Recomiendo:
0

Nietzsche y el Comunismo (I) Un arúspice de la contrarrevolución

Fuentes: Rebelión

En un artículo anterior tratamos de sumarnos a este intento de lectura crítica, de «situar» en las coordenadas histórico-políticas las primeras obras de Nietzsche, hablábamos deEl Nacimiento de la Tragedia desde el Espíritu de la Música de 1872 y de textos coetáneos. La tarea era entender al filósofo comototus politicus y pensar junto con los […]

En un artículo anterior tratamos de sumarnos a este intento de lectura crítica, de «situar» en las coordenadas histórico-políticas las primeras obras de Nietzsche, hablábamos deEl Nacimiento de la Tragedia desde el Espíritu de la Música de 1872 y de textos coetáneos. La tarea era entender al filósofo comototus politicus y pensar junto con los textos (manuscritos y correspondencia) que la etapa comprendida entre los años 1869-1879 podía entenderse como el intento y la frustración de llevar a la práctica una plataforma política reaccionaria, antimodernista y esencialmente anticomunista. Sostenemos que los textos escritos por Nietzsche desde Die Geburt… hasta las Consideraciones Intempestivas podían comprenderse como wagnerian Streitschriften, escritos de combate político wagnerianos e inclusos líneas prácticas de aplicación de un verdadero programa aristócrata y reactionnaire.

Aunque El Nacimiento de la Tragedia, el primer libro de Nietzsche, no reflexiona sobre política per se, ya que los elementos de la fundamentación socio-política fueron eliminados por consejo de los Wagner al ser demasiado reaccionarios, es indudable su pathos político anidando entre líneas. Ciertos anacronismos sorprendentes para un filólogo, ciertos tiempos verbales en presente del indicativo, el uso de un sospechoso «nosotros» partidario, señalan sin dudas que el libro es una invitación a la reflexión de los problemas alemanes y europeos actuales: es un libro-anzuelo. Quedan en este palimpsesto los restos de las reflexiones del manuscrito escrito en Lugano sobre el estado, la lucha de clases, la plusvalía y la cuestión obrera. Temas que ya analizamos en artículos anteriores. Pero hay dos irrupciones abruptas, desenfrenadas, violentas, incluso para la hermenéutica de la inocencia del Nietzschéisme, en el seductor discurso wagneriano sobre la Artistenmetaphysik. La primera es en el capítulo XVIII. Después de diagnosticar que todo nuestro mundo moderno está enfermo y prisionera en la red de la cultura socrática, hace un paralelismo entre la muerte de la tragedia griega y la crisis revolucionarias.

Nietzsche afirma que no debemos ocultarnos más lo que oculta el Sokratismus moderno: «¡Un optimismo (Optimismus) que se imagina no tener barreras! ¡Ahora debemos no asustarnos si los frutos de ese optimismo maduran, si la sociedad, acedada hasta en sus capas más bajas por semejante cultura, se estremece poco a poco bajo hervores y deseos exuberantes, si la creencia en la posibilidad que tal cultura universal del saber se trueca, poco a poco, en la amenazadora exigencia de semejante felicidad terrenal alejandrina, en el conjunto de un deux ex machinaeuripídeo! Nótese esto: la cultura alejandrina necesita de un estamento de esclavos (Sklavenstand) para poder tener una existencia duradera; pero, en su consideración optimista de la existencia, niega la necesidad de tal estamento, y por ello, cuando se ha gastado el efecto de sus bellas palabras seductoras y tranquilizadoras acerca de la ‘Dignidad del Hombre’ (Würde des Menschen) y de la ‘Dignidad del Trabajo’ (Würde der Arbeit), se encamina poco a poco hacia una aniquilación horripilante (grauenvollen Vernichtung). No hay nada más terrible que un estamento bárbaro de esclavos (barbarischen Sklavenstand) que haya aprendido a considerar su existencia como una injusticia (Existenz als ein Unrecht) y que se disponga a tomar venganza no sólo para sí, sino para todas las generaciones.» Nietzsche llama a estas situaciones revolucionarias, como las que vivió en Basilea (las huelgas salvajes de 1868/69) o las que pudo seguir detenidamente como la Commune de París (1871), como «amenazadoras tempestades» (drohenden Stürmen) al eternamente igual orden aristocrático de la Naturaleza. Pero aún así es posible interpretar entrelíneas el claro mensaje político del filólogo.

