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¿Monarquía o Democracia? República

Fuentes: Cuarto Poder

Para el niño que miraba a García Linera 1.- González y Cebrián: el eterno retorno de la restauración oligárquica. Las crisis desnudan la realidad, la desvelan y la definen. Hay que estar un poco atentos y tener algunos dispositivos analíticos adecuados o simplemente olfato para ver aparecer al poder en sus distintas y complementarias caras. […]

Para el niño que miraba
a García Linera


1.- González y Cebrián: el eterno retorno de la restauración oligárquica.

Las crisis desnudan la realidad, la desvelan y la definen. Hay que estar un poco atentos y tener algunos dispositivos analíticos adecuados o simplemente olfato para ver aparecer al poder en sus distintas y complementarias caras. Pasamos de «del gobierno de coalición» a la abdicación-huida del Rey y al inicio de la enésima restauración borbónica. Alfonso Ortí lo ha contado y repetido tantas veces que deberíamos saberlo de memoria: dos siglos de gobiernos oligárquicos y de dictaduras, en manos y a los pies de unas clases dirigentes corruptas, sin proyecto de país y siempre comprometidas con las grandes potencias en la fatigosa tarea de perpetuar el carácter periférico y subdesarrollado de una España a la que traicionan cada día. Ahora toca, de nuevo, la alianza con la todopoderosa Alemania y cumplir con la tarea para la que está preparada desde siempre: expropiar a su pueblo, combatir sus derechos y libertades, lucrarse del patrimonio público y someter, someter sueños, aspiraciones, identidades: obligar a mirar hacia abajo para no ver el cielo.

Para estas tareas siempre han existido hombres como González y Cebrián, expertos en crear consensos entre los poderosos, mediadores entre intereses contrapuestos y muñidores de pactos varios. Objetivo: no perder el control ¿De quién? De los que mandan, de los que no se presentan a las elecciones y gobiernan. Está ahí: el Ibex 35, los grandes medios de comunicación, el capital monopolista-financiero, la clase política del bipartidismo reinante y ellos, siempre ellos, los felipes y felipillos, los escribientes a sueldo, la corte milagrera y añeja de los cenáculos madrileños.

No perder el control: por eso echan al Rey y nos deleitan con el cuento de hadas de Felipe y Leticia. No perder el control: por eso mantienen a un Rubalcaba decrépito, aún a costa de acelerar la desintegración de este PSOE, o quizás, para hundirlo definitivamente, a la búsqueda de la nueva modernidad emergente de un Renzi que se atreve a realizar las reformas necesarias: usar la antipolítica como política. No perder el control: por eso echan a los directores de los grandes periódicos, censuran sin miramientos y convierten -el salario del miedo- a periodistas de oficio en mercenarios al servicio de la nueva transición. No perder el control: por eso es necesario y urgente crear artificiosamente una nueva legión monárquica, el otro felipismo, coordinando todo el complejo comunicacional, incluido el demoscópico, en esa hercúlea tarea, solo comparable -son los mismos- con el lavado de cerebro previo al referéndum sobre la OTAN.

2.- El campo político y las dicotomías fundadoras: ideas-fuerza que generan y construyen fuerza social y política.

Se ha tardado muchos años en crear la oposiciónpolítico-electoral entre la clase política y el pueblo. Muchos años. Estaba ahí, al menos, desde el 15M. Se les nombraba de muchas formas y al final se concretó en casta política, es decir, se construyó un ellos y un nosotros, un «enemigo» enormemente visible, actor opuesto al pueblo, a la gente, a la ciudadanía. La crisis sistémica reforzaba la separación y el dualismo. Traducirla políticamente no era fácil e IU lo tuvo en su tejado mucho tiempo. Había condiciones pero no se supieron aprovechar: la política es despiadada y no espera. En unos pocos meses se pueden frustrar años de trabajo, de resistencia y de lucha. Pasó en la otra transición y en esta no debería pasar.

