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Mi…»¿Querido?»… FBI (II Parte)

Fuentes: Cubadebate

Una larga historia de crímenes, desmanes y sucias actividades contra Cuba y otras víctimas inocentes Cuatro han sido, fundamentalmente, las misiones desarrolladas por el FBI contra Cuba en las últimas décadas, sirviendo como instrumento incondicional de la hostilidad de las administraciones norteamericanas para propiciar la caída de la Revolución. En primer lugar, el Buró ha […]

Una larga historia de crímenes, desmanes y sucias actividades contra Cuba y otras víctimas inocentes

Cuatro han sido, fundamentalmente, las misiones desarrolladas por el FBI contra Cuba en las últimas décadas, sirviendo como instrumento incondicional de la hostilidad de las administraciones norteamericanas para propiciar la caída de la Revolución. En primer lugar, el Buró ha vendido a su gobierno la falsa imagen de que Cuba se ha convertido en un paraíso de terroristas y delincuentes comunes, quienes son protegidos por el gobierno de la Isla. En segundo lugar, el Buró ha desarrollado en los últimos años una descomunal campaña contra el llamado espionaje cubano en Estados Unidos, totalmente parcializada y politizada, siguiendo procedimientos y métodos que solo se aplican a personas de nacionalidad cubana, sin la complacencia con la que tratan a espías de otras nacionalidades cuya peligrosidad para la seguridad nacional están debidamente probadas y tienen alta notoriedad. Por último, el FBI ha usado, entrenado y protegido, mediante los más abominables contubernios, a los grupos mafiosos y terroristas de origen cubano radicados en Estados Unidos, haciéndose de la vista gorda ante sus crímenes y tratándolos con una cómplice benevolencia. No podía faltar, por supuesto y, como elemento adicional, su comprometimiento en varias acciones terroristas contra la Isla, incluidos planes magnicidas contra el Comandante Fidel Castro.

Para nadie es un secreto hoy la confabulación de los feds en algunos de los 638 planes de atentado contra Fidel, teniendo el FBI el triste mérito de haber sido la precursora de las agencias norteamericanas en organizar el primero de ellos el 28 de diciembre de 1958, cuando infiltró en las serranías orientales de Cuba al agente del FBI, Allen Robert Nye, portando un fusil Remington con mirilla telescópica, calibre 30.06, y con la misión de asesinar al líder rebelde. Si bien el FBI ha participado de manera directa solo en algunos de estos planes magnicidas, distribuidos de la siguiente manera a los largo de las administraciones norteamericanas: Eisenhower (38), Kennedy (42), Johnson (72), Nixon (184), Carter (64), Reagan (197), George Bush padre (16) y Clinton (21), sin tener en cuenta aquellos que se han fabricado en el más absoluto silencio con posterioridad al 2007, ha recibido información sobre varios de ellos y ha hecho mutis al respecto, llegando a proteger, incluso, a los confabulados en estos criminales intentos.

De la misma manera, el FBI ha tenido conocimiento pleno de muchos de los casi cinco mil actos terroristas cometidos contra Cuba en estas décadas, que han provocado la pérdida de la vida a 3 478 víctimas inocentes, 2 099 lesionados y heridos, así como cuantiosas pérdidas materiales, sin que haya realizado decisivos y serios intentos por detener a los grupos terroristas que los han ejecutado. Tampoco ha parecido importarle que muchos de estos crímenes, casi 500 de ellos, se hayan realizado dentro de los EE UU y que fueran asesinados impunemente en su territorio cerca de 35 personas, incluidas el ex canciller chileno Orlando Letelier y el diplomático cubano Félix García Rodríguez.

La magnitud y la cantidad de los hechos criminales cometidos por los mafiosos terroristas de origen cubano en estas décadas, pone sobre el tapete el dudoso papel del FBI en su enfrentamiento. ¿Incapacidad o confabulación?, se preguntarán muchos. Por mi parte, como demostraré en esta serie de artículos, existieron siempre una clara confabulación y compromiso de tipo político y operacional entre los federales y los grupos mafiosos anti cubanos radicados en Miami, New Jersey y Nueva York. Muchos de estos terroristas, a la par que colaboradores del Buró, fueron leales empleados de otras agencias como la CIA y la DEA, así como ejecutores de la guerra sucia impuesta por EE UU contra Cuba.

