La oleada VOX ha irrumpido con fuerza en el panorama político. Múltiples son las interpretaciones (¿una epidemia o un golpe de calor? ¿La eclosión del huevo de la serpiente, largamente incubado? ¿El lobo que ha enseñado las orejas?), pero necesitamos del tiempo largo y de nuevos esquemas para su análisis histórico, más allá de las […]
La oleada VOX ha irrumpido con fuerza en el panorama político. Múltiples son las interpretaciones (¿una epidemia o un golpe de calor? ¿La eclosión del huevo de la serpiente, largamente incubado? ¿El lobo que ha enseñado las orejas?), pero necesitamos del tiempo largo y de nuevos esquemas para su análisis histórico, más allá de las reflexiones y posicionamientos ante sus inmediatas consecuencias.
No hace falta repetir que el notorio ascenso de la extrema derecha es un fenómeno nuevo y mundial, con especificidad en cada país, desde Marine Le Pen, Viktor Orban o Matteo Salvini en Europa, o el trumpismo en EUA y el putismo en Rusia, hasta los recientes casos de Argentina y Brasil o el que resulte del golpe de estado en Bolivia. En todos ellos se constata su rechazo y hostilidad a la Democracia, la búsqueda de enemigos externos, el exacerbado nacionalismo excluyente y sus consabidas dosis de populismo ante la complejidad de la dinámica socioeconómica internacional.
Pero acerquémonos al caso de España. La extrema derecha, con un guión inspirado en fuentes del mismo río, los fascismos históricos, en menor o mayor grado, usa del simplismo, las mentiras y las difamaciones para tejer su retórica, hábilmente dirigida a un público amparado en un teórico interclasismo, que llega hasta la delirante homologación de ricos y pobres. Sin embargo, la pregunta clave es dilucidar quiénes serían los beneficiarios de sus propuestas, en una amalgama de ideas de corte neoliberal, recentralizador y privatizador, que han cuajado en los extremos, las clases adineradas y las clases empobrecidas por efectos de la larga crisis, a las que, sin duda, los gobiernos han dedicado poca atención o han condenado al olvido y a la exclusión.
No hace falta insistir en que sus alegatos se orientan a desmembrar la vida pública y política, construida con altibajos desde 1977 y que ha permitido gozar de un amplio abanico de libertades, de las que la extrema derecha reniega, con sus discursos xenófobos, homófobos y machistas, con una inquietante banalización de la violencia contra las mujeres. Y entre los derechos atacados ocupa un plano relevante el de la memoria democrática, a la cual se opone o desprecia una parte significativa de la población, realidad que muestra los límites de la sensibilidad democrática, a pesar de un pasado de cruel dictadura, una de las más longevas en la época de los surgimientos de los nazifascismos en Europa.
Una de las razones de la explotación por parte de VOX de tan significativo déficit democrático estriba en la misma composición y origen de la formación; a los nostálgicos y herederos del franquismo y del falangismo joseantoniano, se han unido sectores de la iglesia católica todavía dispuesta a ejercer un papel de guía política, militares vinculados al golpismo que atenazó la democracia en un pasado reciente, y singulares representantes del poder económico, todos ellos conjurados para minar y parar a las izquierdas. Pero existe otra razón, que permite que partidos como VOX lancen falsedades y encuentren eco en la sociedad: la falta de información rigurosa y detallada sobre lo que significó la Dictadura para las clases populares, para los opositores al régimen, para las mujeres, para los homosexuales, para la libertad religiosa o de costumbres, déficit que habría tenido que paliarse con una política decidida en favor de la memoria democrática y de condena sin paliativos del régimen franquista.
En aras a desenmascarar las bondades del franquismo coreadas en los discursos nostálgicos de la extrema derecha, valgan unos apuntes de reflexión para acabar con la dilución de las diferencias entre dictadura y democracia. Los pilares en que se sustentó la dictadura de partido único de Franco fueron la casta militar, la iglesia y las clases dominantes y sus políticas arrasaron las libertades, mataron y encarcelaron, y sumieron a la mayoría de la población en el hambre y la miseria. Desde el triunfo militar de 1939 la lucha por la supervivencia se convirtió en objetivo para trabajadores del campo y de la industria; los avances del período republicano en materia de igualdad para las mujeres no tan sólo se frenaron, sino que la legislación se orientó a convertirlas en «ángeles del hogar», sometidas al hombre y discriminadas laboralmente, en una palabra, a anularlas a través de una tupida trama legislativa; la escuela pública perdió su carácter de derecho y se convirtió en asilos de pobres y en adoctrinadora bajo el manto del nacionalcatolicismo; la iglesia no tan sólo recibió privilegios y prebendas sino que dictó las normas sociales y ejerció control sobre las prácticas sexuales y religiosas; la corrupción se instaló en las cúpulas y aledaños del poder, desde las prácticas del estraperlo a la apropiación directa de bienes, como bien refleja la fortuna amasada por Franco y su familia; los militares ocuparon un lugar privilegiado y se beneficiaron de su sumisión con importantes dotaciones; etc…
También deben señalarse hechos que desenmascaran las falacias de los que pretenden blanquear al régimen franquista aludiendo a la etapa que comienza en 1959, con los Planes de desarrollo, base de la modernización del país «desde arriba». Sin duda, los requerimientos internacionales incidieron en el final de las inoperantes y nocivas políticas autárquicas, pero ¿cabe olvidarse de los trastornos ocasionados en las masivas oleadas emigratorias del campo a la ciudad, obreros que con los bajos salarios y las horas extra aportaron singular plusvalía a los empresarios? ¿Cabe olvidarse de los dos millones de españoles que emigraron al extranjero en busca de sustento y que convirtieron sus ganancias en fuente de divisas para España?
Una de las consecuencias de las miradas sesgadas o tergiversadoras del pasado puede relacionarse con los efectos actuales de ascenso de la extrema derecha, la cual ignora que los cambios que condujeron a la democracia no fueron fruto de una evolución interna de la Dictadura, sino del papel jugado por amplios sectores de la sociedad en su lucha por la democracia, por los derechos y libertades.
El grito coreado por los seguidores de VOX «A por ellos» posiblemente también se refiere a las asociaciones que defienden el derecho a la memoria de los que fueron anulados y vencidos, a los defensores de la 2ª República, el régimen que aportó valores democráticos a las instituciones, las impregnó de laicismo frente a los atavismos seculares, defendió los derechos de las mujeres y concibió la escuela pública como igualitaria y crisol de ciudadanía.
Las asociaciones de memoria, a las que quizás nos tildan de enemigos internos, no miramos el pasado de forma nostálgica, sino que aportamos argumentos y conciencia crítica para derribar tópicos y mitos, sobre los que se sustenta el franquismo nostálgico, y lo hacemos con temple calmado en una lucha nunca interrumpida de transmisiones reflexivas desde la generación republicana y del exilio hasta los actuales y futuros protagonistas de la ciudadanía para fortalecer la Democracia. Como colofón viene a cuento trasmutar la conocida frase de Unamuno por la de «ni venceréis ni convenceréis».
Rosa Toran es historiadora. Amical de Mauthausen y otros campos.
Fuente: http://blogs.publico.es/dominiopublico/30226/mirar-al-pasado-para-que/