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Entrevista a la historiadora Dolors Marín, participante en la XVII Mostra del Llibre Anarquista de València

«Muchas mujeres anarquistas, feministas y revolucionarias permanecen invisibilizadas»

Fuentes: Rebelión

Lucía Sánchez Saornil, Teresa Claramunt, Amparo Poch y Gascón, Lola Iturbe, Antonia Maymón, Pepita Carpena… Mujeres anarquistas, feministas y revolucionarias a las que la historiografía no ha hecho justicia. Batallaron por dejar de ser «la esclava del esclavo» y destacaron tanto por su empuje como por la modernidad de sus reivindicaciones en la España de […]

Lucía Sánchez Saornil, Teresa Claramunt, Amparo Poch y Gascón, Lola Iturbe, Antonia Maymón, Pepita Carpena… Mujeres anarquistas, feministas y revolucionarias a las que la historiografía no ha hecho justicia. Batallaron por dejar de ser «la esclava del esclavo» y destacaron tanto por su empuje como por la modernidad de sus reivindicaciones en la España de los años 30. «Mujeres de clase obrera pasaron a capacitarse, escribir e incluso colaborar con las vanguardias artísticas», afirma la historiadora Dolors Marín (L’Hospitalet, 1957). Hoy profesora de instituto en Palma de Mallorca, Dolors Marín comenzó a investigar la historia del anarquismo con 17 años, en su barrio de Hospitalet de Llobregat. También empezó entonces a recuperar la historia de las mujeres. Es autora de «Clandestinos: el maquis contra el franquismo» (2002), «Ministros anarquistas» (2005), «La semana trágica» (2009), «Anarquistas, un siglo de movimiento libertario en España» (2010) y «Anarquismo, una introducción» (2014). «No sólo la popular Emma Goldman, sino mujeres como Voltairine de Cleyre, Lucy Parsons, Virginia Bolten, Rirette Maitrejean, Maria Huot, Magdalena Vernet o Maria Lacerda de Moura se preocuparon por el rol de la mujer dentro del movimiento anarquista», afirma. La historiadora ha participado en la XVII Mostra del Llibre Anarquista de Valencia.

-Desplegaron su actividad en el estado español entre abril de 1936 y febrero de 1939, y llegaron a contar con cerca de 20.000 afiliadas. ¿Quiénes fueron las «Mujeres Libres»?

Un grupo de mujeres que comenzó a funcionar en torno a una revista llamada también «Mujeres Libres». Eran mujeres anarquistas -anarcofeministas, diríamos hoy- aunque entonces no se denominaban «feministas». Sobre todo pensaban que había que capacitar a la mujer de la España de 1936 para que pudiera llegar un poco más allá; que pudiera aprender, tener mejores trabajos y desarrollar libremente la creatividad.

-¿Y también hacer la Revolución?

Sí, porque en España a partir de 1936 no sólo hay una guerra contra el general Franco, que traicionó a la República, sino que también está en marcha una Revolución. Ellas se sienten capaces de vivir en esta España del mañana….

-¿Qué actividades desarrolla la organización «Mujeres Libres»?

Abrir escuelas para mujeres, «sacar» a las que estaban en la prostitución y capacitarlas para otros trabajos, o ayudar a los niños que llegaban como refugiados de las regiones donde había entrado Franco; además abrir escuelas para estos niños, lugares donde dormir o que pudieran ser acogidos en otras casas. Son mujeres que realizan una tarea muy importante.

-Como profesora e historiadora, ¿recuerdas en las clases y talleres el legado de esta organización anarcofeminista?

Sí, les hablo a los alumnos en las lecciones de segundo o cuarto de bachiller, cuando abordamos la guerra de España. Les digo que el feminismo de Mujeres Libres fue muy moderno; de hecho, las ideas que defienden serían recuperadas principalmente en Estados Unidos en los años 60 por las mujeres afroamericanas y también por las latinas. Estas mujeres observan que el feminismo no sólo ha de luchar contra el patriarcado, ni quedarse en el feminismo burgués y del voto, sino también luchar para que las mujeres se capaciten. Esto ya lo decían las primeras anarcofeministas: «Dejar de ser la esclava del esclavo» (el marido explotado). Es decir, llegar a ser mujeres autónomas, libres y plenas.

-¿En qué contexto histórico aparece este colectivo de mujeres?

Me gusta hablar de «Mujeres Libres» porque parece impensable que un país tan «tercermundista» como era la España de los años 30, con una revolución agraria por hacer y con una revolución industrial que se situaba a la cola de Europa, surgieran unas mujeres con este empuje. Y sobre todo, tan modernas para su época.

-¿A quiénes destacarías?

