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Entrevista a Enrique Santiago, miembro de la dirección de Izquierda Unida

«No hay unidad sin cambio, no hay cambio sin unidad»

Fuentes: Rebelión

  El 9 de marzo Izquierda Unida sufrió la mayor debacle electoral desde su fundación en abril de 1986 y retrocedió… 75 años, hasta los registros del PCE de 1933, cuando obtuvo también un diputado, el médico Cayetano Bolívar, por Málaga. Gaspar Llamazares, su todavía coordinador general, será el único militante de IU que se […]

 

El 9 de marzo Izquierda Unida sufrió la mayor debacle electoral desde su fundación en abril de 1986 y retrocedió… 75 años, hasta los registros del PCE de 1933, cuando obtuvo también un diputado, el médico Cayetano Bolívar, por Málaga. Gaspar Llamazares, su todavía coordinador general, será el único militante de IU que se sentará en el Congreso de los Diputados en la próxima legislatura. Con el 3,80% de los votos, Llamazares atribuyó esta derrota política al «tsunami bipartidista» y a una ley electoral muy perjudicial para la tercera fuerza nacional. Sin embargo, en los comicios de 1993 y 1996, también muy polarizados por la crisis del PSOE y un Partido Popular en ascenso, IU, con Julio Anguita como coordinador general y una línea política radicalmente diferente a la actual, conquistó 18 y 21 diputados con la misma ley electoral.

En esta entrevista Enrique Santiago, miembro de la Presidencia Federal de IU y secretario de Relaciones Políticas del PCE, analiza el horizonte que se abre a IU en el corto y medio plazo tras el anuncio de Llamazares de renunciar a presentarse a la reelección en la IX Asamblea Federal, que tendrá lugar en junio. En diciembre de 2004, este abogado madrileño encabezó la alternativa en la VIII Asamblea Federal de Izquierda Unida y sólo pudo ser derrotado con un cambio de los estatutos ad hoc que permitió la reelección de Llamazares.

 

– ¿Cómo valora el resultado global de las elecciones generales?

– Estas elecciones han supuesto un paso más en la tendencia de consolidación del bipartidismo en España y simultáneamente la eliminación o reducción de la pluralidad política, en un contexto de fuerte crispación estimulada por el PP, estrategia que le ha reportado a este partido importantes réditos electorales a pesar de no conseguir superar al PSOE. El electorado del PP, ahora ampliado respecto a las elecciones generales de 2004, constituyendo así un importante sector de la población, ha creído el discurso catastrofista de los dirigentes de ese partido: ruptura de España, invasión de inmigrantes, supeditación del Gobierno a las decisiones de la organización terrorista ETA, conspiraciones oscuras detrás del atentado del 11-M…Se consolida así una derecha española aún mas reaccionaria y fuerte si cabe.

Frente a eso, aparece un PSOE consolidado en torno al discurso políticamente correcto y vacuo de Jose Luis Rodríguez Zapatero, quien ha sustituido la ejecución real de políticas sociales redistributivas por una políticas de imagen vacías de contenidos de progreso profundos: Ley de Dependencia sin memoria económica ni recursos para llevarse a la práctica; reducción constante de impuestos a las rentas del capital, empresariales y a las rentas del trabajo más elevadas; debilitamiento de la protección social a los trabajadores mediante reformas del sistema de la Seguridad Social; ausencia de voluntad política para acabar con los privilegios de la Iglesia católica, o para reivindicar la memoria histórica de las victimas de la dictadura franquista…..