Baste citar como ejemplo la investigación desarrollada por el Comité Church del Senado norteamericano en el año 1975, en la que se comprobó que varias agencias estadounidenses, entre ellas el FBI, se vieron involucradas en planes de atentado contra la vida de Fidel Castro. En un informe secreto al que tuvo acceso el citado Comité, fechado el 23 de mayo de 1967, se prueba que el entonces inspector general CIA, F.S. Earman, coordinó con el FBI el reclutamiento de personas para cumplimentar los planes magnicidas. Como resultado de estas coordinaciones inter agencias, Richard M. Bissell, jefe de operaciones encubiertas de la CIA, solicitó al entonces director de la Oficina de Seguridad de la CIA, el coronel Sheffield Edwards, la tarea de buscar a los ejecutores de los planes, siendo el enlace entre la CIA, el FBI y los mafiosos ítalo americanos John Roselli, Sam Giancana y Santo Trafficante, nada menos que el ex agente del FBI Robert Maheu.

El FBI, por orientaciones de su gobierno, presenta a Cuba como refugio de terroristas y delincuentes comunes

Cuba, que padeció durante cinco décadas el robo descarado de sus aeronaves por parte de delincuentes y batistianos, ha sido acusada injustamente de proteger a terroristas y secuestradores por parte de las administraciones norteamericanas y, particularmente, por los voceros del FBI. Parecen haber olvidado que en el período que medió entre 1959 hasta el 2001, fueron desviados al «país de las grandes oportunidades» nada menos que 51 aeronaves cubanas de distinto tipo, la gran mayoría de las cuales fueron virtualmente robadas por el gobierno estadounidense. Fueron contados con los dedos los secuestradores que recibieron algún tipo de pena judicial, ya que la gran mayoría de ellos fueron exonerados de cargos y recibidos como héroes por la mafia miamense.

Estados Unidos permaneció impasible ante estos hechos delictivos, irrespetando los dos Acuerdos de Extradición de 1904 y 1926 existentes entre ambas naciones, y solo tomó cartas en el asunto cuando el secuestro de aviones se volvió contra ellos en un efecto boomerang. Del estímulo descarado, se pasó a una real preocupación. Entre el lapso que medió entre 1968 y 1984 fueron desviadas a Cuba 71 aeronaves norteamericanas y de otras nacionalidades. Cuba, sin embargo, nunca se apropió de alguna de ellas y las devolvió de inmediato. Los secuestradores, por su parte, en un número de 69, fueron condenados por los tribunales cubanos a largas penas de prisión.

Fue tal la preocupación de las autoridades norteamericanas por el secuestro de sus aeronaves, no solo hacia Cuba sino hacia otras naciones, que implementaron una apresurada legislación en la que se enmarcada la figura del secuestro como acto de piratería, presionando a otros países y a organismos como la IATA y la OACI para crear una legislación internacional al respecto. Con Cuba, de manera particular, los EE UU firmaron un acuerdo bilateral para la devolución de secuestradores de aviones, irrespetado frecuentemente por la parte norteamericana.

Uno de los elementos de la política detractora contra Cuba fue la presentación el 11 de mayo de 1995 de una lista elaborada por el FBI, en la que se acusaba a la Isla de mantener bajo su protección a 78 delincuentes norteamericanos y de otras nacionalidades requeridos por la justicia estadounidense, mezclando en la misma, de manera deliberada, a un grupo de luchadores independentistas borinqueños y a la luchadores norteamericanos por la igualdad racial, con una mayoría de transgresores comunes de la ley.

La abultada lista, fruto de la invención de algunos oficiales del FBI incluye a personas que ni siquiera han estado en Cuba o se duda de su existencia. La lista existe, sin embargo, como instrumento de la sucia campaña ideológica anticubana, de la que se ha valido el Departamento de Estado para lanzar sus diatribas contra la Isla, provocando el enrarecimiento de las relaciones entre ambas naciones.

La lista de fugitivos del FBI está encabezada por Robert Lee Vesco, quien fuera acusado de fraude multimillonario por las autoridades norteamericanas y quien falleció en Cuba de un cáncer pulmonar el 23 de noviembre de 2007.

William Potts, quien en marzo de 1984 secuestró una aeronave norteamericana y la desvió a la Habana, y dijo pertenecer al Ejército de Liberación Negro, fue sentenciado por las autoridades cubanas a una larga condena por ese delito. Hoy se encuentra en Cuba tratando de regresar a su país.

