El recluso tenía 73 años, padecía alzheimer y estaba preso desde hacía un año y medio
Cuando el Centro Penitenciario de Lledoners, en Sant Joan de Vilatorrada (Barcelona) abrió sus puertas en 2008, fue presentado a bombo y platillo como una de las prisiones más modernas y «acogedoras», por sus reducidas dimensiones (con capacidad para 750 internos), de Catalunya.
Fue esta imagen de modernidad y de reinserción la que los medios de comunicación vendieron profusamente, la que llevó a Nieves Hernández a aconsejar a su compañero, Luis Dalmau, de 72 años, que ingresara en dicha prisión. «Jamás pensé que no saldría de allí vivo», dice hoy Nieves, tan sólo unas horas después de haber recibido la llamada de la cárcel que le comunicaba la muerte de Dalmau. Llevaba preso 16 meses.
El delito de Dalmau fue un crimen fiscal, cometido hace 16 años, cuando rondaba los 56. El 21 de septiembre de 2009, con cuatro bypass y enfermo de alzheimer -entre otros muchos problemas de salud-, entró en la prisión para cumplir su condena. El 15 de diciembre de 2010, Nieves escribía la primera carta al director del centro penitenciario en la que le pedía que algún especialista la informara de la situación de salud de Luis, después de haberle visto el día 12 los 40 minutos semanales de comunicación ordinaria (a través del cristal) en un «estado [de salud] deplorable».
Tampoco había recibido las habituales llamadas de teléfono de Dalmau, algo que sólo ocurría cuando estaba muy enfermo. Y es que a Dalmau, entre vómitos, diarreas y temblores continuos, se le empezaba a escapar la vida en la soledad de su celda. Fueron los presos, que le apodaban «el abuelo», los únicos que temían por su vida y actuaron en consecuencia.
El 21 de diciembre, Nieves volvió a escribir al director: «Como usted ya sabe, es un señor con alzheimer (demencia senil), diabético, operado de páncreas… soy testigo de cómo la falta de cuidados ha ido deteriorando su salud hasta tal punto que los que fuimos a verle por comunicación oral vimos como se encontraba muy mal y no la aguantó, y tuvimos que llamar a los funcionarios para que se lo llevasen; salimos con la impresión de que un fatal desenlace era inminente» (…) «Él, por la enfermedad de alzheimer, no es consciente del peligro de deshidratación que le puede producir dicho estado» (…) «y aguanta hasta que se desmaya y alguien, por suerte, da la voz de alarma». «Me temo que si ustedes no toman medidas oportunas, el interno puede morir de una manera absurda».
El 22 de febrero la Junta de Tratamiento de la cárcel, por unanimidad, le concedió a Dalmau el segundo grado, pero Nieves se quejó en una carta a la cárcel de que su edad y su estado de salud le impedía beneficiarse de este cambio en su situación.
Hospitalizarlo para salvarle
El 5 de de marzo, Nieves volvía a escribir al director. Sin respuesta. Denunciaba en su carta «que a Dalmau le dieron el alta en el hospital de Terrassa el 4 de marzo (pasando de nuevo al centro penitenciario). Al día siguiente tuvo dos desmayos, por lo que horas más tarde estaba en [el módulo de] enfermería. Como ha quedado demostrado por las veces anteriores que la enfermería del Centro no tiene medios suficientes para tratar este tipo de enfermos, le ruego que lo ingresen urgentemente en el hospital antes de que ocurra un fatal desenlace». El 7 de marzo Hernández recibe, por fin, una respuesta del director pero referente a una queja por una limitación de unas visitas.
El 22 de marzo, Nieves escribe a la consellera de Justicia de la Generalitat, Pilar Fernández Bozal para informarle una vez más (ya le había mandado una carta el 23 de febrero) del grave estado de salud de Luis. Le rogaba que «si no lo excarcelan, lo ingresen urgentemente otra vez en el hospital» para «salvarle la vida». Tampoco estas cartas tuvieron respuesta.
El 23 de marzo por la mañana Luis Dalmau fue encontrado muerto en su celda. Una llamada de teléfono a Nieves. Todo ha terminado.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Muere-en-prision-desatendido-un.html