En este contexto, Izquierda Unida (y otras fuerzas de izquierda nacionalista) no ha sabido o no ha podido articular un discurso político que fuera reconocido por buena parte de los ciudadanos de izquierda de este país como útil y posible de ser llevado a cabo, no ha sabido ofrecer estrategias de cambio y transformación social en las que los ciudadanos reconocieran una oportunidad de avanzar en el pleno cumplimiento de los derechos sociales reconocidos formalmente en la Constitución, como el empleo digno, el derecho a una vivienda, el fin del «cieneurismo», la protección social efectiva de los sectores más vulnerables como son los ciudadanos dependientes, los pensionistas, los trabajadores que cobran el salario mínimo, las familias monoparentales…

El hundimiento de IU y la práctica desaparición de su capacidad de incidencia política en el Parlamento facilitará al Partido Socialista un giro aún más conservador en su política económica, una política social y fiscal aún menos redistributiva, su acercamiento a las fuerzas del nacionalismo conservador (o al PP llegado el caso) para pactar los grandes asuntos de Estado. Y también una política internacional más dependiente y supeditada a los intereses norteamericanos (permanencia en Afganistán o aceptación de facto de la independencia de Kosovo), especialmente en América Latina, donde nuestro país previsiblemente adoptará posiciones aún más confrontadas con los procesos de cambios políticos y sociales de progreso que se están produciendo en cada vez más países de esta región, anteponiendo los intereses del capital transnacional de matriz española frente a los de los pueblos latinoamericanos aún inmersos en el subdesarrollo social y económico a pesar de las inmensas riquezas naturales de esos países.

– ¿Cuáles son las causas principales de la debacle de IU?

– Sin duda, el sistema electoral es injusto, pero por sí solo no justifica este hundimiento. Con el mismo sistema electoral, Izquierda Unida obtuvo dos decenas de escaños en el Parlamento no hace tanto tiempo. La mayor parte de la responsabilidad de este descenso corresponde sin duda a la actual dirección de IU, que no sabido ni articular un discurso identificable como útil y de progreso por buena parte de la ciudadanía, ni tampoco pacificar internamente la organización para tener la «herramienta política» en las mejores condiciones para ir avanzando posiciones en el escenario político actual.

Sin embargo, las causas de este desastre sin paliativos no pueden situarse únicamente en los errores de la actual cúpula dirigente de IU, respecto a la cual, por cierto, muchos integrantes de primera línea ahora no se identifican ni reconocen, abjurando de su permanente presencia en la misma. Todos somos responsables en cierta medida. El descalabro actual no ha sido más que el resultado de una línea descendente continua en los resultados electorales iniciada después de 1996, perdiendo en cada elección general en torno a 300.000 votos, los mismos que se han perdido en las elecciones del 9 de marzo, aunque ahora esa pérdida haya supuesto la práctica desaparición parlamentaria de IU a consecuencia de un sistema electoral perfectamente diseñado para perjudicar en especial a la izquierda transformadora de este país.

Todos somos responsables de haber aceptado la conversión de IU, desde el movimiento político y social originario que era, en una mala copia de un partido político clásico con todos los vicios de «aparato» concentrados. Todos hemos aceptado en la práctica la sustitución de la síntesis dialéctica o el consenso como forma de toma de decisiones por la confrontación permanente entre mayorías y minorías, entre distintas familias políticas que en muchos casos han defendido con más pasión su estatus e intereses personales (económicos y laborales incluidos) que políticas realmente de izquierdas y comprometidas con el cambio social.

Todos somos responsables de aceptar dedicar más del 80% de nuestro tiempo de militancia a la discusión interiorizada, a la «fontanería organizativa» y al diseño de sistemas de representación internos aún más injustos que la ley electoral española, dejando sólo para el trabajo político en la calle, en los movimientos sociales, entre los ciudadanos, apenas el 20% de la fuerza militante de nuestra organización. Todos hemos aceptado, aunque en esto evidentemente tienen mayor responsabilidad quienes ocupaban la dirección y por tanto tenían que velar por la legalidad interna, la desaparición o anulación de las normas de convivencia internas y la utilización espúrea y maniquea de las mismas en beneficio propio: exclusiones injustificadas, expulsiones sistemáticas, negativa a cumplir los acuerdos de órganos o comisiones de garantías que pretendían solventar conflictos internos. Aún hoy, y a título de ejemplo, como si nada hubiera ocurrido la noche del 9-M, una importante federación de IU, como es la madrileña, se niega a acatar y hacer cumplir las decisiones de la propia comisión de garantías de IU-Comunidad de Madrid respecto a la obligatoria restitución de la totalidad de derechos de militancia de militantes y dirigentes de Alcalá de Henares «excluidos» por el actual núcleo dirigente de esta federación.

