Lo que identifica a la ultra derecha chilena, quizás una de las más agresivas del mundo, con la nueva derecha enquistada como garrapata en el poder, en todos los poderes, con el nombre de Nueva Mayoría, es su furibundo anticomunismo y su insaciable sed de venganza por la osadía del pueblo chileno manifestada hace cuarenta […]
Lo que identifica a la ultra derecha chilena, quizás una de las más agresivas del mundo, con la nueva derecha enquistada como garrapata en el poder, en todos los poderes, con el nombre de Nueva Mayoría, es su furibundo anticomunismo y su insaciable sed de venganza por la osadía del pueblo chileno manifestada hace cuarenta y cinco años en esos tres formidables años del gobierno popular.
Hoy, socialistas y mapucistas de otrora, travestidos de millonarios por obra y gracia de la Constitución pinochetista que han administrado con soberbia galanura, simplemente se han pasado al enemigo.
Y si en épocas pasadas lucían aguerridas camisas verde oliva, hoy se pasean por los salones con trajes Brooks Brothers haciendo cabriolas para congraciarse con los que ayer los persiguieron, exiliaron, encarcelaron torturaron y mataron.
Los matones y criminales de la UDI dan su espectáculo por traer de vuelta al país a Galvarino Apablaza, militante popular que entregó su vida y sus inteligencia a la causa del pueblo chileno y de otras tierras. Por su trabajo durante el gobierno popular de Salvador Allende fue perseguido, torturado y preso en numerosos campos de detención, para luego ser expulsado del país.
De notable desempeño internacionalista, Galvarino es un patriota que no titubeó en ponerse el frente de la causa por la liberación nacional y concurrió a la fundación y desarrollo del Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
Confusas declaraciones de sus ex compañero, lo sindican como el responsable del ajusticiamiento de Jaime Guzmán, lo que le valió la más férrea persecución por parte de la ultra derecha chilena, la que ahora cuenta con el sólido apoyo de la Nueva Mayoría, cuyo Ministro del Interior viajó presto y solícito a Buenos Aires para apurar una supuesta extradición.
En el trámite, los fascistas chilenos han contado con la inestimable colaboración de otro renegado de sus ideas juveniles, el embajador Viera Gallo, que más parece operador de la UDI.
Chile tiene una deuda inmensa con quienes jugaron un papel de importancia en el fin de la tiranía. Y esa deuda no ha siso siquiera reconocida por quienes asumieron entre tratativas secretas y acuerdos espurios, la administración de lo que dejó la dictadura, blanqueando con entusiasmo la constitución que antes tildaban de antidemocrática.
La Concertación se fue derechizando en la medida que le tomaba el gusto al poder, el político, el del dinero, el de la influencia.
La podredumbre del sistema político deja en claro el nivel ético de quienes han administrado el Estado en el último cuarto de siglo. Exacciones ilegales, coimas, arreglines, cohecho, una legión de boleteros al margen de la ley, robos, apropiaciones indebidas, son expresiones inevitables a la hora de referirse a los políticos del sistema.
La carcoma de la pudrición corroe los cimientos de la cultura neoliberal que fue abrazada por los otrora izquierdistas.
Y una de la condiciones para mantenerse aún disfrutando de las prebendas del poder ha sido mantener al movimiento popular relegado a un último plano, cooptadas algunas de sus dirigencias, compradas, arrendadas y regaladas otras, y por sobre todo, reprimidos quienes pueden eventualmente ser un escollo para el sistema.
En esa ofensiva permanente se ha querido, y se ha logrado con relativo éxito, borrar de la memoria histórica le rol que jugaron muchos militantes de la causa popular, en Chile y en otras tierras. Lamentablemente en esta oleada oscurantista, la ultra derecha ha tenido la colaboración por omisión, inacción o silencio, de importante sectores y partidos populares que han colaborado para sepultar esa memoria como parte del acervo cultural de la izquierda chilena y latinoamericana.
La izquierda sigue retrocediendo luego de veinticinco años.
Mientras, el pueblo sigue siendo castigado, perseguido, reprimido, torturado y asesinado, aún cuando por métodos más sutiles que durante la dictadura. Derechos como salud, educación, vivienda, medio ambiente, trabajo, seguridad, pensiones dignas, hoy son sueños utópicos tal como lo fueron en dictadura. Y no se vislumbra un horizonte que señale un camino.
La venganza permanente de la ultra derecha en contra del pueblo, goza de buena salud.
En ese contexto se reinicia la ofensiva fascista por castigar injustamente a Galvarino. Par dar un escarmiento, para saciar su inextinguible sed de venganza. Y en esa odiosa tentativa, la Nueva Mayoría acuerda negocios secretos para transar sus gestiones contra Galvarino, a cambio de la aprobación de leyes o contubernios similares.
Vergüenza debería darles intentar extraditar a un combatiente de los mejores. Como si no se supiera el ánimo clasista de las cortes nacionales capaces de condenar a un pobre diablo por el robo de una chaucha y hacer la vista gorda cuando se trata de un poderoso que roba miles de millones.
En alguna parte anda la nueva consigna, la que une, la que vincula y hace amigos. Habrá que buscarla con buena voluntad, generosidad y lucidez. La causa de Galvarino Apablaza es la de todos los que de una u otra forma hacemos esfuerzos por un mundo que no es este, sino uno mucho mejor, en el que la medida de todo sea el hombre y la mujer que lo habiten.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.