El reto dado a Comín por Junts Pel Sí es el de mantener el negocio privado en la sanidad pública y, al mismo tiempo, despistar y desmovilizar (y si es necesario acosar, como ya hemos visto que es capaz) a los activistas que defienden la sanidad pública catalana. Hay un gran enfado y decepción en […]
El reto dado a Comín por Junts Pel Sí es el de mantener el negocio privado en la sanidad pública y, al mismo tiempo, despistar y desmovilizar (y si es necesario acosar, como ya hemos visto que es capaz) a los activistas que defienden la sanidad pública catalana.
Hay un gran enfado y decepción en los movimientos sociales en Catalunya, estos días, ante el espectáculo de la política parlamentaria e institucional. Pero desgraciadamente no es solo un espectáculo. Es un endurecimiento de la derecha que ha cogido por sorpresa a muchos de los honestos y comprometidos activistas que no se imaginaban, o que no se querían imaginar, hasta qué punto podía llegar un acuerdo entre Junts Pel Sí (JxS) y la CUP.
Esta nueva etapa del neoliberalismo en la que estamos entrando es más dura y cruel que la previa, al mismo tiempo que tiene una cara más amable, más de «buen rollo». Y por eso despista más, abriendo la puerta a más crueldad.
Nos despista, entre otras cosas, ver estilos modernos. Un ejemplo: Anna Gabriel de la CUP, el domingo 10 de enero, en el hemiciclo del Parlament dando su apoyo a Puigdemont con una camiseta de las mujeres zapatistas.
A los lectores de Catalunya Plural no hay que explicarles que Puigdemont no solo va a continuar las políticas convergentes de Mas, sino que lo va a hacer con la renovada libertad y energía que le otorga el pacto JxS-CUP.
Muchos tenemos claro que el apoyar a la derecha y sus políticas mortíferas no se hace con una camiseta de las mujeres zapatistas, las que nos enseñaron el concepto de la «dignidad rebelde». Tú y yo no somos mujeres zapatistas. Pero intento imaginarme cómo explicaría la foto de Gabriel con la camiseta apoyando a Puigdemont, a una mujer zapatista. No puedo.
Esa utilización de la digna lucha zapatista para hacer que el apoyo al neoliberalismo de Convergencia sea más «tragable» es, sencillamente, «imperialismo-porn». Pero claro, nadie dice nada (menos en privado por Whatsapp) porque Gabriel es una mujer y dice que es anticapitalista. No vamos a criticarla, dicen muchos. Y yo digo: esto no es personal ni de género. Esto es una reflexión sobre cómo nos despistamos.
Otro ejemplo de posible despiste en los próximos días y meses es el nombramiento de Toni Comín como el nuevo Conseller de Salut.
Estamos acostumbrados al neoliberalismo más bruto: Boi Ruiz privatizando sin esconderlo mucho mientras nos decía que teníamos que comprarnos un seguro privado. O a Josep María Padrosa, el hasta ahora Director del CatSalut, dando lucrativos contratos a sus propias compañías de fisioterapia y con la Oficina Anti-Frau diciéndole que «no lo hiciera más» como única consecuencia.
Ahora, para averiguar qué está haciendo la derecha neoliberal con nuestros bienes públicos no va a ser tan fácil como «seguir el dinero» (que decía «Garganta Profunda» en el caso Watergate). No. Políticos como Toni Comín no han llegado a su cargo para enriquecerse como la horneada anterior. Comín tampoco ha trepado hacia arriba y hacia la derecha para montar negocios para sus amigos como la «colla» de Boi Ruiz.
Entonces, ¿por qué Junts Pel Sí ha puesto a Comín como Conseller de Salut? No por su currículum y conocimientos en temas sanitarios, porque no los tiene. En Catalunya hay numerosos expertos en salud pública, en determinantes de la salud y en desigualdades que podrían hacer un excelente trabajo en esa Conselleria. Pero han puesto a Comín, profesor de filosofía de ESADE y exparlamentario durante el Tripartito.
Toni Comín es el experto en «arreglar» problemas para los poderosos, una suerte de príncipe que se crece ante los dragones que los políticos que están más arriba que él en la «cadena alimenticia» necesitan degollados.
