyan la manifestación contra la escalada ultraderechista y por las libertades

Miles de ciudadanos se manifiestan en Valencia contra las agresiones fascistas

Fuentes: Rebelión

Varios miles de personas -al menos 8.000, según los organizadores- se manifestaron el sábado 28 de octubre por las calles de Valencia «contra el fascismo y por las libertades». Convocados a las 18,00 horas en la Plaza de San Agustín, los manifestantes gritaron consignas como «els carrers seran sempre nostres», «Fora feixistes dels nostres barris», […]

Varios miles de personas -al menos 8.000, según los organizadores- se manifestaron el sábado 28 de octubre por las calles de Valencia «contra el fascismo y por las libertades». Convocados a las 18,00 horas en la Plaza de San Agustín, los manifestantes gritaron consignas como «els carrers seran sempre nostres», «Fora feixistes dels nostres barris», «València serà la tomba del feixisme», «nazis no» o «visca la lluita de la classe obrera», al tiempo que mostraban banderas republicanas, comunistas, «estelades» independentistas o las rojinegras del anarquismo. La manifestación, que contó con la adhesión de 300 colectivos sociales, sindicatos, organizaciones ecologistas, feministas, culturales y partidos de izquierda, significaba una respuesta a las agresiones «fascistas», «machistas» y «xenófobas» ocurridas el pasado nueve de octubre en Valencia. La marcha reivindicativa estuvo acompañada por un fuerte dispositivo policial, incluida la presencia de un helicóptero. Además, los organizadores pidieron que la acción se desarrollara como un «bloque unitario», sin pancartas, panfletos o banderas que hicieran referencia a asociaciones y partidos.

Un vecino de Valencia de 53 años, que responde a las iniciales J.P., se retrotrae al final de la guerra de 1936 para explicar su presencia en la manifestación del 28 de octubre. «En Barcelona entraron las tropas fascistas en enero de 1939, en Valencia lo hicieron en marzo», recuerda. A partir de 1940 la capital valenciana se convirtió en una «prisión», y el Régimen del 78 representa una «prórroga del franquismo». Además, «los fascistas españoles tienen claro que -en un sentido nacional- Valencia es Cataluña, y por eso golpean con tanta rabia». ¿Qué hilos manejan el rebrote de la ultraderecha? Según este activista, «todo el fascismo que parece espontáneo está realmente orquestado por la Delegación del Gobierno». En la manifestación del sábado no se registraron incidentes, pese a la presencia de ultras con banderas de España y «blaveras» (enseñas coronadas y con la franja azul) acordonados por la policía en la Plaza de Alfonso el Magnánimo, en el tramo final del acto antifascista. En la Plaza del Ayuntamiento un individuo airado trató de acercarse al grueso de la marcha, mientras señalaba una enseña independentista al grito de «ésa es una bandera golpista».

Eva porta una pequeña pancarta con la leyenda «No pasarán» y las consignas en árabe. Se ha distanciado de otros activistas que también muestran lemas sobre un soporte de cartón: «Tots venim de Àfrica; ser feixista és estúpid» o «Never Again, stop fascism». Eva participa para reivindicar la libertad de expresión, y pide «que nunca más se produzcan agresiones por expresar opiniones libres». Vicente Reig, vecino de los Poblados Marítimos de Valencia, se ha acercado para defender «los derechos y libertades», mientras Fermín López resalta que la masiva presencia en las calles supone «una lección de civismo». Revisten mayor carga ideológica las palabras de Fina Albarán, quien considera importante la manifestación del 28-O pues «el fascismo necesita una respuesta popular y demostrarles que no tenemos miedo». Dice que su participación responde al hartazgo por la represión, «en todas sus variantes».

«Valencia serà la tomba del feixisme. No passaran», concluía el manifiesto hecho público unos días antes del 28-O. Lo s convocantes denunciaron que en la manifestación del pasado nueve de octubre -fecha en que se celebra la Diada Nacional del País Valencià- el fascismo se hizo visible en las calles de Valencia, «con la complicidad del Estado, sus cuerpos policiales y determinados medios de comunicación». Lo ocurrido ese día «no fue sólo una acción por parte de grupos o partidos de extrema derecha -como Yomus o España 2000-, sino que familias, niños y personas mayores participaron de las agresiones a través de sus cánticos, insultos y muestras de apoyo», apunta el manifiesto. Se escucharon además insultos como «puta», «guarra», «golfa» y amenazas del estilo de «¡Os vamos a matar», «mañana nos vemos en el trabajo» o «¡aneu-se’n a Catalunya!», en relación con el proceso que ha concluido en la declaración de independencia por parte del Parlament de Cataluña. En la marcha convocada por la Comissió Nou d’Octubre, en la que participan todos los años asociaciones culturales, partidos de izquierda y movimientos sociales, irrumpieron con palos y barras de hierro sujetos de extrema derecha, que exhibían banderas de España, «blaveras» y de simbología nazi. Ante la inacción de los efectivos policiales, los ultraderechistas propinaron puñetazos y patadas a ciudadanos que se manifestaban de manera pacífica.

La policía procedió a la detención de 13 personas -todas ellas actualmente en libertad- por los hechos mencionados. Según informó Europa Press, tras concluir la parte más importante de las investigaciones la Policía Nacional trasladó las diligencias a la Fiscalía Provincial de Valencia. La Red Española de Inmigración y Ayuda al Refugiado presentó asimismo una denuncia ante la Fiscalía para que se investigaran los ataques, según Europa Press; y lo mismo hizo el Movimiento contra la Intolerancia, ante la posibilidad de que las agresiones pudieran constituir un delito de odio por motivos ideológicos.

