Cuatro trabajadores, o un ciento, da igual, están custodiando lo que hasta hace poco era un astillero y ahora sólo es un desierto lleno de chatarra, y no mucha. Cuatro trabajadores para defender lo único que puede tener un trabajador, su trabajo y un salario, lo justo para sobrevivir. Miles de metros cuadrados al borde […]
Cuatro trabajadores, o un ciento, da igual, están custodiando lo que hasta hace poco era un astillero y ahora sólo es un desierto lleno de chatarra, y no mucha. Cuatro trabajadores para defender lo único que puede tener un trabajador, su trabajo y un salario, lo justo para sobrevivir.
Miles de metros cuadrados al borde del mar esperan su demolición para convertir miles de puestos de trabajo, directos e indirectos, en fructíferos solares que harán las delicias de unos pocos agraciados y, también, de los paraísos fiscales a donde irán a parar los beneficios del atraco, que no otra cosa es lo obtenido por la recalificación de las gradas, dársenas, naves, talleres y del resto de las instalaciones del astillero.
Vergüenza de un gobierno asturiano de izquierdas con la política más de derechas inimaginable que ni la propia Alianza Popular de Fraga se hubiera atrevido a relanzar. Pero sí se ha atrevido un Partido Socialista y Obrero, junto con otro auto denominado de Izquierda y Unida para arrasar toda la bahía de Gijón.
Los castilletes de cuatro enormes grúas, de hasta 40 toneladas de carga, se han convertido en los cuatro puntos cardinales de la democracia laboral, sindical y popular. Son la única democracia que les queda a estos trabajadores que deambulan como exiliados de la democracia oficial, la de este Principado.
No es ningún secreto ni es nada milagroso, sencillamente son cosas de la tecnología naval. Hasta ahora las grúas que han servido para hacer barcos, sirven ahora para preservar su memoria y, sobre todo, para defender a quienes hacían aquellos barcos, a los trabajadores del astillero. Hay milagro y el milagro es posible, las grúas resulta que son inexpugnables. Y, en estas grúas, ahora, están encaramados los trabajadores del astillero. Los Cuerpos y Fuerzas de la Seguridad del Estado lo tienen difícil, por no decir imposible, y más difícil lo tienen los políticos de fácil verbo cuando se trata de convencer con hechos y no en campañas electorales. ¿Por qué no se suben estos políticos a las grúas a conversar con los allí arriba «encadenados»? Seguramente tienen vértigo a la verdad, o a sus propias vergüenzas.
Esta Asturias que han convenido en denominar Principado, cada vez lo es más de una Asturias decadente, llena de políticos y de autoridades, socialistas unos y comunistas otros, que se dedican a hacer concesiones a los grandes y prodigan la precariedad a sus votantes.
Los trabajadores de Naval Gijón ganarán su apuesta, sin duda, gracias a su tenacidad y vencerán a las autoridades políticas y sindicales, pero sólo con los argumentos de la envergadura de las grúas, no por que la democracia del Principado se avenga a razones. El PSOE y su socio IU tanto a nivel regional, como en el municipio de Gijón, no es que no hayan querido negociar, sino que son precisamente los instigadores del modelo especulativo que sólo ve terrenos recalificables, incluso allí, en donde sólo hay puestos de trabajo.
Los trabajadores de Naval Gijón ganarán, sí, pero también perderán mucho porque lo perderán sus hijos y también todos nosotros lo perderemos. Perderemos miles de puestos de trabajo, toda una experiencia y toda una tradición en la construcción naval, algo que será difícilmente recuperable.
Vergüenza, mucha vergüenza, sólo para quien la tenga, pero no para los políticos del PSOE e IU, no para los sindicatos CCOO y UGT junto con USO. Creo que hemos de acostumbrarnos a poner nombre propio a quien nos referimos, a los que creemos son los responsables, para que que cada palo aguante su vela y no haya lugar a dudas.
Cuando defender los mínimos derechos se convierte en noticia y hace falta armarse de valor y poco menos que convertirse en héroes, cuando hace falta hacer un encierro indefinido, jugársela y montar toda una estrategia de «guerra», es que estamos en un país en guerra, en un país sin derechos ni libertades ni garantías reconocidas, es que estamos en un Principado de mierda.