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Comparaciones que, aparte de odiosas, son muy significativas

Nacimos para ganar

Fuentes: Rebelión

¿Recuerdan aquel programa comparativo de tópicos que emitía una televisión española? Quizá no era tan de extrañar que el camarero vasco defendiera su restaurante, mientras que al andaluz no le importara lo más mínimo. Probablemente, además, la actitud del andaluz no fuera fruto de «esencialismo» alguno ni de su «carácter gracioso», nada que ver con […]

¿Recuerdan aquel programa comparativo de tópicos que emitía una televisión española? Quizá no era tan de extrañar que el camarero vasco defendiera su restaurante, mientras que al andaluz no le importara lo más mínimo. Probablemente, además, la actitud del andaluz no fuera fruto de «esencialismo» alguno ni de su «carácter gracioso», nada que ver con los tópicos sobre los que trataba el programa, sino la consecuencia directa de algo bastante más prosaico: sus condiciones de trabajo.

Aquello, claro, era una simple anécdota televisiva. Ahora bien, si extrapolamos tal anécdota a la situación política actual, podemos encontrar interesantes paralelismos. El más importante de ellos es que, mientras que la mayoría de la izquierda vasca defiende su casa, su tierra, su «restaurante», a la mayoría de la izquierda andaluza ya parece no importarle nada, ni su casa, ni su tierra, ni su «restaurante», ni -en una palabra- su ideología. Así está la cosa.

Más aún: no solo ocurre tal cosa en la izquierda andaluza, sino que además podemos hablar de una actitud semejante en el conjunto de los principales partidos del Estado Español autodenominados de izquierdas que se sitúan más allá del ámbito de la Izquierda Abertzale, y especialmente en aquella coalición de partidos y personalidades independientes que naciese en el Estado Español, allá por el año 1986, con el objetivo de aglutinar a todos los partidos situados a la «izquierda del PSOE»; aquello que llamaron Izquierda Unida y de la que han ido saliendo paulatinamente muchos de sus fundadores, unos por no estar de acuerdo con la deriva reformista de la coalición, y otros -los más- para sumarse a las filas de partidos con mayor protagonismo en las altas esferas del poder, principalmente el PSOE.

Así, si algo hemos podido observar en estos 23 años, es la deriva de esta federación de partidos hacia unos postulados cada vez más desideologizados y reformistas, con la conciliación y el chalaneo con los partidos capitalistas como principal marco de referencia para su actuar político. La Izquierda Abertzale, en cambio, a pesar de sus debates internos, de sus distintas etapas histórico-coyunturales, de sus cambios a nivel de liderazgos y a pesar de otras circunstancias históricas y políticas, se ha mantenido firme en un discurso y, sobre todo, en una práctica que, en esencia, es hoy la misma que era entonces: la lucha por la autodeterminación, la organización de su acción política desde las asambleas de base, la práctica y el discurso en pos del socialismo y la defensa de los intereses económicos, políticos e ideológicos de las clases trabajadoras vascas; la reivindicación sindical de clase como estandarte de lucha, la renovación de sus cuadros a través de la constante presencias de jóvenes en sus principales puestos representativos; se han mantenido, en definitiva, firmes en la idea que el Che supiese resumir como nadie en su(s) famosa(s) frase(s) «hasta la victoria siempre (…) prefiero morir de pie que vivir de rodillas».

Es por ello que las comparaciones, que según suele decirse son odiosas, se hacen en este caso concreto especialmente significativas: Tenemos, por un lado, a Cayo Lara, que afirma, como máxima expresión de sus planteamientos y presiones políticas al gobierno capitalista de turno, que «si Zapatero no da un giro a la izquierda» nos espera un «otoño caliente«, aunque -eso sí- sólo podrá haber Huelga General si así lo decide el sindicato amarillo Comisiones Obreras. «Otoño caliente», pero caliente al estilo del verano en Alaska o Groenlandia, no al estilo del verano en Andalucía o el Sáhara. Pero por otro lado tenemos a Arnaldo Otegi, que en un mitin de Iniciativa Internacionalista, después de haber citado una frase de Fidel Castro acerca de la superioridad moral e ideológica del socialismo frente al capitalismo, afirmaba contundentemente que «nosotros no hemos nacido para resistir, nosotros nacimos para ganar… ¡y vamos a ganar!». Dos frases, dos simples frases, pero que dicen tanto del carácter político de unos y otros, que, comparadas, ponen a cada cual en su sitio.

Tenemos aquí dos actitudes ante la política, dos actitudes que hacen un contraste tremendamente obvio: la actitud de que los que realmente desean ganar y, por tanto, no olvidan su objetivo, y la actitud de los que piensan que ya han perdido y que ahora únicamente se trata de salvar los muebles (eso sí: dentro del capitalismo). Los que prefieren morir de pie antes que vivir de rodillas, frente a los que prefieren arrodillarse antes que morir, porque saben que la muerte política les acecha y que difícilmente podrán esquivarla.