Otro de los mencionados en la lista, Charlie Hill, quien fue acusado de asesinar a policía estatal en Nuevo México, devenido posteriormente en secuestrador de una aeronave en 1971, purgó también prisión en Cuba. Dijo pertenecer a un grupo secesionista negro denominado «New Afrika».

Otros dos norteamericanos acusados de secuestro, Ralph Goodwin y Michael Finney, ya fallecieron. El primero ahogado en el mar y el segundo de cáncer.

Sí se pudo comprobar ciertamente la presencia en Cuba de Víctor Manuel Gerena, hace algún tiempo, aunque se desconoce su destino actual, y de Luis Soltren, independentistas boricuas que han luchado a favor de la justa causa de su pueblo. En el caso del segundo de ellos, Luis Soltren, éste tomó la decisión personal de retornar a los Estados Unidos el 19 de marzo de 2010, enfrentando actualmente un proceso legal en ese país. En el caso de Gerena, éste es buscado en relación con un robo a mano armada de a una compañía de seguridad en West Hartford, Connecticut, en 1983. Fue miembro del Movimiento Independentista Revolucionario Armado Los Macheteros.

Otra de las personas de la lista del FBI es Assata Shakur (Joanne Deborah Byron Chesimard), activista del Black Liberation Army y tía del fallecido rapero Tupac Shakur, quien fue condenada a cadena perpetua por el supuesto asesinato el 2 de mayo de 1973 de un oficial de policía de Nueva Jersey. Shakur se fugó de la cárcel, donde había sufrido innumerables torturas, y escapó a Cuba en 1984, ocasión en que le fue otorgado el asilo político. A pesar de ser acusada por el Buró y de que su nombre haya sido incorporado el 2 de mayo de 2005 a la lista de Terroristas Buscados por el FBI, Assata ha recibido un amplio apoyo por parte de diversas organizaciones como la National Conference of Black Lawyers y Mos Def, así como varios grupos progresistas norteamericanos. Es autora del libro titulado «An Autobiography».

Otra luchadora norteamericana radicada en Cuba desde 1990 y buscada por el FBI es Nehanda Abiodun (Cheri Dalton), a la que se acusa de haber integrado el comando que liberó a Shakur y de haber cometido varios robos. Escritora incansable, sigue promoviendo una revolución socialista en Estados Unidos.

La abultada y vieja lista del FBI, ubica en Cuba, además de los ya mencionados, a los norteamericanos Eldridge Cleaver, James Patterson, Palm William, Teresa Grosso, William Brent, Clinton Smith, George Wright, Patrick Latortue, Montfort Ambrosa, Catherine Kerkow, Donald Rider y Francisco Teroll.

Asimismo, integran la lista del FBI los ciudadanos de origen cubano Richard Linares, Juan Marques, Orestes Bello, Cosme Iglesias, Bárbara Álvarez, Ofelia Bernardo, José Tuñón Bernardo, Ernesto Ferrero, Fidel Rego Otaño, Vicente Rego Otaño, Nacasio Delgado, Miguel Sánchez, Ricardo Coro, Rosalino Rodríguez Cabria, José Montero, Héctor Ochoa, Mario Fonseca, Divaldo Rojas Reyes, Wilfredo Oquendo, Eduardo Salgado, Roberto Salgado, Carlos Arias Valdez, Marino Samon, Rolando Cadenas, Silvio Cabrera, Crescencio Zamora, Sergio Rojas, Juan García, Robert Gracial, Ciro Granda, Santiago Guerra Valdez, Ramón Delgado, Brian Wilson, Héctor González, Daniel Abad, Joaquín Estrada Babin, Miguel Aguiar, Rogelio Leyva, Roberto Aguiar, José Caballero, Gilberto Calero, Miguel Toledo, Nelson Molina, Manuel Vargas Agüeros, Armando Díaz La Rossa, Esmeraldo Ramírez Castañeda, José García Sánchez, Pedro De Quesada, Rigoberto González Sánchez, Ramón Martín, Jesús Armenteros y Gilberto González Carrazana.

No podían faltar, igualmente, en la lista del FBI sobre presuntos delincuentes refugiados en Cuba, un grupo de ciudadanos de otros países como el colombiano Eduardo Jiménez, los dominicanos Payano Antajares y Félix Coolin, el ciudadano de Islas Vírgenes nombrado Ismael Ali y el italiano Rafaele Minichiello.

