Después de asistir al encuentro convocado por El Salto, para informar sobre las conclusiones a un mes vista de la huelga feminista convocada para el 8 de Marzo, después de haberse cumplido un año de trabajo por parte de estos grupos de trabajo, puedo decir que las feministas están en contra de las conclusiones aportadas […]
Después de asistir al encuentro convocado por El Salto, para informar sobre las conclusiones a un mes vista de la huelga feminista convocada para el 8 de Marzo, después de haberse cumplido un año de trabajo por parte de estos grupos de trabajo, puedo decir que las feministas están en contra de las conclusiones aportadas por esta comisión, y, como consecuencia, no encontrarán ni a una sola de mis madres, abuelas, compañeras y camaradas de su lado.
El colapso llegó cuando, después de escuchar con mucha atención los desordenados relatos descafeinados trasladados por las cuatro ponentes, me encontré con la respuesta que me permitió comprender lo que habían venido a trasladar a la audiencia, el trasfondo del acto; un comunicado que terminó por sacarme del desconcierto, de la desorientación que hasta ese momento moraba: la huelga ya no era un llamamiento a las feministas, sino únicamente a las mujeres.
Un llamamiento exclusivo a las mujeres parece responder a una lógica de agrupa miento sin contenido, una suma sin resistencias, una propuesta que garanti za la salida más probable, unos resultados manejables, prefijados , útiles, con el fin de optimizar el control sobre las subjetividades de todas las personas participantes. Esto es propi o de una estrategia vinculada a un desenlace electoral, que pretende alcanzar un límite superior [en los resultados] bajo un posicionamiento o pronunciamiento acorde a los sistemas parlamentarios de mercado: movilizarse para significar desde la identidad y la diferencia, pero no bajo el conflicto histórico materialista que ha devenido en el actual estado de las cosas, de la comprensión sistémica de las fuerzas sociales que afectan la vida de las mujeres. Un error de bulto que acusarán las feministas de clase, reprimidas y represaliadas, que resisten frente a los productos del patriarcado. Parece que la comisión ahora quiere fagocitar su trabajo, su resistencia frente al capitalismo genocida. ¿En qué dirección?
Esto de dialogar con la segunda ley de la termodinámica para saber cuál es el suceso más probable a veces puede confundirnos. Hay más cantidad de mujeres que de feministas, lo que evidencia una falta de adscripción feminista en muchas mujeres o, dicho de otra manera, no hay garantías de que habiendo más mujeres haya más feministas. Aunque no sé si para darse cuenta de esto hace falta pensar, es un suceso fehaciente para el transcurso del tiempo. De ahí la necesidad de las aportaciones y emergencias históricas del movimiento feminista contra las inercias de la historia patriarcal. Ser mujer no es garantía para combatir contra la opresión que desarrolla el patriarcado. Lo que hace falta es más feministas que mujeres. Y esto sí es una garantía, con independencia del volumen de mujeres, para acabar con el feminicidio perpetrado. Este cálculo despeja la incógnita principal del problema electoral al que nos enfrenta la comisión con sus comunicados; esto descubre su lógica: conservar el actual estado de las cosas. No cambiar lo que debe ser cambiado, sólo alternar sus formas representativas. Aquí se revela la pista que nos hace pensar sobre la permeabilidad de la propuesta y las directrices a las que responde, se acoge, simpatiza, acompaña o respalda. Siempre colocadas en un segundo plano, detrás de un soberano, un señor.
Para entonces, ya me había venido rápidamente a la cabeza un titular que decía que la agrupación política Podemos quería convertirse en el partido de «la revolución de las mujeres«. Así lo defendió durante la exposición del informe político su secretario general en el último consejo ciudadano estatal. Lo primero que había que hacer, remarcaba este informe, era impulsar, junto a diversos colectivos, una huelga feminista. Se empiezan a encajar todas las piezas. Esta ordenación en la información justificaba la ausencia total de conflicto que se estaba planteando de cara al colectivo de varones. No convocarles era la única respuesta posible para evitar el conflicto necesario con ellos.
Y así se planteó después de responder a una pregunta de la sala: «nosotras sólo llamamos a la huelga a mujeres, bolleras y trans«. Alarmas, gritos de algunas de las compañeras de sala y parálisis por parte de la representante sindical que compartía la mesa con estas organizadoras. «Pandilla de ecoyupis», llegué a oír en una voz ronca y crispada. Los varones acababan de perder su condición de contrarios. Nuestra relación con el conflicto queda fuera, nos han dejado fuera del conflicto cuando somos los sujetos antagónicos. Quedaba claro; esto sólo se pretende jugar en las trincheras de la representación política, electoralista. Se vuelve a evitar la herramienta principal para construir las resistencias de la mujer: la lucha de clases.