Para los que tienen memoria política pre 15M, recordarán su rol en el PSC como soldadito de Marina Geli que le encargó sabotear la Iniciativa Legislativa Popular sobre la Fibromialgia y el Síndrome de Fatiga Crónica (ILP FM-SFC) en el 2007-2008.
¿Por qué esa ILP era un «dragón» para Marina Geli y el Tripartito? Uno diría que unas asociaciones de gente demasiado enferma para levantarse de la cama no eran una amenaza. Pues sí lo eran. Y en eso Marina Geli y otros cargos del CatSalut entonces lo venían (son perversos pero no tontos). «No conseguiréis atención sanitaria porque no creáis alarma social», dijo María Luisa de la Puente, la entonces Directora General de Planificación y Evaluación del CatSalut. «Estas enfermedades no pasarán», dijo Rafael Manzanera, el entonces Director General de Recursos Sanitarios del Departament de Salut que luego fue Director General del ICAMS (Institut Català d’Avaluacions Mèdiques i Sanitarias).
Ni los mismos enfermos-activistas se daban cuenta entonces de lo amenazante que era su ILP FM-SFC en la que solo pedían, para 250.000 enfermos, incluidos los numerosos niños afectados de estas patologías, la misma atención sanitaria que cualquier otro enfermo en Catalunya. Y también pedían que el ICAMS fuera más justo y menos abusivo con los que están discapacitados por estas enfermedades.
Esa ILP recogió en dos meses (un tercio del tiempo alotado) tres veces la cantidad de firmas que se necesitaba. Aunque la Ley de la ILP no contempla negociaciones paralelas, Marina Geli movilizó a Toni Comín, entonces parlamentario del PSC que se ocupaba de Relaciones Internacionales, para que intentara, por todos los medios necesarios – negociación, acoso, humillación y minando la ya mala salud de todos los enfermos que componían la Comissió Promotora de la ILP FM-SFC- sabotear esa ILP. Y lo consiguió. (Aún, entre los enfermos, son famosas las frases y gritos indignados de Comín, tales como: «¡No podéis hacer una ILP, porque si vosotros hacéis una, entonces todo el mundo va a querer hacer una!»). Marina Geli y otros políticos, que también se movían hacia la derecha, se quedaron en deuda con Comín.
Pero, ¿qué dragón hay ahora que necesite la intervención del valiente Comín? Nada más y nada menos que la sanidad catalana.
Aunque en la prensa Toni Comín ya «ensucia las palabras» (que diría Benedetti) cómo «transparencia» y «desprivatización», despistando y dando falsas esperanzas a muchos, su tarea está muy clara en el documento «Proposta d’Acord Cap a la Independència». La tarea es el continuismo: seguir manteniendo el «modelo mixto catalán» en la sanidad catalana. Esa expresión «modelo mixto catalán» es lenguaje neoliberal para decir que la sanidad privada «convive» con y dentro de la sanidad pública.
Pero ya se ha demostrado aquí y en numerosos países que esa convivencia no es posible. Si la sanidad pública no está blindada de la mercantilización de la sanidad privada, la sanidad pública servirá para lo que ha estado sirviendo estos últimos cinco años en Catalunya: para enriquecer y aumentar la sanidad privada.
Claro que Comín intentará despistar «desprivatizando» un par de servicios sanitarios. El reto dado a Comín por Junts Pel Sí es el de mantener el negocio privado en la sanidad pública y, al mismo tiempo, despistar y desmovilizar (y si es necesario acosar, como ya hemos visto que es capaz) a los activistas que defienden la sanidad pública catalana.
A medida que los activistas defensores de la sanidad pública se topen con las tácticas de Comín, ¿se atreverán a criticarle y si es necesario, denunciarle? Aquí es donde el despiste ya ha comenzado. Ya se oye: «No, no se puede criticar a Comín…es un tipo que parece cariñoso, estuvo en la izquierda… Toni lleva el apellido de su padre, el honesto, consecuente y comprometido comunista catalán Alfons Carles Comín…»
¡Ay, necesitamos urgentemente una vacuna contra el despiste!
Clara Valverde Gefaell acaba de publicar el libro « Desde la necropolítica neoliberal a la empatía radical: Violencia discreta, cuerpos excluidos y repolitización» (Icaria Editorial 2015).