El 27 de octubre el periódico Levante-EMV informó que una decena de víctimas de la violencia fascista empezaron a interponer las primeras denuncias en los juzgados de Valencia, por lo sucedido el nueve de octubre; el rotativo aporta detalles de lo ocurrido, según los denunciantes, que se refieren a «unos 100-150 hombres de estética ultraderechista, algunos de ellos de gran envergadura y con tatuajes nazionalsocialistas, que irrumpieron en su mayoría con banderas españolas y vociferando brazo en alto consignas fascistas, españolistas, anticatalanistas y antivalencianistas». En un artículo publicado el 13 de octubre en el periódico digital Público, el periodista Joan Cantarero documentó la presencia de dirigentes muy destacados de la Peña Yomus (ultras del Valencia Club de Fútbol), el líder de la Peña Gandiblues (ultras del Gandía Club de Fútbol) y la organización regionalista Avant Albal (municipio de la comarca valenciana de L’Horta), que en su cuenta de twitter se define con el lema «No somos políticos profesionales; somos gente como tú».

Los movimientos sociales, las plataformas antifascistas y la izquierda política llevan décadas denunciando la impunidad de la ultraderecha en el País Valenciano. Uno de los últimos episodios ha tenido lugar con motivo del «Aplec de El Puig», convocatoria que reúne anualmente -el último domingo del mes de octubre- a organizaciones nacionalistas y progresistas. El pasado 17 de octubre el líder de España 2000, José Luis Roberto, apeló en su cuenta de Facebook a la presencia con banderas de España y «senyeres» del Reino de Valencia en éste, según sus palabras, «encuentro de catalanistas, independentistas y la extrema izquierda». Asimismo, una decena de ultras enmascarados participaron en una acción de acoso convocada por España 2000 y perpetrada el 19 de octubre frente al domicilio de la vicepresidenta del Gobierno Valenciano, Mónica Oltra; afirmaron defender la «unidad de España» y señalaron a la coalición Compromís, a la que pertenece Oltra, por estar «al servicio del separatismo catalán».

A finales de septiembre, en la víspera del referéndum del 1-O en Cataluña, la extrema derecha se dio cita en la Sociedad Coral El Micalet de Valencia, donde la Plataforma pel Dret a Decidir del País Valencià organizó un acto público. Un centenar de individuos emplazados a pocos metros del local exhibieron pancartas («todo separatismo es un crimen»), quemaron banderas «estelades» y profirieron gritos como «catalanistes terroristes» o «yo soy español», al ritmo del pasodoble del artista Manolo Escobar. Otro ejemplo de la escalada se produjo el mismo día en que la activista y diputada de la CUP, Anna Gabriel, participó en un acto en la Facultat de Geografia i Història de Valencia sobre el derecho a la autodeterminación. En el entorno de la universidad aparecieron pintadas en las que podía leerse «tiro a Anna Gabriel», además de simbología nazi.

El Sistema Estadístico de Criminalidad del Ministerio del Interior registró en el estado español 1.272 delitos de odio durante 2016, lo que incluye motivos ideológicos, racistas, antisemitas, creencias religiosas, aporofobia (odio al pobre), orientación sexual y de género. La estadística sitúa al País Valenciano en el quinto lugar de la ratio, con 127 casos, por detrás de Cataluña, Madrid, Andalucía y el País Vasco. En la estadística provincial, Valencia se sitúa en el cuarto lugar, con 78 casos.

Pero las razones políticas trascienden la gélida estadística. «Los aparatos del estado -tribunales, medios de comunicación y partidos de derecha- despolitizaron el asesinato de mi hijo», afirmó Guillem Agulló (padre). Su hijo Guillem, un joven militante independentista y antifascista del municipio valenciano de Burjassot, fue asesinado el 11 de abril de 1993 en Montanejos (Castellón), por un grupo de neonazis. Guillem Agulló tenía entonces 18 años. El único condenado por los hechos, a 17 años de cárcel, sólo cumplió cuatro en la prisión. Dos décadas después, en julio de 2015, el Tribunal Supremo confirmó las sentencias de la Audiencia Provincial de Valencia que habían absuelto a 17 acusados de pertenecer a la organización nazi «Frente Antisistema» (FAS). Los colectivos antirracistas y de izquierda que se personaron como acusación popular resaltaron un informe de la guardia civil, en el que se afirmaba que el FAS se financiaba mediante la venta de armas y otros «efectos» de ideología nazi por Internet. En la red ofrecían, según denunciaron las asociaciones, catálogos de armas prohibidas, además de propaganda nazi en la que se loaba la violencia.

El «blaverismo» es un fenómeno singular del País Valenciano; este movimiento sociopolítico se caracteriza por el «secesionismo» lingüístico (del valenciano respecto a la lengua catalana) y los planteamientos regionalistas y conservadores. Sobre este populismo fuertemente anticatalanista y de derechas pueden hallarse con facilidad ensayos y tesis doctorales. En el libro de 450 páginas «‘No mos fareu catalans’. Historia inacabada del blaverisme» (Universitat de Valencia, 2009), el escritor y periodista Francesc Viadel define al «blaverismo» como el «instrumento más eficaz del nacionalismo español en el territorio valenciano». En «La pesta blava» (Tres i Quatre, 1988), el sociólogo Vicent Bello sitúa los orígenes al final de la dictadura, «cuando en la pequeña burguesía afecta al franquismo fue creciendo la sensación de que se hundía su sistema de seguridades y creencias». Habían sido educados -sostiene Bello- en el anticomunismo, el ultracatolicismo y el españolismo; además esta pequeña burguesía se aferraba a valores como la familia, el trabajo y el rechazo al desorden. «Fue aumentando una irritación progresiva que se tradujo en acción política directa».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.