En medio de criterios difusos y contradicciones, Cuba es una de las delegaciones que defiende en el Comité Internacional de Bioética de la UNESCO la opinión de que las guerras sí constituyen causa directa del empeoramiento del estado de salud de las poblaciones que las sufren.
El término «ética» es uno de los más llevados y traídos incluso en conversaciones diarias sostenidas tanto por el pueblo «de a pie» como por especialistas muy reputados. Se le confunde con «moral», se vacía de cualquier contenido, se le adjudican valores consensuales o revelados, derivados de la razón o dictados por las divinidades. Con todo, cuando este vocablo se menciona, especialmente si califica un comité o grupo de trabajo, uno infiere sin esfuerzo que la actividad de esa comisión se opone abiertamente, digamos, a las guerras.
Hoy las ciencias neurológicas parecen estar cada vez más cerca de la posibilidad de describir la relación entre la ética y las peculiaridades del psiquismo humano deducidas de su fisiología, para dar respuestas satisfactorias a varias inquietantes preguntas, por ejemplo: ¿cómo ocurre en el cerebro humano que una parte del todo se convierte en censor del todo?, ¿por qué no podemos ser educados para esclavos dóciles, aunque hayamos nacido en semejante condición?, ¿qué nos insta a recrear el mundo que nos circunda?, podemos aprender ciertamente ¿por qué entonces dudamos?
Lleno de esperanzas y de algunas lecturas introductorias acerca de las mirror cells y de otra información pertinente, este indagador se acercó al Dr. Mitchell Valdés Sosa, director del Centro de Neurociencias de Cuba, a fin de obtener contacto con alguien que pudiera servirle de guía en tales cuitas bio-filosófico-intelectuales, partiendo de la base de que quien hace este relato no es biólogo, ni filósofo, ni intelectual.
«Conozco una persona ocupada en estos temas que podría ayudarte. He aquí sus coordenadas electrónicas.»
Luego de acopiar arrestos, comenzó un intercambio matinal muy fructífero, para este narrador, con el Doctor en Genética de Microorganismos y miembro del Grupo de Expertos del Programa de Neurociencias, Daniel Piedra Herrera. (En aras de buscar algún balance en ese intercambio de enjundiosas notas electrónicas, tras conocer sus títulos, encomiendas oficiales en el extranjero y algunos de sus textos, no se le ocurrió otra cosa a este inveterado pecador que preguntarle si tomaba café…)
Sin embargo, la sencillez del Dr. Daniel Piedra descalifica cualquier temor de parecer inoportuno o mostrar una insistencia más allá de los límites que aconseja la urbanidad, razón tanto mayor para que pareciera muy inusitado el mensaje con que comenzó este ordenador su trabajo de buzón informático una de aquellas mañanas: «Hoy estaré muy atareado».
Horas más tarde, aparecieron explicaciones complementarias. «Estamos a todo tren preparando una propuesta de informe para la reunión del Comité Internacional de Bioética de este año con la posición cubana a favor de que incluyan las guerras como fuente de problemas para la salud humana. No son esas reuniones sencillas, porque hay muchos intereses en torno a esos temas y, por increíble que nos parezca desde aquí, existe el intento de omitir las guerras de las consideraciones bioéticas, acudiendo a recursos discursivos insuficientemente fundamentados, según pensamos.»
Como en verdad resulta difícil creer que ese pueda ser el criterio aceptado por la comunidad internacional de intelectuales que representa en sí misma la UNESCO, diríase conveniente que diversos pensadores progresistas tuvieran conocimientos, dentro del marco que recomienda la naturaleza protocolar de esta actividad, de los escarceos reflexivos suscitados en torno a semejantes temas. El Dr. Piedra accedió a ofrecer sus juicios personales para Rebelion, vehículo alternativo de insustituible valor para estos propósitos.
He aquí la entrevista.
¿Cuál sería la historia inicial?