Desde mi punto de vista, un análisis simplista e interesado del actual desastre político que padecemos sería un pésimo punto de partida para intentar recuperar a la tercera fuerza política de este país.

– ¿El descalabro electoral es el fracaso de una línea política y de una concepción de IU?

– Sin duda, es el fracaso de una determinada forma de hacer política que para la derecha o la socialdemocracia puede resultar beneficiosa, pero que nunca lo será para una fuerza que se reclama transformadora desde un serio análisis político y un profundo compromiso ético y militante. A estas alturas, sólo los más obcecados pueden obviar que en el núcleo del actual fracaso electoral se encuentra un discurso político escasamente diferenciado de el del PSOE, o que es escasamente percibida esa diferenciación por nuestro electorado potencial. Lo anterior, sumado a un funcionamiento cada vez más burocratizado e interiorizado, abandonando el vínculo de trabajo con los movimientos sociales que suponían las áreas de elaboración colectiva de IU, se ha constituido en elemento decisivo para caer en el precipicio político en el que ahora nos encontramos.

Nosotros no podemos sustituir la elaboración colectiva y el contacto y presencia real en la calle por manifiestos de artistas e intelectuales, dicho sea con todo el respeto y sincero agradecimiento a quienes entre los anteriores han seguido prestando, contra viento y marea, su apoyo a IU, o por puestas en escena de actos mediáticos con la pretensión de suplantar la convergencia real entre lo político y lo social que debe constituir el motor de IU. La última supuesta «convención programática» de IU, celebrada en el periodo preelectoral, es sin duda una muestra de esto. Muchos han alcanzado la afonía dentro de nuestra organización por reclamar permanentemente un paréntesis en la confrontación interna para poder así centrarnos en dar la palabra a militantes y sectores sociales y políticos objetivamente afines a nuestras reivindicaciones y estrategias, con escaso éxito.

Y de «manual» es el error cometido por al actual dirección de IU tras las primarias de elección de nuestro candidato a la presidencia del Gobierno. Después de recibir el candidato el apoyo casi unánime de todo el Consejo Político Federal, sin causa ni justificación la dirección federal desató en pleno proceso electoral una auténtica caza de brujas que llevo a la «expulsión» de la Comisión Permanente de tres destacados dirigentes federales de IU, así como a la artificial creación de un conflicto en el País Valenciano que nos ha costado más que la pérdida de un diputado por Valencia. Sólo una irracional tendencia suicida de la dirección de IU puede justificar tamaño error de cálculo político y electoral.

– ¿Qué le parece la decisión de Gaspar Llamazares de no optar a la reelección como coordinador general en la próxima Asamblea Federal?

– Es lo mínimo que el todavía coordinador general puede hacer después del descalabro electoral que ha capitaneado, máxime atendiendo a que, en caso de que volviera a presentarse a la coordinación general, sería la cuarta vez que lo hiciera y necesitaría por norma estatutaria más de un 60% de los votos para ser reelegido. Desde un punto de vista estrictamente político, es obvio que el coordinador general y su equipo han fracasado y ello debe llevar aparejados cambios al frente de IU. Ya he dicho que no creo que sea correcto hacer a Gaspar Llamazares el único responsable del desastre electoral, ni tampoco exclusivamente a su círculo más próximo. Las responsabilidades han de ser compartidas, en primera instancia por el equipo extenso de la dirección federal, y, más allá de estos, por todos los que hemos sido parte de la dirección federal en sentido amplio, todos los que hemos sido miembros del Consejo Político Federal, incluso en los casos, como el mío, de quienes no hemos sido miembros de este órgano antes de la última Asamblea Federal de diciembre de 2004.