Pero, si hablamos de comparaciones odiosas, la cosa no queda ahí: Es bastante significativo también, por ejemplo, ver como Aminetou Haidar estaba dispuesta a morir por no besarle las posaderas a su monarca, mientras que Cayo Lara, incapaz de comprender tan enorme ejemplo, proponía que Juan Carlos I interviniera para salvar la vida de la activista saharaui. O contrasta ver como la mayoría sindical vasca convocaba una exitosa Huelga General el 21 de mayo, sin apoyo de los dos principales sindicatos españoles, mientras que el 12 de diciembre (sábado, para no molestar al patrón) estos dos sindicatos (UGT y CCOO) llevaban a Madrid a sus liberados en apoyo al gobierno, siendo incapaces además de movilizar a más de 30.000 personas en todo el conjunto del Estado para que se desplazasen hasta la capital de Reino (seguramente porque era día de fútbol y no había ganas de perderse los correspondientes partidos). Contrasta igualmente ver al parlamento cubano que lleva décadas exigiendo el desmantelamiento de la base de Guantánamo, mientras IU pidió el «Sí» a una reforma neoliberal del Estatuto de Andalucía, que no incluye ni una sola mención a las bases de Rota y Morón, ni a la profundización en la (hoy más que nunca) necesaria reforma agraria en Andalucía, ni -no digamos- a la soberanía andaluza. Comparaciones, odiosas comparaciones…

Cosas como éstas son, claro está, lo que diferencia a los que tienen dignidad política e ideológica de quienes, si alguna vez la tuvieron, se olvidaron de su existencia hace tiempo. Por eso este verano el Primer Teniente Alcalde de Sevilla, de IU, le negó un espacio público a los jornaleros del SAT tras la Marcha por la Dignidad y el Empleo (y a pesar de la deshidratación y el cansancio generalizados), mientras que sus amigos del PCE (los usurpadores de estas siglas, queremos decir) contaron con un pabellón sin el menor problema tras su manifestación del 29 de noviembre. Si trabajas en las instituciones y no en la calle, no tendrás dificultades para obtener estas cosas. Si solo gritas, pero no actúas, siempre tendrás todas las puertas abiertas. Si además de gritar, actúas, no te darán ni agua. Es lo que hay. Por eso mientras su sindicato español vende a los trabajadores, los sindicatos nacionalistas (CIG en Galicia, LAB en Euskal Herria, SAT en Andalucía, etc.) mantienen el pulso de la lucha de clases, aunque esto suponga pasar a formar parte de la lista negra de enemigos del Estado, en la cual no estarán nunca IU ni su sindicato.

Y es que IU, teóricamente, está en contra del latifundio en Andalucía. Sin embargo, recientemente ha consentido (eso sí, votando en contra) que su socio de gobierno en la ciudad de Sevilla levante una estatua en honor a lo más rancio de la clase terrateniente andaluza, causante de tanto sufrimiento y explotación histórica en el pueblo trabajador andaluz, sin plantear en ningún momento la ruptura del vergonzoso pacto de gobierno en cuestión, ni siquiera como modo de presión para forzar a su socio de gobierno a no ejecutar tal iniciativa que atenta de manera tan flagrante y a la vez tan simbólica contra el pueblo trabajador andaluz, que por tantos años ha tenido que sufrir a las Duquesas de Alba de turno, de punta a punta de la nación.

De igual modo, teóricamente, IU dice estar en contra de la Ley de Partidos (aunque Llamazares votara a favor «por error»). Sin embargo, el coordinador andaluz de esta coalición, Diego Valderas (que ahora plantea como una posibilidad el pacto con el partido de ultraderecha UPyD), amenazó de expulsión a 19 cargos electos de la CUT, y a la CUT en general, por haber firmado los avales para que Iniciativa Internacionalista pudiera concurrir a las elecciones europeas. Nada le dijo, sin embargo, a quienes firmaron los avales para que el POSI o el PCPE hicieran lo mismo: sólo a los que avalaron a la candidatura internacionalista. ¿También fue esto un error? Aunque ¿de qué puede uno extrañarse? El propio Willy Meyer, cabeza de lista de IU en esas elecciones, afirmó en El País que «como IU está en contra del terrorismo, está también en contra de esa candidatura [la de Iniciativa Internacionalista]». Es más, Meyer dijo también que si los tribunales ilegalizaban la candidatura internacionalista, le parecería bien porque «estamos en un Estado de Derecho«. Como diría su amigo Rubalcaba, «o votos o bombas», pero no te dejo votar. Curiosa paradoja.

