Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano. *** Nos habíamos quedado aquí ¿Lo que dijiste de «crítica al republicanismo liberal» es un homenaje a Kant? ¿Qué […]
Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones aquí publicadas, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.
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Nos habíamos quedado aquí ¿Lo que dijiste de «crítica al republicanismo liberal» es un homenaje a Kant? ¿Qué aspectos de la filosofía de Kant te interesan más? Perdona por la generalidad de la pregunta.
Bueno, como recuerdas, en mi libro yo no cito a Kant ni el republicanismo kantiano.
Sí, sí, lo recordaba… sorprendido.
Era mi propósito que la obra que he publicado estuviese en torno a las 200 páginas -tiene 215-, porque el libro está pensado como instrumento para la reflexión política. Eso hace que autores de la tradición res publicana que he trabajado y que considero admirables, no hayan sido incluidos.
Por ejemplo.
Francisco de Vitoria por ejemplo. O el gran, el adorable Maximilien Robespierre, tan canallescamente difamado, sobre cuyo pensamiento también trabajé y escribí en su momento. Pero el asunto de Kant va por otro lado.
¿Por qué lado?
Kant no adopta posición sobre cómo posibilitar que todo individuo pueda ser ciudadano, de forma que la república sea una república plebeya o democrática, y es por tanto, un republicano, si no aristocrático, sí un republicano no democrático. Pero ésta es, en relación con lo que me preocupa, una cuestión menor. Con todo, y dado que suscitas el asunto de Kant, me explico también sobre este punto.
Adelante, cuando quieras.
El republicanismo ha sido siempre «propietarista». Considera que todo ciudadano ha de disponer y controlar, de una u otra manera, los recursos materiales que le permitan vivir sin depender de amo, de patrón, para evitar encontrarse en la situación de quien «al ajeno arbitrio está atenido», tal como escribe Luis de León en su Oda a la Vida Retirada: para evitar estar sometido al derecho ajeno o ser allieni iuris. Pues esto convierte al individuo en esclavo: el salario, que retribuye la venta por horas de un ser humano, convierte al individuo en esclavo, lo somete a voluntad ajena.
Por cierto, que «propietarismo» es una palabra de «reciente factura», utilizada por el actual republicanismo académico, que, a mi juicio, reduce excesivamente el asunto del que se trata, y que no es otro que el de las condiciones materiales de la sociedad civil que garantizan la igualdad, la igual libertad entre los ciudadanos. Algo no reductible solo a la propiedad, pues la sociedad civil se auto produce mediante el ethos o cultura material de vida en su totalidad. «Propietarismo» es, sin embargo, para lo que tratamos, un término útil, que pone a las claras que no pueden darse entre los seres humanos relaciones sociales igualitarias, si una parte de los individuos no tiene relación directa, no mediada, con los medios materiales que posibilitan su trabajo libre.
Aceptémoslo entonces.
Bueno, una vez explicitado el porqué del propietarismo republicano, hay que decir a continuación que los republicanismos plebeyos o democráticos, las democracias, se caracterizaban por el hecho de luchar e imponer el reparto de bienes, de forma que el demos, los pobres, tuviesen de qué vivir y no hubiesen de someterse a amos. Es el caso de las democracias helénicas, de Atenas, etc. Y es el caso de los proyectos elaborados por Rousseau y Robespierre. Proyectos que ellos elaboran desde el sostenimiento del republicanismo democrático como principio, y al calor de las luchas sociales, de las revoluciones que conocen. Rousseau, la revolución de Córcega; Robespierre, la gran Revolución Francesa. Ambos elaboran proyectos de democracia, de poder soberano del pueblo, de los pobres, al calor de una experiencia revolucionaria, y son dos ejemplos de democracia revolucionaria.
Rousseau había sido leído por Kant. Kant lo conocía.
Es sabido. Le alteró su potente rutina intelectual según se dice.
Pero Kant opta por otra línea, no plebeya, no democrática, de república, en la que la ciudadanía queda restringida a los que ya poseen bienes y son autónomos.