En junio del 2007, participé en calidad de experto como parte de la delegación cubana, en las labores de la Sesión Conjunta del Comité Internacional de Bioética (CIB) y del Comité Intergubernamental de Bioética (CIGB), celebradas en París. Allí hubo fuertes discrepancias entre los planteamientos de nuestra delegación y los de quienes se pronunciaron por no aludir a las guerras como causa de agravamiento de los problemas de salud que enfrenta la población mundial en estos momentos. Nosotros consideramos intolerable esa omisión y sinceramente pensamos que la exclusión de las guerras como tema referido a la vida y a la ética, que es definitivamente lo que está ocurriendo en un comité de bio-ética, se debe a fortísimas presiones de los grupos de poder mundial, en un intento por conservar el ropaje de farisaica moralidad con que se presentan ante la opinión pública internacional, validar su belicista conducta reciente en diversos escenarios del planeta, evitar condenas éticamente sustentadas por ese comportamiento, y -al mismo tiempo- ver obstaculizadas -por esa vía- sus acciones similares en el futuro siempre que las encuentre oportunas.
Vamos por pasos. ¿Qué es el Comité Internacional de Bioética (CIB) y el Comité Intergubernamental de Bioética (CIGB)? ¿Cómo se componen? ¿Cuáles son sus funciones y atribuciones?
El Comité Internacional de Bioética está compuesto por 36 personalidades del mundo de la bioética, designados por el Director General de la UNESCO, en base de consideraciones políticas y de balance territorial; mientras que el Comité Intergubernamental de Bioética está integrado por representantes de 36 estados, elegidos por la Conferencia General de la UNESCO, ateniéndose a los principios de diversidad cultural y balance territorial.1
Ambos comités son entidades consultivas, cuya labor principal consiste en elaborar documentos que, sin carácter vinculante, sirvan de guía y marco referencial a todos los países integrados a la comunidad internacional, para la toma de decisiones en cuestiones relacionadas con la bioética.
O sea que, siendo la UNESCO una suerte de representación consensuada de la intelectualidad internacional, estas entidades actúan como una especie de «conciencia mundial» en el campo de la bioética.
Así podría ser entendido.
En ese sentido, el alcance de sus decisiones depende del significado de la bioética misma. Luego, ¿qué es la bioética?
El tema es espinoso. Mejor, lo han hecho espinoso. Mira, la palabra bioética fue acuñada en 1971 por el Dr. Van Rensselaer Potter en su libro Bioética: Puente hacia el Futuro2, en el entorno histórico en que aparece El Azar y la Necesidad3, de Jacques Monod4. Al hacerlo, Potter no inventó un neologismo por presunción: se valió de él para definir una nueva disciplina. En palabras del propio Potter, publicadas en junio de 1996: «Cuando utilicé el término ‘bioética’ […] claramente quería que incluyera no simplemente a la ética médica, sino también la ética ambiental y la agrícola. En realidad, la palabra habla por sí sola».5
Sin embargo, esa no es la acepción admitida en la práctica por lo que he llamado el mainstream. Quienes representan esta corriente de pensamiento tienden, según el criterio del propio Van Rensselaer Potter, a minimizar -cuando, no ignorar- los aspectos ambientales y agrícolas a los que prestó tanta atención la persona que ostenta la paternidad legítima de esta nueva disciplina. Nosotros compartimos ese criterio.
Por ejemplo, en el libro mencionado, Bioética: Puente hacia el Futuro, Potter declara que: «Una ciencia de la sobrevivencia debe ser más que solo ciencia, por lo que propongo el término Bioética para enfatizar los dos ingredientes más importantes para alcanzar la nueva sabiduría que se necesita tan desesperadamente: conocimiento biológico y valores humanos».6
Hay que entender pues que el mainstream constituye una reducción del significado original de la palabra…
Sí. El propio fundador de la bioética fue testigo de este estrechamiento casi desde los orígenes del término. Ya en el mismo año de edición de su primer libro sobre el tema, publicó una breve reseña titulada Bioética en una revista de amplia circulación7. Allí también, casi de soslayo, a sólo una página de separación del artículo de Potter, aparece un anuncio con el siguiente encabezamiento: Se constituye con sólidas finanzas Instituto de Bioética en la Universidad de Georgetown.8 Se trataba del Instituto Joseph y Rose Kennedy para el Estudio de la Reproducción Humana y la Bioética, término este último que, en ese contexto, ya se ve atribuido de una definición claramente sesgada, que lo acerca a una ética médica renovada, para abordar los problemas éticos que estaban surgiendo a causa de la aplicación de las nuevas tecnologías biomédicas que se iban haciendo disponibles, pero que le castraba un importante espectro de significaciones originales.