Otra irrupción sucede en el capítulo XIX: hablando de la ópera moderna (¡en un libro sobre la tragedia griega!) Nietzsche concluye que la génesis de este tipo de arte degenerado «reside en la satisfacción de una necesidad totalmente no-estética, en la glorificación optimista del ser humano en sí (optimistischen Verherrlichung des Menschen), en la concepción del hombre primitivo como hombre bueno y artístico por naturaleza: ese principio de la ópera se ha transformado poco a poco en una exigencia amenazadora y espantosa, que, teniendo en cuenta a los movimientos socialistas del presente (sozialistischen Bewegungen der Gegenwart), nosotros no podemos ya de dejar oír. El ‘Subhombre bueno’ (gute Urmensch) quiere sus derechos. ¡Qué perspectivas paradisíacas!». ¡El pobre quiere derechos! ¡Qué escándalo, nos dice Nietzsche! Y este reclamo de masas se inscribe en todo: en la lógica, el estilo, en la prensa, en la ópera, en la misma filosofía y, como veremos, en la educación burguesa. El proletariado moderno, como los ilotas, pertenecen a una subclase de hombres que tiene su lugar inamovible en el Ordnungnatural. Orden del que sólo intenta elevarse gracias a que le han «enseñado» (tribunos anarquistas, publicistas socialistas, periodistas comunistas, sindicatos, partidos progresistas) a considerar su Existenz als ein Utrecht.

Si nos remitimos a la evolución filosófica escolar de Nietzsche no debemos nunca dejar de lado su paralelo y sumergido desarrollo propiamente político. Ya vimos su temprano fervor adolescente por las guerras antinapoleónicas, su idolatría por Napoleón III y el Bundeskanzler Otto von Bismarck su repugnancia por el Iluminismo y la Gran Revolución Francesa, su profesión de fe nacional-liberal prusiana y participación en la campaña electoral de 1866, su chauvinismo en la Guerra Franco-Prusiana (1870/1). Pero lentamente Nietzsche comienza a decepcionarse del IIº Reich: descorazonante es para conservadores y reaccionarios el cuadro que empieza a presentar Prusia y la nueva Alemania a fines de 1871. La artificiosa y antinatural ingeniería social de los Junkers (política de revolución «desde arriba», la vía prusiana al capitalismo) implicaba un «Iluminismo popular» que amenazaba con abrir la puerta no sólo a la decadencia, sino a la misma revolución. El fantasma del comunismo recorría las reformas sociales y las nuevas instituciones parlamentarias guillerminas. Pese a la intrincada situación interior y a la vigorosa oposición conservadora en el Reichstag (los conservadores llegaban al insulto personal) Bismarck promulgó una legislación social extraordinaria para la época, modélicamente populista, incluso en comparación con EEUU. Decretó, bajo inspiración del pensamiento social-cristiano y la izquierda liberal, un seguro por accidentes de trabajo, seguro de enfermedad, invalidez y vejez. Por primera vez amplias clases de trabajadores tenían cubierto el riesgo a lo largo de su vida y una vejez más o menos digna. Además suprimió el derecho patrimonial de la nobleza terrateniente e impuso un Código Civil inspirado en el napoleónico. Esto era acompañado de una política represiva contra la naciente y cada vez más poderosa socialdemocracia inspirada en Engels y Marx. Hasta los nacional-liberales alemanes, asustados, afirmaron que Bismarck se estaba deslizando por la pendiente que conducía al comunismo.

