Cuando José Luis Elkoro trató de explicar al tribunal qué era «Egin», la presidenta le cortó con un «no nos interesa». De hecho, tampoco tenía ni idea de quién era realmente José Luis Elkoro (durante meses ni siquiera se enteró de que estaba juzgando a dos Elkoro, padre e hijo). Y cuando Xabi Otero le […]
Cuando José Luis Elkoro trató de explicar al tribunal qué era «Egin», la presidenta le cortó con un «no nos interesa». De hecho, tampoco tenía ni idea de quién era realmente José Luis Elkoro (durante meses ni siquiera se enteró de que estaba juzgando a dos Elkoro, padre e hijo). Y cuando Xabi Otero le explicó a Baltasar Garzón que ni era ni había sido de ETA, la respuesta fue un «me da igual». La Audiencia Nacional ni sabe ni quiere saber nada de ambos, ni del excelente trabajo periodístico de Jabier Salutregi y de Teresa Toda; ni del ejemplo de amor a su país de Pablo Gorostiaga, los hermanos Patxo e Isidro Murga, Iñaki O’Shea y Jesus Mari Zalakain; ni quiere oír hablar de los testimonios de torturas de Xabier Alegria, Nekane Txapartegi y Mikel Egibar; ni comprende que Fernando Olalde pusiera una herencia millonaria al servicio de una fundación, ni escucha el alegato sobre la no-violencia de Sabino Ormazabal, porque eso no cuadra con sus esquemas. Para el tribunal Iñaki Zapian, Mario Zubiaga, Elena Beloki, Txema Matanzas, Joxean Etxeberria, Juan Mari Mendizabal y todo el resto de imputados en este proceso no son más que muñequitos de un juego de estrategia a los que condenar en masa y sin mayores distinciones por ser «proetarras», «del entorno» o como coño se llame eso que une a los putos vascos malos.
Pero como dice la canción, no están locos, saben lo que quieren. Tienen estrategas que no visten toga y que en despachos institucionales trabajan a tres turnos maquinando cómo frenar el intento de Euskal Herria de hacerse dueña de su destino. Y para ello quieren paralizar su motor. La estrategia de ilegalizaciones, cierres, macro-sumarios y macrocondenas tiene como objetivo que cualquiera que tenga la intención de sumarse a la lucha organizada por la independencia se lo piense muy mucho antes de dar el paso. Y la última vuelta de tuerca, la de condenar a los imputados por encima de las peticiones fiscales tiene también un mensaje que se entiende a la perfección después de la ruptura del último proceso negociador. Pretenden que además del miedo, entre las filas de la izquierda abertzale cunda el desánimo, la desesperación y las ganas de mandarlo todo a la mierda. Claro que ésa es un arma de doble filo.