Recomiendo:
0

Los mineros no bajan la guardia tras un año de movilizaciones sin resultado

«No moriremos como perros»

Fuentes: Diario de León

Los mineros agotan los últimos cartuchos en una batalla silenciosa y dramática cuando se cumple un año del inicio de una de las huelgas más largas de la historia del sector. -«Papá, ¿a dónde vas?», pregunta el neno de diez años. -«De paseo», contesta el minero. No hay tajo. Ni sol para tanto invierno. Toda […]

Los mineros agotan los últimos cartuchos en una batalla silenciosa y dramática cuando se cumple un año del inicio de una de las huelgas más largas de la historia del sector.

-«Papá, ¿a dónde vas?», pregunta el neno de diez años.

-«De paseo», contesta el minero.

No hay tajo. Ni sol para tanto invierno. Toda la semana es sábado. Los mineros leoneses que hace un año, el 21 de mayo de 2012, iniciaron las mayores movilizaciones del sector del carbón en España están despedidos, en expedientes de regulación o en huelga. Apenas un puñado, en la mina Escondida de Caboalles de Abajo, pican carbón.

Mineros como José Gomes y Víctor Pinheiro, que reventaron sus pies en la carretera en la Marcha Negra a Madrid, hace seis meses que no cobran un euro, ni de la empresa ni del paro. Forman parte del centenar de mineros de Cerredo en una huelga invisible e invisibilizada.

Escribió el poeta mexicano César Vallejo, que los mineros «saben, a cielo intermitente de escalera, bajar mirando para arriba, saben subir mirando para abajo». Ahora les toca mirar para arriba, mientras atizan el carbón en la estufa improvisada hecha con un caldero para espantar el largo invierno de Laciana.

«No moriremos como perros», advierte Paúl Martínez, de Fabero. Les quieren quemados. Como el primer chabolo que levantaron, que fue incendiado por una mano anónima. Ahora se han construido uno con troncos de madera y, para no olvidar la mina, ni la lucha, hicieron también una galería y un castillete.

Hay mineros que no se rinden. En Laciana, en Toreno y en Fabero montan guardia. «Para que Vitorino no se lleve la maquinaria, la que compró con las subvenciones del carbón, y vigilar que no pasen camiones con carbón de importación, para que la gente sepa que estamos en conflicto y para salir de casa; no queremos morir como perros», insiste Martínez.

«Quiere esclavos»

Se han negado a volver al tajo con los sueldos recortados más de un 30%, con más horas de jornada, sin tiempo para el bocadillo y con una pírrica paga extraordinaria. Asamblea tras asamblea han dicho no «a sueldos de 800 euros y jornadas de nueves horas». «Quiere esclavos», recalca desde el fortín de Toreno Primitivo Basalo, uno de los ‘ocho de Santa Cruz’.

Hace un año había celebrado el noveno cumpleaños de su hija cuando se encerró en el pozo con otros siete compañeros. «Fue una medida fuerte y tuvimos un respaldo social increíble, aquí y en toda España, incluso fuera, pero estamos luchando contra un empresario hipócrita y contra un Gobierno que es una dictadura», señala. Cuando salió de la mina, 52 días después, la niña no le reconocía. Está dispuesto a resistir como sea.

«Yo ya sembré las patatas», dice otro de los de piso 0 de Uminsa. Los mineros del grupo Alonso -Coto Minero Cantábrico y Uminsa- y los de sus subcontratas son los que peores situaciones atraviesan.

Los que están pendientes de juicio por despido temen lo peor. «Que nos pase como a los de Salgueiro, lo declararon nulo pero están en el aire. Sin cobrar y sin trabajar». La situación es dramática, aunque ellos la suavizan: «Es de desesperanza, como en el resto del país, bajo la dictadura de otro gallego».

Los de Santa Cruz niegan el extendido rumor de que el empresario les llamó para encerrarse en el pozo el 21 de mayo de 2012. «Una mañana llegamos y decidimos que había que hacer algo. Había un calendario de movilizaciones más dosificado, pero se decidió empezar antes», relatan Basalo, Segundo Porto y José Antonio Pérez Molina, Charraskas.

Son de los que van cada día al chabolo de la n-631 en Toreno. Al que no han visto nunca por allí, alegan, es a su alcalde, el popular Pedro Muñoz. «Ese vive en Ponferrada», dicen con desprecio. «Aquí las únicas que vienen son las mujeres a traernos un termo de café», alegan.

Para un coche y el conductor les avisa que «están metiendo camiones con carbón de Asturias por abajo», por la autovía. «Déjales que se confíen», le contestan. De guardia a la orilla de la carretera, frente a las explotaciones de Alinos, miran atrás con orgullo: «Luchamos contra los recortes del plan del Carbón», un 63% menos de ayudas.

