En su última obra, ‘Los ricos de Franco’, el periodista alicantino Mariano Sánchez Soler hace un recorrido cronológico e histórico por las familias que se beneficiaron durante la dictadura y cuyos privilegios conservaron años después.
Hace pocos días, las redes sociales rescataron la noticia de que el coronavirus había socavado la riqueza global a la vez que aumentado la de “hijos o nietos de emprendedores que hicieron su fortuna en la posguerra”. De ellos habla Mariano Sánchez Soler (Alicante, 1954), aunque en otros términos. El periodista alicantino lleva más de tres décadas investigando el destino de las riquezas fraguadas durante la dictadura con un objetivo claro: conocer la verdad. El resultado han sido diversas obras documentadas —entre ellas Villaverde, fortuna y caída de la casa Franco (Planeta, 1990), Los banqueros de Franco (Oberon, 2005), La familia Franco S.A. (Roca editorial, 2019) o, el más reciente, Los ricos de Franco (Roca editorial, 2020)— y alguna que otra denuncia.
En su último libro, el periodista elabora un recorrido cronológico e histórico por la riqueza de las familias que orbitaban alrededor de Franco y la del propio dictador. Atiende a El Salto un día después de la celebración de un juicio sobre este tema: la familia Franco interpuso una querella contra Sánchez Soler y otros profesionales “por injurias y calumnias”.
Es empezar por el final, pero en este caso es inevitable. Eres uno de los periodistas a los que los nietos de Franco han llevado a juicio por abordar la cuestión de su fortuna en un reportaje de Mediaset en el que participaste como experto, ¿cómo ha ido el juicio?
Yo no asistí porque no era obligatorio que lo hiciera, pero mi abogado me ha dicho que el propio fiscal planteó el derecho a la información por encima de cualquier otra cosa, además de la cuestión de la veracidad de los datos. En el juicio, el presidente de la Fundación Francisco Franco, el General Chicharro, se marcó un mitin sobre el generalísimo, y me parece una vergüenza que en una democracia se permita que se hable así de un dictador en sede judicial. Pero bueno, lo lógico es que nos absuelvan. Lo que me preocupa es que a estas alturas de democracia tengamos que estar defendiéndonos por contar la historia del dictador, sobre todo teniendo en cuenta que no calumniamos ni atacamos el honor de nadie, simplemente contamos hechos históricos.
Llevas más de 30 años investigando la riqueza de los Franco y varios libros publicados al respecto. Esta no es tu primera querella, pero alguna vez has subrayado el contexto en el que se produce.
Francis Franco se querelló en el 92 contra mí por la prepublicación, en la revista Tiempo, de la primera versión de Franco S.A., pero como se demostró que la información era veraz, estaba contrastada y no había en la publicación más interés que compartirla, fuimos absueltos. Después no se volvió a querellar por ninguno de los libros. Sin embargo, esta nueva querella surge en un momento concreto, en plena vorágine de la exhumación de Franco del Valle de los Caídos y de la cuestión del Pazo de Meirás. Al cuestionarse por primera vez ciertas cosas, como la necesidad de dar otro significado al Valle o atacar propiedades que habían obtenido de forma sospechosa, los descendientes de Franco inician una ofensiva contra la prensa. La querella tiene ese significado: quieren frenar la libertad de información y la investigación de la dictadura.
Dices que este tipo de acciones legales son una forma de intentar disuadir a periodistas de informar sobre su patrimonio. ¿Son eficaces?
Bueno, yo creo que no funciona. Los hechos son los hechos, nosotros no los inventamos ni hacemos ninguna elucubración. Son hechos que han estado tapados durante la dictadura. Ellos están en su derecho a querellarse, pero no tiene ningún sentido. De todas formas, intentar tapar la boca es una táctica histórica. Son gajes del oficio. Pero este caso para mí tiene una significación especial: es una dictadura, es cómo se hacían los negocios en El Pardo. Hay más de 120.000 muertos en cunetas que no se han resuelto 40 años después de la muerte de Franco, y una Ley de secretos oficiales tan restrictiva que obliga a esperar 25 o 30 años en muchos casos para poder tener acceso a archivos. La Transición puso en orden todo para que la dictadura y los franquistas salieran indemnes de este tema y se incorporaran al sistema democrático sin ningún tipo de justicia. Y estamos pagando todo esto.
