Once de septiembre, nueve horas. Primera sesión del Congreso. El agua cae a chorros sobre el hemiciclo. Una delegación japonesa que acude ese día como invitada alucina a colores. Sus rasgados ojos orientales se han convertido en redondos platos. El presidente Posada anuncia que aquello tardará algunos minutos en comenzar. Mientras tanto, Pepe Gotera (nunca […]
Once de septiembre, nueve horas. Primera sesión del Congreso. El agua cae a chorros sobre el hemiciclo. Una delegación japonesa que acude ese día como invitada alucina a colores. Sus rasgados ojos orientales se han convertido en redondos platos. El presidente Posada anuncia que aquello tardará algunos minutos en comenzar. Mientras tanto, Pepe Gotera (nunca mejor dicho) y Otilio, nuestros héroes del tebeo, trabajan a destajo. Las más depuradas y modernas técnicas, o sea, baldes y fregonas, plásticos varios…, son usadas sin reparar en gastos. Los pocos minutos anunciados se convierten en dos horas. Tras ello, la normalidad vuelve al hemiciclo que más parece una fachada en obras que el gran templo de la democracia que dicen que es.
Aquello, sin duda alguna, es premonitorio: el Congreso hace aguas. En un hemiciclo, donde la mayor parte de sus cuadros y murales tienen que ver con la Biblia (Moisés,..), obispos y angelitos celestiales…, los chorros de agua que caen recuerdan el diluvio universal: ¡sálvese quien pueda, y las mujeres y los niños que esperen, que primero es el turno de las parejas de animales!.
Luego se sabe que en el tejado, con las obras, han aparecido restos momificados de gatos y perros. Muy raro todo. Posible explicación «number one»: alguien ha andado por allí haciendo vudú con estos animales intentando cargarse a vaya vd. a saber qué representante genuino del pueblo soberano. Segunda hipótesis: aquello que dicen pata de perro momificada es en realidad el brazo incorrupto de Santa Teresa que acompañaba al Caudillo y que éste legó en secreto al Congreso para comprobar desde lo alto aquello del «todo atado y bien atado». Tercera: los disparos hechos en el asalto de Tejero acabaron con la vida de varias parejas de gatos y perros que copulaban gozando del espectáculo de ver nombrar presidente del Gobierno a aquella esfinge viviente que fue Calvo Sotelo, D. Leopoldo para los amigos.
Cualquier explicación es posible, pero quedémonos en cualquier caso con las dos ideas centrales que se desprenden de todo lo anterior. Una, el Congreso hace aguas. La otra, en el Congreso hay momias. ¿Lo pillas?
El Gobierno parece fuerte, pero no lo es. Su fortaleza viene de poseer la mayoría absoluta y el mando en tropa benemérita y policial, lo cual no es poco. Sin embargo, políticamente es cada vez más débil. Al PP le crecen cada vez más los frentes en lucha. El último, Baleares, feudo de la derecha de toda la vida, donde se está dando una ejemplar pelea popular contra una cacicada educativa-cultural que no tiene nombre ni apellidos. En Catalunya, si bien no se sabe como puede terminar aquello, el horno, lejos de enfriarse, no deja de calentarse. En Euskal Herria, la respuesta dada ante las detenciones y represión paranoica desatada contra «Herrira» ha sido masiva; las fuerzas siguen vivas y activas, empujando por romper el bloqueo e los intentos de sabotaje del PP contra el proceso de paz y normalización democrática emprendido. Para primavera se anuncia una marcha sobre Madrid (el SAT está muy metido en esto, así que la cosa va en serio) que promete y mucho. Las «mareas» siguen su curso. La pleamar no cesa. Pasado mañana, sunami.
En la calle Génova, sede del PP, el precio de las navajas en los puestos que llenan las aceras se ha disparado. Compañías de seguros de vida se disputan la póliza del dirigente. Poseer cargo, bien sea en el partido, bien en cualquier institución, se considera ya trabajo peligroso. Sus jerifaltes se tiran de los pelos y patean ferozmente los bajos sin compasión alguna. La corrupción que los desborda, los problemas que se multiplican, las encuestas que se desploman y la crisis que no cesa acrecienta sus tensiones internas. Del PP triunfante y monolítico de hace dos años queda poco. Sus sonrisas de ayer son hoy un mero rictus acartonado. Lucen feo.
A nivel internacional también pintan bastos. El Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzosas de la ONU acaba de elaborar un Informe señalando la necesidad de que estos crímenes, amparados como están ahora por la Ley de Amnistía de 1977, no pueden ni deben quedar impunes. Por su parte, desde la República de Argentina, la jueza María Servini de Cubria acaba de dictar orden de búsqueda y captura sobre cuatro policías y guardia civiles franquistas, sádicos torturadores ellos, a fin de ser juzgados por su participación en delitos considerados como crímenes contra la humanidad.
Están también imputados Rodolfo Martín Villa, ministro de Franco y responsable directo del 3 de marzo de Gasteiz y los sanfermines de 1978; José Utrera Molina, cercano conocido del actual ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, quién avaló con su placet el asesinato mediante garrote vil de Salvador Puig Antich; Rafael Gomez Chaparro, juez del franquista Tribunal de Orden Público, con cientos de años de cárcel en condenas a sus espaldas, y completa la cuadrilla, Jesús Cejas Mohedano, auditor en juicios militares sumarísimos que impusieron las últimas penas de muerte del franquismo.
Tras la redada policial contra la organización «Herrira», el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, ha señalado que ésta era un «tentáculo de ETA». Hablando de cefalópodos, mejor haría en leer el Informe del Grupo de la ONU antes citado y las actuaciones de la jueza argentina y actuar contra ese calamar gigante franquista perseguido por crímenes contra la humanidad que entinta y ennegrece todas las instituciones del Estado y preside su propio partido a través de la figura de Manuel Fraga Iribarne, el carnicero de Gasteiz.
Vamos bien. Ellos están más débiles que hace unos años y nosotros más fuertes; ellos más divididos y nosotros más unidos. No se trata de echar las campanas al vuelo, no, pero esto marcha. Nuestro mayor problema, con ser importante, no es el Gobierno del PP, su mayoría absoluta y su Policía, sino no confiar en nuestras propias fuerzas. Hay que seguir golpeando en el mismo clavo: aunar fuerzas, aparcar diferencias secundarias, tender nuevos puentes, dinamizar y reforzar la vida de nuestros grupos, animar la pelea en la calle.
La aparición de goteras y momias en el Congreso ha sido algo premonitorio. La tramposa Transición está petando. Hay que seguir empujando.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.