Jornada vigilante

Confiesan que esperaban que el empresario «nos defendiera» pues, al fin y al cabo, «las ayudas son para las empresas». «El empresario siempre nos ha utilizado. Sabes que es para él. Pero si a él le joden, a nosotros nos trallan. Ahora nos da la patada», coinciden sus compañeros de Laciana.

En el Cangalón, a la entrada de Fabero, han levantado otrochabolo y a su lado han construido con traviesas una galería y un castillete del que ondea la leyenda: «Lucha Minera». «Aquí hacemos la jornada laboral de siete horas», comentan. Desde las ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde. «¡Vivan los mineros!», anima un conductor desde el coche.

Suena el grito como un eco de la Marcha Negra en la que José Gomes y Venancio Ramón, dos de los que hacen guardia en el chabolo, se fajaron con los 420 kilómetros de caminata hasta Madrid. Iban en la columna de 160 mineros leoneses y asturianos.

Ahora todo el ruido les suena a una misma cosa: «El fin de la minería: especulan con que quieren arruinar a Victorino Alonso, pero a los que quieren arruinar es a los mineros. Un plan de reconversión hubiera costado dinero y esto es gratis», recalca Martínez.

Con 16 años de antigüedad calcula que hoy no cobraría más de 20.000 euros de indemnización. Y ni eso, porque la empresa está a punto de entrar en concurso de acreedores y tendría que ir al Fogasa. «Hace cuatro o cinco años, si me hubiera acogido a una baja incentivada no bajaría de 80.000 euros», añade. Su compañero Venancio está en un ERE de Uminsa y acaba de cobrar la primera nómina del paro después de cuatro meses. José Gomes está en huelga desde finales de febrero, pero ya son seis meses sin cobrar un euro, con una hija y un hijo que alimentar. Su esposa cuida a la abuela: «Que más quisiéramos que estuviera trabajando…», dice con resignación.

Los viejos tiran del carro

«Son los viejos los que están tirando de la gente. Los jubilados y los prejubilados. El que no tiene a tres tiene a cuatro detrás de él. Somos el Valle de los Caídos». Jorge García, otro de los mineros de la Marcha Negra, reta al ministro de Industria -«que venga Soria y lo vea»- desde otro fortín minero levantado a la orilla de la c-631, a la salida de Villablino.

Allí se reúnen toda la mañana y a veces también hacen guardia por la tarde. Ellos vigilan los camiones y a ellos les vigila la Guardia Civil. El día que fueron a cortar la carretera en La Magdalena ya estaban los guardias. El temor a un estallido social en las cuencas está latente. Los mineros no quieren pedir más sacrificios a los habitantes de un valle diezmado, que ha pasado de más de 15.000 habitantes a menos de 10.000 en dos décadas: «En Villablino no trabaja nadie salvo los del hospital, los hosteleros y los profesores y la gente del Ayuntamiento, que no cobra», subrayan.

Sus objetivos son el Gobierno y el empreario Victorino Alonso. «Vito, paga lo que debes», grita la pared del chabolo que mira a la carretera. «Queremos trabajo, no más despidos». Pero no se hacen ilusiones. «El Gobierno no quiere las minas y aparentemente van a por el empresario, pero nos barren a nosotros», subraya Jorge. «Que hagan chorizos con él, que le intervengan las ayudas pero que se hagan cargo de nosotros y de las minas», alega Félix en Toreno.

Nadie se arrepiente de la lucha que comenzaron hace casi un año cuando ocho mineros de Uminsa se encerraron en el pozo Santa Cruz. No era lo previsto pero fueron todos a una. «Fue una apuesta fuerte de toda la minería. El único error fue no quedarse en Madrid cuando terminó la marcha», apunta Roberto Fernández. La movilización minera tuvo otro aspecto muy positivo: «Despertó muchas conciencias en España, aunque fue muy duro y no se consiguió lo que queríamos», sentencia.

«Nunca olvidaré la entrada en Madrid por la noche. No esperábamos aquel recibimiento masivo. Vi la Gran Vía desde la plaza de España repleta de gente», recuerda Víctor Pinheiro. «No es fácil de entender el gran apoyo que recibimos y que el Gobierno no hiciera nada», lamenta.

Se dejó la piel en la carretera, sufre los rigores de seis meses sin sueldo, que sobrelleva con la ayuda familiar, y además tiene a sus espaldas dos años de libertad condicional por un corte de carretera en La Magdalena. «Me pedían cuatro años de prisión y para no ir a la cárcel el abogado llegó a ese acuerdo», explica.