Esto quiere decir que ahora la comunidad internacional dispone de dos significaciones de la palabra bioética, aunque se refiere a una sola disciplina…
No solo: hay otra historia de la bioética, según nos la cuenta el Dr. Fernando Lolas Stepke9. El doctor Lolas asegura que en 1992 un grupo de «pioneros» celebró, en la Universidad de Washington, Seattle, el trigésimo aniversario de la disciplina. Cuenta este autor que los que él llama «pioneros»: «Tomaban como punto de referencia un articulo de la revista Life del 9 de noviembre de 1962 que contaba la historia de un comité, establecido precisamente en Seattle, cuya misión fue seleccionar pacientes a quienes se pudiera ofrecer la hemodiálisis, tratamiento posibilitado por el doctor Belding Scribner al inventar la conexión y la cánula arteriovenosa, en 1961. Como pronto se hizo evidente, muchas personas requerían tratamiento y no todas podían ser atendidas. La solución fue encomendar la delicada selección a un grupo de personas, preferentemente no médicos, quienes juzgarían en base a antecedentes distintos de los clínicos. La periodista que escribió el artículo, Shana Alexander, diría que la historia constituyó una de las más fascinantes de su carrera. La tituló They decide who lives, who dies [Ellos deciden quién vive y quién muere]».10
Más adelante Lolas asegura que: «Van Rensselaer Potter, un oncólogo de la Universidad de Wisconsin, usó el término en un sentido evolucionista, algo diferente del que tiene actualmente.»11
Estamos hablando pues de otra bioética diferente a la de Potter…
Sí, este trabajo testimonia el surgimiento independiente y con algunos años de precedencia, de otra bioética no potteriana. Es sintomático a mis ojos que su contenido disciplinario sea muy parecido al de la actual bioética del «mainstream«, todo lo cual sugiere la existencia de algún tipo de vínculo entre los autores de esa concepción y la aceptada hoy por el mainstream. Llama la atención, además, el origen estadounidense de estas dos acepciones de bioética, algo a lo que con seguridad se le puede encontrar explicaciones e implicaciones muy interesantes.
¿Cómo podría juzgar el ciudadano común el alcance de cada concepción?
Es difícil, porque el hecho cierto es que el concepto estrecho de la bioética «médica» se ha visto privilegiado en los medios especializados y en los de divulgación general hasta prevalecer sobre la comprensión más abarcadora del doctor Potter, independientemente de la legitimidad de los orígenes de cada una ellas.
El propio doctor Potter, en fecha tan temprana como 1988, ofrece explicaciones para este confinamiento sistémico de su visión, y -en un intento por combatir semejante constricción del significado- le dota de un apellido, bioética global, profundizando su pensamiento bioético. Entonces escribió: «Desde el principio estaba claro que la bioética debe ser construida sobre una base interdisciplinaria y multidisciplinaria. He propuesto dos áreas principales con intereses que parecen estar separados pero que se necesitan mutuamente: la bioética médica y la bioética ecológica. La bioética médica y la bioética ecológica no se superponen, en el sentido en que la bioética médica se ocupa principalmente de los puntos de vista de corto plazo: las opciones se le abren a los individuos y a sus médicos en sus intentos por prolongar la vida… La bioética ecológica claramente, tiene una visión de largo plazo que se ocupa de lo que debemos hacer para preservar el ecosistema en una forma que sea compatible con la existencia continuada de la especie humana.»12
O sea, que ante los ojos de Potter el término estaba siendo en cierto sentido «domesticado»…
Exactamente. Sin embargo, en la literatura que ha salido de las manos de Potter desde que fundó la bioética no aparece una sola mención condenatoria a los adelantos que se han ido acumulando en el campo de la otra bioética, es decir, de la bioética predominantemente médica. Son suyas estas palabras: «Creo que hay una razón por la cual la gente de la bioética médica no se ha metido en la bioética integral o bioética global, como Sophie y yo la llamamos… El problema con la gente de la bioética médica es que ya ellos tienen más de lo que pueden manejar.»13
¿Cómo se manifiesta esa reducción en el trabajo consultivo de las instituciones internacionales?
