En el panorama casposo del supuesto «fin de la crisis» que proclama la ultraderecha gobernante, no parecían posibles muchas sorpresas. Todo parecía atado y bien atado. Los sondeos electorales arrojaban resultados brillantes para el bipartidismo de régimen y sus partidos rémora. El 15M, las Mareas, la PAH, pronto solo serían malos sueños olvidados en el […]
En el panorama casposo del supuesto «fin de la crisis» que proclama la ultraderecha gobernante, no parecían posibles muchas sorpresas. Todo parecía atado y bien atado. Los sondeos electorales arrojaban resultados brillantes para el bipartidismo de régimen y sus partidos rémora. El 15M, las Mareas, la PAH, pronto solo serían malos sueños olvidados en el resplandor de un poder por fin restaurado. Todo atado y bien atado entre dos bloques de poder liderados por sendas esfinges. Estos bloques y estas esfinges pueden competir o aliarse entre sí con toda la cortesía de los que saben que no pueden realmente criticar al otro por malgobierno, corrupción o autoritarismo, poque ese otro se le echaría encima con acusaciones idénticas e igualmente sustanciadas. Junto a los dos buques insignia, fuera de las nacionalidades históricas solo quedaban dos fuerzas de complemento: IU y UPyD. Ninguna de las dos pasaba de ser más que el Pepito Grillo de su hermana mayor de «izquierda» o de derecha. Era hasta hace unas horas desolador saber que por grande que fuera la movilización popular contra el saqueo, el empobrecimiento generalizado, la liquidación de derechos y otras formas de violencia social de las clases dominantes, no había ninguna posibilidad efectiva de expulsar al malgobierno y a su igualmente mala oposición. La crisis habría terminado así en victoria para las clases dominantes y sus representantes políticos y los duros años de lucha desde el comienzo de la crisis habrían sido vanos. Todo estaba atado y bien atado: el poder podía ya ir usando sus aparatos represivos contra la resistencia e imponer varias décadas más de silencio enterrando el 15M y todo lo que con éste se asocia.
Por fuertes que sean los movimientos sociales, no se puede liquidar el malgobierno sin desalojar del gobierno a sus aparatos políticos. Esto no es suficiente, pero es evidentemente necesario. En un país tan salvajemente golpeado por la crisis como Grecia, el instrumento de intervención política de los movimientos sociales en la esfera representativa se ha ido creando al calor de las movilizaciones y de las luchas y constituye hoy la primera fuerza política del país. Su nombre es Syriza. Esta organización tiene un programa claro: en primer lugar, salir de la lógica infernal de la deuda y la austeridad e imponer esa opción con todas sus consecuencias dentro de la Unión Europea: hacerse respetar dentro del club europeo, no por obedecer a los dictados de la actual mayoría neoliberal, sino por desoirlos y atender a las necesidades de la población. La única posibilidad de evitar una grave regresión de los derechos sociales y civiles, de la democracia, de la propia civilización es salir del neoliberalismo y de la deudocracia como hicieron numerosos países latinoamericanos en las últimas décadas mejorando significativamente con ello el nivel de prosperidad y de libertad de sus sociedades. Era desconcertante que no surgiera en el Estado español ninguna opción de política representativa a la altura de las exigencias de los movimientos sociales, a la altura del 15M, de la PAH, de las Mareas, de Gamonal, capaz de asociarse al proceso de paz en el País Vasco y de aceptar como principios democráticos básicos y evidentes los derechos de los distintos pueblos del Estado a la autodeterminación.
Por desgracia, aunque muchos, muchísimos militantes viejos y jóvenes de Izquierda Unida han estado en las calles participando lealmente en la resistencia social, la dirección de IU ha sido incapaz de estar al nivel de sus propias bases y ha preferido la búsqueda de alianzas con fuerzas del neoliberalismo y de la reacción, las mismas fuerzas que imponen a la población la deuda y la miseria: el PSOE, el PP y hasta el neofalangismo blanqueado de UPyD. Esta política tiene su coste, para IU, pero también para la mayoría de la sociedad y también sus beneficios, pero estos solo para parte de la dirección de IU. El resultado de este estancamiento es la perfecta incapacidad de IU de sostener públicamente un programa de lucha contra la deudocracia y el alejamiento de esta organización de aquellos sectores sociales que pueden hacer que la izquierda consecuente pueda gobernar y desalojar las fuerzas del malgobierno. Con un 12% de expectativa de voto no se es Syriza: se es apenas «media Syriza».
En estas circunstancias, es necesario salir del callejón sin salida promoviendo un interfaz político de los movimientos sociales que esté realmente a la altura de sus reivindicaciones. En América Latina, la vieja izquierda quedó desplazada por nuevas organizaciones y nuevas formas de organización capaces de impulsar el cambio necesario: desde la Revolución cubana hasta las revoluciones bolivarianas actuales no se ha dado ningún caso en que un proceso transformador victorioso fuese encabezado por la izquierda tradicional. Por algo será. Nuevas ideas, nuevas cabezas, nuevos lenguajes y organizaciones fueron necesarios para vencer a los opresivos sistemas de dominación social hasta entonces vigentes, pero también para sacudir la inercia de las viejas organizaciones de la izquierda enquistadas en el Estado o en una resistencia sectaria. Muchas de ellas consideraron a quienes intentaron defender los cambios imposibles y necesarios como ilusos o incluso traidores. Afortunadamente Fidel, Hugo, Evo y otros muchos no les hicieron caso y siguieron adelante buscando hacer realidad lo imposible mientras que las izquierdas de toda la vida se contentaban con lo «posible», esto es con lo que el orden vigente les permitía.
Algo así puede estar empezando a pasar en el Estado español con el Manifiesto «Mover ficha» firmado por un grupo de intelectuales y de activistas de la izquierda exterior a los grandes partidos y con el anuncio de una posible candidatura a las elecciones europeas de Pablo Iglesias Turrión y otras personas señaladas por su participación activa en distintas formas de la resistencia social. Es una candidatura que encabeza su esbozo de programa -que aún deberá debatirse públicamente- con un claro pronunciamento en contra de la deuda ilegítima: «Primero van las necesidades de la gente. La austeridad y los recortes ahogan la economía y nuestras vidas. Hay que derogar el artículo 135 de la Constitución española y una moratoria para llevar a cabo una auditoría ciudadana de la deuda qué determine qué partes de la misma no son legítimas; las deudas ilegítimas no se pagan.» La deuda es el elemento central de la dominación neoliberal. Enfrentarse a la hegemonía del poder financiero, a la forma particularmente insidiosa que adquiere hoy el poder del capital, es rechazar la deuda ilegítima y derogar todos los textos legales y medidas administrativas y políticas tendentes a imponer su pago. Por primera vez, un proyecto político de izquierda en el Estado español -sin olvidar otros muchos aspectos de la lucha por los derechos y las libertades- pone de manifiesto la centralidad de lo que es central. A la espera de que este proyecto se vaya concretando -o, mejor de que lo vayamos concretando entre todos- merece sin duda un voto de confianza. Que nadie se escandalice diciendo que «divide a la izquierda»: un programa capaz de unir a una mayoría contra la deuda y por una democracia efectiva es capaz de recoger más apoyos que los típicos programas ambiguos de la izquierda abierta a los pactos con el régimen y sus partidos. Solo divide las fuerzas de la resistencia quien es incapaz de separarse del régimen.
Blog del autor: http://iohannesmaurus.blogspot.be/
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