Aquella mañana del 4 de enero, José Luis Martínez Almeida y su Gobierno se dedicaban a cumplir con lo que debe ser su obligación. Para vergüenza de propios y extraños bailaban descoordinadamente una coreografía junto a unos Reyes Magos que bajo sus faldones dejaban entrever pantalones vaqueros para sorpresa de grandes y pequeños. La falta de vergüenza de los munícipes por antonomasia hizo que la escena fuera publicitada en medios y redes sociales para aumento de la vergüenza ajena, pero que debe dar alas a sus seguidores. Vergüenza que, se intuye, sentía la propia vicealcaldesa, un poco escorada y dejando todo el patetismo del protagonismo al alcalde.
Mientras los gobernantes de la ciudad de Madrid andaban a estos asuntos, la AEMET (Agencia Estatal de Meteorología) insistía en remitir notas informativas a los políticos para alertar de la nevada que se nos venía encima. De hecho, el día 5, decidieron los meteorólogos convertir sus notas en “aviso especial” porque veían que la situación se iba a poner “muy complicada”, en palabras de Ruben del Campo, portavoz de la AEMET. En ese aviso especificaban que los espesores de nieve en el centro de la península podrían alcanzar los 40 centímetros.
Cualquiera de nosotros que consulte la información meteorológica en aplicaciones o en medios de comunicación también lo veía venir, aunque no lo creyéramos. Como con China, Italia y el coronavirus. En Ciudad Lineal, el 7 de enero empezó a nevar y desde la AEMET se activaron “avisos de nivel rojo” por primera vez en la historia de la Agencia. El alcalde declaraba entonces: “Qué más bonito que ver la ciudad de Madrid nevada”, mientras por su cuenta y riesgo aseguraba que los espesores iban a ser de 20 centímetros (que tampoco es moco de pavo) y que “tenía un dispositivo preparado”.
Como en el más típico de los guiones de esas películas de catástrofes en las que los científicos advierten y son ignorados, en Madrid llegó el viernes y comenzó la “nevada del siglo”, tampoco algo tan raro pues acabamos de iniciar el año 21. Curiosamente, desde el día anterior muchas zonas del parque del Retiro estaban cerradas como vieron mis ojos. Asimismo, ante las previsiones meteorológicas el viernes a las 18:00 horas cerraron todos los parques.
Esa fue la única acción que tomó el Ayuntamiento de la capital como previsión. Más contundente resultó la presidenta de la Comunidad de Madrid que a preguntas de los periodistas esa tarde, sobre un posible gabinete de crisis y actuaciones aseguró: “la nieve dirá”. La presidenta decía esto, desaparecía del foco mediático y ahí dejaba a pueblos, ciudades y ciudadanía al pairo.
A primera hora de la noche del viernes por las calles de Madrid ni una sola máquina quitaba la nieve que caía. Los taxis dejaron de funcionar porque no podían moverse, los autobuses empezaron a ser abandonados en las calles… Estalló la alarma roja sin que a nadie le importara. ¿Por qué igual que se cerraron los parques no se adelantó el cierre de empresas y se restringió la movilidad de la EMT? La respuesta es sencilla: por incompetencia y negligencia de Ayuntamiento y Comunidad de Madrid. En aquella noche del viernes el alcalde recomendó el uso de cadenas por la ciudad. El lunes, como Ayuso, mintió vilmente. Sin ningún pudor, ni vergüenza aseguraban que no había ninguna previsión, que (a pesar de cerrar los parques) nadie les había avisado de lo que iba a suceder. La última gran realidad alternativa al más puro estilo Donald Trump
Limpiar es obligación del Ayuntamiento
El fin de semana pasado el alcalde se empezó a agobiar y a hacer alarde de su falta de liderazgo. Igual que en sus contradicciones con el COVID-19 (quédense en casa pero salgan a tomar unas cañitas), ocurría ahora mientras decía a la ciudadanía que no bajara las basuras, aseguraba que el 100% de los camiones de basura estaban funcionando, una falsedad incluso a día de hoy porque son decenas las calles que más de una semana después están impracticables. Al tiempo que nos decía que no saliéramos de casa porque era peligroso, nos invitaba a coger una pala y limpiar las calles. Esta también fue la primera indicación de Ayuso una vez que volvió a la vida y después de que esas asociaciones de vecinos a las que maltratan y vilipendian ya estuvieran organizándose.
Los medios de comunicación, empezando por TVE, siguieron esa estela de que “nos lo limpiemos nosotros” como hacen en otras capitales. La cuestión es que en Madrid, la obligación es entera del Ayuntamiento desde que en 2012 dictó sentencia al respecto el Tribunal Supremo. La sentencia estimaba un recurso interpuesto por el Ayuntamiento de Madrid contra la sentencia de instancia dictada por el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) en relación a la Ordenanza de Limpieza de los Espacios Públicos y Gestión de Residuos aprobada por el Pleno de Madrid el 27 de febrero de 2009, dictada cuando Alberto Ruiz-Gallardón estaba al frente del Consistorio capitalino.