También creo que no es bueno ni conveniente que la actual dirección siga en funciones hasta la próxima Asamblea Federal, sea cuando fuere, sino que lo correcto sería, al igual que se va a crear una comisión plural que la prepare, proceder a una remodelación absoluta de la actual dirección y garantizar una dirección política plural, unitaria y cohesionada frente a la adversidad para sacar adelante los asuntos cotidianos y los posicionamientos políticos de IU, en un momento clave de la legislatura aún no nacida como es la investidura del Presidente del Gobierno y la posición que IU mantendrá al respecto.

– ¿La pérdida del grupo parlamentario y de la subvención estatal por no haber llegado al 5% para costear el mailing pone en peligro la supervivencia económica de IU?

– Sin duda alguna, éste es otro factor que debe tenerse en cuenta, aunque no creo que en este momento sea lo que más nos deba preocupar, ni mucho menos determinar nuestras posiciones políticas. A fin de cuentas, nos jugamos la desaparición real de IU como fuerza política de ámbito estatal y, ante esa posibilidad, el problema económico o el posible impago de los créditos electorales pasa a ser un problema más para los acreedores que para los deudores.

Distinto es abordar este asunto desde la perspectiva del relanzamiento de Izquierda Unida. Evidentemente, el resultado electoral y la subsiguiente pérdida de ingresos institucionales se nos presentarán en el futuro como un problema añadido para la revitalización de nuestro proyecto, aunque estoy convencido de que, si la vertiente política del problema se soluciona con cordura, unidad y cohesión interna, el problema económico seremos capaces de resolverlo entre todos. Aún existen importantes ingresos económicos de origen institucional en muchas federaciones de IU, tanto por cargos públicos electos como por pertenencia a organismos públicos. La solución a la crisis económica pasaría sin duda por ordenar y hacer más transparentes estos ingresos, redistribuyéndolos de forma solidaria entre todas las estructuras de IU, con especial atención a conseguir que las federaciones actualmente existentes en las llamadas «zonas blancas» electorales pudieran de alguna forma verse beneficiadas por mecanismos económicos de compensación solidaria interna.

¿Cómo debe ser el proceso hasta la Asamblea Federal que elegirá a la nueva dirección?

– La próxima Asamblea Federal no va a ser el final de este proceso de reconstrucción de Izquierda Unida, sino que debería convertirse en el inicio de dicho proceso, en el inicio del proceso reconstituyente, o instituyente, de la izquierda transformadora representada hoy por IU. Debe, por tanto, ser un proceso de unidad y cohesión ante todo, en el que todos seamos capaces de aparcar mediocridades y mezquindades, inquinas personales incluidas, y crear un nuevo clima de trabajo basado en la confianza y lealtad mutua entre todos los militantes y dirigentes, que para eso somos compañeros de proyecto político y nunca enemigos, ni siquiera adversarios.

Es fundamental garantizar que se escuche la palabra y la voz de la militancia de IU, especialmente de la que todavía no está «contaminada» por su participación en las guerras cainitas que hemos vivido en los distintos órganos de dirección. IU debe ser una fuerza política mucho más participada por su militancia y donde el peso de los dirigentes -que evidentemente no hemos dado la talla política, ni hemos estado a la altura de las circunstancias en los últimos años- disminuya frente al peso de los militantes, tanto en la próxima Asamblea Federal como en el futuro funcionamiento de todos los órganos de dirección.

Sería muy aconsejable una profunda renovación de los equipos dirigentes tanto federal como de las federaciones, empezando por mí mismo, y dando paso a nuevos equipos dirigentes más convenientes para encarar la reconstrucción del proyecto de la izquierda transformadora española, proyecto que sigue siendo IU. No hay unidad sin cambios y no habrá cambios sin unidad. Esta organización está necesitando urgentemente ambas cosas, unidad y cambios profundos.

