«Atrápame, enséñame, diviérteme acompáñame, conéctame, acaríciame, gáname, ilusióname, desátame, pídeme… Estas cambiando tu manera de conectarte con el mundo, y Movistar cambia contigo para poner en tu mano la tecnología 3G un nuevo mundo multimedia en el que poder ofrecerte siempre más. Ahora pídeme.» Movistar Deberíamos prestar más atención a todo aquello que la propaganda […]
acompáñame, conéctame, acaríciame,
gáname, ilusióname, desátame,
pídeme…
Estas cambiando tu manera de conectarte
con el mundo, y Movistar cambia contigo
para poner en tu mano la tecnología 3G
un nuevo mundo multimedia en el que
poder ofrecerte siempre más.
Ahora pídeme.»
Movistar
Deberíamos prestar más atención a todo aquello que la propaganda vocifera de forma imperativa y sobre todo anónimamente desde las Sociedades Limitadas. Es cierto que quien habla en el anuncio no es más que una voz sin rostro, pero el mensaje que propaga es rotundo y claro.
Tengo la impresión de que los mecanismos de generación de las fantasmagorías contemporáneas que nos atan al mercado están aumentando su agresividad. La cantidad de impactos en los medios de comunicación masivos, las millonarias cifras que se reparten los mejores publicistas, el estilo cada vez más totalitario, y finalmente, el mensaje, deberían ser suficientes razones para fijar mucho más nuestra atención crítica. No olvidemos que todo este capital invertido acaba convirtiéndose en esas tecnologías del yo de las que hablaba Foucault y que acaban situando al hombre en un lugar en el que ejercer una fuerza.
En el relato anunciado nos encontramos con toda una serie de solicitudes imperativas que sitúan al consumidor en la más absoluta pasividad anhelante. Una vida incapaz de hacer experiencia propia y atrofiada por el consumo compulsivo de la experiencia enlatada. Frente a esa vida desnuda (nuda vita), la misma que no puede decidir su muerte, la voz sin rostro ofrece lo que una lámpara de Aladino del capitalismo rampante pueda re-producir. Lo único que debe hacer esa vida desnuda es ir cosificándose, adquiriendo su identidad mediante la falsa libertad dentro de la gran falta de libertad a la que le somete la oferta del mercado en nuestras democracias de dirección única. A veces nos cosificamos inorgánicamente, enterrándonos vivos en el corazón de un gran objeto, y otras, experienciamos mediante la tecnología, o sólo buscamos consuelo en las videoconsolas. Vidas aprisionadas en la virtualidad re-producida. La experiencia precocinada.
Heidegger nos advirtió que la experiencia con la técnica no se limitaba al estudio de los medios/herramientas y que debía ser tomada como toda una experiencia vital. Poco le hemos hecho caso.
El mercado adoctrina que la tecnología es divertida, sexual, amiga, y que debe ser usada a todas horas y sin ningún tipo de reflexión. Simplemente porque es lo más natural del mundo. Modificamos nuestras costumbres, comportamientos, hábitos, y nos sometemos voluntariamente a las lógicas re-producidas haciéndonos cada vez menos preguntas, pero eso sí, pagando.
A todo esto, la frenética música del anuncio ya nos ha ido bombardeando mientras aparecía en letras de gominola la nueva imagen de Movistar entrelazando la larga serie de anhelos que el individuo des-vivido y obediente comprará en el mercado tecnológico. La voz sigue dictando encíclicas y nos implanta en la mano la nueva tecnología 3G, haciéndonos cada vez más parecidos a la idea de cyborgs, mezclas de cibernética y organismo. De esa forma, cambiamos nuestra manera de conectarnos con el mundo, nos desconectamos del Mundo para participar en sucedáneos de experiencia ofrecidos por sistemas virtuales de menú. Nos desconectamos cada vez con más frecuencia del mundo analógico, asustados por la incertidumbre de la realidad, y nos adentramos en la aséptica virtualidad programada.
Ahora que conmemoramos a Sartre para rescatarlo del olvido, seguimos hablando poco de la idea de compromiso que toda elección conlleva. Elegir nos compromete con el resto de la humanidad y con nosotros mismos. Conectarnos con el mundo nos desconecta de él en nombre de un progreso fingido a base de explotación y exterminio. Consumimos más pornografía y hacemos menos el amor, dice un payaso global como Leo Bassi al explicarnos por ejemplo que la página de más audiencia en Internet es Playboy.com. No podemos hablar de progreso si no aceptamos también la idea de regreso.
Otra vez Heidegger nos recuerda citando a Hölderlin que:
«Pero donde hay peligro, crece también lo que salva.».
Este no es de ningún modo un discurso que niegue la tecnología, somos un homo habilis que habita con herramientas.
«…poéticamente mora el hombre en esta tierra»