«Ni son todos los que son, ni están todos los que están«, reza un viejo refrán que puede ser endilgado a esta lista inventada por el FBI y que está llena de incongruencias y de nombres cuyos dueños se desconoce se encuentren en Cuba o hayan estado en la Isla alguna vez. Por abultada, es sospechosa y apócrifa como son los enredos calenturientos que se fabrican por trasnochados y bostezadores jefes del Buró desde sus oscuras y aburridas oficinas. Sin embargo, su existencia es una dañina y falsa acusación contra Cuba, que sirve de base a frecuentes ataques que la involucran injustamente como «paraíso» de delincuentes.

El manido tema del espionaje cubano en los Estados Unidos

Un coronel retirado de los servicios de contra inteligencia militar de Estados Unidos, Chris Simmons, se ha encargado de capitanear la actual campaña anticubana desarrollada por el FBI, la ultraderecha norteamericana y los representantes de los grupos mafiosos de Miami sobre una creciente actividad de espionaje cubano en Estados Unidos. Con la sobredimensionada fama de ser un «innato cazador de espías cubanos«, por haber participado en las operaciones de detección de la actividad de algunos supuestos agentes cubanos, se ha dedicado a confraternizar frecuentemente con los senadores de la intolerante ultraderecha contrarrevolucionaria de La Florida, Ileana Ros-Lehtinen, Mario y Lincoln Díaz-Balart, así como con notorios terroristas de la FNCA y del Consejo por la Libertad de Cuba, con vistas a lograr ese sucio propósito.

No hace mucho, Simmons montó un show propagandístico en unión de Ileana Ros Lehtinen, al declarar que, dada su experiencia, así como su labor como jefe del Cuban Intelligence Research Center, desde que lo fundó en el 2007, podía asegurar que Cuba cuenta con cerca de 250 «espías» en EE UU, de los que 175 se encuentran actuando en la ciudad de Miami. La Lehtinen, devenida también en burlesca cazadora de espías, aseguró a continuación que 30 de los espías actúan desde la Sección de Intereses de Cuba en Washington y otros en la Misión de Cuba en Nueva York. Lo sorprendente de las declaraciones de la Loba Feroz es que asevera que existen 69 posibles espías cubanos infiltrados en las altas esferas gubernamentales y otros 12 en Universidades como la de New York, Columbia, Georgetown, la Florida International University, Barry University, University of Miami, Harvard y Yale.

Lo peligroso de estas febriles aseveraciones de Simmons y la Ros Lehtinen es que anuncian y estimulan una cacería de brujas dirigida hacia todos aquellos ciudadanos norteamericanos que visiten la Isla o participen en los intercambios culturales y científicos entre las dos naciones. El neo macartismo de estos histéricos émulos de Edgar Hoover tiene un fin claro: enrarecer el acercamiento promovido por varios sectores del Congreso y la nación hacia Cuba, fomentar la falsa imagen de que la Isla es una amenaza potencial para la seguridad nacional de EE UU y, por último, enfrentar la creciente campaña a favor de la liberación de los Cinco Héroes injustamente condenados en ese país.

Simmons, impulsado por un enfermizo afán de protagonismo, sabe bien lo que hace al seguirles el juego a los enemigos de Cuba. Su papel en la detección y posterior captura de Ana Belén Montes, la analista principal sobre Cuba en la Agencia de Inteligencia en el Pentágono en el año 2001, así como su rol en la mascarada que llevó a la expulsión de 14 diplomáticos cubanos de EE UU bajo el falso cargo de espionaje, estimuló su egocentrismo y lo convirtió, a su vez, en instrumento de las apetencias mafiosas de la ultraderecha de origen cubano. Falsario redomado, acusó a Cuba de enviar agentes para monitorear la actividad de las organizaciones cubanas en Miami y espiar en las instalaciones militares norteamericanas.

Las maniobras en las que participó Simmons como enlace de la contrainteligencia militar y varios funcionarios del FBI, entre los que se encontraba el agente a cargo en Miami, Héctor Pesquera, con la finalidad de involucrar a funcionarios diplomáticos cubanos en actos de espionaje, tuvo una digna respuesta por parte del MINREX de Cuba el 13 de mayo de 2003, en una declaración en la que desmiente tales burdas acusaciones. La referida declaración, expresó: «La expulsión de catorce diplomáticos cubanos es un irracional acto de venganza del gobierno de los Estados Unidos contra Cuba. Es una señal de la creciente desesperación de los sectores extremistas que reclaman un endurecimiento del bloqueo y nuevas agresiones contra el pueblo al que no han podido doblegar tras más de cuarenta y cuatro años de heroica resistencia.»