Pablo Iglesias tuvo la audacia y, no hay que olvidarlo, la capacidad intelectual y política para saber que ese hueco, ese nicho electoral, existía y que había fuerza subjetiva para liderarlo. En ello anda. Se ha hablado de muchas cosas y se hablará de muchas más: la ayuda de los medios, populismo, caudillismo, hasta mesianismo. Tiempo habrá. Una cosa básica: pocas veces la teoría política, el diseño electoral y una coherente campaña han contribuido tanto al éxito de una experiencia como Podemos. Uno, que es un viejo leninista, podría decir aquello de «sin teoría revolucionaria no hay movimiento revolucionario», más o menos.

Fijémonos en lo siguiente: si los actores fundamentales del campo político en estas sociedades son los periodistas, las sociólogas especializadas en encuestas y los políticos, hagamos números con el equipo dirigente de Podemos y saldrán las cuentas: capacidad, experiencia y saber. Si le añadimos juventud, desparpajo, lenguaje y simbología se entenderá que no estamos ante un fenómeno pasajero. Es más, si como pensaba Bourdieu, un nuevo actor entra en el campo cuando consigue transformarlo y, diría yo, impone una nueva agenda, Podemos lo ha hecho; las primarias, como ejemplo: hacer política exigirá desde hoy y en casi todas partes hacer primarias. Puede gustar o no, pero se harán: las ideas se hacen fuerza social y política.

3.- Una nueva dicotomía: ¿Monarquía o República?

No será tarea de unos días, pero la masiva presencia de jóvenes, de miles de hombres y mujeres con banderas republicanas exigiendo el derecho a decidir y la apertura de un proceso constituyente, nos dice que se están creando las condiciones para hacer de la reivindicación de la Republica un eje decisivo de articulación, agregación y ruptura del imaginario político.

Recordemos la Unión Cívica por la Republica creada por Anguita y su enorme trabajo en eso que se llama las instituciones de la sociedad civil. Repasemos la iniciativas, las asociaciones, las fuerzas que reclaman desde hace años un proceso constituyente y como han ido proliferando las juntas republicanas. Cada vez hay menos nostalgia y más propuesta. Se trata de ir a la Tercera Republica, a una nueva y formidable democratización del poder económico, político y cultural para definir un nuevo proyecto de país y, más allá, construir una nueva clase dirigente.

Ahora hay que abordar un plan de trabajo serio y riguroso que vaya organizando una ruptura y una agregación política, no politicista, por así decirlo. Agregar significa, aquí y ahora (crisis del Régimen del 78) unir imágenes, creencias e intuiciones para convertirlas en un dispositivo de ruptura: unir para dividir. Clase política, casta, corrupción, recortes sociales, pobreza, precariedad y, sobre todo, bloqueo de futuro para las nuevas generaciones deben asociarse a la vieja política de un Régimen monárquico sólidamente asentado y al servicio de los poderes económicos, políticos y mediáticos.

Tercera República como proceso de construcción de un pueblo que quiere y puede autogobernarse y autorregularse. Enfrente, el enemigo, los poderes salvajes del dinero y su alianza de hierro con una clase política corrupta y sin otro proyecto que liquidar derechos sociales, sindicales y laborales y apropiarse de los bienes públicos. No será tarea de un día, pero todos nos damos cuenta que el tiempo histórico se acelera y que las esperanzas y las ilusiones crecen y se organizan. Lo que hacemos tiene consecuencias y llevamos la iniciativa: los de arriba ya no pueden gobernar como antes y los de abajo recobran capacidad de organización, compromiso político e imaginación.

¿Seremos sujetos y productores conscientes de nuestra propia historia?

Manolo Monereo. Politólogo y miembro del Consejo Político Federal de IU. Su último libro publicado, en colaboración con Enric Llopis, es Por Europa y contra el sistema euro (El Viejo Topo, 2014).

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