Una huelga lo que plantea es un conflicto, una disputa contra los principios de l producto patriarcal: l as relaciones de producción y «las células económicas de la sociedad burguesa«, sus mercancías. La huelga feminista articula muy bien las dependencias del sistema capitalista poniendo en evidencia la subordinación capitalista de la reproducción a la producción, para ponerse de frente y parar su modelo de explotación. Evitar que los varones acudan al llamamiento de huelga es alejarles de su condición, es irresponsabilizarles frente al conflicto, salvarse, salvarles, al tiempo que se solicita su intervención a través de alguna forma mágica que evite segundas y terceras convocatorias. «Lo que tenéis que hacer los hombres es evitar que haya una segunda huelga.» Decía una de las representantes. Esperpéntico el alcance de la intervención. ¿Cómo? ¿Qué plantea esta comisión llamando a los custodios de su opresión a que eviten el único camino para generar una ruptura con el actual modelo de explotación? Entenderéis que nuestra legitimación como varones es subordinaros a nuestra condición privilegiada, expoliando vuestra vida, vuestra organicidad, vuestra subjetividad, sin límites. El varón no va a renunciar a su condición sin oposición, sin resistencia, sin enfrentarse a sus acciones ordinarias. Su voluntad no se ejerce de forma extraordinaria, su ejercicio es ordinario. El estado le legitima y protege. No posicionar al varón ante la huelga es hacer, dejar, que escoja su lugar, su posición, sin obstáculos. Parece que lo que pretende esta comisión es movilizarnos mediante el ejercicio electoral, votando. Pero, ¿a quién?
«No se puede disociar la violencia del sistema económico con la violencia hacia la mujer«. De esta forma alertaba la Alianza de Mujeres Negras en 1960 en oposición a lo que se denominaba el feminismo blanco burgués. Y es que no son nuevas, ni pocas, las distancias que se dan y se han dado dentro del movimiento feminista. El alcance de esta comisión, en palabras de una de sus representantes, no deja ninguna duda sobre lo que persigue bajo su posición: «precisamente lo que queremos es visibilizar que si paramos nosotras se para el mundo. Si quisiéramos otra cosa llamaríamos a una huelga general de todo el mundo«. Podemos afirmar que esta comisión trabaja bajo las consignas social-demócratas.
En las palabras de Martha E. Gimenez, sobre la introducción de MATERIALIST FEMINISM: A Reader in Class, Difference and Women’s Lives (1997), escrita por Rosemary Hennessy y Chrys Ingraham, con título Reclamando el feminismo anticapitalista, podemos encontrar una crítica relativa a «… la preocupación feminista dominante por la cultura, la identidad y la diferencia, aisladas de cualquier comprensión sistémica de las fuerzas sociales que afectan la vida de las mujeres.» Y continúa: «… al tiempo que realiza una crítica de un feminismo académico que ha marginado y menospreció los conocimientos producidos por el compromiso de las feministas con el marxismo y sus contribuciones a la erudición feminista y a la movilización política de las mujeres«. Resaltando con más relevancia aún la celebración de las premisas del feminismo marxista, que en palabras de las autoras son «mal interpretadas, distorsionadas o enterradas bajo el peso de una floreciente política cultural posmoderna«. Un feminismo, en palabras de Martha, «que indica el reconocimiento del materialismo histórico como la fuente de conocimiento emancipatorio requerido para el éxito del proyecto feminista y […] vincula el éxito de las luchas feministas con el éxito de las luchas anticapitalistas».
Desde Vallekas Antipatriarcal llamamos a los varones a secundar la huelga feminista del 8 de Marzo en los términos que dialogábamos en el artículo: «Ni uno de nosotros en las calles. Llamamiento a los hombres a secundar la Huelga Feminista convocada para el 8 de Marzo de 2018«. Llamamos a todos los compañeros a responsabilizarse y a asumir su posición, la que el feminismo de clase requiere para embarcarse en la nuevas fronteras del conflicto histórico entre opresores y oprimidos.
Rubén González Martínez. Vallekas Antipatriarcal.
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