Uno de los más importantes y provocadores artista plásticos de los últimos años, cuya extensa obra se centró en la religión, las guerras y la intolerancia, falleció hoy en la ciudad de Buenos Aires. Su obra llegó a los museos más destacados del mundo como el MOMA de Nueva York, el Museo Reina Sofía de […]
Uno de los más importantes y provocadores artista plásticos de los últimos años, cuya extensa obra se centró en la religión, las guerras y la intolerancia, falleció hoy en la ciudad de Buenos Aires. Su obra llegó a los museos más destacados del mundo como el MOMA de Nueva York, el Museo Reina Sofía de Madrid y la Pinacoteca do Estado de São Paulo. Ferrari alcanzó su consagración en 2007, cuando fue elegido mejor artista en la Bienal de Arte de Venecia donde se le otorgó el «León de Oro» por una serie de obras que durante su exhibición en Buenos Aires fueron destrozadas por fanáticos religiosos y criticadas por el entonces cardenal Jorge Bergoglio. Sus restos serán trasladados hoy a las 15.30 al mausoleo Augusto Ferrari en el cementario de Chacarita.
Hijo de Susana y Augusto Ferrari, León nació un 3 de septiembre de 1920. Su padre era un artista italiano que había realizado unos frescos en un templo de Turín y, una vez radicado en Argentina, reformó la iglesia de San Miguel, donde pintó 120 cuadros y también construyó iglesias en la provincia de Córdoba. «Yo no sé si lo que hago tiene que ver con que mi padre haya construido iglesias», decía León.
Ferrari a principios de los años 50 viajó a Italia, donde comenzó a hacer esculturas de cerámica y realizó su primera exhibición individual en Milán, y en 1955 regresó a Argentina, mientras que en los años 59 y 60 realizó tallas en madera y estructuras de alambres, primero entrelazados y luego soldados.
En 1962, durante su segundo viaje a Italia, realizó la primera escritura abstracta, ininteligible, serie que continuó hasta su muerte y que elaboró en distintas variaciones. Una de sus obras más impactantes la realizó en 1965, para el Premio Di Tella: «La Civilización Occidental y Cristiana», una escultura que muestra a Cristo Crucificado sobre un avión bombardero estadounidense, que en su momento aludía a la guerra de Vietnam pero que recobra significado a lo largo del tiempo.
A partir de esa muestra, continuó realizando obras políticas presentadas en exposiciones colectivas, como «Homenaje a Vietnam» (l966), «Tucumán arde» (1968) y «Malvenido Rockefeller» (1969), entre otras. En 1976, recopiló un grupo de noticias sobre la represión de la dictadura militar que publicó con el título de «Nosotros no sabíamos», frase que una parte de la ciudadanía argentina utilizó frente a las pruebas de la tortura y de los centros de detención.
Ese año, con la instauración de la última dicatadura cívico militar, se radicó en San Pablo, y durante su estadía allí se enteró de la desaparición de su hijo Ariel, quien había decidido quedarse en Argentina en vez de abandonar el país con el resto de la familia Ferrari.
En Brasil, retomó las esculturas metálicas y realizó experiencias con diversas técnicas: fotocopia, arte postal, heliografía, microficha, video-texto y libro de artista, entre otros. Retomó el tema político-religioso en 1983 con collages e ilustraciones de la Biblia, en los que sumó la iconografía católica, la erótica oriental e imágenes contemporáneas.
A partir de 1985 inició una serie de obras con excrementos de aves y expuso en el MAM de San Pablo una jaula con dos palomas que defecaban sobre una reproducción del «Juicio final» de Miguel Ángel. Ferrari volvió a vivir en Buenos Aires en 1991, donde continuó con sus críticas al poder de la Iglesia Católica a través de su arte, o haciendo pasteles y dibujos.
En 2004, se expuso en el Centro Cultural Recoleta una retrospectiva de su obra que abarcaba 50 años de producción, y que provocó la ira de grupos ultrareligiosos, protestas en las puertas del centro, la rotura de obras, la clausura y reapertura de la muestra por decisión de la justicia y uno de los más intensos debates en la historia del arte argentino.
Allí, se podía observar las dos líneas centrales de su trabajo: aquella más abstracta y poética, representada por dibujos y esculturas en alambre, y la más política, iniciada con su emblemático avión y que culminaba en los collages sobre religión y política, y en sus polémicas series de Infiernos.
El año pasado, entre otras muestras en las que participó, Ferrari presentó en el Malba una selección de 70 obras pertenecientes a las series «Brailles» y «Relecturas de la Biblia», realizadas a lo largo de tres décadas y hasta entonces sólo parcialmente conocidas.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-225268-2013-07-25.html