En vísperas de la visita de sus Majestades los Reyes a la Universidad de Oviedo con motivo de la celebración del IV centenario y para presidir la apertura de curso, se plantea un gran problema que los responsables del protocolo de la casa Real y de la Universidad resuelven sabiamente. El grave problema es que […]
En vísperas de la visita de sus Majestades los Reyes a la Universidad de Oviedo con motivo de la celebración del IV centenario y para presidir la apertura de curso, se plantea un gran problema que los responsables del protocolo de la casa Real y de la Universidad resuelven sabiamente. El grave problema es que la bandera de la Unión Europea no pude ondear mientras dure la visita real y en consecuencia ha de ser arriada permaneciendo sólo la de España, la de Asturias y la de la Universidad. Pero, el problema no termina, ante el panorama de tres mástiles con bandera y el cuarto desnudo el Rector decide quitarlo por que dice que no quedaría bien, se supone que por el sonrojo de su desnudez porque nuestra mirada puede aguantar todo, desde disparates hasta cualquier atrocidad pero no un mástil desnudo, eso no. El Rector asegura que el mástil y su bandera serán repuestos al día siguiente, es decir, en cuanto desaparezcan los monarcas, se entiende que de Oviedo.
Resulta frívolo hablar de estos temas protocolarios cuando tantos otros están encima de la mesa, pero esta es la cuestión, la frivolidad y el vacío de sus protagonistas: su nihilismo.
Después de defender la Constitución de la Unión Europea a capa y espada no se entiende muy bien por qué ahora les estorba su bandera precisamente la que ellos han elegido y que además nos imponen. No se entiende tampoco en qué puede estar su incompatibilidad cuando el trío Constitución, Bandera y Monarquía es la misma cosa: tres símbolos, tres objetos al servicio de un modelo social antisocial. Basta para ello ver cómo y de qué manera nació y se sostiene cada uno de ellos. Una Constitución leonina con los pueblos y su gente con una bandera que representa exclusivamente la unidad militar (la OTAN que ni siquiera es propia) y de los negocios del neoliberalismo y una monarquía que por definición rompe cualquier esperanza de un futuro seriamente democrático.
Siguiendo el mismo razonamiento, si Bandera y Monarca son incompatibles, sobra la Bandera dicen (y hasta el mástil), pero ¿por qué no es el Monarca el que sobra como se podría preguntar cualquier párvulo?.
La Unión Europea, con su súper ministro Solana al frente, siguiendo su lógica debería pedir explicaciones y responsabilidades al Gobierno español, a la Casa Real y a la Universidad.
La noticia, que lleva repitiéndose varios días, comienza diciendo que «Una medalla y 600 invitados, incluyendo a 35 Rectores, para arropar a los Reyes en la Universidad de Oviedo». En efecto, la Monarquía, los Reyes, en sí mismo no son nada: «no habría reyes si no hubiera súbditos», dice Marx, más o menos en no sé que parte de El Capital y esta es la cuestión, 600 invitados «arroparán» al Monarca y como extra también será arropado por una medalla, la del IV centenario de esta Universidad. Medalla que supongo es de oro, pero que nadie podrá explicar dónde y cómo la ganó y menos por qué la merece.
Sin estos símbolos, sin estos actos simbólicos ¿qué es y para que sirve la Monarquía?, sólo para ser un objeto simbólico más, para ser un símbolo, sólo un símbolo con buen sueldo rodeado de súbditos a su sombra para perpetuar lo insostenible y su modelo antisocial.
El ponente del discurso para inaugurar el curso académico y celebrar el Centenario declaraba a la prensa que: «La Universidad es autocrítica por naturaleza, e insistía, debemos ser autocríticos» pero olvida u omite a qué Universidad se está refiriendo, porque como sin duda se deduce de lo dicho más arriba reinan, nunca mejor dicho, el conformismo y los símbolos vacíos para que todo siga igual, para que todo vaya a peor.
Bajo la crítica al capitalismo que denuncia en su último libro Santiago Alba Rico, «Capitalismo y Nihilismo», se agazapa esta Monarquía y todas las demás; hereditarias, ricas, millonarias, absurdas y no sólo más allá o por encima o al margen de la ley, sino propietarias de la propia ley a la que dicen servir pero de la que, en cambio, se sirven para provecho propio y de los que están encantados de ser súbditos aunque digan ser críticos y autocríticos. Por esto y por todo, las enseñanzas de este libro no han de quedar encuadernadas, prisioneras en sus páginas, sino que rompiendo el lomo de la encuadernación se esparzan al viento, se aireen y se ventilen. Monarquía, símbolos, vacío: Nihilismo.