Javier Couso Permuy es diplomado en periodismo audiovisual por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí de La Habana. A lo largo de su versátil trayectoria profesional, ha ejercido como productor, cámara, realizador, editor, músico, mensajero, librero y trabajador audiovisual, profesión que actualmente ha retomado tras finalizar su legislatura como eurodiputado. Durante su desempeño institucional (2014-2019), fue vicepresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores y miembro de la Comisión Especial de Terrorismo, entre otras responsabilidades en diferentes comisiones y delegaciones.
Nos habíamos quedado aquí. Teníamos pendiente lo de Syriza.
Lo de Syriza ha supuesto para la izquierda europea y mediterránea una catástrofe que fue aprovechada por las élites europeas para demostrar que el mantra thatcheriano del “no hay alternativa” al neoliberalismo es una realidad incuestionable. Quedó como una demostración de que la voluntad popular no podría doblegar a los poderes financieros. Lo grave: la naturalización de un sistema artificial e injusto para inocular que sus efectos son como las catástrofes naturales y que no se pueden evitar;y lo peor es que un partido llamado de “izquierda radical” se haya prestado a ello y haya aplicado el peor memorándum impuesto por la Troika. Viví esta traición con mucho dolor después de haber creído y apoyado las propuestas electorales y el referéndum, para ver como finalmente la esperanza se convertía en desilusión y, de un líder prometedor para los pueblos del Sur, se pasaba a “hombre de estado” en cuanto fue doblegado por los grandes poderes financieros.
¿Y cómo puede explicarse una transformación así, un cambio de esta naturaleza? ¿Impotencia, desesperación, caída ideológica, falta de solidez?
En el libro hago hincapié en el peso de los liderazgos personales, algo que muchas veces queda fuera de la lupa analítica. Pienso que en este caso tuvo mucho que ver. Las propuestas de Syriza no se las creía su líder y en su fuero interno nuca pensó llevarlas acabo. Ni lo que iba en el programa con el que ganó las elecciones, ni lo que le mandataba el referéndum que él mismo había convocado.
Tsipras no tiene hechura de gran líder como pudo ser Fidel, Allende, Chávez y otros muchos. Se quedó en líder asimilado al cumplir con un memorándum que prometió a su pueblo no cumplir.
¿Sueñas alguna vez en otra UE? ¿Cómo la describirías?
No estoy en contra de la integración en espacios de cooperación, pero deben ser lo contrario a los tratados neoliberales surgidos tras el Acta Única. Es decir, no estoy de acuerdo en la disolución de la soberanía nacional en lugares opacos que no tienen control democrático, como pueden ser los mecanismos de la eufemística estabilidad o el techo de gasto. Tampoco con una estructura política de centro y periferia, ni con una orientación de la Seguridad y la Defensa que pone nuestras capacidades militares al servicio de una superpotencia del otro lado del Atlántico.
Hay que crear un espacio de seguridad común que incluya a Rusia y que establezca, también, seguridad económica para abordar las asimetrías que produce el diseño neoliberal. Hay que combinar autonomía estratégica a todos los niveles,con respeto a la soberanía de los estados y por supuesto poner en el centro al ser humano y no al mercado o al capital financiero.
Insisto en un punto del que ya has
hablado. ¿El euro es un avance o, como algunos dicen, una jaula? ¿España
debería permanecer en la eurozona? ¿Y en la UE? ¿Es posible salir de la UE si
somos realistas?
Es una jaula para países como el nuestro. Es un mal invento y una chapuza como muy bien señalaba Frédéric Lordon en un libro que publicó Viejo Topo y que recomiendo. A la arquitectura chapucera se suma la cadena que nos supone que tengamos una moneda única, cuando también se había planteado una moneda común para los intercambios comerciales y financieros sin dejar las monedas nacionales.
