Perdido el enlace aéreo, con el crepúsculo, camino de Asturias, compré los periódicos del día. Me vino bien, por desgracia en viajes largos sólo duermo de día, sin lectura podía ser una interminable noche. En los aledaños de Medina me metía yo, en pleno insomnio, en el artículo «Las preocupaciones de Moratinos por Cuba» de […]
Perdido el enlace aéreo, con el crepúsculo, camino de Asturias, compré los periódicos del día. Me vino bien, por desgracia en viajes largos sólo duermo de día, sin lectura podía ser una interminable noche.
En los aledaños de Medina me metía yo, en pleno insomnio, en el artículo «Las preocupaciones de Moratinos por Cuba» de José Antonio Fernández Martínez.
Me gustó porque precisamente acababa yo de aterrizar de Cuba y porque decía cosas que de ordinario no se oyen, hacía comparaciones que no se hacen, destapaba verdades de niño que un peculiar consenso tiende a cubrir con manto y cetro como en el cuento.
A mi regreso de Cuba puedo decir que nos engañan, que la Cuba que vi no es la Cuba que nos pintan pero tampoco el paraíso comunista que otros ven.
La cubana es una sociedad empobrecida. Muy empobrecida a pesar de la laboriosidad e imaginación de sus gentes que tratan de suplir el bloqueo energético con ingenio, retrocediendo al uso de la tracción animal y humana, ideando usos alternativos, energías renovables, inventando. Cuba es una sociedad sitiada, con gente que quiere huir y otra que resiste, una que trafica y otra que lucha.
Apuntan indicios de que la situación económica mejora desde la llegada de petróleo del «tirano» Chavez que en su riquísimo país tiene que afrontar, con la asistencia de Cuba, unas tasas de analfabetismos cercanas al 30% y una asistencia sanitaria precaria para la mayoría de los ciudadanos, herencia de años de Carlos Andrés Pérez y antecesores. A algunos inquieta el resurgir de Cuba, el de Venezuela y urgen en abortarlos.
¿Imagina alguien una España sin electricidad, sin petróleo, sin carbón? Eso es Cuba. ¿Quién no ha sufrido el caos de un apagón en la cola del banco, en la de un supermercado o ante cualquier ventanilla pública o privada?
Cuba es la última Numancia, con murallas que no se ven desde los hoteles para turistas ni desde el primer mundo.
Creo que si a pesar de tantos años de asedio resiste es porque el hambre repartida da menos hambre que la mísera riqueza robada a hambrientos obligados a competir por la comida con las ratas.
Hasta el más lego en economía doméstica sabe que la riqueza de una nación es un pastel y en Cuba tratan de repartirlo con relativa equidad.
Fuera de Varadero, donde no estuve, Cuba no es paraíso de nada ni para nadie pero cuando pedimos reformas para la isla, los que lo hacemos sin ánimo de lucro, sin intereses espurios, los que nada tenemos que ganar salvo el respeto del pueblo cubano pedimos que sean cambios para que se reparta con todavía más igualdad, no queremos reformas para entregar el pastel a los regímenes corruptos de los Fujimori, de los Menem, de los Alemán, de los Carlos Álvarez o de los tutores de escuadrones de la muerte como Álvaro Uribe. Sin igualdad no hay libertad ni justicia ni democracia, no hay más que ilusión.
Nos están engañando. En Cuba hay poca pero hay libertad. También la libertad es un pastel limitado y en Cuba muchos tocan a poco, no como en Occidente. Pidamos reformas pero para que se haga mejor el reparto no para que Berlusconi, Bush, Putin, Menem, multinacionales y bancos se lo coman entero y nos hagan creer que nos alimenta a todos.
Algo nos diferencia de los cubanos, de su limitada libertad ellos son conscientes y críticos y nosotros no. Desde nuestra soberbia creemos no necesitar leer entre líneas, ahora precisamente que el poder es más sutil. Hasta brillantes críticos escritores nuestros se enardecen de que otros piensen por ellos, de recibir la crítica reader’s-digest, de ser intelectuales críticos por delegación.
Nos están engañando, tenemos que volver a ser críticos por nosotros mismos, volver a leer entre líneas, sacudir la pereza mental, despojarnos de esquematismos, prejuicios, orejeras de centro, izquierda y de derecha.
Es una realidad que con toda su pobreza Cuba tiene la riqueza de haber erradicado el analfabetismo en sus fronteras, de participar en campañas de alfabetización en el tercer mundo, de tener índices de titulados universitarios superiores a países ricos, de acoger estudiantes de países africanos y americanos además de tener miles de médicos y maestros desplazados en acciones humanitarias por el mundo. «¿Qué botín sacamos de esa ayuda?» se cuestionaba un ciudadano pesaroso y él mismo respondía: «Cadáveres. De Angola nos trajimos, tres mil cadáveres» y volvía a cuestionar «¿Hasta cuando tendremos que seguir ayudándoles los que tan poco tenemos?» y uno que procede de un país rico mendigo de subvenciones se sonroja y cambia de conversación.