El gobierno de Estados Unidos ha empleado en más de una oportunidad al FBI como instrumento para propiciar montajes anticubanos en determinados momentos políticos de particular importancia. El primero de ellos ocurrió cuando se llevaba a cabo la batalla legal por la devolución del niño Elián González a partir de 1999. En este caso particular, el FBI, con Héctor Pesquera a la cabeza, fabricó una conspiración de espionaje cubano en EE UU que involucraba a un alto funcionario del INS y a dos diplomáticos cubanos. De acuerdo con el FBI, Mariano Faget, en esos momentos el subdirector del Servicio de Inmigración y Naturalización en La Florida, fue acusado de entregar información clasificada a la DGCI cubana, y detenido en el 17 de febrero del 2000. Posteriormente, sin pruebas y evidencias de peso, fue condenado a cinco años de privación de libertad.

El montaje de una supuesta actividad de espionaje cubano en EE UU y su sobredimensionamiento mediático por la prensa vinculada a la mafia anticubana, plagada de histeria y de mentiras, no tenía otra finalidad que sabotear la fuerte campaña a favor de la devolución a Cuba del niño secuestrado en Miami y predisponer a la opinión pública con respecto a la Isla. Era también un golpe bajo al INS, favorable al retorno del niño a su país de origen. Solo se buscaba, a todas luces, matar tres pájaros de un solo tiro.

Tanto el Director Regional de la Oficina Federal de Investigaciones, Paul Mallet, como su contraparte en Miami, Héctor Pesquera, involucraron falsamente a Faget con los diplomáticos cubanos José Imperatori y el vicecónsul Luis Molina, los que fueron instados a abandonar EE UU. La macabra conspiración anticubana estaba en pleno apogeo, al extremo que no se hizo esperar la complacencia de la Fundación Nacional Cubano-Americana, la que exigió a la administración de Clinton la suspensión de la deportación de Elián a Cuba, dado que el INS estaba comprometido en actividades de espionaje a favor de Cuba.

Otro caso que involucró al FBI y al propio Simmons fue el de Ana Belén Montes, ciudadana estadounidense de origen puertorriqueño, quien laboró inicialmente como analista de la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) en la Base Bolling de la Fuerza Aérea estadounidense y luego como funcionaria del Pentágono, acusada de espiar para Cuba, la que fue condenada a 25 años de prisión el 16 de octubre de 2002.

Con una entereza digna de admiración, Ana Belén Montes reconoció haber colaborado con los servicios cubanos por convicción ideológica, lo que confirmó ante el juez federal Ricardo Urbina, luego de conocer la larga pena a la que fue sentenciada: «La política de nuestro gobierno hacia Cuba es cruel e injusta». (…) «Me sentí moralmente obligada a ayudar a la isla a defenderse de nuestros esfuerzos por imponerle nuestros valores y nuestro sistema político».

Tanto para el caso de Ana Belén Montes, así como para otros norteamericanos como Walter Kendall Myers y su esposa Gwendolyn Steingraber, capturados el 21 de noviembre de 2009 por colaborar voluntariamente a favor de Cuba, son válidos y precisos los pronunciamientos de Fidel en una de sus Reflexiones del 7 de junio de 2009: «Los que de una forma u otra contribuían a proteger la vida de cubanos frente a planes terroristas y los proyectos de asesinar a sus dirigentes, de los numerosos programados por varias administraciones de EE.UU., lo hicieron por imperativos de sus conciencias y merecen, a mi juicio, todos los honores».

Como resultado de la captura de Ana Belén Montes, se fabricó el 6 de noviembre de 2002 una sucia maniobra que comprometió falsamente a varios diplomáticos cubanos. Sabiendo que las acusaciones carecían de fundamento, el Departamento de Estado declaró personas «non grata» a cuatro diplomáticos cubanos, acusados de estar vinculados con la actividad de Montes. Dos de estos funcionarios, Oscar Redondo Toledo y Gustavo Machín Gómez, trabajaban en Washington, y los otros dos en las Naciones Unidas, en Nueva York.