IU debe ser el embrión de la recuperación política de la izquierda transformadora y anticapitalista española, sin descartar que al final de ese camino de la actual IU nazca una fuerza política diferente, un verdadero movimiento político y social con verdadera influencia política y capacidad de realizar los profundos cambios que nuestra sociedad demanda. Lo de menos entonces será la denominación de esa fuerza política.

¿Qué papel deben jugar los comunistas en este proceso?

– Los comunistas hemos sido el embrión, el impulso y el alma -en sentido figurado, obviamente- de Izquierda Unida y así deberá seguir siendo tanto en este proceso de recuperación de IU que estamos iniciando como en cualquier proyecto futuro de estructuración de un proyecto de izquierda alternativa y transformadora que contribuya a mejorar las condiciones de vida de todos aquellos que viven y trabajan en nuestro país, apostando por un modelo económico solidario, anticapitalista, y por una profundización de la democracia.

La revitalización y el fortalecimiento del PCE sería una buena noticia para IU y para el proyecto de la izquierda transformadora española. Nuestro Partido debe recuperar su papel de intelectual colectivo, de escuela de cuadros políticos, y ganarse el reconocimiento como un sector de vanguardia dentro de la izquierda anticapitalista de este país. Ello no significa que debamos hegemonizar IU en solitario y excluir a otros sectores del pensamiento de la izquierda alternativa que en estos años, siendo copartícipes del proyecto de IU, han ganado sin duda un claro reconocimiento social y político por su leal compromiso, esfuerzo y trabajo en IU.

Particularmente, me siento muy orgulloso de esa pluralidad y de los espacios de normalización política que se han generado en torno a la convivencia de esa pluralidad de ideas de la izquierda anticapitalista en IU. Creo que han quedado superados enfrentamientos históricos, como por ejemplo las pugnas entre la Tercera y la Cuarta Internacional que tanto daño hicieron a la causa del socialismo durante el siglo XX.

– ¿Qué ideas aportará usted al debate colectivo con la militancia para la recuperación de IU?

– IU debe situarse claramente ante la sociedad como una fuerza anticapitalista, que cuestiona el actual modelo de producción y de vida por ser no sostenible y ser pernicioso para la supervivencia del planeta. No es posible generalizar el sistema de bienestar social que disfrutamos en el Primer Mundo, basado en un consumo irresponsable, superfluo y excesivo, al resto del planeta sin antes cambiar las relaciones económicas y sustituir el «libre mercado» por un control público y social de la economía. No es posible salvo que conscientemente asumamos la destrucción de nuestro planeta y la pobreza estructural que afecta a las tres cuartas partes de la población mundial.

IU debe apostar claramente por la profundización democrática, por métodos participativos de ejercicio democrático para los ciudadanos, por la elegibilidad de todas las instituciones y poderes reales del Estado, incluyendo aquéllos que nunca se han sometido al veredicto de las urnas, como es la Jefatura del Estado, el poder económico o el poder mediático.

IU debe exigir, y conseguir para los ciudadanos, el pleno cumplimiento de los derechos sociales contemplados por nuestra Constitución y por las declaraciones internacionales de derechos humanos. Ése debe ser el eje de nuestra política y condicionar cualquier posible política de alianzas, tanto en la calle como en las instituciones.

IU debe propugnar un Estado Republicano, Federal y Unitario, donde las tensiones nacionalistas desaparezcan al crearse un marco superador de las mismas en las que todos los ciudadanos se sientan libres y sean realmente iguales, consolidando así el sentimiento de pertenencia a un proyecto común de país

IU debe ser refundada con todos los activistas de la izquierda transformadora que están hoy en nuestras filas y con todos aquéllos que por hastío han ido abandonándolas. Igualmente, con todos aquéllos que objetivamente deberían estar organizados en nuestras filas. Debemos abrirnos a nuevas incorporaciones y sobre todo a la reincorporación de todos aquellos compañeros y compañeras que por aburrimiento o frustración abandonaron nuestras filas en los últimos tiempos.