Pero lo que me induce a dejar de lado a Kant es su metafísica, su ontología antropológica, el sujeto trascendental individual, preformado innatamente, al margen de la comunidad social. La ontología antropológica de Kant, en la línea de desarrollo abierta por Descartes, y proseguida por el utilitarismo ilustrado, es el individualismo ontológico. En esas metafísicas ontoantropológicas, que rompen con las orgánicas al republicanismo, el individuo por nacimiento está constituido como un saco o recipiente de capacidades y facultades innatas. Un «balde» lleno de capacidades innatas es el término crítico que usa el gran antropólogo Tim Ingold. Me permito añadir la dirección electrónica de un interesante artículo de Ingold, que hemos publicado en Espaimarx, con permiso del autor, y en traducción de Carlos Valmaseda: http://www.espai-marx.net/es?id=10231
Adelante con ella. Gracias por la referencia.
Esta metafísica, la ontología del individualismo antropológico, cuyo origen en la Modernidad podemos situar en Descartes, es solo una de las posibles dentro del desarrollo intelectual de la Modernidad; pero es la que se desarrolla y se impone como la mayoritaria, en disrupción con la tradición aristotélica, clásica, res publicana. Es la desarrollada por la mayoría de la Ilustración -por ejemplo, el utilitarismo de los Fisiócratas o Filósofos economistas-, no así por Rousseau, por Montesquieu o por Mably, ni por Robespierre, por ejemplo. Y es la que desarrolla Kant y todo el kantismo, incluido Ferdinand de Saussure.
Una individualidad constituida a priori, con un imperativo moral innato, una racionalidad prefigurada, guiada por un deber ser. En este modelo, la subjetividad republicana no necesita ser formada, ni hay problemas de ethos diversos, de ethos históricos no republicanos que impiden el republicanismo. Según este modelo, la individualidad sólo debe desarrollar las capacidades que ya posee y que incluyen los elementos que permiten el republicanismo: moralidad universal innata, etc. Por eso, es un republicanismo solo centrado en la elaboración de leyes, y ni tan siquiera tiene la necesidad de pensar cómo se desarrollará un sentimiento de comunidad que haga que la gente sienta como obligación, como amistad hacia la comunidad, el cumplimiento de la ley. No hay problemas de consenso, ni de reconocimiento de los demás, pues el sujeto está preformado, no es producto de una cultura material de vida histórica, y su preformación incluye ya el tender al deber ser. Tampoco hay tematización posible sobre el ethos, de la cultura material de vida, de forma que esta permita, favorezca, la igualdad, y la antropología respublicana.
Y esto que señalas a qué es debido.
Esto se debe a que, una vez preformada la antropología, una vez dados los trascendentales que están en la subjetividad y la constituyen, esto del ethos, de las culturas materiales de vida, etc, es un embarazo secundario, dado que la onto antropología no es histórica, no viene formada por el ethos. En el límite -no es la idea de Kant- es antropología innata no sería compatible con el res publicanismo, pero el res publicanismo no es orgánico de una cultura, ni la onto antropología es orgánica está formada como construcción real dentro de cada ethos
La tradición que yo asumo es la de Aristóteles, y el aristotelismo republicano, la de la metafísica de la prioridad ontológica de la comunidad sobre el individuo, tal como escribe Aristóteles en Política. Que es, desde luego, en tanto antropología comunitaria, la propia de todos los republicanismos históricos, en primer lugar, los clásicos, tanto los de inspiración griega como los de inspiración romana, no aristotélicos.
Que el individuo es «por naturaleza» animal social-político, y que sus capacidades y facultades, incluidas las que lo capacitan para ser ciudadano, no son innatas sino que se generan y desarrollan como consecuencia de aprender a vivir en una comunidad, dentro de su cultura material de vida: nos hacemos constructores de casas, y citaristas, cuando tocamos la cítara o construimos casas, porque «el acto es anterior a la potencia», para decirlo, otra vez, con Aristóteles, tal como lo escribe en Ética Nicomaquea y en Metafísica, de donde salen las respectivas citas. Por tanto, el asunto de la creación de un ethos, de una cultura material de vida republicana, esto es, de un nuevo sujeto social, un proceso que sucede en la sociedad civil, es fundamental para la constitución de antropologías republicanas, es fundamental para la articulación de una república. Solo un vivir ahormado por costumbres que exigen el auto control de la comunidad sobre el orden social y cultural es capaz de generar, de un lado, un sujeto, tanto colectivo como individual, que lucha por un orden que preserve eso, un sujeto que no existe per se. Y por, otro, es capaz de generar el orden legal, cívico político, que es orgánico a su proyecto de vida.
