Ahora que hemos definido que para construir y avanzar con amplias convergencias democráticas se requiere la articulación de los movimientos sociales con las expresiones políticas (partidos, movimientos), es necesario recordar aspectos esenciales sobre este tema.
Los movimientos sociales no son otra cosa que la sociedad en movimiento. Son las gentes mismas en su diversidad que se mueven en torno a intereses que las convocan. Existen amplios movimientos sociales cuando está en peligro la sociedad, la vida, la paz, la libertad y la democracia.
La movilización de noviembre de 2019, especialmente la de los jóvenes liderados por los artistas, tuvo componentes de ese tipo. Allí no había color político que determinara la participación en las movilizaciones, y por ello, la forma de identificación eran mensajes personales y, a la vez, “anónimos”, pero fuertes y directos. Hubo alegría, decisión, independencia y creación colectiva.
También existen movimientos sociales sectoriales de los trabajadores, maestros, indígenas, campesinos, mujeres, jóvenes, LGTBI, pequeños y medianos productores, etc. Son expresiones también amplias de acción colectiva que tienen un interés común. Tampoco allí deben aparecer los intereses partidistas porque éstos dividen y debilitan. Son causas comunes que unen y mueven.
Dichos movimientos sociales muchas veces se concretan en organizaciones sociales como los sindicatos, asociaciones, centrales obreras, cooperativas, etc. En Colombia las más visibles y poderosas han sido la Unión Sindical Obrera USO y el Consejo Regional Indígena del Cauca. Las organizaciones sociales son necesarias para concretar las aspiraciones de los movimientos sociales pero muchas veces en ese proceso se burocratizan y se separan del movimiento que les dio vida.
Lo ideal es que los partidos políticos influyan en los movimientos sociales con sus ideas, iniciativas y acciones, pero la experiencia mundial, latinoamericana y colombiana demuestra que no es conveniente que esos partidos se apropien de ellos a través del control de las direcciones de las organizaciones sociales o de otras formas mediáticas. Cuando lo hacen, los debilitan y anulan.
Mucho más cuando, como lo hemos señalado, los partidos políticos que han venido surgiendo en Colombia no han dado la talla. Son pequeñas agrupaciones electoreras, sin fondo social e ideológico, que giran alrededor de intereses pueriles, burocráticos, estrechos y personalistas. Y más, porque no logran interpretar la complejidad de nuestras sociedades “abigarradas”[1], mestizas, multi-poli-clasistas, pluriétnicas y multiculturales.
Lo acabamos de vivir en Chile, Bolivia y Ecuador. Los inmensos y poderosos movimientos sociales que le dieron vida a procesos políticos recientes y anteriores[2], han vuelto a mostrar su fuerza con base a la recuperación de su autonomía. En Chile, en forma radical y masiva distanciándose de los partidos de la “Concertación”; en Bolivia, rectificando a Evo y a las cúpulas del MAS; y en Ecuador, enfrentando a Correa y a sus partidos de la Revolución Ciudadana.
En Colombia los partidos políticos de izquierda, desde la fundación del Partido Comunista (1930), han pretendido fortalecerse apropiándose de los movimientos sociales, monopolizando -sectaria y burocráticamente- la dirección de las organizaciones sociales. Cómo lo recordábamos en el anterior artículo, así lo hicieron con el incipiente movimiento obrero, campesino e indígena que empezaba a organizarse en los años 20s del siglo XX y que tuvo como expresión partidaria al PSR.
A veces, los movimiento sociales cansados de la manipulación burocrática y defraudados de los partidos políticos que han apoyado, deciden lanzar sus propios movimientos políticos y sus candidatos. Tienen derecho a hacerlo. Debe evaluarse seriamente esas experiencias.
El CRIC en Colombia y la CONAIE en Ecuador crearon partidos políticos para intentar resolver el problema. Primero fue la ASI, que fue cooptada por sectores clientelistas, y luego MAIS, que tiene problemas similares a los de su anterior intento. Pachakutik en Ecuador ha tenido problemas similares, aunque ahora, alentada por el alzamiento social de octubre de 2019, acaba de protagonizar un evento electoral que está generando importantes impactos en ese país.
Otra organización indígena como las Autoridades Indígenas de Colombia AICO (inicialmente AISO, o sea, del Sur Occidente), construida por dirigentes de los pueblos Misak y Pastos, no separó lo social-étnico de lo electoral, y ha tenido que enfrentar mayores problemas que los sufridos por los pueblos agrupados en el CRIC. No ha sido una buena idea, el clientelismo hizo mucho daño.
Nadie debe apropiarse de los movimientos sociales; su fuerza y continuidad está en su autonomía y en la posibilidad de presionar y vigilar libremente a los gobiernos y al Estado. No es conveniente que los partidos políticos se apoderen burocráticamente de las direcciones de las organizaciones sociales y pretendan instrumentalizar sus luchas hacia intereses electorales.
Son las ideas, programas y acciones de los partidos políticos y de sus representantes las que deben llegar a las bases de los movimientos sociales y de sus organizaciones, y convencer a cada individuo de la necesidad de apoyar con su voto a una u otra expresión política de la sociedad.
Ahora que se ha lanzado la propuesta de construir un Pacto Histórico para superar 5 siglos de opresión y exclusión, y rebasar 200 años de falsa república y espuria democracia, se requiere un debate profundo y amplio que ayude a clarificar la relación entre los partidos políticos y los movimientos sociales.
Una de las propuestas que personalmente más me interesa impulsar es la de articular dos grandes movimientos sociales que en Colombia tienen una existencia real aunque muchos sectores no los perciben: por un lado, los pequeños y medianos productores agrarios y, por el otro, los profesionales precariados. Su unión en torno a lo productivo puede transformar nuestro país en su base económica, ayudar a industrializar nuestras materias primas, agregarles valor mediante el desarrollo de tecnologías de punta, generar nuevos tipos de asociatividad empresarial y de economías colaborativas, y además, acercar y fundir el trabajo manual e intelectual.
Nota: En próximos artículos se seguirán desarrollando los otros puntos planteados anteriormente.
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[1] Sociedad abigarrada, concepto trabajado por René Zavaleta, intelectual revolucionario boliviano. Ver: “Lo nacional-popular en Bolivia”. En dichas sociedades se superponen también los tiempos históricos.
[2] En Chile, los movimientos sociales que derrotaron parcialmente a Pinochet y presionaron la llamada “Concertación”; en Bolivia, la rebelión que derrocó al presidente Lozada, incluyendo la “guerra del agua” que desencadenó el proceso de Evo y el MAS; y en Ecuador, los alzamientos sociales que derrocaron a tres presidentes (Mahuad, Bucarám y Gutiérrez) que le dieron vida al proceso político de Rafael Correa y su Revolución Ciudadana.