Poco a poco, con mucho tesón, inteligencia y pasión, la comunidad progresista internacional ha ido tejiendo y -hasta cierto punto- haciendo valer un pensamiento relacionado directamente con los problemas más acuciantes que le atañen. Por ejemplo, los problemas que las guerras acarrean a la salud humana. Todo eso aparece en un informe del que disponía el CIB y el CIGB en junio del pasado año. Ahora se pretende ignorar ese informe y se propone un esquema nuevo basado en el «principialismo»…
Espera, ¿qué es el «principialismo»?
Es una suerte de tendencia de pensamiento y conducta en la que se basan los seguidores del mainstream bioético, puesto que se expande por todo el cuerpo de la bioética light o reducida que se intenta imponer en todos los ámbitos y escenarios, y que aboga fuertemente, en el caso que nos interesa, por hacer que la actividad del CIB y del CIGB de la UNESCO sea constreñida por los principios éticos médicos14. De ahí su denominación.
Eso ciertamente parece insuficiente…
¡Por supuesto que lo es! Mira, no se puede hablar de la relación médico-paciente si antes no hablamos del derecho que tiene cada quien a ser médico y -sobre todo- el que tiene a ser paciente… No podemos ignorar que hay masas de población en el Tercer Mundo, por ejemplo, que malviven (por llamarle de algún modo) todas sus breves y sufridas existencias sin atención médica ni acceso universal y gratuito a los sistemas de salud de sus respectivas naciones, por lo que se mueren de enfermedades evitables, ante la mirada impertérrita de profesionales para quienes tiene más sentido discutir durante largas horas si debe informársele o no al paciente las opciones médicas con que jerárquicamente cuenta, en el mejor de los casos, que emplear ese tiempo en condenar, desde LA ÉTICA, la exclusión de ese mismo enfermo de los sistemas de salud pertinentes. Tal vez el principialismo sea una plataforma adecuada (con sus limitaciones obvias, a mi juicio) para la Organización Mundial de la Salud, pero las comisiones de la UNESCO (subrayo la institución de la que hablamos) deben tener una aproximación más abarcadora para la bioética. De lo contrario se da pie a que, por ejemplo, la relación entre guerras y salud humana (nexo de suyo evidente al sentido común) quede fuera del análisis de los comités dedicados a la bioética, como pasó en la reunión parisina de junio del pasado año.
Por lo visto, a estas alturas, parece difícil reconceptualizar el término original a los ojos del gran público.
Sí. Pero a Potter le interesó menos la paternidad del término que el alcance de la acepción. Por eso su insistencia continuó por el camino de la modificación de la denominación original con el fin de hacerla cada vez más inequívoca. Así publicó hace unos diez años su «Bioética Profunda y Global para un Tercer Milenio Vivible», de donde extraigo esta muestra: «[…] en nuestra loca carrera por mantener la civilización capitalista que intenta acelerar el consumo excesivo en todo el mundo, pensamos poco en quién se sienta a la mesa y quién sigue hambriento. En el «Puente hacia el Siglo XXI» podemos estar perdiendo la oportunidad de llegar al Siglo XXV o al año 3000. ¿Habremos de salir del tercer milenio sin salud, sin paz, sin un ecosistema estable ni justicia social?»15
Es claro que sus posiciones son muy cercanas a las de Cuba en estos temas.