A mi juicio, a España no le ayuda no tener soberanía monetaria, pero tampoco debemos desdeñar los problemas que tendríamos para salirnos. Recordemos la campaña contra el Reino Unido que, no olvidemos, tenía moneda propia y, aunque quisiésemos, no es una idea que esté en la calle o sientan como necesaria nuestra población. Pienso que hará falta mucho trabajo didáctico de años para que nuestra gente vaya entendiendo la relación entre esta UE neoliberal y la cada vez peor calidad de vida que sufrimos. En esta línea estamos a años luz de lo que se empieza a debatir en Italia. Aquí hace falta recuperar una izquierda que ponga estas cuestiones sobre la mesa y no se quede en una boutade de cara a la galería como ha hecho Podemos o la IU posterior a Anguita.
¿La idea del Estado-nación ya está superada o, por el contrario, ves una vuelta fortalecida al Estado-nación?
Para nada está superada y de hecho pienso que nunca lo estuvo. Se trató más bien de una campaña masiva de guerra psicológica a nivel global, que se empieza a definir tras la caída del campo socialista y los planteamientos del Nuevo Orden Mundial de George Bush padre y la guerra cultural del supuesto fin de la historia. Realmente se trataba de vender la globalización como algo inmutable por medio de un bombardeo cultural y desinformativo que lo que ocultaba realmente era la operación que pretendía que todos los estados-nación renunciaran a su soberanía para dársela al hegemón, que era EEUU.
Después de ver la UE de cerca, me doy cuenta que, a pesar de lograrlo en lo monetario y financiero, los estados europeos se niegan a disolverse en una UE federal idílica de la que nos habla el bipartidismo en nuestro país. Este ejemplo constata que ese muerto, el Estado-Nación, goza de buena salud.
Te has dedicado en el Parlamento europeo a temas de política internacional. ¿Qué peso tiene la UE en asuntos geopolíticos? ¿Tiene una voz única?
Afortunadamente no. Es cierto que la figura del Alto Representante trata de aunar y coordinar una política exterior común, pero la competencia en política exterior sigue siendo potestad de los estados y aunque la mayoría de las veces se impone una política exterior sumisa al vínculo atlántico, se dan, a veces, contradicciones entre las políticas nacionales como podemos observar en la actitud italiana con respecto a la nueva ruta de la seda o las contradicciones de Alemania con el suministro de gas o el 5G que la enfrentan a la dirección que pretenden imponer los estadounidenses para que no seamos un bloque autónomo.
¿La lucha, la competencia, entre China y Estados Unidos puede acabar en un conflicto militar?
Cada día nos acercamos más a ello. Desde la presidencia de Obama la doctrina militar estadounidense gira hacia el eje Asia/Pacífico, es decir, enfoca sus capacidades a ese espacio geopolítico y desecha como eje central Europa, dejando la tarea de contener a Rusia a la OTAN y a la subalterna UE.
No hay duda de que hoy China ya es la primera potencia económica. Es cierto que no tiene el alcance cultural que proyecta EEUU desde finales de la Segunda Guerra Mundial, pero de ser un receptor de empresas tecnológicas occidentales ha sabido primero copiar y luego innovar superando a los países occidentales en alta tecnología como es, por ejemplo, el 5G. Todo en el marco de una economía planificada y que piensa a largo plazo.
En el plano militar convencional,aún no es comparable la capacidad de proyección de la fuerza que tiene Estados Unidos frente a la que actualmente dispone China. Pero los conceptos son diferentes. Las fuerzas armadas estadounidenses son expedicionarias y mantienen un carísimo despliegue global con más de 800 bases militares fuera de su territorio y con 11 portaaviones en servicio distribuidos en flotas que abarcan todos los mares. Por la parte China, el desarrollo del Ejército Popular de Liberación Chino está pasando de forma aceleradísima de una fuerza eminentemente defensiva a una que, primero, se está asegurando la denegación de espacio en el mar de la China meridional y que planea poder realizar despliegues para defender sus cada vez más diversos intereses.