IU debe funcionar con base en la construcción de síntesis dialécticas o consensos como método de toma de decisiones. Debe ser una obligación incluso estatutaria, como único mecanismo que permita la desaparición de intereses personalistas y su sustitución por los intereses del colectivo. Igualmente, este método posibilitará que todos nos sintamos más o menos cómodos con los acuerdos adoptados por reflejarnos en ellos de alguna manera, a la vez que impedirá que cualquier acuerdo sea permanentemente cuestionado por quienes, en una dialéctica de mayorías y minorías, se sentirían perdedores de uno u otro debate. La construcción de una sociedad más justa, del socialismo, no requiere de «perdedores» o «ganadores» en las filas de IU, sino sólo requiere construcciones colectivas, asumidas como tales.

IU debe funcionar de hecho como un movimiento político y social, con cauces internos que permitan la participación de los no militantes y de todos los militantes en sus órganos de dirección. Debemos construir la convergencia de la izquierda real de este país con los movimientos sociales alternativos. Sería conveniente abrir un nuevo proceso de adscripción individual a Izquierda Unida, donde pudieran participar los actuales militantes, los que lo fueron, los expulsados, los sancionados, todos aquellos a los que se les ha privado arbitrariamente de derechos de militancia. Así acabaríamos con la polémica y falta de legitimidad actual respecto a los censos internos de militancia. Borrón y cuenta nueva: nuevos censos para un nuevo periodo.

IU no necesita un coordinador o coordinadora general en este periodo, al menos hasta que el proyecto se haya revitalizado, máxime sabiendo que hasta dentro de tres años no afrontaremos el primero de los grandes retos electorales futuros: las elecciones municipales y autonómicas. Parece conveniente apostar por un órgano de coordinación colectivo que asuma las tareas de la coordinación general, al menos durante un periodo prudencial que concluya, más o menos en un año, en otra Asamblea Federal que evalúe el proceso de reconstrucción emprendido. De esta forma, evitaríamos que la próxima Asamblea se convirtiera, prima facie, en una disputa de «familias» por la coordinación general.

Y finalmente, la solución a los problemas actuales de IU no es la sustitución del actual equipo de dirección por otro heredado de la actual situación de degradación organizativa y descalabro electoral y corresponsable de ella o simplemente elegido en confrontación con otra parte de la organización.

Es imprescindible desterrar la dinámica de «mayorías» frente a minorías. Sólo la cohesión y la síntesis dialéctica o el consenso nos permitirán salir de esa situación y reconstituir una herramienta fuerte para operar las transformaciones sociales en las que creemos y que por cierto están realizándose en otros pueblos, muchos de ellos cultural e históricamente muy cercanos a nosotros. Sería un error apostar por una «nueva mayoría» en un momento de excepcionalidad como éste. La única mayoría posible es la que aglutine a prácticamente el 100% de la militancia, fundada en ideas y estrategias construidas de forma dialéctica por toda IU.

De la crisis del PCE en 1982 y las movilizaciones por la salida de la OTAN nació Izquierda Unida, quien durante una década recuperó el espacio que llegó a tener el Partido en la Transición. En 1994-1996, IU llegó a plantear incluso el sorpasso, disputar la hegemonía al PSOE en el espacio social y electoral de la izquierda. ¿Es posible recuperar Izquierda Unida como un proyecto de convergencia de quienes luchan por la transformación de la sociedad?

– No me cabe ninguna duda. La sociedad española, europea, nuestro planeta, si quieren sobrevivir y acabar con las injusticias, las guerras y la destrucción de nuestro entorno, deben apostar por una fuerza como Izquierda Unida, llámese así o de otra forma. Quienes han fracasado hemos sido las personas, no las ideas.