Por supuesto… Nosotros no somos gratuitamente potterianos (esa no es siquiera una opción de pensamiento cercana al comunismo que es, al menos en lo personal, el paradigma que guía mis acciones), pero es evidente la franca y resuelta opción política y social de Potter coincidente con los frutos genuinos de nuestras concepciones. (Hay incluso un delegado ante la UNESCO que con sorna se refiere a «Potter, quien tanto le gusta a los cubanos».) Su concepción de puente en el título de su primer libro sobre bioética, está referido indudablemente a dos dimensiones esenciales en la evolución actual de la humanidad. Por un lado, la nueva disciplina asume la tarea de constituirse en puente entre dos culturas, continuando la tradición de Monod y sus predecesores en el campo de la filosofía y la ciencia, así como ofreciendo un enlace con los estudios de complejidad y los estudios culturales actuales. Por otro lado, la bioética de Potter se ofrece como puente hacia el Futuro, según reza el título de su libro. Nacida en la década que descubrió ante el hombre la incertidumbre de un porvenir que estamos labrando desde el presente, con nuestra sabiduría o con nuestra locura, la bioética original es un precursor cercano del concepto de sostenibilidad. Consciente de esta coincidencia, el científico humanista exhibe siempre su puntillosa insistencia en la precisión, que lo caracteriza. Potter llega a definir cinco clases de sostenibilidad en un pormenorizado artículo16, a saber: sobrevivencia «mera», «miserable», «idealista», «irresponsable» y «aceptable», declarándose partidario de esta última.
Es más, en este propio texto se apoya en R. Heilbroner, a quien cita textualmente: «El logro de tal avance civilizador (representado por la sostenibilidad aceptable) es hoy en día imposible. Este implica la ausencia de cualquier orden económico, llámese capitalista o no, cuya continuación dependa de la acumulación incesante. No menos depende de la eliminación de la división entre las regiones golpeadas por la pobreza y las regiones ricas del globo.»17
Y en otra parte de este propio artículo, Potter se refiere al conflicto entre la calidad del medio ambiente y «la santidad del dólar». La solución a este inconveniente, como a otros tantos atolladeros sociales, la ve en la «acomodación», término por el que entiende la concesión a que se ven obligadas las partes en pugna, por fuerza moral o política, para llegar a un arreglo. Sin embargo, confiesa su desconfianza en que el «todopoderoso dólar» llegue a algún acomodo.
La lucha es larga…
Sí, como en todos los frentes y en todas partes. Hasta esta crisis sistémica que vive el mundo en estos días, ha sido muy fuerte el poder de la globalización neoliberal, pero seguimos en la batalla. Ahora mismo hemos preparado un informe en el que defendemos nuestras posiciones, que será presentado en la próxima sesión de reuniones sucesivas del CIB y del CIGB que tendrá lugar en París, del 28 al 31 de este mes…
Hay que seguir luchando, como venimos haciendo desde el 2006, a raíz de haber sido aprobada por aclamación la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos18, el 19 de octubre de 2005, por la 33 Sesión de la Conferencia General de la UNESCO.
Ese documento contiene el Artículo 14, titulado «Responsabilidad social y salud», donde figuran aspectos hasta aquel momento ignorados por la bioética del mainstream. Ese fue un paso decisivo en dirección al abarcador ideal potteriano, que rebasaba por mucho las versiones estrechamente «medicalizantes» de la bioética.
En ese artículo está el cerebro, el sudor, la pasión y las lágrimas de los expertos realmente representantes de sus pueblos del Tercer Mundo. En él, entre otros muchos asuntos se habla no solo de acceso a la atención médica, sino de acceso al agua y a la alimentación, se habla de la necesidad de mejorar las condiciones de vida y del medio ambiente y de reducir la pobreza y el analfabetismo en aras de elevar sostenidamente los índices de salud. Nada de esto forma parte de las preocupaciones «bioéticas» del mainstream, pero responde fielmente a la visión del doctor Potter. Con todo, increíblemente, en toda la declaración no hay ninguna mención al impacto de las guerras sobre la salud.
Tuve el honor de participar modestamente en la reunión final de expertos que parió casi literalmente la declaración. Fui testigo beligerante de la batalla contra la delegación de Estados Unidos de América, que se empecinó en no firmar la declaración, si se insistía en incluir cuestiones ajenas a la bioética «medicalizante». Cuando terminamos, ganado el combate, nos fuimos a beber cerveza en un café du coin cercano al edificio de la UNESCO. Quienes participamos entonces del jolgorio no nos engañábamos: éramos plenamente conscientes de que aquello no se iba a quedar así, de que tendríamos que enfrentar una muy dura batalla por conseguir que todo cuanto planteamos en el Artículo 14 entrara efectivamente en vigencia.
