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Naciones Unidas, razones para el cambio

Fuentes: Argenpress

La realidad global sigue mostrando, en ocasiones de forma muy amarga y sangrienta, que aquellos quienes demandan una transformación clave del sistema de organizaciones internacionales, fundamentalmente de la ONU, tienen una elevada cuota de razón. Ya es imposible ocultar que detrás de los manuscritos en los cuales se fundamentan no pocas entidades, según se dice, […]

La realidad global sigue mostrando, en ocasiones de forma muy amarga y sangrienta, que aquellos quienes demandan una transformación clave del sistema de organizaciones internacionales, fundamentalmente de la ONU, tienen una elevada cuota de razón.

Ya es imposible ocultar que detrás de los manuscritos en los cuales se fundamentan no pocas entidades, según se dice, destinadas a mantener el equilibrio mundial o defensoras de la equidad, la paz y la justicia, radica en verdad todo un andamiaje de mezquinos intereses, sucio juego de influencias y un desboque de ambiciones cada día más evidente.

Así, por estos días, estamos asistiendo a una tragedia de ese talante. A contrapelo de todas las declaraciones, protestas y la presumible autoridad que se supone ejerce la mayoría del planeta, Israel, con el apoyo desembozado de Washington, se ha entregado sin tregua a la destrucción de la zona de Gaza y el genocidio de los palestinos allí residentes.

¿El pretexto? A Tel Aviv y la Casa Blanca les molesta un gobierno liderado por el movimiento radical Hamas.

Esa «gran razón» no reconoce otras alternativas ni respeta otras voluntades. La Organización de Naciones Unidas y su privilegiado Consejo de Seguridad, importan un bledo. Mucho menos sus tibias declaraciones y prolongadas tertulias. Las bombas siguen cayendo sobre Gaza.

El inaudito irrespeto es tal, que los invasores sionistas la emprendieron incluso contra instalaciones del máximo organismo internacional en esa agredida zona.

Escuelas de la ONU convertidas en refugio fueron cañoneadas, y la aviación militar dio cuenta de más de una caravana de vehículos de Naciones Unidas que intentaban llevar alimentos y medicinas con destino a los palestinos atrapados en el círculo de fuego.

Es el juego imperial mientras la ONU sirva a los designios hegemónicos de los poderosos y sus secuaces. Mientras, es solo papel mojado y hasta blanco preferente de la guerra y la agresión.

Mucho se ha escuchado sobre esta inercia global diseñada por los señores de la violencia, mientras las demandas de infinidad de naciones para una democratización real de la ONU siguen a la espera de ser tomadas en cuenta.

Pero tal vez por estos días aciagos la definición clave nos llegó por conducto de Miguel D’ Scoto, el sacerdote ex canciller de la Nicaragua sandinista y actual presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas: «La ONU le está fallando al mundo», dijo con toda la razón del universo.

Es como para, cuando menos, detenerse a pensar en el contexto revuelto en que se nos quiere enterrar de por vida.