Si en los campamentos de refugiados de nuestra antigua colonia, el Sahara Occidental, se vuelve a hablar el castellano no es gracias a ningún lujoso Instituto Cervantes sino a que modestas familias españolas acogen niños en vacaciones y sobre todo a los miles de saharauis que estudian en Cuba. En todos esos encomiables hechos no reparan los promotores de los comerciales premios Príncipe de Asturias ni las cicateras comisiones de Derechos Humanos.
En Cuba se infringirán derechos humanos pero ni punto de comparación con los derechos que violamos los demás, inhumanos y humanos, fuera de nuestro territorio, en el tercer mundo.
Nos informan mal. Nos engañan.
Sí, tenemos que aprender solos, sin maestros, a leer entre líneas. Más de medio siglo después de la caza de brujas en Hollywood, el prestigioso director Oliver Stone ha tenido que hacer otro documental sobre Fidel Castro rectificando el elogioso «Comandante» rodado por él mismo poco tiempo antes. Esa información no se lee en las líneas sino entre ellas. Chocante, tan lejos -¿o tan cerca?- del maccarthysmo.
Casual coincidencia, en otro periódico, en la página de internacional (tenga el gusto de consultar la noticia quién haya llevado su lectura hasta aquí, señal de que le interesa el tema, y lea las líneas) en mi mismo viaje, a la altura de Benavente, se informa de la propuesta de Washington de una «inversión de 60 millones de dólares (mil millones de pesetas) en un plan de acción para introducir cambios en la isla». «Una buena cantidad si es para abonar salarios de disidentes clandestinos pero una insignificancia para tomar por la fuerza un país que ni de lejos vale la mitad el petróleo de Irak».
Ese comentario sí es mío, escrito en líneas. Volvamos por favor a la información original sobre la «tiranía» de Castro y leámosla esta vez entre líneas para comprobar lo que no dice. No dice qué pasaría si fuese Cuba quién anunciase que se proponía pagar a fuerzas estadounidenses opositoras del interior, que las hay, con el fin de acelerar la desaparición de la «tiranía» de Bush o Francia la de Italia o Rusia la de China o Moratinos la de Marruecos si en lugar de cobrar por mantener el régimen de Mohamed VI pagase por lo contrario.
La información es siempre interesada, también la mía, lo que pido es que se desconfíe, que se filtre.
Pura coincidencia, también precisamente ese día, a mi regreso de Cuba, la prensa se ocupa del siniestro suceso del cuartel de Roquetas de Mar. Y Almería es de España, España del mundo y Moratinos ministro de preocupaciones internacionales debería también preocuparse de que desde su gobierno se garantice el respeto a los derechos ciudadanos. Basan su exculpación en que se trata de una irregularidad puntual, una ilegalidad felizmente descubierta que se va a castigar. Yo, entre líneas, me pregunto cómo teniendo esos guardias civiles todos los medios a su favor han cometido la torpeza, esta vez, de que trasciendan sus fechorías. También me pregunto, en cuántos casos de tratos semejantes a inmigrantes, a presuntos delincuentes, a presuntos terroristas o a presuntos inocentes se llega a no cometer la torpeza de que trascienda a los medios de comunicación. ¿Hay estadísticas? ¿Se pilla a un 10% de los infractores? ¿A un 1%…? Sería conveniente que comisiones de DDHH independientes, en las que hasta cubanos podrían participar, investiguen si existen también esas otras nueve o noventa y nueve barbaridades perpetradas sin planchazo, con ejemplar eficacia. Y recemos por que no se acabe demostrando que la muerte de Juan Martínez Galeano, la víctima del cuartel de Roquetas fue por paro cardíaco o insuficiencia respiratoria, en fin, de muerte natural porque entonces muchos humanos, cubanos o no, preferiríamos que nos concediesen la libertad de elegir entre la guillotina y la muerte natural. Son cosas y casos de pobres que pueden ocurrir hasta en estados de derecho del mundo de los ricos.
¿Qué votos en las elecciones le han dado tanto poder a Moralinos para moralizar (¿o moratizar?) a los países pobres rendido él a los ricos? Moratinos nos ha defraudado, esperemos que no lo haga Zapatero como lo hizo su antecesor González.
Por cierto, en este mi viaje a Cuba tuve la suerte de oír al Vicepresidente cubano, el asturiano José Ramón Fernández, contar que con motivo de un encuentro internacional en 1992 Felipe Gonzalez, con la misma moralina que la de Moratinos, instaba a que los cubanos tomasen como modelo de transición democrática nada menos que al Medem de Argentina. ¿Lo recordará el expresidente? Una ofensa inolvidable para la gente honrada.
Supongo que para muchos, con intereses muy claros en la zona, Menem, Fuji, Alvarez, Alemán y un largo etc. son preferibles a Castro.
A socialistas y no socialistas que no tengan intereses financieros en Venezuela, Argentina, Nicaragua… les insto a que sean críticos, que lean entre líneas, que no se fíen ni de mí.
También insisto a esos muchos ciudadanos que no queden en meros espectadores y presionen a sus gobiernos para que haya cambios en el sentido de que el reparto de pasteles se haga mejor en Cuba pero también en la rica España y en el pobre mundo.