Pero hay muchos más autores destacado en esta tradición de la que nos hablas.
Sí, sí. Esta tradición, la de la prioridad ontológica de la comunidad sobre el individuo, es, también, la de Vitoria, la de Montesquieu, la de Rousseau, la de Mably o Robespierre. La de Hegel y Marx, y Gramsci, claro… la de los estudios interesantes de antropología cultural, que insisten en el ethos, en las distintas formas de vivir, en las diferencias de las culturas materiales de vida, en las diferentes relaciones sociales que organizan la cultura de vida.
Insisto, aquí y desde luego, en el libro, sobre los fundamentos ontológicos, ontoantropológicos en que se basan las diversas filosofías. Y sobre las inconsistencias de bulto que a menudo se producen: tratar de articular reflexión comunitaria -una república es una comunidad- a partir de ontologías individualistas. Este asunto, la relación entre metafísica ontológica-antropológica y los proyectos que se concluyen de la misma, de una u otra opción elegida, es una reflexión, no diré que de sentido común, pero sí elemental, una vez uno se plantea el estudio del ser humano. Sin embargo, este tipo de interrogación, que relaciona la antropología filosófica elegida con los modos de hacer y el orden social, se había sostenido durante casi dos milenios: ¿es el hombre bueno por naturaleza, es indiferente por naturaleza, o por naturaleza tiende al pecado? ¿Es el hombre, por naturaleza, un ser individual o social? Etc. Pero esta tradición, dentro de la cual se encuentra Marx, su crítica a las Robinsonadas individualistas, etc, ha sido borrada durante el siglo XlX y el XX. Se dan, en consecuencia mezclas, mejunjes intelectuales que juntan churras y merinas: republicanismos individualistas, etc.
Se ha criticado la elaboración de ontologías filosóficas sobre el ser humano -la ontología como rama del pensamiento descalificada- para naturalizar la ontiología del individualismo antropológico.
Creo que se entiende bien tu perspectiva crítica.
Incluso en el marxismo, hemos asistido a la aparición de marxismos carentes de sujeto, marxismos estructuralistas post saussurianos, marxismos individualistas antropológicos, etc.
Que no son tu marxismo.
No, desde luego que no. Con decir que a menudo se ha tratado de explicar la teoría de la enajenación o de la cosificación sin situar previamente que esta teoría adquiere sentido solo desde la metafísica de la prioridad ontológica de la comunidad sobre el individuo, queda dicho todo. No es posible dar cuenta de la cosificación humana desde una teoría individualista antropológica, y estas mezclas son las que han hecho que la teoría de cosificación, la teoría de la enajenación, el fetichismo -como queramos denominarlo-, sea a menudo incomprensible en muchas de las presentaciones que se hacen de la misma. Se la rechaza o se la «acata», pero -como resulta imposible- no se la entiende. Se pueden leer textos en los que, incluso, se polemiza sobre las diferencias conceptuales que hay tras el uso de una u otra palabra de éstas, en los que no se entiende nada y de cuyos autores se puede decir que no entienden nada.
¿Podrías ser más concreto en este punto? ¿A qué autores, a qué obras te estás refiriendo? Antes te has referido muy críticamente a Althusser y al althusserismo, por decirlo rápido. ¿No eres un pelín injusto? ¿Nada tiene interés de su obra? Te podía preguntar lo mismo respecto a Della Volpe…. Pero démonos un respiro. Nos ponemos en tema a continuación. Puedo intuir la longitud de tu respuesta.
De acuerdo. Pero intentaré ser breve.
Bueno… veremos.