Déjame resumirte esta larga historia. Un camino tortuoso que incluyó Buenos Aires y otros lugares de la América Nuestra, en los que fuimos galvanizando el consenso, nos llevó al momento de la discusión última de la declaración. El CIB hizo que se formara en su seno un Grupo de Trabajo específicamente dedicado a completar las cuestiones tratadas en este Artículo 14. Y ese es justamente el Grupo de Trabajo que se apareció en el 2007 con una propuesta donde no se habla de guerras. Allí Cuba, decididamente, alzó su voz en nombre de quienes se ven privados de ella y de acceso irrestricto a instituciones de salud.
Tenemos la razón y muchos amigos.
1 Todo lo relacionado con la composición y membresía actuales se encuentra en el sitio:
http://portal.UNESCO.org/shs/en/ev.php-URL_ID=11073&URL_DO=DO_TOPIC&URL_SECTION=201.html
2 Van Rensselaer Potter. «Bioethics: Bridge to the Future». Englewood Cliffs, NJ: Prentice-Hall (1971).
3 Chance and Necessity: An Essay on the Natural Philosophy of Modern Biology by Jacques Monod, New York, Alfred A. Knopf, 1971, ISBN 0-394-46615-2
4 Jacques-Lucien Monod (París, 9 de febrero 1910-Cannes, Francia, 31 de mayo 1976), biólogo francés; Cruz de Guerra por sus servicios en la Resistencia francesa; director hasta 1954 del Instituto Pasteur; galardonado con el Premio Nobel en 1965 junto con André Michel Lwoff y François Jacob, por sus descubrimientos relativos al control genético de las enzimas y a la síntesis de los virus. Junto con Jacob descubrió el sistema operón lac, el cual controla la expresión de los genes en la materia.
5 Van Rensselaer Potter. «What Does Bioethics Mean?» The Forum: Vol. 8 No. 1, pg. 2. Junio 1996.
6 Op. Cit., pág. 2
7 Potter, V. R. Bioethics. BioScience 21 (21) p. 1088, Nov. 1, 1971.
8 «[…] a well-financed Georgetown University Institute for the Study of Human Reproduction…» Van Rensselaer Potter. Bioethical Issues for the 21st Century. Script for Videotape Presentation at Opening Ceremony,World Conference on Bioethics.Gijon, Spain, June 20-24, 2000.
9 Prof. Fernando Stepke Lolas (Chile), doctor en psiquiatría, miembro del CIB.
10 Bioética: Una Palabra con Historia. Artículo por Fernando Lolas Stepke, Director, CIEB. El Mercurio, Marzo 1997 (Subrayado añadido – DPH).
11 Idem ant.
12 Potter, V. R. Global Bioethics: Building on the Leopold Legacy. East Lansing, MI: MSU Press (1988), p. 74 (cursivas añadidas – DPH).
13 Van Rensselaer Potter. Entrevista concedida a la Dra. Sophie Jakowska el 9 de octubre de 1998. Registro magnetofónico.
14 La mayor parte de los autores mencionan todos o algunos de los siguientes principios éticos médicos: Beneficencia (aegroti suprema lex.); No-maleficencia (primum non nocere); Autonomia del paciente (Voluntas aegroti suprema lex); Justicia (imparcialidad e igualdad); Dignidad; Veracidad y Honestidad (consentimiento informado).
15 Van Rensselaer Potter. Deep and Global Bioethics For a Livable Third Millennium. The Scientist, Vol:12, #1, p. 9, January 5, 1998 (cursiva y subrayado de la frase «sin paz» del Dr. Van Rensselaer Potter, el autor; las cursivas añadidas – DPH).
16 Van Rensselaer Potter, Ph.D., Lisa Potter, B.A. 1995. Global Bioethics: Converting Sustainable Development to Global Survival. Medicine and Global Survival.
17 Heilbroner R. Visions of the future: The distant past, yesterday, today, and tomorrow. New York: Oxford University Press. 1995 (citado en 27).