El problema es que Estados Unidos está tratando de impedir que China tenga la primacía en lo que es su mar cercano y está combinando el enfrentamiento de los países vecinos, aprovechando las diferencias regionales históricas, con un despliegue cada vez más agresivo, que llega a desplegar varios grupos de portaaviones, vuelos estratégicos nucleares y provocaciones navales continuas en un área que China ha declarado como estratégica y prioritaria. Esto, que está normalizado en la mayoría de los grandes medios de comunicación, se entiende mejor si cambiamos el Mar de China por el Golfo de México y Estados Unidos por China. Las reacciones no serían las mismas.
No, desde luego que no.
El problema es que “bailando” tan cerca en cuestiones militares se puede cometer un error que haga escalar la tensión hasta llegar a un enfrentamiento armado. China está desarrollando una potente y renovada armada, desarrollando la técnica para una denegación de espacio marítima por medio de un impresionante arsenal de misiles balísticos y de crucero, la modernización de la flota de submarinos de ataque y el desarrollo de las capacidades cibernéticas ofensivas.
Todo dependerá de lo que decidan las élites estadounidenses: si van a un reparto de zonas de influencia o si siguen presionando en lo que China considera su irrenunciable glacis defensivo. Si esto sigue así no descartaría una guerra convencional regional en el Mar de China.
¿Y eso no sería un desastre? ¿Quién podría salir vencedor de esa “guerra convencional”?
Sería un desastre mayúsculo, pero es que EEUU está presionando militarmente en la zona de influencia de China, es decir, en sus propias costas. En la Guerra Fría, estás cuitas se dirimían mediante conflictos por delegación y las pocas veces en que confrontaron directamente, como en Cuba, casi se llega a un conflicto total. Cualquier Estado Mayor piensa y planifica para vencer o, al menos, para cumplir unos objetivos a partir de los cuales se pueda ganar y consolidar otros en una negociación. Pero imagina la locura de algunos militares y políticos durante el gobierno de Reagan que propusieron el plan “La victoria es posible” que preconizaba derrotar a la URSS en Europa gracias a la invulnerabilidad del territorio estadounidense que pretendían conseguir poniendo en marcha la Iniciativa de Defensa Estratégica que prometía derribar los misiles balísticos intercontinentales por medio de una red de satélites militares, fue lo que se llamó popularmente Guerra de las Galaxias.
Es decir, planteaban sacrificar el territorio europeo y a sus ciudadanos, que éramos sus “aliados”. Nuestra destrucción estaría asegurada pues en todos los planes para Europa Central se contemplaba la utilización de armas nucleares, tanto tácticas como de teatro.
¿Y qué papel juega España en la arena internacional? ¿Qué papel debería jugar?
Un papel absolutamente mermado por esa inserción en el llamado vínculo atlántico que nos hace figurar como una parte subalterna de la estrategia estadounidense para Iberoamérica, algo que es fácilmente comprobable al ver el papel jugado por España en los últimos años con, por ejemplo, Venezuela donde estamos asociados a la oposición más extremista, vinculada tradicionalmente a EE.UU como fuerza cipaya al servicio del patio trasero e incluso como una especie de Miami en Europa para los actores más radicalizados y golpistas del antichavismo. Esto es novedoso en el sentido de la tradicional política exterior española, que mantuvo, hasta con Franco, algo de independencia basada en los lazos culturales e históricos con América: las relaciones normalizadas con Cuba, el acompañamiento de procesos de paz, las cumbres iberoamericanas o, si miramos a otros lugares, la tradicional amistad con el mundo árabe.
