En 1.987-88, el senador por Colorado Gary Hart, que estaba ganando la carrera para candidato demócrata a la Presidencia USA –a disputar con Bush padre–, tuvo que retirarse de la corrida por no decir la verdad a los ciudadanos sobre su lío semental, perdón, sentimental con la bella señorita Donna Rice (nada que ver con […]
En 1.987-88, el senador por Colorado Gary Hart, que estaba ganando la carrera para candidato demócrata a la Presidencia USA –a disputar con Bush padre–, tuvo que retirarse de la corrida por no decir la verdad a los ciudadanos sobre su lío semental, perdón, sentimental con la bella señorita Donna Rice (nada que ver con Condy Rice, liada sin ayuntamiento carnal con este otro Bush, el necio). Y a Clinton le vetó el Senado designar a varios Fiscales Generales, uno por no pagar un impuesto, otro por tener una doméstica sin registrar, otro algo así. Mismito que acá, donde medio pueblo soberano va a votar a conocidos manguis del dinero público, apañado desde altos cargos ídem, alguno con cien cuentas secretas sacadas a la luz por el juez, y que no paga a Hacienda y encima pide que ésta le devuelva, y compra décimos de lotería premiados para tapar dinero negro. Y, repito, lo peor, lo sabe todo dios, mas le protege el jefe territorial de su partido, que debe aspirar a prime minister del Estado. Y los obispos condenan el matrimonio gay, el terrorismo, interrumpir el embarazo, etcétera, pero no la corrupción. ¿Aquí qué pasa?
¿La podredumbre y latrocinio administrativo están impresos a fuego en este pueblo, como una maldita herencia del franquismo y canovismo, de «los polacos» del corrompido conde de San Luis, protegido de Narváez, enemigos de mi arquetipo de general de Caballería progresista del XIX, don Domingo Dulce? ¿Tenemos los gobernantes que nos merecemos? ¿Se admira a estos delincuentes, y mucha gente considera «normal» tal podredumbre? Mas demos otro paso (Roberto Ruiz me dice que voy a saco, pero que otros lo llenan): quienes votan a conocidos cleptómanos, ¿son igual de cacos, harían lo mateix si pudiesen? Y aún: ¿en cuál partido se da esto más? (pues decir bobamente que en todas partes cuecen habas es la mitad de la verdad, esto es, la mayor mentira: el asunto radica siempre en los porcentajes, no es igual enfurecerse una vez al mes que siete al día, hay políticos que mangan en Dinamarca… pero cien o mil veces menos que en España, y en México más que aquí, y en Marruecos más que en México, y en Ruanda más que en Marruecos).
A no hablar de los censos adulterados (¿qué partido lleva la palma?), de la televisión legionaria de Cristo (éste, es sabido, gustaba de estar con los ricos y la púrpura, con los papas y clérigos judíos, con los misiles de entonces), y, en fin, del intento neo-goebbelsiano por parte del PP (lo recuerda Restituto Valero) de alienar a base del «principio de simplificación y del enemigo único», del de «vulgarización» (propaganda al nivel del menos inteligente), del de «orquestación» (pequeño número de ideas repetidas incansablemente, para que parezcan verdad), a más de medios de comunicación afines tratando de «producir» la realidad, y de echarse a la calle en sublevación antidemocrática. Y, si no ganan, todavía queda el «tamayazo», el coup d’état del ladrillo.