La hipócrita maniobra fue sellada con una declaración de Charles Barclay, portavoz del Departamento de Estado en la Oficina de Asuntos Hemisféricos, quien declaró: «En respuesta a ciertas actividades inaceptables, hemos decidido actuar enérgicamente».

No todo, sin embargo, salió a pedir de boca para los obcecados jefes del Buró. Una de las chapuzas del FBI y de la contrainteligencia militar norteamericana en relación con el supuesto espionaje cubano en La Florida, involucró a Alberto Coll, quien en ese entonces presidía el Departamento de Investigaciones Estratégicas del Colegio de Guerra Naval en Newport, Rhode Island. Supuestamente, Coll habría sido reclutado por la DGI cubana en un viaje que realizó a Cuba en el 2004. La alharaca levantada en torno a Coll, quien sirvió entre 1990 y 1993 como subsecretario adjunto en el Departamento de Defensa, puso en ridículo al FBI y a su investigación sobre esta persona, a la que no se pudo probar vínculos con los servicios de inteligencia de la Isla.

Aún en el año 2009, el FBI se mantenía renuente a desclasificar la investigación realizada contra Coll, alegando que la misma es considerada «top secret», en un evidente intento de ocultar una de sus frecuentes meteduras de pata. Solo se pudo comprobar a Coll el haber mentido sobre su visita a la Isla, pues en lugar de visitar a una tía enferma, como declaró, el verdadero motivo de su viaje fue visitar a una novia que tenía en Cuba. Sin embargo, el romántico Coll fue sentenciado el 7 de junio del 2005, por mentir sobre los motivos de su viaje a Cuba, a un año de privación de libertad y a una multa de 5 000 USD, perdiendo a su vez su puesto en el Colegio de Guerra Naval en Newport. Ahora labora en la Universidad DePaul, en Chicago.

Otra de las burdas maniobras en las que participó el FBI para implicar a Cuba en actividades de espionaje que ponían en peligro la seguridad nacional de EE UU ocurrió el 31 de mayo de 2002, cuando agentes del Buró y del INS capturaron al ciudadano cubano Juan Emilio Aboy, quien había arribado en 1996, bajo el cargo de intentar infiltrarse en las fuerzas armadas para conseguir información para Cuba, así como monitorear a los grupos terroristas asentados en Miami.

Sin poder demostrar las acusaciones de espionaje esgrimidas por el FBI, Aboy fue deportado a Cuba en abril de 2005 ante su renuencia a aceptar los cargos que se le imputaban y declararse en huelga de hambre durante 38 días en digna respuesta ante las falsas acusaciones. Sacado por la fuerza del Centro de Detención de Krome, fue enviado a Cuba donde fue atendido de inmediato en el Hospital Salvador Allende.

La familia de Aboy libra hoy continuas batallas legales para lograr su retorno al seno de su familia, luego de que una apelación en el 11no Circuito de la Corte de Apelaciones en Atlanta, diera un espaldarazo a su deportación a Cuba.

No cabe duda que la acusación contra Aboy fue una chapuza del FBI y que su deportación a su país de origen fue la fórmula idónea encontrada por el Buró para cubrir sus espaldas ante el manejo cuestionado de la investigación, los cargos infundados que se levantaron y mantener, a toda costa, la histeria anticubana para complacer a sus socios terroristas de Miami.

Un nuevo caso de espionaje manejado por el FBI en Miami, encaminado a complacer a sus socios mafiosos anticubanos de esa ciudad y demonizar los acercamientos culturales y científicos entre las dos naciones tuvo lugar el 20 de diciembre de 2006, cuando Carlos Álvarez y su esposa Elsa Prieto, ambos trabajadores de la Universidad Internacional de Florida (FIU), en Miami, fueron arrestados bajo la acusación de ser agentes no registrados a favor de Cuba, así como espiar para este país desde 1970, dentro del marco de un programa de intercambios del Instituto de Investigaciones Cubanas de FIU.

El juez federal de Miami, K. Michael Moore les condenó, luego de un arreglo con la fiscalía, de la siguiente manera: Carlos Álvarez a 5 años y a su esposa a 3 años de privación de libertad.

El último caso de espionaje montado por el FBI, calificado por Fidel como una «ridícula historieta» del supuesto fisgoneo cubano contra EE UU, tuvo lugar en junio de 2009 cuando fueron arrestados los ancianos Walter Kendall Myers y su esposa Gwendolyn Steingraber Myers, residentes en Washington DC, acusados de realizar actividades de espionaje a favor de la Isla.

