Uno de los fenómenos más importantes de la economía mundial lo encontramos en las estrategias de fragmentación internacional de la producción, proceso liderado por empresas transnacionales. Estos procesos dirigidos por las grandes empresas transnacionales se sustentan en relaciones de poder o jerarquía, que repercute de manera directa en la organización global de la industria y […]
Uno de los fenómenos más importantes de la economía mundial lo encontramos en las estrategias de fragmentación internacional de la producción, proceso liderado por empresas transnacionales.
Estos procesos dirigidos por las grandes empresas transnacionales se sustentan en relaciones de poder o jerarquía, que repercute de manera directa en la organización global de la industria y en los espacios que se asignan a los países o regiones que se insertan en dichas cadenas.
Las empresas transnacionales crean cadenas productivas cuyos eslabones unen a las diversas empresas subsidiarias o empresas filiales a una matriz, verdadera cabeza de la cadena, las cuales ubican y articulan su proceso productivo en diferentes regiones y países. Esto hace que el peso que dicha región o país tenga en la economía mundial dependerá, en gran parte, de la posición que ocupen en las cadenas productivas dirigidas por las empresas transnacionales.
De esta forma el destino de una región o lugar concreto, queda ligado de facto, a las decisiones que se toman en las sedes de los grandes grupos transnacionales, los cuales deciden dónde localizarse, qué producir, a quién contratar, en qué condiciones y de qué forma se tiene que articular ese territorio, construyendo geografías productivas perfectamente integradas en la economía mundial, pero cada vez más desarticuladas de la economía nacional en las que se ubican. Todo siempre en función de las estrategias marcadas por las empresas trasnacionales.
De esta forma las empresas transnacionales condicionan su permanencia en un territorio concreto a la degradación de condiciones laborales, a la percepción de dinero público, o a la capacidad que tenga un gobierno local o regional de pensar y planificar su territorio, no en función de las necesidades sociales, sino de los requerimientos de localización, transporte y almacenamiento que dicten las empresas transnacionales. De no cumplirse estos requisitos, la amenaza de cierre se activa; de cambiar la estrategia global de la empresa, la deslocalización se ejecuta.
El reiterado chantaje al que Nissan está sometiendo a este país expresa esa lógica dependiente. La multinacional japonesa anuncia que paraliza la fabricación del camión NT-500 que producía en Ávila, incumpliendo el Plan Industrial firmado por esa misma empresa y los sindicatos apenas un año antes, y por el que recibió 40 millones de euros en ayudas públicas, dinero de todos que no piensa devolver. Nissan incumple así los acuerdos y asesta un golpe mortal a la fábrica y al futuro de una ciudad, Ávila, que depende de la factoría.
El chantaje a países y regiones en crisis es algo habitual de las empresas transnacionales, algo que ha caracterizado la forma de actuar de Nissan durante estos años de crisis. Primero en la Zona Franca en Barcelona, dónde vinculaba en 2008-2009 su permanencia a la bajada de salarios de los trabajadores, que desembocó en un duro conflicto sindical hasta llegar a un acuerdo en 2013, por el cual la empresa se comprometía a seguir en Barcelona a cambio de reducciones salariales del 20% de la plantilla, hasta que, el mercado se recuperase, cosa que la empresa no ha cumplido, reabriendo con ello el conflicto con la plantilla. Si en Barcelona el chantaje era «o te bajas el salario o me voy», en Ávila el planteamiento de la transnacional nipona era «si me das dinero a lo mejor me quedo», algo que parece no estar dispuesta a cumplir tras recibir, eso sí, 40 millones de euros en subvenciones públicas.
Al igual que hicieran en Barcelona, los trabajadores y trabajadoras de Nissan Ávila han anunciado fuertes movilizaciones para defender sus derechos y el futuro de su ciudad, movilizaciones con las que lograron ya en 2013 en la Zona Franca de Barcelona y en 2015 en la ciudad abulense, detener las intenciones de la multinacional.
Pero no cometamos el error de ver este conflicto como un mero conflicto laboral que afecta a Ávila. Lo que hay detrás es una planificada actitud de las multinacionales con las que se pretende condenar a nuestro país a ser un mero «enclave del ocio» para el norte de Europa o dónde almacenar pieza y bienes que se fabrican fuera. Lo que hace e hizo Nissan es lo que continuó Coca Cola en Fuenlabrada, Valeo en Barcelona, ONO, Vodafone y Orange en las TIC o Panrico y Lauki en el sector agroindustrial.
Muchos de esos conflictos se ganaron, y con ellos se salvaron miles de puestos de trabajo y obligó a otras transnacionales a reconsiderar su decisión. Del triunfo de los trabajadores de Nissan depende que tengamos un país mejor y merecen todo nuestro apoyo.