La influencia en nuestras áreas de interés ha ido decayendo gobierno a gobierno, abandonando progresivamente nuestras especificidades que se mantuvieron, en lo que respecta a América Latina, hasta el gobierno de Aznar y que no fue recuperada por los gobiernos posteriores. Es verdad que nuestro papel en el Magreb o el Sahel está condicionado por una política excluyente de Francia que lo considera su patio trasero y que, además, apoya, en detrimento de nuestros intereses, a un vecino desestabilizador como es Marruecos. Al final, nuestra presencia internacional se reduce a apaciguar los lugares de donde vienen nuestras fuentes de energía y a ser una pieza subalterna en el doble dogal atlántico y “UEuropeo”.
¿Y qué debería hacer España en tu opinión?
Aunque es un tema que da para un libro, creo que, para empezar, España debería recuperar sus especificidades y fortalezas e inaugurar una nueva época en la que abandonase la desestabilización al servicio de intereses que no sólo son espurios sino contrarios a sus intereses. Debe recuperar algo de autonomía con respecto a la relación con Iberoamérica y nuestro vecindario de la otra orilla, y definir de una vez el planteamiento de un bloque del Sur dentro de la UE y de un espacio de seguridad y cooperación común europeo que incluya a Rusia
¿Debemos seguir formando parte de la OTAN, o no es asunto que esté hoy en la orden del día?
Después de la dolorosa derrota en el referéndum, el movimiento anti-OTAN quedó desmantelado y fue una pena, pues cuando cae la Unión Soviética, la Alianza pasa por un momento de crisis ya que no tiene razón de ser al caer su archienemigo que le daba la excusa de la existencia. Ese era un buen momento para haber podido poner contra las cuerdas esta alianza militar, desnudando sus contradicciones. Ante la inexistencia de un poderoso movimiento, la alianza implementó un nuevo enemigo caracterizado como nacionalismo autoritario: Iraq-Yugoslavia. Más tarde se reinventa como un pilar europeo, se normaliza su actualización en la guerra global contra el “terrorismo”, se define como actor global en la Cumbre de Lisboa y a partir de la Cumbre en Varsovia se dirige otra vez hacia el Este y declara a Rusia como antagonista.
Por desgracia, en nuestro país, estos momentos de debilidad coincidieron con el éxito final de la inserción de España en la normalidad neoliberal europea que a la vez es subalterna de EEUU.
Felipe González había hecho bien el trabajo en todos los planos y, como una Thatcher social-liberal, había aplastado la anomalía española de un gran movimiento popular contra la OTAN.
La OTAN es un dogal para nuestras capacidades y sin ninguna duda pienso que habría que abandonarla, pero del dicho al hecho hay mucho trecho y hoy, por desgracia, no se cumplen ninguna de las condiciones que podrían hacernos salir de esta organización: Ni hay una opinión pública que hable de ello, ni nuestra población está informada de lo que supone nuestra pertenencia o la presencia de bases estadounidenses en nuestro país, ni de nuestro despliegue en el Este, ni tenemos una corriente crítica en las Fuerzas Armadas, ni tenemos unas alianzas militares alternativas, ni tenemos unas FFAA equilibradas, sino diseñadas para ser parte de la proyección expedicionaria de la OTAN y la UE.
En
resumen, no hay que olvidarlo nunca: si queremos recuperar nuestra autonomía
defensiva en el marco de una buena vecindad con las dos riberas, hay muchos
años de trabajo por delante, al menos para lograr recuperar un poco de amor por
una patria no subalterna al gigante
estadounidense.
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Simplemente agradecerte esta interesante conversación que espero haya dejado a las personas que nos han leído con ganas de saber más en las páginas de En Pie de Calle. Salud y un gran abrazo.
Fuente: El Viejo Topo, noviembre de 2020.
Primera parte: Entrevista a Javier Couso Permuy (I). “La UE es una federación autoritaria dirigida por el centro alemán que ha conseguido una estructura que le favorece en todos los planos” https://rebelion.org/la-ue-es-una-federacion-autoritaria-dirigida-por-el-centro-aleman-que-ha-conseguido-una-estructura-que-le-favorece-en-todos-los-planos/