Por ejemplo a Lucía Sánchez Saornil, una obrera madrileña que traspasa el obrerismo para trabajar de telefonista en Telefónica. Se trataba, por tanto, de una obrera capacitada y que en sus horas libres componía versos y colaboraba con la prensa ultraísta madrileña. Me interesa observar este «salto»: cómo mujeres de clase obrera pasan a colaborar con las vanguardias artísticas. También me interesa la figura de Amparo Poch y Gascón, una mujer médico que además decide escribir y ser creativa.

-¿Qué te llama la atención de la revista «Mujeres Libres»?

Es una publicación que incluye una parte artística, tal vez se trate de una de las revistas más bellas de la guerra civil. En un contexto bélico, estas mujeres añaden a la lucha una faceta artística, creativa y transgresora. Hay tiempo para la poesía… Encontramos, por ejemplo, un artículo muy divertido de Lucía Sánchez Saornil, quien se queja de los matrimonios civiles y dice que son un «proyecto para la creación de una fábrica de bodas en serie (churros auténticos)». Se ríe mucho del matrimonio civil, porque piensa que ha terminado sustituyendo al eclesiástico, pero con la sanción del Estado.

-En tu intervención en la Mostra del Llibre Anarquista de Valencia te has referido a algunas mujeres invisibilizadas, como Dolores Iturbe (1902-1990). ¿Por qué fue importante?

Lola fue una mujer de la Federación Anarquista Ibérica (FAI), la compañera de Juan Manuel Molina. No sólo articularon numerosos grupos de la FAI, sino que también editaron la revista «Tierra y Libertad», el órgano de la federación de grupos anarquistas. Serán además amigos de las vanguardias artísticas en Barcelona, por ejemplo del dibujante Ángel Lescarboura y del periodista y editor Mateo Santos. Así, ilustrarán con dibujos surrealistas «Tierra y Libertad». Pantalonera de oficio (se pasa todo el día cosiendo), Lola Iturbe es una mujer que parece muy modesta y que por las noches escribe sin parar. Era tan discreta que, cuando la conocí a finales de los 70, vivían ella y su marido en un piso de aproximadamente 40 metros cuadrados en Sant Adrià de Besòs (Barcelona). Eran personas modestísimas, con una biblioteca fabulosa.

-¿Qué te admiró de Lola Iturbe en el trato directo?

Fue corresponsal de guerra en el frente, recibió a Emma Goldman, pasó una última noche con condenados a muerte de su grupo de afinidad, estuvo en el asalto de las Atarazanas de Barcelona, donde mataron a sus amigos… Y sin embargo esta mujer, que había hecho tantas cosas, cuando volvió del exilio a Barcelona lo que hizo fue escribir sobre sus amigas. Publicó «La mujer en la lucha social y la guerra civil de España».

-¿Por qué, como historiadora, eres tan crítica con la figura de Federica Montseny, anarcosindicalista y ministra de la CNT durante los gobiernos de Largo Caballero?

No soy crítica, pero en mi opinión fue conservadora. Se menciona mucho a Federica Montseny, pero no se habla tanto de Lola Iturbe o de Mercedes Comaposada, otra de las fundadoras de «Mujeres Libres». Y como ellas había muchas más: Libertad Ródenas, Rosario Dulcet… Mujeres de mitin y de sindicato. Eran más discretas, pero al no haber sido ministras ni tener artículos publicados, los «abuelos» no hablan de ellas. Además, como en la época de la clandestinidad prácticamente no había actos ni fotografías, no se las recuerda. A las mujeres que no firmaban sus artículos en la prensa, como Lola, tampoco las visibilizamos.

-¿Quiénes fueron los «abuelos»?

Me refiero a los viejos militantes de la CNT. Aunque también es verdad que Federica parece que cuando hablaba en un mitin la gente lloraba, porque tenía una capacidad enorme de llegar a la concurrencia.

-Amparo Poch y Gascón…

Por suerte una historiadora cercana al anarquismo y una de las primeras «rescatadoras» de las mujeres libertarias, Antonina Rodrigo, escribió dos libros sobre ella: «Una mujer libre» y «Amparo Poch y Gascón. Textos de una médica libertaria». Amparo Poch estuvo en «Mujeres Libres» en 1936, pero a partir de 1939 se marchó al exilio y ayudó a los maquis españoles en el Hospital de Toulouse. Fue una gran doctora que apoyó a los refugiados españoles; así, realizó consultas gratuitas a los exiliados que estaban indocumentados en Francia. Su labor fue magnífica, pero tampoco dejó muchas cosas escritas.

-No has mencionado a la escritora, editora y periodista Teresa Mañé (1865-1939), madre de Federica Montseny, y a quien también se la conoció por el seudónimo con el que firmaba los textos, «Soledad Gustavo».

