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Rigurosamente incierto

Muebles Mikasa

Fuentes: Diagonal

Relato 100% basado en hechos de distinto tipo, a la manera de modesta proposición, acerca del liderazgo en Europa de la empresa ficticia Mikasa de muebles y restauración.

Ilustración: Mel

En circunstancias como las actuales debemos recordar que la palabra «crisis» significa en mandarín antiguo «oportunidad», pero más en el sentido de «ciclo que se acaba» o incluso «despojo que se aprovecha». Debemos pensar en términos de «oportunidades» y aprender cómo grandes empresas han sacado importantes beneficios de situaciones de crisis económica. Tomemos el ejemplo de Mikasa, la corporación de origen finés dedicada a los muebles modulares de automontaje que se hizo famosa durante la gran crisis económica mundial.

Mikasa como empresa nació con la promesa finisecular de expandir internacionalmente el diseño de origen finés, un pueblo que al vivir confinado en sus casas por las terribles temperaturas había desarrollando una extrema sensibilidad por el interiorismo. El primer paso para ello fue aplicar esa estética de los países del norte a unos muebles de pésima calidad que se extendieron como la pólvora por toda Europa hasta crear un estilo unificador «europeo». Un estilo que acabó reforzando la identidad continental a través de la replicación milimétrica de las mismas habitaciones en Londres, Berlín o Barcelona, donde los orgasmos se tenían en exactamente las mismas camas y las almorranas se martirizaban en las mismas sillas. Pero la crisis de 2008 vino a despertarnos del sueño de una Europa unificada y conglomerada por estanterías Ullmann y mesas Björnstrand.

Mikasa afrontó la nueva situación bajando los precios de sus restaurantes, que se convirtieron en una especie de comedores sociales de lujo para la débil clase media de los países que más sufrían la crisis, los llamados PIGS, es decir, Portugal, Irlanda, Grecia y una Spaña con «s» líquida pero sin liquidez. Los domingos a la hora de comer los restaurantes se atestaban de familias que no sólo disfrutaban de las sabrosas albóndigas y de los jugosos codillos, sino que se tranquilizaban con el paseo posterior por las habitaciones de exposición que les recordaban a dioramas de sus propios sueños precrisis: trabajos, hipotecas y servicios sociales. Conceptos que podríamos resumir con la frase con la que un pequeño empresario se dirigía a su familia para alabar las virtudes de un minipiso al estilo Mikasa: «Europa, coño, Europa».

Esos imperios perdidos del automontaje eran atendidos por una legión de jóvenes trabajadores que vieron en el florecimiento de esa prestigiosa empresa la única salida al creciente paro. Si bien su popularidad como trabajo estacional pronto fue objeto de leyendas negras, los consumidores de clase media las desestimaron afirmando que eran propaganda sindicalista frente a un gobierno desregularizador. Sin embargo, esa mala prensa no pudo con las novedosas políticas llevadas a cabo por Mikasa, sobre todo en el éxito de su económico restaurante. Junto a esas ventajas, la empresa lanzó una campaña para anunciar que llevados por su implicación con la sociedad iban a contratar a gente con distintos tipos de funcionalidad, empezando por un 10% de los trabajadores. Pronto el número de mancos y de tullidas superó esa cifra y los muñones acompañados siempre de la sonrisa marca MIKASA indicaban dónde se encontraba tal o cual sección. Así los consumidores de clase media no sólo sentían que ayudaban a los más débiles, los jóvenes, sino que contribuían a la recuperación del país y comían esos deliciosos codillos de una textura nunca vista. O como dijo un consumidor limpiándose un trozo de carne de codillo de los dientes: «Seremos PIGS ¡¡pero del PIG se aprovecha todo!!».

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/humor/19868-muebles-mikasa.html