Nietzsche que sigue atentamente los sucesos políticos lo tiene muy claro: esta Weltanschauung antihelénica y antigermánica lentamente se apodera del IIº Reich, una política delressentiment, que se expresa a través del sufragio universal, las ficciones alucinatorias (Dignidad del Hombre, Dignidad del Trabajo, Felicidad para Todos, progreso indefinido) y con esa institución de indudable tufo hegeliano llamada «educación popular» (Volksbildung). Después de la batalla de Sedán se abría para los reaccionarios alemanes un horizonte despejado y de esperanza. Guiado por una Prusia hegemónica, los sectores más conservadores y recalcitrantes de la derecha comienza a inquietarse por el espectáculo populista que se despliega a sus ojos: el Volksaufklärung, «Iluminismo populista» de Bismarck. El tibio «socialismo de estado» guillermino construye una insensata superestructura democrática, tiende hacia las despreciables formas republicanas, se transforma en un medio e instrumento de movilidad y promoción social, cuyo mascarón de proa más visible y dañino es la instrucción popular burguesa, laVolksbildung. Es el Sokratismus en su quinta esencia. Nietzsche tendrá oportunidad de combatirlo desde una tribuna pública en la misma Basilea. Como señala su biógrafo Janz «en esta conferencias Nietzsche presenta sus reivindicaciones crítico-culturales, que también contienen una buena dosis de crítica social.» Las Vortgrage serán, sobre el marco general esbozado en El Nacimiento de la Tragedia, la parte práctica del programa.

«Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma …»: la famosa primera frase del Manifiesto Comunista de Engels y Marx sería una excelente descripción del anticlímax que se apoderaba de muchos pensadores conservadores y reaccionarios europeos luego de la Commune de Paris (1871). En el caso de Neitzsche no necesitamos circunscribirnos al libro El Nacimiento de la Tragedia, a los fragmentos póstumos o a su correspondencia. Nietzsche sostenía estas ideas adelante del mismo público sin pudor.

El pathos reaccionario y antimodernista colorea textos preparatorios del libro, correspondencia, fragmentos póstumos e incluso una intervención política pública (la última de su vida). Anteriormente Nietzsche había dado una conferencia pública, se trataba de un breve estudio sobre las condiciones religiosas de los emigrantes alemanes en los Estados Unidos de América, titulado Die kirchlichen Zustände der Deutschen in Nordamerika (1865). Ahora las circunstancias históricas han cambiado: ha nacido la gran Alemania en forma imperial, se ha producido laCommune de París que lo había conmocionado profundamente: » aquella tendencia (Hang) hacia la ‘Commune‘, hacia la forma más primitiva de la sociedad (primitivsten Gesellschafts-Form), por otro lado usual en todos los socialistas de Europa…»; además ahora es un catedrático y podía expresar sus «augurios» a la elite de la conservadora Basilea. Su biógrafo más importante, Curt Paul Janz, nos dice que con estas conferencias sobre educación Nietzsche, después de haber publicado su primer libro El Nacimiento de la Tragedia, toma «definitivamente el derrotero en el que lo habremos de ver hasta el final de su vida.» Nada más ni nada menos. Así que estos discursos marcan el giro hacia un pathos que en su esencia jamás abandonará. De tal manera que tanto en esencia como en motivos y argumentos el Nietzsche político jamás abandonará esta línea de combate. Las conferencias son las medidas prácticas no expresadas enEl Nacimiento de la Tragedia, y su objetivo es la educación del pueblo alemán. Cuando fueron editadas en formato libro, Nietzsche le agregó un Vorrede y una aclaración al lector. En el Vorrede nos advierte que el tema a tratar es tan serio e importante como inquietante. Al sorprendido público suizo le anuncia que el no hablará del sistema educativo de Basilea sino del de la nueva y victoriosa Alemania. Y el objetivo final es «una renovación, un rejuvenecimiento y una purificación del Espíritu Alemán (Deutsche Geist)…» El objeto polémico de saneamiento y profilaxis es el IIº Reich, el iluminismo popular de Bismarck, su política educativa y su sistema de educación general y popular.