Fue una de las primeras maestras laicas del estado español, lo que en su caso fue una forma de «jugársela». En Reus le cerraron la primera escuela. Sus padres no eran obreros, tenían una fonda, por lo que se trata de una mujer de clase media. Si Teresa Mañé no se hubiera mezclado en el «fregado» del anarquismo, habría vivido muy bien. Pero por el hecho de ser anarquista y conocer a Juan Montseny, tuvieron que partir al exilio. No sólo fue la gran educadora de su hija, Federica Montseny, sino que también era más feminista que Federica. Pero a quien más destacaría es a Teresa Claramunt.

-Una mujer obrera y anarcosindicalista…

Sí, pero que pasa del obrerismo a escribir y organizar grupos de mujeres. O a Antonia Maymón, una maestra laica que tiene escritos preciosos. Pero, insisto, todas estas mujeres están muy invisibilizadas.

-¿Observas muchas diferencias entre el anarcofeminismo y el sufragismo?

No, lo que ocurre es que las anarquistas creen que las sufragistas son mujeres burguesas que luchan sólo por el voto, y no es verdad. Cuando lo descubren, el nexo de unión es mayor. La imagen distorsionada de las sufragistas provenía sobre todo de la prensa burguesa. Las anarquistas no se plantean el voto, es algo que no les importa. Además hay un gran desprestigio de la política en todo el anarquismo.

-¿Cómo fue la relación entre la CNT y «Mujeres Libres»?

Difícil, porque los hombres no entendían que las mujeres pudieran plantear organizaciones específicamente de ellas. Y esto no pasa sólo con el anarquismo, sino también con el comunismo y el socialismo, que dejaban la cuestión de la mujer para el día después de la Revolución. Las internacionales obreras no dieron respuesta a este asunto. Cuando aparecen los feminismos en los años 20 es porque hay una desconfianza de las mujeres obreras hacia las propias organizaciones, ya que las ningunean. Por ejemplo, los sindicatos se reúnen por las noches. Las mujeres obreras no van a estas reuniones porque están cuidando a sus hijos. Esto sucedió en la CNT.

-¿Conoces ejemplos concretos?

Pepita Carpena, de «Mujeres Libres», trabajaba en el sindicato del Metal, donde predominaban los hombres. Ella les preguntaba a sus compañeros «dónde está tu compañera», y como la respuesta era «en casa, cuidando a los hijos», ella entonces les decía «pues mañana te quedas tú en casa y que venga ella a la reunión». Como historiadora, al no encontrar a las mujeres en el espacio sindical las he buscado donde sí que están: en los ateneos libertarios, donde se dedicaban a la intendencia o a llevar la biblioteca; en las cooperativas, en los ambientes culturales y las revistas o participando en las excursiones, entre otros lugares.

-Has sugerido alguna relación entre espiritismo y anarquismo…

Las anarquistas no son espiritistas, aunque sí que pueda haber alguna relación entre mujeres anarquistas y espiritistas. Las dos tienen un enemigo común, la iglesia católica. A finales del siglo XIX, se organizaban unos encuentros de discrepancia o confrontación en los que se garantizaba la asistencia de numeroso público femenino. Y tanto las espiritistas como las anarquistas querían llevar la harina a su costal. Encontramos a una mujer espiritista, Amalia Domingo Soler, con Teresa Claramunt o Soledad Gustavo, que pretenden llevar a las mujeres al campo anarquista.

-Una mezcolanza ideológica contra el enemigo común.

Teresa Claramunt se juntó con Amalia Domingo Soler y la activista y dramaturga republicana Ángeles López de Ayala en mítines a favor de la escuela laica, pues tienen en común que pretenden la capacitación de las niñas. Pero después en los periódicos Amalia Domingo Soler escribía sobre aquellas anarquistas descreídas que serían muy felices si creyeran en la reencarnación. Un ingeniero y pensador anarquista, Fernando Tarrida del Mármol, le respondería que los anarquistas eran materialistas. Podían coincidir en la defensa de la escuela laica, pero no en la creencia en el más allá.

-Por último, ¿en qué contexto histórico se produce esta coincidencia?

Como a finales del siglo XIX e inicios del XX se hallan en la ilegalidad, se encuentran en los espacios de frontera. Piensa que a raíz de la bomba contra la procesión del Corpus de Barcelona, en 1896, se detiene a numerosos anarquistas en toda Cataluña. Se aprueban leyes especiales y cierran todos los lugares con presencia de anarquistas, como las escuelas coeducadoras. En ocasiones se esconden en los locales de los espiritistas. Se trata de márgenes en ebullición.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.