Como resultado de la ridícula acusación montada por el FBI, los Myers fueron condenados el 21 de noviembre de 2009 por el juez de Distrito Reggie B. Walton, luego de arribar a un acuerdo con la fiscalía. Walter Kendall Myers, quien había trabajado desde 1977 en el Departamento de Estado hasta su retiro en el 2007, recibió una condena de cadena perpetua y la sanción accesoria de pagar 1,7 millones de USD correspondientes a su salario devengado en dicha institución durante sus 24 años de servicio. La esposa, Gwendolyn Steingraber Myers, fue condenada a siete años y medio de prisión.

Tal como ocurrió en el caso de Ana Belén Montes, los Myers actuaron «no por motivos egoístas o en busca de ganancias personales, sino debido a su conciencia y compromiso personal», según manifestó su abogado defensor Bradford Berenson.

El análisis de los casos mencionados en este artículo pone al desnudo una verdad que no puede ocultarse: en la mayoría de los casos de supuesto espionaje cubano en Estados Unidos, los procesos investigativos del Buró han sido viciados políticamente por los sectores más intolerantes de la ultraderecha norteamericana, sirviendo de instrumentos para enrarecer las relaciones entre las dos naciones. Cuba, es cierto, se ha visto obligada a protegerse de los grupos terroristas ante la impunidad con la que los mismos actúan ante los ojos del FBI. Muchos cubanos valientes han asumido con orgullo, honra y sencillez, el papel de defenderla en las entrañas del monstruo. También aquellos nacidos en otros países que han colaborado en la defensa del pueblo cubano, actuando no por dinero sino por plena convicción, son legítimos depositarios de la admiración de todo ese pueblo.

Mientras cierro este artículo, nuevamente el FBI parece haber hecho el ridículo al endilgarle a un diplomático de Qatar la acusación de terrorismo mientras viajaba en el vuelo 633 de United Airlines entre las ciudades de Washington y Denver. Arrestado mediante un aparatoso despliegue policial, que incluyó el despegue de dos cazas a reacción de la Fuerza Aérea, el tercer secretario qatarí Al Modadi, fue interrogado por agentes federales hasta que se comprobó que no poseía explosivos en su poder. Por supuesto, el FBI tuvo que disculparse, argumentando que se trató de «un mal entendido».

Pero si la metedura de pata del FBI ha sido sonada, peor ha sido que el agente del Buró John Thomas Shipley, haya sido acusado hace dos días en una corte federal de traficar armas de manera reiterada desde el 2005 hasta el 2008, para destinarlas al crimen organizado y narcotraficantes. El monto de sus ventas ascendió a cerca de 118 000 USD.

Lo interesante del caso es que este agente del FBI era poseedor de dos fusiles Barrett, calibre 50, idénticos a los que pensaban utilizar los terroristas de la FNCA en el atentado contra Fidel Castro en Isla Margarita, Venezuela, en 1997. No resultaría extraño, pues, que el propio FBI, interesado en exculpar a los magnicidas capturados en el yate «La Esperanza», cerca de Puerto Rico, haya provisto o, al menos, se los hayan facilitado a sus dueños terroristas como Francisco José Hernández Calvo.

Un lugar especial en el controvertido papel del FBI contra el supuesto espionaje cubano, asumiendo el rol de instrumento de los intereses de la política ultraderechista de la mafia anticubana, lo representa el descubrimiento de la llamada Red Avispa y el amañado proceso judicial seguido contra nuestros Cinco Héroes, lo cual analizaremos en el próximo artículo. Las mentiras fabricadas por el FBI a solicitud de la mafia miamense, las oscuras y sucias confabulaciones saldrán a la luz en toda su putrefacta dimensión.

Para cerrar este artículo nada mejor que un fragmento aparecido en el día de hoy en el Editorial del Diario Granma: «El enemigo usa todas las armas de presión. Utiliza el chantaje político y ordena el aniquilamiento mediático de quienes pretendan ser solidarios con Cuba. Intenta acallar cualquier voz que discrepe de su dictado.» (…) «Daremos la pelea con nuestras ideas, en nuestras calles y en todos los escenarios internacionales.»

Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/04/09/mi-querido-fbi/