Sin embargo, ahora interesa a la gente porque son los nietos. Nuestros padres vivieron con el miedo a hablar, a la represión; nacieron en la dictadura y asumieron ese silencio, pero los nietos se preguntan qué pasa aquí. Esa nueva generación es la que empuja del carro y la que exige saber. Además, han pasado 40 años, no se puede guardar silencio permanentemente. La única manera de resolverlo es sacarlo a la luz. Es justicia y reparación lo que se pide, no hay más.
En tu último libro, Los ricos de Franco, haces un repaso histórico desde la ayuda de March para financiar el golpe de Estado hasta la última década de la dictadura, donde “cuatro de cada diez ministros franquistas tenían puestos relevantes en los consejos de administración de entidades bancarias”. Has definido alguna vez el franquismo como el inicio del capitalismo español, ¿por qué?
Hay que pensar que se viven dos periodos; el periodo de la posguerra, que son 20 años aproximadamente, y otro periodo a partir del acuerdo con los americanos, en el 59, con el plan de estabilización económica. A partir de ahí, España se convierte en un lugar estratégico para el desarrollo capitalista. En ese proceso corto se da la industrialización que hacen los banqueros adeptos al régimen, que eran los que tenían capacidad para participar en empresas; entran las multinacionales; el Consejo Nacional Bancario controla el desarrollo bancario; hay una gran migración al extranjero, lo cual implica recepción de divisas; el turismo se plantea como una industria para explotarla, lo cual supone que mucha gente llegue del campo a trabajar…
Se da ese momento de explosión del capitalismo salvaje en un país devastado por la guerra con la llegada del apoyo económico de los americanos. Todo es una cadena. Hay muchas cuestiones de lo que ellos llamaron el milagro español, pero no hay ningún milagro: son trabajadores sin derechos, sin sindicatos libres, sin libertad de expresión para defenderse y con sueldos mucho más bajos que en el resto de Europa.
Un poco por esta línea, en el libro profundizas en el concepto ‘corrupción blanda’, ¿puedes explicar de qué se trata?
En la posguerra, una élite tenía acceso a los medios de producción, al poder, a hacer negocios; pero luego la población sobrevivía como podía. Y para sobrevivir esos 20 años, se generó esa corrupción blanda: se recurre al mercado negro, se compran cosas ilegalmente, no se cumple la ley, no se declara a Hacienda… Eso creó una cultura porque el franquismo lo permitía.
La gente se acostumbró al trapicheo, al pequeño estraperlo, mientras arriba hacían los grandes negocios o manejaban información confidencial de forma privilegiada y sabían por dónde iba a ir una carretera, o la diseñaban para que pasara por unos terrenos que compraban por poco dinero. Y se veía bien esa corrupción: de hecho el tráfico de influencia no existe como delito, la prevaricación estaba pero no se aplicaba para esto… Los ganadores de la guerra y la gente que estaba bien posicionada en el régimen tenían derecho a hacerse ricos mientras el resto de la gente hacía trampas. Eso ha generado una cultura que se transmite de padres a hijos y que han estudiado los expertos: si todo un país es corrupto no es corrupción, es cultura. Y no se ve como delito.
¿Qué implicaciones tiene esa corrupción blanda en la actualidad?
Creo que explica que ahora haya argumentos como “sí, se lo está llevando el señor alcalde, pero mientras nos deje algo, nos haga unas calles estupendas y nos ponga farolas…”. El resultado es ese conformismo de ver bien que se use el dinero público para intereses privados, y es increíble que esto sea así, pero está metido en toda una generación que, además, piensa que en España con Franco no había corrupción. Lo que no había era libertad de expresión para poder contarlo, pero durante el franquismo hubo enormes estafas inmobiliarias, envenenamientos masivos con metílico, escándalos de grandes empresas como Manufacturas Mecánicas Madrileñas, donde estaba el hermano de Franco en el Consejo de Administración…
Es algo que choca con lo que denominas “mito de la austeridad” del dictador.