Como paradójico es que IU esté en contra de la Ley de Partidos, pero a favor de que esta ley se aplique, tal cual se demuestra con lo anterior. ¿Celebrará también las expulsiones de inmigrantes que se perpetran en virtud de la Ley de Extranjería? Por si fuera poco, Meyer volvió a aparecer en el conocido diario de la multinacional PRISA, para asegurar haberse alegrado de la caída del Muro de Berlín, y definir su opinión acerca del socialismo con la tajante frase de «dictadura, ni la del proletariado». ¿Qué pensarán de esto en Cuba? Willy Meyer tolera Rota y Morón, tolera una estatua a la Duquesa, tolera (y aplaude) que se ilegalicen partidos revolucionarios en virtud de la ley más fascista de Europa; pero cuando se trata de la dictadura del proletariado y el socialismo… entonces Meyer no lo puede tolerar, porque para él es una cuestión de «principios» (y si no le gustan, tendrá otros, según el público que lo escuche en ese momento, el auditorio para el que hable, o el diario para el que escriba).

Para nosotros, por supuesto, este artículo también es una cuestión de principios. La izquierda de los pueblos es soberanista y de izquierdas (radicalmente democrática, antimonárquica, antiimperialista, anticapitalista…); la izquierda del terrateniente se dice, a lo sumo, republicana pero -claro está- respetando a la familia real. Así lo queremos denunciar, porque esos son nuestros principios. No callar ante el izquierdismo de compra y venta.

Para colmo, los hechos políticos concretos de los últimos años demuestran que no existe un auténtico problema con la monarquía para estos (supuestos) republicanos; por eso Cayo Lara se reunió también con el rey (deben de ser amigos) para explicarle los planes de IU en pos de la III República. Curiosa manera de legitimar la figura del monarca y de concederle el rango de interlocutor válido. No en vano el republicanismo de IU salva la cabeza de Juan Carlos I, como si este siniestro personaje no fuera lo que es, porque resulta que, según dijo el Lacayo en el programa 59 Segundos, «la gente es juancarlista«. Cuando el Rey decida abdicar, sólo entonces, IU pretenderá un referéndum sobre la república. Pero entonces ¿para qué luchar contra la monarquía? Por tanto, lo mejor es simplemente esperar a que se vayan. En la misma intervención televisiva, Cayo Lara afirmó, con total claridad, que IU está ahí para pactar con el PSOE, y no con vocación de poder. Porque ellos, IU, a diferencia de la IA, no nacieron para ganar. Nacieron para pactar.

¿Es, pues, en estos parámetros en los que se definirá la famosa «refundación» de la izquierda? ¿En Andalucía esta refundación generará una unidad popular, o una unidad revisionista que agache la cabeza ante la duquesa y el rey? Al final, tal vez sea cierto que son anticapitalistas: ellos defienden el feudalismo.

En Andalucía, así como en la mayoría de los pueblos del mundo, no necesitamos una refundación de la izquierda del terrateniente, que se fundamenta en los pactos globales con Zapatero, es decir, con el mismo partido que nos introdujo en la OTAN, creó los GAL, invadió Yugoslavia y Afganistán, abarató el despido, creó las ETT’s, privatizó la gestión de la universidad y un largo etcétera. Lo que necesitamos son espacios de convergencia de las izquierdas de los pueblos. Sólo así podremos llegar al socialismo, a nuestros socialismos, diversos pero basados siempre en la supresión de la propiedad privada capitalista y el establecimiento de la propiedad colectiva y de todo el pueblo sobre los medios de producción, como objetivo irrenunciable. Es decir, socialismos unidos en la heterogeneidad, y desde el respeto a las diversas soberanías nacionales y populares de los pueblos del mundo. Ese debe ser nuestro objetivo. Porque tal vez sea cierto que en el momento histórico actual vayamos perdiendo el «partido», pero al menos debemos tener claro que nosotros sí nacimos para ganar, y que todavía quedan por delante el segundo tiempo, la prórroga y hasta los penaltis. Estamos a tiempo de intentar, y lograr, la remontada. Porque nosotros -una vez más- nacimos para ganar, no para pactar nuestra derrota a mitad del partido solo porque el otro equipo nos vaya ganando pese a tener una plantilla más corta, mucho más corta que la nuestra. Sólo la ayuda del árbitro, que arbitra según las reglas impuestas por el otro equipo («Estado de derecho» o marco que, desde la izquierda, mal que les pese a Meyer y el Lacayo, nunca aceptaremos ni legitimaremos); sólo la ayuda de ese árbitro podrá impedir nuestra victoria. Salvo que seamos nosotras y nosotros, cada una y cada uno de quienes escribimos o leemos este artículo, quienes, en lugar de esperar, nos organicemos en torno a algo nuevo, les hagamos claudicar y destruyamos sus podridas reglas, en la construcción de una realidad diferente. Como dijo Alfonso Sastre, seamos nosotros mismos los líderes que estábamos esperando. Nosotros mismos, porque nosotros mismos somos los que venceremos.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa de los autores, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.