El TSJM anuló los artículos 10, 76 y 78.3º de la citada Ordenanza por no ser conformes con el ordenamiento jurídico. El artículo 10.2 disponía que en el caso de nieve, los residentes que “habiten en fincas urbanas y quienes tengan a su cargo la limpieza de edificios públicos y establecimientos de toda índole, colaborarán en la limpieza de hielo y nieve de las aceras en la longitud correspondiente a su fachada, y en una anchura mínima de dos metros, si la acera es de mayor ancho”.
En el caso de la sentencia del Supremo, se mantuvo la nulidad del artículo 10 relativo a la participación ciudadana en la retirada de la nieve y el hielo de las aceras. Los magistrados recordaban en su sentencia que el Ayuntamiento de Madrid “ostenta la competencia en materia de recogida, transporte, selección, valorización, y, en su caso, eliminación de los residuos urbanos municipales”.
El “tsunami” es una borrasca
Así las cosas, una vez más se ha comprobado que quienes rigen el Ayuntamiento del foro no saben lo que hicieron sus predecesores, aun siendo del mismo partido. En medio de las contradicciones del alcalde y para hacer todo más hiperbólico empezó a lanzar eso de que habíamos sufrido un “tsunami” de nieve, lo cual puede ser calificado de auténtica estupidez si se refiere a criterios científicos y espantosa metáfora si nos atenemos a criterios literarios.
En un magnífico artículo de Laura Chaparro en “Nueva Tribuna” leemos que en Madrid, en 1904, se sufrió una nevada que superó los 75 centímetros. La situación fue clavada a la actual y, tal como me relataba un profesor de Geografía Física de la UNED, se trata de un embolsamiento de aire frío que proviene del chorro de viento polar (por donde se meten los aviones para ahorrar combustible). Este embolsamiento, que es habitual en esta época del año, estaba sobre Madrid y se encontró con viento húmedo y cálido que venía del suroeste y, como sucede cada diez o doce años se convirtió en nieve, pero más. Normalmente, las temperaturas no son tan bajas y lo que nos cae es agua. Efectivamente la nevada ha sido histórica, pero Filomena es una simple borrasca, como la que está a punto de venir (sin nombre) repleta de agua.
También debemos ser sinceros con esta circunstancia meteorológica y explicar que no es consecuencia del cambio climático. Éste se refiere al clima, que estudia periodos de tiempo muy largos (de treinta en treinta años) y lo que hemos padecido ha sido una circunstancia del “tiempo”, no del “clima”. El cambio climático, o mejor, “calentamiento global” suele tener como consecuencias situaciones relacionadas con la energía. Esto es, huracanes, tifones, incluso tsunamis, que cada vez traen más inclemencias y que debería llevar a las autoridades a estar más preparadas, porque más desbarajustes van a venir. Eso ya lo dicen las estadísticas.
Viéndose acorralado Almeida, y yo diría un poco olvidado hasta de su presidenta regional, salió con otro titular al que ya había puesto percha con lo del “tsunami”: “Vamos a pedir que Madrid sea declarada zona catastrófica”. Esto lo dijo sin haber visto las consecuencias últimas de “Filomena”. Nadie puede negar que se estudie, una vez pasada la tormenta, la declaración de zona catastrófica para pedir a España ayuda económica. El escándalo saltó cuando vimos las cuentas, que en vez personal y material de limpieza parece que Almeida tiene un ejército de peritos para sumar cifras. Dos semanas me costó a mí arreglar el jaleo cuando sufrí una humedad en la pared…
En el asunto de las cuentas hay un asunto claramente inmoral y es que Almeida, según wikipedia, es abogado del Estado. Si no sabe lo que está haciendo, mal abogado del estado es, y si lo es, no es digno de esa profesión.
La Cadena Ser, que tampoco es “Radio Pirenaica”, de hecho es paradigma de la equidistancia, dio cuenta de la estafa que estaba perpetrando el Consistorio contra las cuentas de España. Almeida pide 1.400 millones de euros. Es decir, solo con lo que se ahorran los ricos de la región de impuesto de sucesiones habría para pagar. Cuando se desglosa la cuenta, parece que la ha hecho Bárcenas: 30 millones por “pérdida de servicio no prestado” por la EMT; 150.000 euros en alquileres de pistas de pádel que no se habrán podido alquilar… Un escándalo.
Mientras las UCI en Madrid están al 90%; mientras estamos a la cola de vacunaciones; mientras el famoso hospital Isabel Zendal debería ser investigado por las condiciones que denuncian pacientes y trabajadores; mientras la Cañada Real es la vergüenza internacional denunciada por la ONU…, el objetivo es intentar sacar a España 1.400 millones de euros para gestionarlos solo Dios sabe cómo y que la ciudadanía se autogestione las aceras para salir del hielo.
Miedo da pensar en la idea que tiene esta gente sobre los fondos europeos. Miedo da que sigan en el Gobierno y miedo da el atronador silencio de la oposición.