Es que, ¿qué es ser austero? La austeridad no es un concepto de un abstemio o un señor muy aburrido. Franco vivía en un palacio, con una corte y con todo el mundo a sus órdenes, iba a unas cacerías inmensas, cada vez que salía a la iglesia era bajo palio, las bodas de su hija o nietas fueron bodas principescas hechas en palacio pagadas por todos los españoles… No había ninguna austeridad. De todas formas, si él hubiera sido un hombre al que le gustara beber, no lo hubiéramos sabido: el franquismo creó una de las máquinas de propaganda mejor engrasadas de Europa. Mejor que Goebbels y que todos estos que tienen tanta fama. El Ministerio de Información controlaba absolutamente todo y, como en cualquier dictadura, daba un mensaje de padre de la patria, de abuelo maravilloso, de hombre pacífico… Pero cuidado, que había una maquinaria de propaganda inmensa, porque al franquismo le daba igual lo que tú pensaras en tu casa, lo que no podía consentir es que lo manifestaras en la calle.
También está la cuestión de los regalos. En el documental por el que te mandaron a juicio, calculaste que podría haber un valor de 2.000 millones de euros en concepto de obsequios, ¿qué ha sido de ellos?
Es una estimación: si en 40 años en una sola de las dos sesiones a la semana en las que Franco recibía a prohombres, uno solo de los visitantes le regalaba, por ejemplo, una bandeja de plata, sale un valor en obsequios de 2.000 o 3.000 millones de pesetas al año, pero es una estimación imposible de concretar. Lo normal es que esos regalos estén baremados de alguna manera; debe de haber un listado de regalos en el patrimonio nacional, pero nadie ha accedido a él. Y, ¿dónde están? No se sabe. Algunos de los objetos que se han visto en entrevistas a los familiares luego han aparecido en anticuarios de París.
Para mí, el salto cualitativo sobre esta cuestión está en el Pazo de Meirás: se ha demostrado judicialmente que ellos hicieron trampas, que fue un contrato fraudulento. Se le regaló a Franco en el 38 como jefe de Estado, y la ley del patrimonio dice que todos los regalos que reciben los jefes de Estado, cuando mueren, se devuelven al Estado. No se le da a los hijos o a los nietos.
El Pazo no es lo único que ha costado conseguir. En varias ocasiones has denunciado que hay informaciones sobre el franquismo de las que el Estado dispone pero se niega a dar. ¿Crees que llegaremos a disponer de ellas?
Si hay historiadores a los que, dentro de 30 años, les interese este asunto, sí. Tendremos acceso a todo y las generaciones futuras tendrán una visión más global. Pero ya será un tema histórico sin carga política, cuando es un tema histórico y político al mismo tiempo, porque es una cuestión que toca de frente al estado de derecho, al estado democrático. Ahora tiene esa lectura.
Yo lo que hago en el último libro es un recorrido cronológico e histórico por todas las familias relevantes de la dictadura, los 100 prohombres que han sido cargos políticos y luego grandes financieros o presidentes de empresas, y saco un dato tan esclarecedor como que el año que muere Franco, en cada una de las 25 empresas que más facturaban (una especie de IBEX35) había un ex alto cargo del franquismo. La penetración corporativa del dinero y la política era total el año que murió Franco; era un estado corporativo, empresarial, que se erigió en torno al franquismo. El tema energético estaba copado por empresarios vinculados directamente a Franco que tuvieron una posibilidad de desarrollo porque eran los únicos que controlaban eso. El monopolio se gestó durante el desarrollismo, no es una casualidad que las cosas sean como son.
¿Crees que hay alguna relación entre estas puertas giratorias y las puertas giratorias posteriores a la muerte de Franco, como las de Felipe González en Gas Natural o Aznar en Endesa?
Sí, pero es que la dictadura era una gran puerta giratoria donde tú eras ministro porque eras un gran experto; los propios empresarios o banqueros eran llamados a ser ministros, y cuando dejaban de ser ministros, volvían a ese sitio. Era una puerta giratoria de verdad: esa es la historia del capitalismo de este país. En otros países se dan cosas parecidas, pero hay un lapsus de tiempo o unas normas básicas para que no sea tan exagerado. Aquí no. Las puertas giratorias posteriores son resultado de la tradición de la dictadura y la tradición de la Transición y la democracia. En las primeras cortes democráticas, el 35% de los diputados estaban vinculados a la banca y a la gran empresa, y en la derecha la proporción subía más; lo que ocurre ahora forma parte de esa historia. Y es lógico que sea así, porque no se ha cambiado nada; las incompatibilidades no están desarrolladas porque no interesa que se desarrollen. El actual capitalismo español nace prácticamente con la dictadura, porque además la guerra civil lo destruyó todo.