Nietzsche se autodenomina profeta, heraldo y portavoz de una buena nueva. Utilizará una figura retórica que repetirá: se presenta al auditorio como un profeta inactual, como un arúspice romano, que no hace meros proyectos utópicos, sino que profetiza el futuro inspirándose en el análisis concreto de la situación concreta: «permítaseme adivinar el porvenir basándome exclusivamente, como un augur romano, en las vísceras del presente: en este caso equivale sencillamente a prometer una futura victoria a una tendencia cultural ya existente.» No es casualidad que a sus lectores (y oyentes) los denomina «combatientes, quienes están henchidos de esperanza.» Para convocarlos a esta lucha milenaria contra la decadencia Nietzsche trae a colación al «gran Schiller», el Schiller teutómano y henchido de galofobia, el Schiller sesgado y limitado a su Wilhelm Tell, la rebelión de los cantones de lengua alemana contra los Habsburgo. Nietzsche es el heraldo y portavoz antimodernista, que se enfrenta a los métodos modernos (en estética, en filología, en educación) que portan en su seno «el rasgo de la antinaturaleza…» Su diagnóstico de la situación es que existen en el IIº Reich dos tendencias aparentemente contrapuestas de acción (igualmente perjudiciales, vagamente identificadas con el liberalismo y los viejos reaccionarios): «una la tendencia hacia la máxima extensión de la Cultura; otra la tendencia a disminuirla y debilitarla.» Contra esta falsa antítesis, Nietzsche anuncia la única tendencia (Hang) verdadera y real que se basa en la ley necesaria de la Naturaleza: «la tendencia a la restricción y conservación de la Cultura, como antítesis de su máxima extensión posible (políticas liberales y democráticas), y la tendencia al refuerzo y a la autosuficiencia de la Cultura, como antítesis a su debilitación (conservadora).» En cambio lo que podrían conseguir las dos tendencias que pujan en el estado por imponer su predominio es «fundar una Cultura falsa.» Una novísima tendencia, que pretende superar tanto al liberalismo caduco como al anacrónico conservadurismo y de la que el propio Nietzsche se autodenomina profeta y augur.

Este radicalismo aristocrático (o más bien revolucionario reaccionario, por paradójico que suene) aunque aparentemente esté en franca minoría y no se le aprecie, ni se le honre, no obstante, señala Nietzsche, finalmente «vencerá, como yo creo con plena confianza, ya que tiene de su parte el mayor y más potente aliado: la Naturaleza (Natur)…Todos los métodos modernos de educación llevan en su seno el rasgo de la Antinaturaleza, y que los defectos más fatales de nuestra época están relacionados precisamente con esos métodos antinaturales de educación.» La causa nietzscheana tiene de su lado la verdad, la «ley necesaria del orden de la Naturaleza», las intenciones eternamente iguales de la jerarquía natural de las cosas. Nietzsche no se anda con medias tintas: «la restricción de la Cultura a pocas personas es una Ley necesaria de la Naturaleza y, en general, una verdad…»

La Advertencia, titulada «Prefacio que debe leerse antes de las conferencias a pesar de que no se refiere exactamente a ellas», es un dispositivo de distinción clasista, Nietzsche nos lo recuerda con la figura retórica de un «blasón gentilicio que recuerde, a quien se acerque, a qué hacienda está a punto de entrar…» En ella primero, como en muchos de sus libros, despliega su filosofía de la lectura elitista. Identifica a su lector ideal-potencial, que deberá tener tres cualidades «deber ser tranquilo y leer sin prisa,, no debe hacer intervenir constantemente a su persona y a su ‘Cultura’,… y no tiene derecho a esperar, casi como resultado, proyectos.» Su conferencia (y libros) se dirigen a los «hombres serios» (en contraposición al optimismo del homo bourgeois), que están «al servicio de una Cultura completamente renovada y purificada…» Estos hombres serios cuando leen «conocen todavía el secreto de leer entre líneas…» y son los que cargan «con los dolores y las corrupciones del Espíritu Alemán…» Nietzsche se dirige a estos «pocos hombres», como lo aclara, para enseñarles un «sentimiento enardecido por el elemento específico de nuestra barbarie alemana actual…». Y se dirige para empujarlos a una acción política, para acicatear su inercia: «¡Leed al menos este libro para destruirlo a continuación con vuestra acción y hacerlo olvidar! Pensad que este libro está destinado a ser vuestro heraldo…» Las Über die Zukunft unserer Bildungs-Anstalten pueden ser consideradas, como veremos, una aplicación práctica del programa reaccionario del Partei Wagner, parcialmente prefigurado en el gran marco teórico del libro El Nacimiento de la Tragedia, y su objeto polémico de ataque no es otro que el Comunismo. (continuará)