En realidad son más los puntos que las acercan que las diferencias que las separan. En la orilla sur del Estrecho reina un chico, de cara redonda y mirada esquiva, llamado Mohamed que, al asumir el poder, se autodenominó «Rey de los pobres» aunque sea uno de los hombres más ricos del mundo. En la […]
En realidad son más los puntos que las acercan que las diferencias que las separan. En la orilla sur del Estrecho reina un chico, de cara redonda y mirada esquiva, llamado Mohamed que, al asumir el poder, se autodenominó «Rey de los pobres» aunque sea uno de los hombres más ricos del mundo. En la orilla norte, reina su tío Juan Carlos, un señor de semblante enrojecido del que los cronistas oficiales destacan sus penurias económicas cuando llegó a Madrid para formarse como sucesor de Franco. En la actualidad, las revistas especializadas, consideran que posee una gran fortuna porque, al parecer, le adjudican erróneamente una serie de bienes que pertenecen al Patrimonio Nacional y, por tanto, son propiedad de todos(al menos eso dicen). No obstante, solo el monarca disfruta de palacios y yates, pues el único patrimonio que tenemos, la gran mayoría, es el paro, el empleo en precario, un futuro sin horizontes y los pisos de 60 metros, hipotecados durante años, por no citar el zulo-vivienda que quería sacarse de la manga la ministra del ramo.
Marruecos, que padeció el colonialismo, ejerce ahora como potencia colonial tras anexionarse el Sahara Occidental en contra de la voluntad de sus habitantes. En el Estado español la configuración política del Parlamento de la Comunidad Autónoma Vasca demuestra, le pese a quien le pese, que la mayoría de los vascos se consideran un pueblo ocupado y desean la independencia. Madrid mantiene pequeñas colonias en el norte de África: Ceuta, Melilla, algunos islotes y una roca con grandes reservas de perejil.
El régimen marroquí no está dispuesto a celebrar un referéndum para que los saharauis decidan su futuro y ha optado por la represión. El régimen español tampoco está por la labor de convocar un referéndum en el País Vasco con el mismo fin y combina acciones represivas con medidas judiciales que solo sirven para prolongar ese conflicto.
Amnistía Internacional (AI) denuncia que en el país norteafricano decenas de personas han sido sometidas a torturas o malos tratos en el contexto de las medidas antiterroristas puestas en práctica en Marruecos y el Sahara Occidental. Esteban Beltrán, director para España de AI, denuncia que en el Estado español se producen frecuentes casos de torturas en cárceles o centros de detención, contra personas acusadas de terrorismo, torturas que nadie se molesta en investigar. Aunque no lo diga el señor Beltrán, es necesario añadir que, además, se pretende prolongar, sin base legal alguna, el encierro de los presos de ETA cuando éstos finalizan su condena. Por otra parte, la ausencia de jurisprudencia, ha desencadenado una búsqueda desesperada de nuevas figuras delictivas para que los independentistas vascos revolucionarios sean considerados terroristas, como pudimos comprobar en el proceso contra Jarrai-Haika-Segi.
La monarquía alauita puso en marcha la denominada «Comisión de Equidad y Reconciliación» con la intención de reconciliar a los marroquíes con una historia llena de desapariciones y detenciones arbitrarias. Sin embargo determinados sectores de opinión del país denuncian que solo es una maniobra de los poderes públicos para calmar los ánimos, manipular la historia, y no juzgar a los culpables de crímenes y abusos. Años antes, la monarquía heredada de Franco puso en marcha la «Transición Democrática» con la misma intención, aunque aquí también existen sectores de opinión que no se han tragado el anzuelo.
El Ejército marroquí siempre ha intervenido en los asuntos internos del país, y desde la anexión del Sahara ha aumentado sus competencias. Unidades militares han reforzado las labores represivas que lleva a cabo la policía en el Sahara Occidental contra los saharauis que son tildados de terroristas. Los militares españoles de ideología fascista provocaron la guerra civil de 1936 y una gran represión posterior. Ya en «democracia», el ejército español desplegó unidades especiales en la frontera entre Francia y el País Vasco y llevó a cabo el autogolpe del 23-F. Para que no nos olvidemos de que los militares siguen ahí, vigilando el suelo patrio, el general del Estado Mayor de la Defensa, Félix Sanz Roldán, se preguntaba recientemente por qué el Estado español no utiliza conjuntamente a los Cuerpos de Seguridad y a las Fuerzas Armadas para luchar contra el terrorismo. Una idea muy peligrosa si tenemos en cuenta que el régimen de Madrid considera indicio de terrorismo discrepar «gravemente» del orden establecido.
Marruecos se considera una monarquía constitucional. Pero la Constitución consagra al Rey como el máximo representante de la nación, lo que significa que, de manera directa, o a través de otros mecanismos, el monarca y su entorno acaparan el poder político y militar. Rabat celebra elecciones multipartidistas manipuladas para favorecer a los candidatos del Majzen (entramado formado por el Gobierno y la administración central) y tanto la televisión como el resto de medios, juegan un papel fundamental en favor del pensamiento único. El Poder Judicial es nombrado por Decreto Real; por tanto carece de independencia.
El Estado español también es, sobre el papel, una monarquía constitucional. Pero la Constitución exime al Rey de cualquier responsabilidad penal situándolo por encima de las leyes, algo increíble en cualquier Estado de Derecho. Las elecciones son controladas por una elite oligarca que, gracias a Falsimedia, crea un estado de opinión que, como en Marruecos, favorece también al pensamiento único. Objetivamente no puede afirmarse que la justicia sea independiente. pues los miembros del Consejo General del Poder Judicial son nombrados por el Rey, y el Fiscal General es propuesto por un Gobierno en el que se turnan populares y socialistas cuyas diferencias en cuestiones de «alta política» no superan el matiz. Recordemos como Zapatero retiró las tropas que Aznar había enviado a Iraq y ahora, en un gesto de servidumbre hacia ese Imperio que tanto admira el fühercillo, está reforzando las destacadas en Haití y Afganistán.
La República Árabe Saharaui Democrática (RASD) solo ha recibido bonitas palabras y muchos desaires del Estado español. Haciendo honor a su siniestra conducta, Felipe González, se olvidó de todas sus promesas y traicionó al pueblo saharaui, una traición que mantiene Zapatero. La RASD ha advertido que podría volver a la lucha armada tras el incumplimiento sistemático por Marruecos, de los acuerdos de paz aprobados por la ONU, y la represión que ha desatado en el Sahara Occidental. Tarde o temprano la RASD será una realidad como república libre y democrática. Pero para conseguirlo va a tener como obstáculos, además del Imperio, a dos monarquías trasnochadas, herencia de sanguinarios dictadores.