Quizás sea una percepción personal, pero creo que últimamente se habla bastante del franquismo en lo referente al pasado (como puede ser la represión) pero no tanto de las implicaciones del franquismo en el presente, como esta cultura de la que hablas.
Sí, y hay que comprenderlo. Es que lo que hay que explicar que ha pasado es mucho. Pero es como la Transición: cada cual tendrá su opinión; ¿podría haber sido de otra manera? Nunca lo sabremos, porque nadie intentó que fuera de otra manera. Hubo 592 muertos desde la muerte de Franco hasta la aparición de los GAL, a los que puedes sumar los 75 desde el atentado de Carrero Blanco hasta la muerte de Franco. 600 muertos en siete años de historia por motivos políticos, ¿es mucho o es poco? Que la gente lo decida, es terreno de las opiniones, yo me muevo en el terreno de los hechos. La pregunta es: ¿por qué estos hechos se silencian? Porque quienes deberían airearlos están de alguna manera, por omisión o acción. Es así de sencillo. Vendieron la Transición modélica, se vendió el pacto del despacho tapando o desactivando los muertos en las calles.
Ahora que hablas de la Transición. Alguna vez has dicho que en ese momento todo el mundo se tenía que definir como demócrata y que ahora eso ya no hace tanta falta. Esto se puede vincular con el auge de Vox, ¿no?
Se ha dado una situación muy interesante: España es el único país de Europa donde en los últimos 30 o 40 años no había partido de extrema derecha con presencia en las Cortes. No había porque la dictadura estaba muy cerca, con lo cual la gente no quería “lo de antes”, y luego porque hubo un posicionamiento de la gente que había sido franquista o le había ido bien con el franquismo pero pasaron a definirse demócratas. Pero años después, hay una escisión por la derecha y se monta Vox, que durante un tiempo no consigue sus objetivos porque durante la etapa de Aznar no había esa crisis del PP, que aglutinaba a toda la derecha. ¿Los votantes de Vox son franquistas? En mi opinión no. ¿Vox aprovecha el franquismo para ganar votos? Sí. Pero franquistas como tal no son, lo cual no quiere decir que no tapen lo que fue el franquismo y no quita que existan vinculaciones.
Una cosa que me llamó la atención del reportaje por la que has ido recientemente a juicio es que se preguntó a pie de parkings propiedad de la familia Franco si sabían que era de la familia Franco. Algunos dijeron que no, y que si lo supieran, se pensarían aparcar ahí. ¿Si la gente tuviera esta información la familia Franco tendría menos poder?
Creo que aquí hay una responsabilidad mediática. El apoyo de los medios a la familia de Franco y a Vox en prime time y programas de masas ha sido muy grande. Cuando yo empecé de periodista, si había un caso malo que implicaba a un Ministro se trataba bien, no se hacía sangre con eso porque en el fondo había un compromiso no escrito para traer la democracia, porque estaban poniendo bombas en los medios de comunicación y matando a gente en las calles. Había una especie de pacto democrático para que la ley fuera funcionando. Ahora no. La gente de extrema derecha ha perdido la vergüenza de presentarse como tal. Vox ha venido para quedarse y ya han conectado con su base electoral. Habrá que vivir con eso. De todas formas, ha habido una magnificación de esa formación, y hay que analizar las cosas con templanza, porque si sigues la política no hay mucho en lo que sorprenderse. Muchas cosas ya las hemos vivido.
No sé si es una reflexión un poco pesimista para concluir la entrevista.
Es que, si lo piensas, ya se habían aplicado políticas de extrema derecha en cuestiones como la Iglesia o la economía. Privatizaron todo. ¿Que si es una visión pesimista? Bueno, ya sabes lo que dice el refrán: un pesimista es un optimista con información. Pero confío mucho en las nuevas generaciones, los que ya hemos cumplido una edad no tenemos ni idea de cómo piensan.A lo mejor las cosas se polarizan más, a lo mejor no. No lo podemos saber.