El 30 de septiembre del año pasado el periódico danés «Jyllands-Posten» publicó doce viñetas en las que aparecía el profeta Mahoma en situaciones caricaturescas, ridículas si se quiere, algunas de ellas asociándolo a íconos de violencia. Meses más tarde, en febrero de 2006, diversos grupos de musulmanes iniciaron una protesta furiosa que no puede pasar […]
El 30 de septiembre del año pasado el periódico danés «Jyllands-Posten» publicó doce viñetas en las que aparecía el profeta Mahoma en situaciones caricaturescas, ridículas si se quiere, algunas de ellas asociándolo a íconos de violencia. Meses más tarde, en febrero de 2006, diversos grupos de musulmanes iniciaron una protesta furiosa que no puede pasar desapercibida.
«¡Muerte a Europa!» reclamaron en Irán asistentes de un manifestación, mientras en distintos puntos del mundo musulmán se exige el cierre de todas las embajadas de los países que publicaron las caricaturas, se produjeron hechos de violencia con varios muertos habiéndose transformado el hecho en un incómodo incidente diplomático.
Todos los gobiernos deploran la violencia desatada, pero eso no alcanza para detener la ira.
Mucho se ha dicho ya en estos días sobre el asunto, condenando la violencia en general, no justificando la reacción de los pueblos islamitas, pero preguntándose poco sobre lo que realmente significa todo esto, el mensaje en juego tras el sensacionalismo periodístico.
Poco también se dijo sobre lo que el mismo periódico no publicó unos años atrás, en abril de 2003, cuando su caricaturista Christoffer Zieler produjo una serie de viñetas humorísticas no solicitadas que trataban sobre la resurrección de Jesús, las cuales fueron rechazadas por la editorial del medio. En aquel entonces se alegó la presunta carga ofensiva que podían tener para su público -católico, obviamente-, cosa que no se dijo en septiembre pasado cuando se publicó la serie sobre Mahoma.
Hablar con objetividad sobre las religiones no es fácil; en un sentido, las religiones no son racionales sino que tienen que ver con algo que va más allá de la lógica. Las razones de la fe, de la creencia, no son las razones de la racionalidad; y eso vale para todos, musulmanes y cristianos, budistas o animistas, judíos o hinduistas. Pero lo recién sucedido entre algunos -muchos- seguidores del Islam y cierta visión eurocéntrica del mundo no es algo de competencia teológica sino, en todo caso, de la sociología, de la lucha de poderes.
¿Por qué puede un periódico nórdico publicar una sátira de Mahoma pero no así una de Cristo? ¿Hay un «choque de civilizaciones» en ciernes, como diría el ideólogo ultra conservador Samuel Huntington? ¿U Occidente sigue siendo «colonialista», sintiéndose superior y encontrando subdesarrollados en todo lo que no sea blanco, rubio y de ojos claros?
Lo acontecido ahora no puede desligarse de la violencia vivida hace apenas unos meses en varias ciudades francesas, luego extendida a varios puntos de Europa. ¿Es el Islam el que está en pie de guerra contra Occidente? ¿Se trata de una guerra santa, o hay razones socioeconómicas -ejercicio del poder, dicho en otros términos-, a las que se une una monstruosa discriminación étnica (racismo, para ser más claros) las que explican estos sucesos?
Desde una óptica occidental, incluso de izquierda, podría decirse que las peleas religiosas son rémoras del pasado, de un oscurantismo que el mundo moderno comenzó a remover y que el futuro (¿tal vez socialista?) debería dejar atrás. Pero para un occidental que no es practicante de la fe musulmana (como quien esto escribe) es difícil entender cabalmente lo que una ofensa a sus valores sacrosantos puede significar para un islamita, tal como una caricatura humillante del Profeta Mahoma.
Pero algo más: no se trata de una broma sobre un ícono sagrado de una religión. Es más bien la repetición de un estereotipo que a cualquiera ofendería: que los musulmanes son bárbaros y violentos. Y quienes lo dicen, justamente, son los que roban el petróleo de los países árabes, y los bombardean impiadosos cuando así lo consideran oportuno.
¿Es eso una cuestión religiosa, o hay ahí un puro prejuicio racista?
Nadie puede justificar la violencia gratuita, por supuesto. Pero acaso, ¿es gratuito, inmotivado, descabellado lo que sucedió en Francia con la reacción -por cierto violenta- de los inmigrantes árabes a fines del año pasado y con lo que está sucediendo ahora en distintos lugares del Islam a partir de la publicación danesa, o habla ello e un desprecio ya demasiado enquistado por parte del mundo «desarrollado» hacia los «bárbaros»?
Seguramente pelearse por los dioses puede tener algo de absurdo; pero el clamor de «¡Muerte a Europa!» que puede estar circulando por más de algún lugar musulmán trasciende con mucho la cuestión religiosa.