«Nos tratan como a terroristas», lamentan en Fabero. «No es sólo la ley, no. A nosotros nos pararon después de un corte de carretera en Bembibre sin nada en el coche, íbamos con los cinturones y al mes nos llegó la multa por no llevar cinturón», aseguran.

Mujeres coraje

Las Mujeres del Carbón también mantienen viva la lucha y están atentas a las necesidades de las personas más necesitadas. «Hemos recogido y entregado alimentos para las familias afectadas por el impago de las nóminas, los eres y despidos» en la cuenca de Gordón y en parte se destinó a Laciana, afirma Raquel Balbuena.

Se hicieron visibles en el Senado el 19 de junio de 2012 y ahora son una asociación cuyos fines son apoyar a los mineros en la lucha por la defensa de sus derechos y sus puestos de trabajo, defender la continuidad de la minería y las cuencas mineras, apoyar y fomentar iniciativas culturales que ayuden a reactivar las cuencas mineras, y por supuesto defender y potenciar el uso del carbón nacional», subraya. Ni con sindicatos, ni con partidos: «No nos casamos con nadie», aclara. Su pancarta se vio en la marea ciudadana del 23-F en Madrid, en la Marea Verde y en el 1º de Mayo de León. Son la lámpara de los mineros leoneses.

También lucharán para evitar los desahucios en las cuencas mineras. En Villablino ya hay más de 60 familias afectadas por no poder hacer frente a las hipotecas.

Son muchos los mineros que se quedan en casa. Unos por desesperanza, otros por miedo a represalias y otros porque no están dispuestos a dar la cara ni dejarse la piel a cambio de nada. «La gente está muy quemada. ¿Para qué vamos a salir a pelear a que le den subvenciones? Que pelee el empresario», dice un minero de Alto Bierzo.

El Grupo Viloria tiene aprobadas las subvenciones pero sólo está en activo la mina Escondida, en Laciana. La mayoría de los trabajadores están en ERE. «Teníamos uno de seis meses y desde primeros de mes hay otro de ocho meses porque la térmica no compra el carbón», explica. Se ve 14 meses en el ERE.

¿Y después? ¿Hay salida? «La frontera hacia Alemania», dice un minero de Laciana. Los mineros de la Hullera Vasco Leonesa, empresa que también tiene aprobadas las ayudas, también siguen en el ERE. Son los que más próxima ven la vuelta a la mina. Pero saben que ya nada será igual que antes.

Sergio Pérez Cruz, el minero tuitero de la Marcha Negra (@tuamigor1), lanzó hace unos días un mensaje dinamitero: «Si los #mineros volviesemos a #Madrid, #saldríais con nosotros a #luchar por lo d todos? Si estas de acuerdo, x favor haz RT.Gracias,Unete».

«¿Estás preparando las botas, papá?», le preguntó un chaval a su padre. «Yo me las pongo para hacer el Camino de Santiago, pero por defender a otros… no. Fue una experiencia irrepetible y estoy orgulloso», alega Óscar Valle.

Los mineros sienten que tras un año tan intenso la lucha unida está rota. «Yo no tengo hijos ni hipoteca y no entiendo por qué hay gente que lo pasa mal y ni siquiera va a las asambleas», dice Jonathan Buenosvinos, uno de los más jóvenes de La Vasco, con 29 años y diez de mina.

La salida de Villablino, la llegada a La Robla y la llegada a Madrid el 10 de julio por la noche son sus recuerdos más intensos de la Marcha Negra. Los mineros de La Vasco, cerca de 350, están en ERE desde marzo y les deben dos nóminas y una paga extraordinaria.

Los mineros están seguros de que el cielo abierto va a continuar y las mina nuevas de los Valle y Alonso también. Pero la plantilla se verá reducida a al mínima expresión y las condiciones laborales creen que empeorarán. Es el signo de los tiempos. «Esas minas son rentables sin las ayudas», aseguran. «Hace falta un pacto de estabilidad entre Gobierno, empresarios y sindicatos», sentencia Colmenero.

Sin mina, Jony se plantea hacer el grado superior de electricidad y Sergio sólo ve una posibilidad: «Salir fuera». Como lo ha hecho ya mucha gente de Laciana. Chile, Alaska, Colombia…

«Cuando mi padre se prejubiló a media mañana se metía en la carbonera a tomar el bocadillo a oscuras», cuenta el minero, hijo de minero, Óscar Valle. La mina es una forma de vida. Valle no sueña con una prejubilación. «Queremos trabajar», dice.

Fuente: http://www.diariodeleon.es/noticias/afondo/no-moriremos-como-perros-_797130.html